25/01/2011

Se ordena al ejército que bloquee las carreteras mientras la policía se une al movimiento

Declaraciones de testigos recogidas por reportero del CIT

Mientras preparamos este informe sobre el desarrollo de la revolución en Túnez, se transmiten escenas de un creciente desafío por parte del gobierno “interino” desde las calles de Túnez. Se ha ordenado al ejército que intente bloquear las “caravanas” de manifestantes desde varias ciudades que están convergiendo en la capital, que intentan tomar el poder de las manos de la inestable administración de Ghanuchi. Los que llegaron el pasado domingo pasaron la mayor parte de la noche enfrente de los edificios gubernamentales a pesar del toque de queda.

Después de que importantes secciones de la policía se hayan puesto del lado de los manifestantes, se ha pedido al ejército que haga el trabajo sucio de un régimen asustado. A pesar de las declaraciones del general Rachid Ammar diciendo que “el ejército protegerá la revolución” es vitalmente importante que el movimiento haga un llamamiento claro a los soldados para que apoyen la revolución. Estos deben ser instados a que creen sus propios comités electos en el ejército, y que demanden que los oficiales sean electos y el derecho de rechazar órdenes.  

El gobierno “interino” ordenó que las escuelas reabrieran el lunes, pero los profesores inmediatamente comenzaron una huelga muy sólida. La participación era del 100% en Medenine, Sidi Bouzid, Kasserine, Béja, Jendouba y Kairuán, 90% en Zaghouan (cerca de la capital) donde no hay tradición sindical, y fue también muy sólida en la capital.

A pesar de la promesa de Ghanuchi de abandonar la política y disolver el antiguo partido dirigente (el RCD), hay muy poca confianza puesta en el actual gobierno interino. Seis meses hasta las próximas elecciones y la entrada de un nuevo gobierno es demasiado tiempo para aquellos que han hecho la revolución. Deben tener el derecho de elegir representantes a una asamblea revolucionaria que pueda decidir dónde y cómo celebrar las elecciones y cuáles deben ser los objetivos del nuevo gobierno.

Pero no se puede dar apoyo a un nuevo gobierno que solamente busque eliminar a algunos de las figuras más inaceptables vinculadas con la era de Ben Ali para asegurarse la continuación del capitalismo. Ni tampoco a un gobierno que incluya a personalidades que estaban en la “oposición” (dentro o fuera de Túnez), no importa cuánto de “izquierda” sean, pero que no desafíen al sistema bajo la argumentación de que primero se debe establecer la democracia. Basándose en el capitalismo tunecino y bajo los poderes imperialistas como Francia que siguieron apoyando a Ben Ali, incluso cuando el movimiento de masas contra él había llegado a las calles, no se puede conseguir una democracia genuina y duradera. La idea de realizar, inicialmente, una “revolución nacional democrática” contra la dictadura, mientras se mantienen las relaciones capitalistas en la sociedad, es un error. Retendría a las masas de trabajadores y daría tiempo a la clase dirigente y los países capitalistas para intentar restablecer el control y continuar su explotación.

Con los trabajadores ocupando sus lugares de trabajo y “despidiendo” a sus jefes, mientras establecen comités y demandan una huelga general, muchas cuestiones importantes se ponen sobre la mesa. Una forma de control de los trabajadores está comenzando a desarrollarse. La cuestión de la propiedad de toda la industria y los bancos – no solamente los dominados por la vieja camarilla dominante – está a la orden del día, junto con la necesidad vital de control y administración democrática de los trabajadores.

Como indican las declaraciones de los testigos que aparecen más adelante, se están desarrollando elementos de una revolución socialista. Tal revolución socialista y el derrocamiento del capitalismo son el único camino posible para salir de la miseria social que forzó en el primer momento a la gente a actos desesperados como prenderse fuego, y que luego empujó a las masas a un levantamiento revolucionario que está extendiéndose por el mundo árabe.

Pero un entendimiento de la necesidad de romper con los límites del sistema capitalista aún debe desarrollarse entre las masas. Las ilusiones en un mero cambio democrático sin cambiar las bases sociales de la dictadura de Ben Ali puede traer una estabilidad frágil durante un tiempo y dar a la vieja élite espacio suficiente para mantener el poder. Sin embargo, esta estabilidad se rompería en el futuro.

Hay una necesidad urgente de un partido socialista revolucionario que argumente a favor de que los trabajadores y los jóvenes tomen el futuro en sus propias manos. Los comités locales y de fábricas deben encontrar una manera de vincularse regional y nacionalmente, junto con nuevos representantes elegidos democráticamente a todos los niveles del sindicato UGTT. 

Como sugiere una de las declaraciones, se necesita urgentemente la convocatoria de una conferencia de emergencia con representantes elegidos democráticamente. La situación actual podría ser discutida en detalle y podrían tomarse medidas para transformar los sindicatos democráticamente y limpiarlos de líderes vinculados con el antiguo régimen. Si esta vía se bloquea en cualquier momento, los trabajadores podrían verse forzados a crear nuevos sindicatos democráticos para luchar por sus intereses.

No se debe dar ningún apoyo, por provisional que sea, a la idea de que los sindicatos o ningún partido de izquierda formen alianzas con partidos que quieren mantener la propiedad privada y el control de la industria. Se debe instar a los dirigentes del UGTT a que convoquen inmediatamente una huelga general para expulsar al gobierno y abrir el camino al establecimiento de un gobierno de los trabajadores y los pobres.

Socialistworld.net (página Web del CIT en inglés)

Superando cualquier temor del pasado, los jóvenes y las masas de trabajadores y parados de Túnez se han levantado, como un gigante, y han derrocado al odiado Ben Ali y su mafia. La velocidad con la que la revolución se ha movido en este país ha demostrado a las masas de toda la región los débiles cimientos sobre los que sus respectivos regímenes brutales se han construido.

No hay mejor manera de resumir esto que con un chiste muy popular en Túnez: “Aprovechando que estamos motivados, vayamos a Trípoli mañana sobre las 9 de la mañana. Sobre las 9.30 – o como mucho a las 10 – habremos derrocado a Gaddafi, y podremos volver para continuar nuestra revolución”. En las recientes protestas en Argelia, la gente llevaba banderas de Túnez y gritaban: “Bouteflika y Ben Ali, asesinos”, como queriendo decir: “Nuestros hermanos y hermanas de Túnez lo hicieron, ¿por qué no hacerlo aquí?”. ¡El tiempo de la lucha ha llegado!

La hora de la libertad

Las masas de Túnez han aprendido en un mes lo que a veces se tarda un cuarto de siglo en apreciar. A través de todo el país, la confianza ha permanecido intacta, incluso tiende a crecer. El estado de ánimo de la gente, que surge por el logro de haber forzado a un dictador a huir del país con un levantamiento espontáneo y desarmado, es el sentimiento de que son invencibles y de que pueden superar cualquier obstáculo en su camino. “Seamos realistas y hagamos lo imposible”, dijo una vez el luchador revolucionario argentino Che Guevara. Aquí, lo que parecía imposible ayer, se ha vuelto posible. Muchos jóvenes llevan camisetas o pancartas con la fotografía del Che en las manifestaciones.

En la capital, a pesar de los tanques y los soldados en la calle, y de los helicópteros sobrevolando sus cabezas cada día, el “viento de la libertad” está en el aire – el resultado de la tremenda lucha de las masas. “El pueblo está respirando el aire de la libertad y las cosas están cambiando. Esto es una revolución, no solo un levantamiento”, dijo Hammady Ben Saleh, un trabajador de mantenimiento citado en un  periódico.

Verdaderamente, la revolución se puede sentir en las calles. El escritor John Reed describió en su famoso libro sobre la Revolución Rusa de 1917, Diez días que estremecieron el mundo, cómo “en la calle cada esquina era una tribuna pública”. En el Túnez de hoy, en todas partes, grupos de personas discuten sobre política, compartiendo sus puntos de vista y opiniones sobre la situación. Sienten que ha habido un cambio profundo al tener la oportunidad de decir lo que de verdad piensan por primera vez. Las librerías están mostrando orgullosamente en sus escaparates libros que estaban prohibidos durante la época de Ben Ali. La televisión estatal, que hace solamente una semana se parecía a la “telepantalla” de la famosa novela 1984 de George Orwell y que solo informaba sobra las maravillosas actividades del “Gran Hermano” Ben Ali y su esposa, está ahora cubriendo extensamente la revolución y las manifestaciones que tienen lugar por todo el país.

El proceso revolucionario realmente ha afectado a todos los aspectos de la sociedad. Los raperos clandestinos están saliendo a la luz con sus incisivas letras contra la dictadura, y la gente está mostrando abundantemente sus opiniones después de décadas de restricciones y censura. “Sous les pavés, les jasmins”, “Debajo de los adoquines, los jazmines”, decía una pancarta en francés en una manifestación el pasado sábado en la capital de Túnez – una alusión al famoso eslogan del revolucionario mayo de 1968 de Francia: “Sous les pavés, la plage” (“Bajo los adoquines, la playa”). El término “revolución de los jazmines” es usado por algunos comentaristas con poca imaginación para describir la revolución tunecina.

Imágenes anti-RCD han aparecido a miles en los perfiles de Facebook. El uso de internet para publicitar y organizar las protestas ha sido tan extenso durante el movimiento, especialmente entre los jóvenes, que el “nuevo” gobierno interino que surgió después de la caída de Ben Ali, en uno de sus incontables intentos de aparecer más “aceptables”, decidieron liberar a Slim Amamou, un famoso activista blogger encarcelado una semana antes, convencerle para que se afeitara el pelo y traerlo al gabinete como el nuevo “Secretario de Estado para la Juventud y los Deportes”.

“Dégage!” (“¡Fuera!”)

En las calles de Túnez hay un doble sentimiento: la impresión de que todo y nada ha cambiado al mismo tiempo. De hecho, el pollo todavía está dando vueltas, aunque sea con la cabeza cortada. El nuevo gobierno de transición liderado por el Primer Ministro Ghanuchi, en el que todas las posiciones claves fueron ocupadas por líderes del antiguo régimen (incluyendo los Ministerios de Defensa, Interior, Economía y Asuntos Exteriores) ha estado en el filo de la navaja desde su comienzo. Políticos con las manos manchadas de sangre y que se atreven a proclamar tres días de “luto nacional por los mártires de la revolución”, es simplemente algo insoportable.

En cuanto a los pocos partidos llamados “partidos de oposición” que han aceptado puestos ministeriales en este gobierno – el PDP y Ettajdid –, renombrados en las calles “oposición de cartón”, cada día que pasan en el gobierno está matando su futuro político. Sin embargo, asustados por el movimiento de masas, están entre los políticos  preparados para cualquier tipo de compromiso con el objetivo de estabilizar el orden capitalista de las cosas, incluso tomar el papel de la quinta rueda en el carro del gobierno de Ghanuchi.

Las manifestaciones continúan a diario en todo el país, pidiendo a este gobierno “dégager” (largarse). El viernes, varios miles de personas se manifestaron, empezando desde la gran Avenida Habib Bourguiba en Túnez capital, aglutinando a muchos habitantes en su camino a través de la medina, para terminar su marcha enfrente del edificio gubernamental. ¡”No nos robéis nuestros sueños!”, “¡Continuemos la revolución!”,  “¡Nos robaron nuestro dinero, no nos robarán nuestra revolución!”, “¡RCD fuera, nuestro movimiento continúa!”, “¡Los corruptos fuera, fuera, fuera!”, fueron algunos de los numerosos eslóganes que se gritaron desde las calles. De hecho, ninguna región de Túnez ha escapado a las protestas diarias, teniendo como meta expurgar del país todo rastro del antiguo régimen dictatorial.

Las masas, después de ganar una tremenda batalla, no están preparadas para detenerse a mitad de camino y ver su victoria confiscada por las mismas personas que han dominado el país con Ben Ali durante años. Al desafiar este nuevo auto-nombrado gobierno, entienden que dejarlo en el poder significa vaciar la revolución de su sustancia, con el peligro de hundirse de nuevo en lo mismo contra lo que han luchado tan valientemente, pagando el precio de su sangre e incansable sacrificio.  

Durante una semana, el gobierno de coalición ha intentando desesperadamente justificar su existencia a los ojos de las masas, haciendo una concesión tras otra. El viernes, el Primer Ministro Ghanuchi incluso dio una entrevista en directo para la televisión, con lágrimas de cocodrilo en sus ojos, en la que declaró que él iba a abandonar la vida política “tan pronto como sea posible”. “Como todos los tunecinos”, él “tenía miedo bajo el régimen de Ben Ali”. Sin embargo, Ghanuchi no estaba tan asustado cuando firmó los acuerdos con el FMI, supervisando privatizaciones en beneficio del capital, o aprobando la represión salvaje de un movimiento del que ahora pretender presentarse como su expresión política.

La gente quiere una ruptura real con el pasado. Ben Ali ha elaborado una gran red de control y represión de cualquier oposición en el país. Ahora que la “araña” se ha ido, la red, aunque está dañada, sigue ahí, y la gente está decidida a librarse de ella. En el momento de escribir esto, una “Caravana de Liberación” procedente de las regiones pobres del centro-oeste de Túnez – donde la ola revolucionaria empezó – haciendo frente al toque de queda, había llegado a la capital con el objetivo de derrocar al gobierno. “La meta de esta caravana es hacer caer a este gobierno, especialmente a los ministros del RCD”, declaró un sindicalista que participaba en la marcha compuesta por miles de personas de todas las edades. Se están planeando marchas similares desde otras ciudades y con el mismo propósito.

Poco después de anunciar la reapertura progresiva de escuelas y universidades (que estaban cerradas desde el 10 de enero debido al miedo a una agitación estudiantil), el gobierno está ahora enfrentándose a una huelga ilimitada de profesores de educación primaria desde el lunes (el mismo día que las escuelas debían reanudar las clases). La principal demanda es la disolución del gobierno de transición. Puede que este odiado gobierno no tarde mucho en desaparecer, especialmente ahora que partes de su aparato de estado están tambaleándose.

La policía fraterniza con la revolución

En la manifestación del pasado viernes en Túnez, un acontecimiento sin precedentes ocurrió, que aún tiene que mostrar su escala. Algunos policías fraternizaron con los manifestantes y proclamaron su apoyo a la revolución. Algunos policías subieron al techo de sus furgonetas y comenzaron a pedir disculpas por el papel que habían jugado en fechas recientes. Juraron su solidaridad y apoyo a una emocionada multitud revolucionaria que gritó: “¡La policía está con nosotros! La policía, ¡hijos del pueblo!”. “Estamos de vuestro lado, apoyamos la revolución, no queríamos dispararos; sino nuestros superiores”, replicó un policía. Al final, varios de ellos fueron llevados a hombros de los manifestantes, mientras algunos rompían a llorar.

Al día siguiente, muchos más oficiales de policía se unieron a los otros manifestantes en la capital, llevando brazaletes rojos en solidaridad con la multitudinaria marcha. “Nosotros también hemos sido víctimas durante años del régimen de Ben Ali”, explicó uno de ellos. Un manifestante entrevistado por una cadena de televisión alemana dijo en inglés: “Estos policías ganan de 250 a 300 dinares (130-160 euros) al mes. Ni siquiera pueden alimentar a sus familias. No les culpamos.” 

Escenas como éstas se han repetido en muchos otros lugares. En Sfax, la policía se manifestó el viernes a lo largo de las principales calles de la ciudad, llevando brazaletes rojos, cantando el himno nacional y gritando eslóganes pidiendo libertad. La marcha terminó enfrente del edificio del sindicato UGTT donde uno de los manifestantes leyó una declaración denunciando las condiciones de trabajo y demandando la creación de un sindicato capaz de defender sus derechos. En Susa, Gabes, Sidi Bouzid, Monastir y Bizerta, la policía también se ha unido a las manifestaciones en apoyo de la revolución, generalmente demandando derechos para formar su sindicato y subidas de salarios, algunas veces incluso haciendo huelga.

Las cuestiones de clase ganan protagonismo  

Uno de los aspectos peculiares de la revolución es el hecho de que las familias Ben Ali y Trabelsi han tenido éxito en levantar a todo el país en su contra, incluyendo, por sus propias razones, a parte de la burguesía nacional. Éstos se sienten robados debido al control que “la familia” ha desarrollado con tentáculos en partes fundamentales de la economía – tomando “su parte de cada pastel”: banca, seguros, transporte, medios de comunicación, telecomunicaciones, turismo, publicidad, sector inmobiliario, comercio, industria automovilística, etc. Este conflicto entre diferentes partes de la clase dominante llegó a su apogeo el 18 de enero – cuatro días antes del vuelo de Ben Ali a Arabia Saudí. 200 directivos invadieron la oficina central de UTICA, la patronal tunecina, demandando la dimisión de Hedi Jilani, el “jefe de los jefes”. Él estaba cerca de los viejos poderes y vinculado con las familia Trabelsi-Ben Ali a través del matrimonio de una de sus hijas.

Por supuesto, toda la patronal pudo acomodarse a un régimen que ofrecía un atractivo marco para los negocios, basado en la explotación de una mano de obra amordazada y flexible, especialmente en las zonas francas. Pero ahora que la mayoría de la familia ha sido detenida o ha huido del país, a la clase capitalista nacional, al igual que las multinacionales extranjeras y los bancos, le gustaría poner sus manos sobre sus activos y compañías. Y están viendo con muy malos ojos a las enfurecidas masas de trabajadores que no quieren detener su revolución ahora y “volver a la normalidad”, como a ellos les gustaría que hicieran. En ese sentido, la pregunta de quién controlará los que fueron bienes y compañías de la familia se ha convertido en una cuestión estratégica, a través de la cual la demarcación de clases en el proceso revolucionario está apareciendo claramente. La nacionalización de esta riqueza, no bajo el presente gobierno capitalista y corrupto, sino bajo el control y gestión directa de los trabajadores, es la única salida viable para llevar todos estos recursos de vuelta donde pertenecen.

Varias federaciones de la patronal han hecho llamadas para suplicar al pueblo tunecino que vuelva al trabajo. Este mantra de “volvamos al trabajo”, por cierto, no solamente está viniendo de la clase dominante. Los líderes burocráticos al frente de la UGTT (sindicato nacional) no se sienten muy cómodos ni con las manifestaciones ni con las huelgas que se están extendiendo por todas partes. “Las calles deben recobrar la serenidad”, según las palabras de Abid Briki, secretario general unitario de la organización sindical. Por el contrario, la clase trabajadora y los pobres, después de librarse de las cadenas dictatoriales, sienten que ahora es el momento para poner sus reivindicaciones de clase al frente. Sin embargo, son necesarias acciones concretas para llevar al movimiento a un nuevo nivel.

Con este propósito, necesitarán un liderazgo que esté preparado para luchar a su lado, no como aquellos que apoyan a Ben Ali un día y que hablan de la revolución el siguiente. Tan pronto como sea posible, se debe realizar una fuerte campaña entre las filas del sindicato por un congreso extraordinario de la UGTT, preparada sobre las bases de unas elecciones democráticas en cada sección local. Esto permitiría que un liderazgo genuino, que emergiera desde la lucha revolucionaria, fuera elegido democráticamente como cabeza del sindicato, en lugar de gente poco confiable como Abid Briki o Abdesssalem Jrad. Ellos hicieron todo lo posible en el pasado para ponerle una barrera a la revolución, antes de que fueran barridos contra su deseo por la enorme presión dentro de las bases del sindicato.

La demanda por una huelga general puede ser escuchada en todas partes. Un paso como éste sería un martillazo decisivo que mandaría al gobierno interino, y a cualquier otro intento de mantener el status quo, a la papelera de la historia – lo que la inmensa mayoría de los tunecinos desea de todo corazón. El viernes, muchos manifestantes se reunieron enfrente de las oficinas centrales de UGTT en Túnez para pedir que se convocara una huelga general. Esto también fue parte de las demandas de los manifestantes en Susa y en otros lugares.

Mientras tanto, una ira de clase está creciendo en muchos sectores. Los conductores de autobuses de Túnez hicieron una huelga casi total de dos días. Muchos supervisores, empresarios y otros oficiales de alto rango que colaboraron con el antiguo régimen han sufrido la venganza de la clase trabajadora en muchas compañías y en los servicios públicos.

Al no esperar ninguna iniciativa desde arriba para expulsar al RCD, los trabajadores han iniciado por ellos mismos un proceso de “limpieza” de sus lugares de trabajo de estas odiadas figures. El miércoles, durante una huelga, los empleados de la compañía pública de seguros STAR echaron a su jefe, acusado de corrupción y de complicidad con el régimen de Ben Ali. Lo mismo ocurrió en el Banque Nationale Agricole (Banco Nacional Agrícola), en la compañía nacional de distribución de carburantes (SNDP), y en la compañía aérea Tunisair. Los comités de sindicalistas han tomado el control de las noticias en la radio y la televisión. “Ahora nosotros estamos decidiendo la línea editorial”, explicó Fawzia Mezzi, un periodista de “La Presse”, un diario que anteriormente operaba bajo los órdenes del séquito de Ben Ali. ¡Incluso los ciegos se han manifestado para derrocar al presidente de su asociación, también vendido a Ben Ali!

Se ha ganado una primera batalla, pero no la guerra

El actual gobierno está posiblemente herido de muerte. Todo el mundo puede sentirlo. Pero la cuestión fundamental es: ¿qué va reemplazarlo? Cuando hay manifestantes escalando oficinas gubernamentales, haciendo pintadas como “Viva la Revolución”, o “Ministerio del Pueblo”, y cuando el gobierno oficial ni siquiera puede moverse porque partes substanciales de sus fuerzas armadas están en el lado de la revolución, hay un sentimiento muy fuerte de que el “Ministerio del Pueblo” está al alcance. Pero mientras para algunos un gobierno como éste significa un gobierno por y para los trabajadores, otros intentan desviar la oposición al renombrado régimen del RCD en la dirección de un gobierno de unidad nacional que dejaría el capitalismo intacto.

La UGTT está hablando sobre un “gobierno de salvación nacional”, pero sin dar una explicación concreta sobre lo que realmente significa. ¿Salvación de qué? ¿En interés de quién? Un gobierno sin miembros del RCD en sus filas probablemente sería bienvenido por muchos como un importante paso adelante. Pero las masas deben rechazar cualquier acuerdo “entre bastidores” con el fin de poner a un gobierno no elegido en el poder. Muchos líderes de la oposición están esperando su hora para que los llamen a un nuevo gobierno “democrático” que solamente usará su autoridad para restaurar el orden en las relaciones de clase, calmar a los inversores extranjeros y continuar con las mismas políticas capitalistas que han causado tanta miseria en Túnez. Cualquier gobierno que no rompa con el capitalismo lo mantendrá; solamente un gobierno de los trabajadores y de campesinos pobres puede construir una nueva sociedad socialista.

Rabeh Arfaoui, un representante de Ettajdid – el anterior Partido “Comunista”, que ahora tiene el Ministerio de Educación dentro del gobierno interino – declaró recientemente: “Los discursos acerca de comités auto-gestionados y el establecimiento de un gobierno revolucionario está haciendo a la gente soñar, pero no es factible. No estamos en el contexto de una revolución bolchevique”.

Mientras Arfaoui está ayudando a defender al viejo aparato y a que permanezca en el gobierno, estos comités “auto-gestionados” se están extendiendo. Esto podría formar las bases para llevar a cabo una ruptura decisiva contra el capitalismo y llamar a los trabajadores, los jóvenes y los oprimidos en otros países para que les sigan. Sin embargo, actualmente no hay una fuerza capaz de unir todo el movimiento y argumentar a favor de los pasos decisivos que son necesarios para romper con el poder del capitalismo. La creación de una fuerza como ésta, un partido de masas y revolucionario de la clase trabajadora, es necesario para convertir la perspectiva de una revolución socialista en una realidad.

Los diferentes comités que se están multiplicando en muchos lugares están mostrando claramente que las masas trabajadores de Túnez están potencialmente preparadas para tomar el gobierno de su país en sus manos. El periódico “Presse de Tunisie” escribió el sábado 22 de enero que “En Zarsis ­[en el sureste de Túnez], justo después de la huída de Ben Ali, se formaron comités de barrio, y comenzaron a trabajar: recogiendo la basura y dirigiendo el tráfico durante el día, persiguiendo a las milicias de Ben Ali y a los saqueadores, y protegiendo la ciudad durante la noche.”

Ejemplos como éstos son incontables. Proporcionan una respuesta viviente a las afirmaciones de los medios, de los políticos extranjeros, etc. que instan a los tunecinos a dejar que el país sea dirigido por una combinación de políticos y oficiales procedentes del antiguo régimen o por un “gobierno de tecnócratas”. Mantienen que éstos son “los únicos que tienen experiencia suficiente para hacerlo”. Esta actitud despectiva está a un millón de kilómetros de la idea expresada por el líder bolchevique Lenin en 1917 – “cada cocinero debe ser capaz de convertirse en Primer Ministro”. Estos son los argumentos de una clase dominante aterrorizada que quiere encerrar el proceso revolucionario dentro de canales orientados al mercado a toda costa.

Estructuras de bases y comités populares, dirigidos democráticamente por representantes electos, necesitan formarse y extenderse por todas partes – en los lugares de trabajo, en los barrios, en las escuelas y universidades, pero también en el ejército y en la policía. Éstos necesitan coordinarse entre ellos por un sistema de delegados a nivel local, regional y nacional. Proporcionaría la columna vertebral para establecer un nuevo tipo de gobierno – realmente democrático, siendo una expresión directa de las masas trabajadoras y de su revolución, y preparado para tomar medidas radicales para transformar las vidas de las personas, a través de una planificación socialista de la economía en interés de la clase trabajadora y de la gran mayoría de la población. Las repercusiones en todo el mundo árabe muestran cómo estos pasos podrían ayudar a desarrollar la lucha contra el capitalismo y el imperialismo y abrir la puerta a una transformación socialista de la sociedad a nivel mundial.

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