GUERRA EN UCRANIA, LA NUEVA ERA Y LA CRISIS DEL CAPITALISMO
La siguiente declaración sobre la guerra en Ucrania y sus implicaciones para las múltiples crisis del capitalismo global fue discutida, debatida, enmendada y aprobada por unanimidad en una reunión del Comité Internacional de la ASI, nuestra dirección internacional elegida en nuestro Congreso Mundial, que tuvo lugar entre el 28 de marzo y el 1 de abril en Viena, Austria.
Declaración del Comité Internacional de Alternativa Socialista Internacional
La guerra en Ucrania demuestra de manera concluyente que hemos entrado en una nueva era en las relaciones mundiales, un cambio que se desarrolla desde 2007–09 y se profundizó aún más por la pandemia de COVID. ¿Cuáles son las características de esta era posneoliberal?. Una característica clave es claramente el creciente militarismo imperialista acompañado por el azote del nacionalismo y una rápida división del mundo en dos campos liderados por los imperialistas en una nueva Guerra no tan Fría. Durante los últimos años hemos sido testigos de la separación parcial de las economías de EE. UU. y China, las dos más grandes del mundo, que han pasado de ser los motores de la globalización a los motores de la desglobalización. Ahora tenemos la disociación rápida y radical de Rusia de las economías occidentales, así como de Japón y Australia.
Esta guerra también se produce durante una pandemia devastadora que ha matado a más de 20 millones de personas en todo el mundo y aún continúa. La política de cero covid de China se está desmoronando frente a la variante omicron. En Occidente, la élite básicamente se ha dado por vencida después de haber fracasado por completo en contener la epidemia o desarrollar una estrategia seria para la vacunación global.
Además de esto, la crisis subyacente de la economía capitalista que precede a la pandemia fue exacerbada por ella y entrará en una nueva fase provocada por un shock energético y una inflación en rápido aumento. Además del colapso de la economía rusa provocado por las crueles sanciones occidentales, la guerra podría llevar a Europa y Estados Unidos a la recesión. Pero el impacto en el mundo neocolonial será mucho más devastador a medida que aumenten los precios de los alimentos y empeore la crisis de la deuda. En general, los últimos dos años de pandemia y crisis económica han aumentado enormemente la desigualdad a escala mundial, así como el nivel de pobreza absoluta.
Los marxistas y el imperialismo
Los marxistas de hoy parten de la oposición a todo imperialismo, como lo hicieron Lenin y Trotsky, y otros internacionalistas hace un siglo. Explicaron cómo el surgimiento del imperialismo y el dominio del capital financiero es una fase del desarrollo capitalista, en realidad señalando cómo las fuerzas de producción se han desarrollado más allá del modo de producción capitalista. Hoy no podría ser más claro cómo el estado-nación capitalista es una barrera absoluta para el desarrollo futuro de la economía humana.
Nos oponemos completamente a la invasión de Ucrania por parte del imperialismo ruso, que fue precedida por el discurso de Putin en el que culpó a los bolcheviques de la existencia de Ucrania y, en esencia, negó la realidad histórica de la nación ucraniana. La invasión totalmente reaccionaria de Putin ya ha creado una catástrofe humanitaria con más de tres millones de refugiados que huyen del país y más de seis millones de desplazados internos.
Putin afirma que sus objetivos son “desmilitarizar” y “desnazificar” Ucrania. Apoyamos la lucha del pueblo ucraniano contra la ocupación militar, pero nos oponemos por completo al régimen de Zelensky que, aunque claramente no es fascista, también es reaccionario hasta la médula. Tanto Putin como Zelensky trabajan con la extrema derecha en sus propios países e internacionalmente. Putin ha respaldado e incluso financiado partidos fascistas y de extrema derecha en Europa, incluidos Amanecer Dorado en Grecia y el Frente Nacional en Francia, ahora renombrado Rassemblement National (Agrupación Nacional), mientras que Zelensky se apoya en el batallón neonazi Azov y su régimen ha rehabilitado internacionalmente a colaboradores nazis de la Segunda Guerra Mundial.
El papel de liderazgo que ha asumido Zelensky en la resistencia contra la invasión de Rusia lo ha convertido en un héroe a los ojos de millones de ucranianos, así como a nivel internacional, ayudado en gran parte por la propaganda de los medios occidentales. Sin embargo, Zelensky está hasta el cuello con algunos de los oligarcas más poderosos de su país y ha encabezado medidas que empobrecen aún más a la mayoría de los ucranianos. Él mismo es el propietario de sociedades offshore. Habiendo ya tomado medidas drásticas sobre los derechos de los trabajadores a organizarse durante su gobierno antes de la guerra, una de sus primeras medidas una vez que comenzó la guerra fue imponer la ley marcial que incluye la prohibición del derecho de huelga. Sin ignorar las ilusiones que existen, tenemos que explicar pacientemente que Zelensky y su régimen no son amigos de la clase trabajadora ucraniana común.
También nos oponemos claramente a la agenda del imperialismo estadounidense y occidental que, a través de la OTAN, se ha movido para rodear a Rusia y ha ayudado a crear las condiciones para esta guerra. Ahora están vertiendo material de guerra en el país e imponen sanciones sin precedentes contra Rusia que son una forma de castigo colectivo al pueblo ruso y un acto de guerra, así como una advertencia a China.
Señalamos a la solidaridad de la clase trabajadora como la única fuerza que puede evitar el deslizamiento hacia un conflicto mucho más amplio que amenaza a la civilización humana. Si bien la propaganda de guerra ha tenido un efecto significativo en Occidente y dentro de la propia Rusia, esto disminuirá. Las masas de la clase trabajadora aún no está lista para desafiar la guerra, pero la juventud comenzará a contraatacar a medida que las pretensiones “democráticas” de Occidente comiencen a quedar realmente expuestas y, especialmente, a medida que comiencen a revelarse las nefastas consecuencias económicas de la guerra. . En Rusia ya vemos destellos de heroica resistencia. El capitalismo engendra la guerra, pero históricamente la guerra es también la partera de la revolución.
Perspectivas para la guerra
Debemos ser bastante condicionales sobre cómo se desarrollará la guerra a partir de aquí debido a la cantidad de variables involucradas. Por ejemplo, obtener una imagen clara de la situación en el terreno es un desafío en medio de la implacable propaganda de guerra por todos lados. Sin embargo, está muy claro que Putin y sus generales calcularon drásticamente mal sus planes de invasión. Esperaban ser recibidos como libertadores entre los pueblos de habla rusa en el este de Ucrania, pero se han encontrado con una feroz resistencia tanto en ciudades de habla rusa como Kharkiv como en su intento de rodear Kiev.
La posibilidad de una guerra entre la OTAN y Rusia es ahora mayor que en cualquier momento de la Guerra Fría entre los EE. UU. y la Unión Soviética. Ya existe un estado de guerra parcial entre la OTAN y Rusia a medida que una asombrosa cantidad de armamento llega de los países de la OTAN. Esto podría convertirse en una guerra a gran escala debido a un error de cálculo, si Rusia atacara extensamente las líneas de suministro de la OTAN, incluso en Polonia, o si la OTAN fuera lo suficientemente temeraria como para intentar imponer una “zona de exclusión aérea” sobre una parte o la totalidad de Ucrania. Las fuerzas rusas ya han atacado una base en el oeste de Ucrania que era claramente un puesto de operaciones de la OTAN y atacaron otro objetivo en el oeste de Ucrania con un misil hipersónico.
Una guerra más amplia entre EE. UU., la OTAN y Rusia podría seguir siendo “convencional”, pero el peligro de un intercambio nuclear crecería significativamente, aunque aún sería poco probable dadas las consecuencias potencialmente devastadoras para todos los bandos. Durante la existencia de la Unión Soviética hubo momentos muy peligrosos como la crisis de los misiles cubanos pero una enorme limitante fue que, a pesar de su horrible régimen estalinista, la Unión Soviética no era un país imperialista. Su liderazgo priorizó su propio poder y temía las revoluciones y, por lo tanto, buscó el acomodo y la “coexistencia pacífica” con el imperialismo occidental. En realidad, la situación en la que hemos entrado ya es más peligrosa que cualquier otra durante la primera Guerra Fría. Tener enormes arsenales nucleares en manos de regímenes reaccionarios rapaces como los de Putin y Xi Jinping, así como del senil imperialismo estadounidense, es una expresión concentrada de la amenaza del capitalismo a nuestra existencia.
Los planes de guerra de Putin se basaron en la experiencia de la toma de Crimea y Donetsk/Luhansk en 2014, el éxito militar de Rusia en Siria y el cálculo de que el imperialismo occidental no intervendría directamente en Ucrania. Tres semanas y media después de la guerra, la posición de la OTAN y el imperialismo estadounidense no ha cambiado fundamentalmente. Joe Biden hasta ahora se ha opuesto firmemente a medidas como una zona de exclusión aérea. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que los parlamentos de los miembros de la OTAN, Estonia, Lituania y Eslovenia, aprobaron recientemente resoluciones que piden públicamente una zona de exclusión aérea. Si bien el peso de estos estados dentro de la OTAN sigue siendo marginal, esto muestra que hay una minoría ruidosa y que la “unidad” de la OTAN podría ponerse a prueba a medida que avanza la guerra. También se da el caso de que mientras la mayor parte de la OTAN está tratando de poner freno a una intervención militar directa, está haciendo todo militarmente, haciendo que ese puente sea cada vez más fácil de cruzar.
¿Podría Rusia perder militarmente y cuáles serían las consecuencias? Claramente, los graves errores de cálculo en la invasión de Putin ahora se ven agravados por una feroz resistencia ucraniana que provoca miles de bajas rusas y problemas de moral en el ejército ruso. Al momento de escribir, el ejército ruso solo ha logrado tomar el control de una de las veinte ciudades más grandes de Ucrania. Sin embargo, Rusia conserva una abrumadora superioridad en potencia de fuego. La guerra ha entrado en una etapa mucho más brutal, siguiendo el libro de jugadas de Rusia en Siria y Chechenia de la guerra de asedio moderna. Los rusos también se están preparando para depender más de los mercenarios, 16,000 de Siria hasta ahora, matones brutales como el señor de la guerra checheno Ramzan Kadyrov y otras fuerzas “irregulares”.
Pero incluso si el ejército ruso logra apoderarse de ciudades clave después de reducirlas a escombros, se enfrenta al desafío de ocupar el país. Según lo que ha sucedido hasta ahora, una insurgencia ucraniana podría infligir bajas continuas muy significativas y, en última instancia, hacer que el ejército ruso se rompa como fuerza militar, incluso si los ucranianos no pueden derrotarlo por completo, como le sucedió a los EE. UU. en Vietnam. Esto, combinado con el colapso económico, podría provocar una agitación masiva en Rusia. Este “escenario de Vietnam” viene con la diferencia clave de que el régimen reaccionario ucraniano es un representante del imperialismo occidental, mientras que las FNL/NLF en Vietnam se basaron en una revolución social.
Sin embargo, el impacto de las sanciones, incluida la separación de Rusia del sistema financiero occidental, la eliminación de los privilegios comerciales y la salida de las corporaciones occidentales del país, puede ser contradictorio. Claramente están afectando a una parte de la clase media urbana que está vinculada a la economía mundial y es más pro-occidental pero la devaluación de la moneda, la inflación y la amenaza del desempleo masivo afectarán principalmente a la amplia clase trabajadora. Sin embargo, a corto plazo, las sanciones también pueden fortalecer el apoyo de sectores de la población al régimen, ya que confirma la narrativa de que Occidente quiere destruir Rusia.
Putin parece más nervioso por la posición de los oligarcas en este momento y el peligro de un golpe de estado que de un alzamiento popular. Estados Unidos claramente tiene como objetivo al menos amenazar a Putin con un “cambio de régimen” como parte de la represión del imperialismo ruso. Este es un juego peligroso, ya que más reveses también podrían hacer que Putin se desespere más y sea más probable que recurra a una mayor escalada militar.
Habrá una creciente presión por una solución diplomática debido al enorme peligro que representa una posible ampliación de la guerra. El régimen chino, aliado clave de Putin, no está interesado en una guerra total, por ejemplo. Pero es muy poco probable que Putin llegue a un acuerdo en este momento debido a la debilidad de la posición militar rusa sobre el terreno. Es posible que Putin utilice las negociaciones para seguir bombardeando mientras espera refuerzos. Un eventual acuerdo podría basarse en que Ucrania acepte un estatus “neutral” y la partición de facto del país con una gran parte del este de Ucrania efectivamente anexada a Rusia. Putin tendría que aceptar que el régimen de Zelensky esté a cargo de un estado satélite. A cambio, las sanciones de occidente se levantarían al menos parcialmente.
El impacto más amplio
La guerra de Ucrania no puede separarse, ni entenderse adecuadamente, sin ponerla en el contexto más amplio del conflicto global entre el imperialismo estadounidense y chino. No hay duda de que parte del mensaje que Biden busca enviar al régimen del PCCh a través de la “unidad” de las potencias occidentales, las devastadoras sanciones a Rusia y el río de armamento que se vierte en Ucrania es dar una advertencia en general y en particular de lo que le espera si invade Taiwán. Una diferencia clave es que Taiwán tiene una importancia estratégica mucho mayor para el imperialismo estadounidense que Ucrania. Si un intento chino de invadir Taiwán tiene éxito, o en el improbable caso de que los procesos dentro de Taiwán cambien en una dirección decididamente pro China, esto representaría un desafío decisivo para el dominio estratégico del imperialismo estadounidense en el Indo-Pacífico, con repercusiones masivas también para el imperialismo japoneses, India y otras potencias regionales clave. Tal derrota para EE. UU. significaría el fin de la era estadounidense y la victoria del imperialismo chino en esta decisiva esfera geopolítica. La guerra en Ucrania ha fortalecido significativamente las ilusiones pro-estadounidenses entre las masas en Taiwán con el correspondiente aumento en el apoyo al gobierno proestadounidense del DPP.
Y, por supuesto, tratar de imponer sanciones similares a la economía china sería una propuesta completamente diferente dado el papel de China en la economía mundial, que es más grande que el de Rusia en varias magnitudes. En realidad significaría un colapso total de la economía mundial.
El imperialismo estadounidense y occidental se ha fortalecido temporalmente al comienzo de esta guerra. La propaganda “democrática” occidental es por ahora ampliamente aceptada en la población de Europa y los EE. UU. Las figuras de Macron, Boris Johnson y Joe Biden se han reforzado.
Esta situación no durará. El frente único en Occidente comenzará a mostrar grietas debido a los intereses imperialistas divergentes. Esto es aún más cierto cuando se trata de China que de Rusia, ya que la economía alemana, por ejemplo, depende en gran medida de las exportaciones industriales a China. Estados Unidos ya ha tenido dificultades para alinear importantes “aliados” en el Medio Oriente, así como en la India, que tienen fuertes lazos militares y comerciales con ambos lados. Aun así, sin embargo, la guerra ha reforzado enormemente el proceso hacia un frente imperialista occidental más solidificado contra China y una fractura más rápida de la economía de China. Es esta tendencia, más que las divisiones internas, la que domina. La fase de “unidad nacional” tenderá a romperse a medida que los verdaderos costos económicos de la guerra y qué clase debe pagar la factura se vuelvan más claros para la gente común.
Hemos dicho varias veces que el conflicto entre el imperialismo estadounidense y el chino tenderá a debilitarlos a ambos, pero obviamente, en cualquier momento en particular, uno u otro pueden obtener una ventaja temporal. El imperialismo estadounidense tiene cierta ventaja en este momento, pero el régimen chino también ve a EE. UU. sobreextendido e incapaz de librarse de los desafíos en otras partes del mundo después de abandonar Afganistán para concentrarse completamente en el desafío planteado por China. Y no olvidemos que en 2020 parecía que China tenía una ventaja significativa ya que su economía siguió creciendo mientras que la clase dominante de EE. UU. no pudo contener el COVID y luego se enfrentó a una agitación social masiva.
Al mismo tiempo, no debemos subestimar los gravísimos desafíos a los que se enfrenta a corto plazo el régimen de Xi Jinping. La alianza de China con Rusia ya está causando grandes problemas al régimen de Xi debido a la guerra. El régimen también se ve sacudido por una recesión económica que podría empeorar mucho debido a una crisis crítica en el sector inmobiliario, pero también a la catástrofe que les espera si se ven obligados a abandonar las políticas de “cero covid” debido a la variante Omicron altamente transmisible. Dado que COVID básicamente se ha mantenido fuera de China continental durante dos años y que las vacunas chinas no son tan efectivas contra Omicron, esto significa que la población de 1,400 millones se enfrenta a esta amenaza sin una inmunidad significativa.
Incluso si hubiera un resultado negociado de la guerra de Ucrania como parte de un “reinicio” más amplio en las relaciones entre EE. UU. y China que no se puede excluir, esto sería solo un respiro temporal. No hay camino de regreso al orden neoliberal hiperglobalizado.
Impacto en la economía mundial
La economía mundial experimentó su mayor contracción desde la década de 1930 en 2020 y luego un fuerte repunte en parte debido a las medidas de estímulo neokeynesianas, incluidos billones inyectados en los mercados financieros y sumas menores en los bolsillos de la gente común, especialmente en el países capitalistas avanzados. Los banqueros centrales y muchos economistas burgueses nos dijeron que todo esto era sostenible debido a la inflación y las tasas de interés cercanas a cero, pero la ASI señaló que tales condiciones no se mantendrían. A principios de este año, este panorama optimista fue reemplazado por la inflación más alta en 40 años en los EE. UU. y la más alta en 30 años en Europa, y una explosión en los precios de la energía y los alimentos a nivel mundial, impulsada en gran medida por fallas en la cadena de suministro global cada vez más integrados en la economía. La idea de que la inflación es un fenómeno “temporal” se ha desvanecido.
Incluso antes de que comenzara la guerra, señalamos la fragilidad de la economía mundial y la probabilidad de una gran crisis financiera provocada por varios escenarios posibles, incluido el colapso de las burbujas de activos, especialmente la masiva en el sector inmobiliario chino. También señalamos el peligro de que los bancos centrales desencadenen una recesión debido a la necesidad de aumentar rápidamente las tasas de interés.
El único rayo de esperanza era que la presión sobre las cadenas de suministro estaba comenzando a disminuir. Con la guerra ese rayo de esperanza se ha ido. Las líneas de suministro de Rusia y Ucrania a gran parte del mundo, por supuesto, han sido cortadas. Existe la posibilidad de duplicar o triplicar el costo del envío de contenedores. Los problemas de la cadena de suministro se verán agravados por los nuevos confinamientos en China en sus centros cruciales de fabricación como Shenzhen y Dongguan debido a los brotes de COVID.
Pero es probable que el mayor efecto de la guerra en la economía mundial sea su impacto en el precio de la energía y los alimentos. Con muchos países occidentales moviéndose para cortar las compras de petróleo y gas natural rusos, y los desafíos para reemplazar la producción rusa, el precio de la energía se está disparando. Este es potencialmente el mayor shock de precios de la energía desde mediados de la década de 1970, lo que ayudó a desencadenar una fuerte recesión económica mundial y abrió un período de “estanflación” en las economías occidentales, donde la economía creció lentamente mientras la inflación era alta. La estanflación es un problema muy difícil de resolver a través de medidas estándar de política monetaria/fiscal burguesa.
Si bien la OCDE aún proyecta un crecimiento de la economía mundial para 2022, ha reducido su proyección del 4,5 % al 3,5 %, mientras que para la Eurozona ha reducido su proyección a poco menos del 3 %. La economía más grande de la UE, Alemania, probablemente ya esté en recesión. Muchos economistas burgueses ahora señalan la posibilidad muy real de que la recesión en una serie de economías clave sea desencadenada por eventos geopolíticos y la necesidad de aumentar rápidamente las tasas de interés para frenar la inflación como lo ha comenzado a hacer la Reserva Federal de EE.UU.
El aumento de la inflación mundial también contribuirá directamente a la crisis de deuda externa que enfrentan muchos países pobres y que describimos en el borrador principal de perspectivas mundiales. Pero es el fuerte aumento de los precios de los alimentos lo que podría tener el impacto más devastador sobre las masas en gran parte del mundo neocolonial. El 12% de todas las calorías consumidas en el mundo provienen de Rusia y Ucrania; podemos esperar una “inflación en espiral” para el trigo, el maíz y otros productos agrícolas. Los precios ya estaban subiendo antes del comienzo de la guerra debido a las sequías y la alta demanda a medida que las economías salían de la pandemia. Esto podría desencadenar la mayor crisis alimentaria desde al menos 2008, que a su vez fue un factor clave en los levantamientos en el norte de África y Oriente Medio en 2011, y en la provocación de protestas y disturbios en otras regiones.
Ucrania es un importante proveedor de trigo para el Oriente Medio y África del Norte. Tal como está, al Líbano le quedan, como mucho, reservas de trigo para un mes. El gobierno sirio ha comenzado a racionar el trigo, los precios del pan se han duplicado en Egipto, el gobierno tunecino ha prohibido a los funcionarios públicos comentar sobre las importaciones de trigo y el Programa Mundial de Alimentos ha calificado la guerra en Ucrania como “una cuenta regresiva para la catástrofe” para Yemen, que depende en gran medida sobre las importaciones de cereales. Ya se han desencadenado grandes manifestaciones por el aumento de los precios del pan y la harina en Sudán e Irak. Estos son solo los primeros signos de la gran crisis social y convulsiones que se están gestando en esa región y que se replicarán en otros lugares.
Puede producirse un nuevo impacto en la economía mundial si Rusia incumple su deuda externa, aunque la deuda corporativa rusa es en realidad mucho mayor. Aunque el régimen de Putin ha tratado de amortiguar los efectos de la exclusión del sistema financiero mundial y otras sanciones imponiendo un control estricto sobre los bancos nacionales y las tenencias de divisas de las corporaciones rusas, así como preparándose para nacionalizar los activos de las corporaciones extranjeras que han cerrado sus operaciones. Se pronostica que el PIB caerá entre un 6 y un 20% este año. Por supuesto, el otro factor es la voluntad de China de actuar como un respaldo económico parcial para Rusia. Esto apunta al surgimiento de dos sistemas financieros a nivel internacional, así como a la ruptura de las cadenas de suministro globales y la “relocalización” y la “localización cercana” de la producción que ya hemos discutido, tendencias que se acelerarán como resultado de la guerra. Estas características recuerdan mucho a la década de 1930, que se caracterizó por el ultranacionalismo, los embargos comerciales y el crecimiento de economías cerradas (autarquía).
Cambios en la conciencia
El estallido de esta guerra, y la nueva era que anuncia para el capitalismo global, no puede dejar de producir cambios profundos y dramáticos en la conciencia de la clase trabajadora y los jóvenes de todo el mundo. Todos los estratos de la sociedad, incluido el propio burgués, se encuentran actualmente en el proceso de intentar comprender el significado de lo que ha ocurrido y reconfigurar las perspectivas para el futuro.
No podemos aplicar ningún esquema rígido a cómo se desarrollará la conciencia de los trabajadores. Al igual que con nuestras perspectivas para la guerra o para la economía, no hacemos predicciones absolutas. A principios de este siglo, nuestra organización intervino y en diferentes lugares jugó un papel importante en los movimientos de masas que recorrieron el mundo contra las guerras en Irak y, en menor medida, Afganistán. Eran guerras de otra época. No fueron un choque de dos bloques de poder imperialistas relativamente bien emparejados. En cambio, representaban la confianza (en última instancia fuera de lugar) del imperialismo estadounidense en que era el gobernante indiscutible del mundo, que podía insertar nuevos regímenes dóciles en países clave a voluntad, cuando fuera necesario a punta de pistola. A los ojos de las masas tanto en Occidente como en el mundo neocolonial, había un nivel razonablemente alto de claridad sobre el papel agresivo que estaba desempeñando el imperialismo occidental. La oposición a la guerra y la oposición a Bush, Blair y compañía estaban muy claramente conectadas.
Esta guerra se produce en un contexto completamente diferente: uno de una división acelerada del mundo en dos esferas. Por lo tanto, en cierto modo es más parecido a las guerras de principios del siglo XX: un conflicto interimperialista que tiene lugar entre dos bloques capitalistas en competencia. En última instancia, Rusia está respaldada por China, aunque en la superficie inicialmente de manera algo tentativa. Por el contrario, el gobierno de Zelensky está respaldado por el imperialismo occidental.
Especialmente en la primera fase, el carácter interimperialista de la guerra crea un mayor nivel de confusión y complejidad en la conciencia que el que ha habido frente a muchos conflictos recientes. Esto también se debe a que esta confrontación entre dos bloques imperialistas en suelo ucraniano está enredada y algo desdibujada por sentimientos legítimos de simpatía por las masas ucranianas que enfrentan una brutal invasión y ocupación imperialista por parte de Rusia. En todo el mundo existe el temor de las consecuencias de la guerra y la amenaza de una escalada. Existe un amplio sentido de solidaridad con la población ucraniana y, en particular, con los millones de refugiados que la invasión ha creado hasta ahora. Sin embargo, si bien ha habido muchas protestas de diversa escala en diferentes países, sería inexacto describir un movimiento internacional contra la guerra como si ya existiera.
Las protestas que posiblemente han tenido el carácter más claro contra la guerra han tenido lugar en la propia Rusia. Estos han sido significativos aunque no masivos, y hasta ahora han alcanzado su punto máximo en los primeros días posteriores a la invasión. El régimen de Putin les ha respondido con absoluta brutalidad. El número de personas arrestadas por oponerse públicamente a la guerra se estima en más de 15.000 al momento de escribir este artículo; esta cifra en sí misma es testimonio del estado de ánimo de ira que claramente existe entre una capa de trabajadores y jóvenes rusos.
Por supuesto, la guerra de propaganda del Kremlin ha influido en las opiniones de la mayoría de la población. Del mismo modo, el aumento de la represión por parte del régimen, con penas de prisión de 15 años para quienes se considera que difunden “noticias falsas”, ha asegurado que el acceso a perspectivas alternativas ahora esté severamente restringido. Los medios de comunicación independientes con sede en Rusia se han visto obligados a cerrar y los medios extranjeros han abandonado el país. Al mismo tiempo, la combinación de la represión de Putin y las sanciones occidentales ha hecho que el acceso a los sitios de redes sociales, incluidos Twitter y TikTok, sea extremadamente difícil. Mientras tanto, Putin está tratando de adoptar el libro de jugadas del régimen iraní, utilizando el efecto aplastante de las sanciones occidentales sobre la economía, cuyo precio siempre paga la clase trabajadora, para reforzar el nacionalismo y el apoyo a su régimen.
Todo esto apunta a que este será, al menos a corto plazo, un período extremadamente difícil para todas las fuerzas de oposición que buscan construir dentro de Rusia, especialmente aquellas que buscan basarse en la lucha de los trabajadores y las ideas socialistas. Pero nada de eso disminuye el hecho de que la guerra, especialmente si continúa siendo prolongada y difícil para el régimen ruso, fomentará la ira y la oposición masivas que pueden explotar desde abajo. Las estimaciones sobre los números exactos son, por supuesto, muy discutidas, pero miles de soldados rusos ya han muerto en esta guerra.
En Occidente, la guerra ha sido utilizada como doctrina de choque para implementar un aumento drástico de los gastos militares y aumentar la autoridad del estado y los gobiernos. Como en el comienzo de muchas guerras, el estado y los medios ejercen una fuerte presión por la “unidad nacional”, mientras que los elementos de la “rusofobia” han sido apoyados por las élites occidentales, lo que contribuye a un aumento relativo en los ataques y sentimientos antirrusos dirigidos contra rusos comunes que viven en el extranjero, particularmente en Europa Central y Oriental. Los partidos de izquierda y verdes que antes se oponían a la exportación de armas y a las acciones militares de la OTAN, como la mayoría del llamado “squad” en los EE. UU., los partidos de izquierda en los países nórdicos, partes de la izquierda laborista en Gran Bretaña, Podemos en España, ahora han capitulado en cuestiones como el apoyo a las sanciones y la ayuda militar de la OTAN a Ucrania. Es una medida de su debilidad política y falta de confianza en la clase obrera.
El terrible sufrimiento que traen las bombas y balas rusas contribuye a que la clase trabajadora tenga un fuerte sentido de horror por lo que se está desarrollando, así como a un alto nivel de solidaridad con las víctimas de la guerra. Especialmente en Europa del Este, este sentido de solidaridad se combina con el temor muy real de que, a menos que Putin sea obligado a retroceder, tales escenas podrían engullir a sus propios países. Es comprensible que, en este contexto, se considere que la OTAN y, en menor medida, la UE ofrecen una importante protección contra tal ataque.
Como suele ser el caso en la guerra, las primeras etapas de este conflicto han traído consigo un cierto estado de ánimo de “unidad nacional” y un fortalecimiento temporal de los gobiernos y políticos en ejercicio, incluidos algunos que hasta hace poco estaban contra las cuerdas. Esto incluye a Biden, que se enfrenta a difíciles elecciones intermedias, y especialmente a Boris Johnson, que parece haberse ganado un respiro de lo que parecían planes desarrollados por su propio partido para derrocarlo. En esta etapa, las encuestas sugieren un alto nivel de apoyo a las sanciones. Incluso cuando se señaló el potencial de que conduzca a precios de energía más altos, el 79% de los estadounidenses dijeron que apoyarían una prohibición de la importación de petróleo ruso en una encuesta reciente. Mientras tanto, hay un intento de utilizar la guerra para replantear la inflación y la crisis del costo de vida como resultado de “las subidas de precios de Putin”, como dijo recientemente Biden.
Además, también hay un nivel relativamente alto de apoyo en muchos países occidentales para un apoyo militar más desarrollado para el régimen ucraniano, hasta e incluyendo una “zona de exclusión aérea”. En Alemania, el vuelco dramático de la política de defensa posguerra del país, con Olaf Schulz delineando el gasto que podría llevar al país a desarrollar el tercer presupuesto militar más alto del mundo dentro de cinco años, ha sido apoyado por hasta el 75% de la población en encuestas. Este estado de ánimo también se ha reflejado en algunas de las protestas muy grandes que han tenido lugar en el país contra el estallido de la guerra. En otros lugares, las protestas relativamente pequeñas que han tenido lugar en los EE. UU. a menudo han visto la adopción popular del eslogan “cierren los cielos”, una referencia a la demanda impulsada por una facción cada vez más militante “pro-guerra mundial tres” en el Partido Republicano (también presente en muchos partidos de derecha en toda Europa) para el establecimiento de una zona de exclusión aérea.
Este estado de ánimo refleja la sensación de que “hay que hacer algo” para detener el bombardeo de Ucrania, pero se combina con una falta de comprensión de las verdaderas implicaciones de tal intervención. Sus ramificaciones incluirían convertir esta guerra en una confrontación directa entre la OTAN y Rusia, con todos los peligros de una mayor escalada (incluida la amenaza nuclear).
De hecho, hay, por primera vez, una penetración de la narrativa de la Nueva Guerra Fría de los capitalistas en la conciencia de una capa significativa de trabajadores y de la clase media. La idea (extremadamente hipócrita) de una división global entre “libertad y estado de derecho” por un lado y “autoritarismo y tiranía” por el otro, ejerce una atracción. Esta será un arma que la clase dominante buscará desplegar para intentar imponer la paz social a nivel nacional. Pero desde el estallido de esta guerra se han seguido librando importantes luchas obreras. Incluso en esta etapa temprana, existen serios límites para el estado de ánimo de “unidad nacional” que la élite está tratando de crear.
Entre la juventud sigue existiendo una oposición generalizada al militarismo. Existe una gran ira por el hecho de que los gobiernos occidentales no aceptan ni atienden a los refugiados ucranianos. Muchos también rechazan conscientemente el doble estándar racista en la forma en que se trata a quienes huyen de la guerra y la persecución. Hay temor y oposición a la escalada de esta guerra, particularmente en el contexto de la amenaza nuclear que se avecina. Este estado de ánimo tiene el potencial de volverse mucho más importante, incluso dominante, dependiendo de cómo se desarrollen los eventos.
Mientras tanto, el estado de ánimo en gran parte del mundo neocolonial es igualmente confuso, aunque de manera diferente. El legado asesino del imperialismo estadounidense (al igual que el de Gran Bretaña y otras potencias coloniales), que estas potencias están tratando de encubrir denunciando el papel de Rusia en Ucrania, continúa ocupando un lugar preponderante en la conciencia de los trabajadores de muchos países, lo que resulta en una desconfianza mucho más profunda hacia la OTAN, a veces combinada con ciertas simpatías prorrusas. El legado de la Guerra Fría anterior y los elementos nostálgicos hacia la ex URSS también están influyendo en esto, como la pasada posición anti-apartheid de la URSS en Sudáfrica y, más en general, su apoyo calculado a los movimientos de liberación nacional anticoloniales en partes del continente. El trato racista de los refugiados negros y asiáticos por parte de los estados ucranianos y occidentales, y el trato extremadamente diferente de las víctimas de la guerra por parte de los medios occidentales en comparación con los del mundo neocolonial, han agravado esos sentimientos.
Las fuerzas populistas de izquierda, como la EFF en Sudáfrica, han adoptado gran parte de la línea del Kremlin sobre el conflicto. Por otro lado, en gran parte de América Latina hay una sección importante e influyente de la dirección del movimiento obrero que simpatiza con el régimen chino. Todos estos factores han contribuido a impedir el desarrollo de un importante movimiento de protesta contra la guerra en el “sur global”. Cuando este sea el caso, nos obliga a explicar el papel del régimen de Putin, incluido su carácter pro-capitalista, y enfatizar el papel independiente que puede desempeñar la clase trabajadora a nivel internacional.
África es un campo de batalla crucial en la guerra fría y el conflicto imperialista. Los trabajadores y los pobres no deberían hacerse ilusiones de que el régimen de Putin es una alternativa viable al imperialismo occidental en África. Rusia y China también son estados antiobreras e imperialistas responsables de alimentar la inestabilidad y la guerra en los países neocoloniales. Ahora es probable que los efectos de la guerra exacerben las presiones existentes, incluidos los fenómenos meteorológicos extremos, las economías diezmadas y los conflictos armados que mantienen la pobreza, la polarización y la migración masiva.
Es importante destacar que la guerra amenaza aún más la seguridad alimentaria en África, ya que se interrumpen las importantes exportaciones rusas y ucranianas de trigo, soja, maíz y otros cereales. Egipto, Nigeria y Zimbabue, por ejemplo, importan entre el 50% y el 80% de su trigo de Rusia. Los precios altísimos del petróleo y las materias primas brindan un terreno fértil para que los gobiernos locales en alianza con las potencias imperialistas persigan la aceleración de la extracción de combustibles fósiles y materias primas, ahora con una cobertura adicional “estratégica” y supuestamente “verde”.
El conflicto armado simultáneo se mantiene junto con la destrucción de los medios de subsistencia para asegurar la participación en el mercado y las ganancias en la nueva guerra fría que intensificó la “lucha por África”. Esto aumentará aún más la migración en todo el continente, alimentará las crisis de refugiados, la trata de personas y puede intensificar los conflictos y las divisiones. En Sudáfrica, los disturbios por alimentos de julio de 2021 dieron un vistazo a la ira hirviente entre las masas, y la nueva escalada de violencia xenófoba es una advertencia de cómo puede ser explotada por la reacción si no se encuentra una alternativa política basada en un programa socialista internacional construido con urgencia.
El potencial para un movimiento antiguerra internacional
Cada vez más expresado, especialmente por la juventud, se comprende que bajo el capitalismo nos enfrentamos a un futuro en el que el mundo será más peligroso, en el que la mayoría de la gente se empobrecerá más y en el que, cada vez más, — la supervivencia misma de gran parte de la población de la tierra se pondrá en peligro. Esta comprensión está parcialmente ligada a la realidad económica: refleja una profunda falta de confianza en la capacidad del sistema para proporcionar incluso a las personas de los países capitalistas más avanzados trabajos y hogares estables, y mucho menos un nivel de vida en aumento. Pero ahora se suma a esto, así como a la amenaza del colapso climático, el peligro de un conflicto militar mundial cada vez más generalizado y potencialmente incluso nuclear. Este miedo formará una parte importante de la psique colectiva de los trabajadores a partir de ahora.
Tal conciencia no es automáticamente revolucionaria: puede crear el potencial para la desesperación o el “doomerismo”, como se le conoce. Pero sí apunta al profundo socavamiento del sistema capitalista a los ojos de la clase trabajadora.
Por lo tanto, todavía está implícito en la situación un movimiento internacional contra la guerra, basado en una oposición más clara al belicismo imperialista en todos los lados. Nuestro papel es luchar por ese movimiento y por su carácter obrero. Eso significa señalar el papel potencial del movimiento sindical en la movilización en las calles, así como en socavar directamente el “esfuerzo de guerra”. Ya se ha visto un destello de este potencial en Gran Bretaña, los Países Bajos y Suecia, con trabajadores que se niegan a descargar petróleo ruso en los muelles, y en Italia en forma de huelgas en protesta contra la invasión del régimen ruso.
Al mismo tiempo, reconocemos que es probable que los jóvenes se movilicen más fácilmente en las calles y que sean la capa más abierta, al menos inicialmente, a las ideas socialistas. El activismo contra la guerra, que también puede estar relacionado con temas como el cambio climático (alrededor del cual crecerá la ira después de la eliminación efectiva de las promesas de cero emisiones netas anteriores) y/o el tratamiento de los refugiados, puede ser un aspecto crucial de nuestro trabajo en el próximo período.
Así será nuestro trabajo feminista socialista, como atestiguan muchas de las manifestaciones del 8 de marzo, en las que destacaron consignas contra la guerra y expresiones de solidaridad con las víctimas de la guerra en Ucrania. Las mujeres estarán entre las más afectadas por el aumento del costo de vida, la crisis de los refugiados, la esperada explosión de la trata de personas y la violencia de género como resultado de la guerra, y los recortes en el gasto social que vendrán junto con los aumentos masivos en los presupuestos militares. Esta guerra también ha exacerbado las desigualdades existentes, incluida la opresión de género en Ucrania y más allá. La violencia de género, que ya se encuentra en niveles elevados en todo el mundo debido a la pandemia, es otro aspecto aterrador de muchos conflictos violentos, incluso históricamente en Ucrania. Ha habido informes sobre el uso de la violencia sexual en Ucrania recientemente. Además, aquellos que huyen de Ucrania (en su mayoría mujeres y niños, ya que a los hombres se les ha impedido salir del país) son increíblemente vulnerables al abuso tanto de los traficantes sexuales como de las personas que buscan explotar a los refugiados para obtener trabajo o sexo gratis a cambio de alojamiento. Los informes sugieren que desde el día inmediatamente posterior al lanzamiento de la invasión también hubo un aumento notable en las personas que usaban términos de búsqueda como “Chicas ucranianas” o “pornografía de guerra” en los principales sitios de pornografía. Las mujeres refugiadas también son muy vulnerables a ser explotadas como mano de obra gratuita o barata en el hogar, incluido el trabajo doméstico y de cuidados. Esto se ha agudizado ahora que varios gobiernos han convertido la crisis de refugiados de una responsabilidad colectiva y social en un problema individualizado. Además, la expansión rápida y significativa de los presupuestos militares probablemente se producirá a costa de otros presupuestos, incluidos los de salud y educación. Nuevamente serán las mujeres de clase trabajadora las que se verán desproporcionadamente afectadas porque ya llevan la mayor parte de ese trabajo en el hogar.
A la larga, deberíamos esperar que esta guerra, y el conflicto interimperialista más amplio del que forma parte, exacerbe aún más las contradicciones de clase, exponga el gangsterismo de los capitalistas y lleve a las masas a la lucha cuando se vean obligadas a asumir sus costos. De hecho, deberíamos esperar que el “fortalecimiento del centro político” temporal que ha sido evidente en las primeras semanas de la guerra en los países occidentales dé paso a una corriente subterránea mucho más fuerte de polarización que finalmente se intensificará con esta crisis. La nueva era de desorden tendrá rasgos aún más nítidos de revolución y contrarrevolución que el período posterior a la Gran Recesión de 2008-2009. Creará oportunidades para la izquierda, incluso para los marxistas. Al mismo tiempo, también generará más espacio para la reacción. Muchos populistas de (extrema) derecha, incluidos Orban y Le Pen, tienen que intentar distanciarse de su antiguo amigo, Vladimir Putin. Orban incluso se ha visto obligado a aceptar a más de 180.000 refugiados ucranianos, por ejemplo. No obstante, en última instancia, esta será una situación de la que las fuerzas del nacionalismo, el autoritarismo y el populismo de derecha buscarán beneficiarse, junto con la extrema derecha, sobre todo en la propia Ucrania.
En Occidente, los políticos burgueses de todas las tendencias buscarán “superarse” entre sí en relación con Rusia y, cada vez más, con China. En Europa del Este en particular, donde el aumento del nacionalismo y, en ocasiones, los conflictos nacionales y étnicos han sido una característica importante del “carnaval de la reacción” que siguió al colapso del estalinismo, esta guerra dará un nuevo impulso cualitativo al nacionalismo y división. En general, en todas las regiones del mundo, las posiciones de los políticos y los partidos en relación con la Guerra Fría adquirirán mayor importancia política, incluso en época de elecciones.
Nuestro programa
Nuestro programa en esta situación, por lo tanto, debe estar constantemente sujeto a discusión y debate, actualizado regularmente para abordar los eventos a medida que se desarrollan. Fundamentalmente, seguimos teniendo un programa unificado, cuyo núcleo es el mismo en cualquier lugar del mundo en el que intervengamos. Sin embargo, la presentación exacta de ese programa, y los puntos a los que damos mayor énfasis, inevitablemente deberán ajustarse para adaptarse a la variada conciencia que existe en diferentes partes del mundo y entre las diferentes capas de la clase trabajadora.
En particular, es vital que en cada país donde tengamos presencia, incluyamos de manera destacada en todos nuestros materiales puntos que expongan el papel de la burguesía nacional del país en el que nos movilizamos y su “lado” en la Guerra Fría. En los países capitalistas occidentales, por ejemplo, la oposición al militarismo y al expansionismo de la OTAN siempre debe ser una característica central de nuestra propaganda, incluso donde este no es el estado de ánimo actual entre la masa de trabajadores. Nos oponemos a toda intervención militar por parte de EE. UU. y el imperialismo occidental, lo que incluye la oposición al suministro de armamento por parte de las potencias de la OTAN al ejército ucraniano. Esto en sí mismo aumenta la amenaza de que el conflicto se intensifique más ampliamente.
En los países del “otro lado” de la Guerra Fría, y en el mundo neocolonial en general, el papel sangriento de Putin, así como del régimen chino, inevitablemente debe formar una parte más central de nuestro enfoque. Debemos tratar de educar a los trabajadores y jóvenes sobre la verdadera naturaleza de los regímenes reaccionarios, ultranacionalistas, racistas, xenófobos y virulentamente anticomunistas de Putin y Xi, incluso señalando su apoyo a la contrarrevolución en los últimos años cuando se enfrentaron a masas levantamientos en Myanmar, Kazajstán y Bielorrusia. Nos oponemos a la peligrosa y rápida acumulación militar que está teniendo lugar —nuevamente en ambos lados— y no justificamos ni las acciones de la OTAN ni la propia propaganda contra la OTAN del régimen. Exigimos la retirada inmediata de las tropas rusas de Ucrania, las tropas imperialistas occidentales de Europa del Este y la disolución de todos los bloques militares como la OTAN.
La famosa frase de Karl Liebknecht, que dice que “el principal enemigo está en casa”, no significa que no debamos mostrar sensibilidad hacia la conciencia de la clase trabajadora. Tampoco significa que ignoremos los hechos de los crímenes de guerra muy reales del régimen de Putin. Pero sí significa que, en todo momento y de manera clara, debemos buscar movilizar a los trabajadores para que luchen de manera unida, a través de las fronteras, contra su verdadero enemigo. Significa que el papel de cada bloque imperialista debe exponerse sin piedad, ante todo ante quienes viven bajo él más directamente.
Esto hace que sea importante que, de una manera hábil, saquemos a relucir el papel real de las sanciones actuales que, lejos de ser un medio para aplicar una presión “pacífica” pero efectiva a Putin, son de hecho un acto de guerra económica extremadamente brutal que victimizará abrumadoramente a la clase trabajadora, en Rusia pero también en otros lugares, es decir, la misma fuerza social capaz de poner fin al derramamiento de sangre imperialista en curso. La pregunta de quién está haciendo qué y por qué es siempre pertinente. Apoyamos todas las acciones de los trabajadores contra la guerra y llamamos a huelgas y bloqueos para ayudar a prevenir la entrega de armas u otros equipos que se utilizarán para matar y mutilar. También enfatizamos el papel potencial de la clase obrera rusa, como la fuerza con el poder para poner fin al gobierno de Putin, así como a su aventurerismo militar.
En Ucrania, señalamos el derecho de los trabajadores a armarse a través de su propia autoorganización. Argumentamos que, en última instancia, tales fuerzas de la clase trabajadora tendrían que movilizarse no solo para repeler al ejército invasor, cuyas filas podrían alcanzarse en base a un llamado de clase, sino contra el régimen reaccionario de Zelensky, así como contra los grupos de extrema derecha y milicias que actualmente operan debajo de ella. Defendemos el derecho a la autodeterminación de todas las naciones y los derechos garantizados de las minorías. Es más, señalamos que cualquier organización de autodefensa de la clase obrera necesariamente tendría que adoptar esta posición, tanto para mantenerse unida como para no ser vulnerable a ser cooptada o utilizada por fuerzas hostiles a los intereses de la clase obrera.
En todos los contextos en los que estamos trabajando, debemos vincular cada vez más nuestra demanda por el fin del militarismo con las luchas económicas, sociales y ambientales que enfrentarán los trabajadores, y con la cuestión del cambio socialista en términos más generales. Una nueva crisis recesiva podría potencialmente tener el efecto de socavar temporalmente la confianza de los trabajadores para luchar. Sin embargo, la combinación actual de alta inflación, bajo crecimiento y, de manera crucial, una clase trabajadora cuya experiencia de la pandemia ha enfatizado su enorme poder potencial, preparará el escenario para nuevas y feroces batallas de clases.
Cuando los gobiernos se apoderan de los activos de los oligarcas rusos, esto puede usarse para señalar el potencial de nacionalización que podría salvar empleos o proteger a los trabajadores. Cuando se aumenta el gasto militar, señalamos la forma en que dichos recursos podrían usarse para albergar refugiados o para aumentar el gasto en servicios públicos. Donde se están invirtiendo enormes fondos en nuevas perforaciones para combustibles fósiles, señalamos el potencial que existiría para una transición rápida hacia las energías renovables sobre la base de la propiedad pública y la planificación democrática.
En última instancia, planteamos en cada oportunidad la realidad de que solo a través de los trabajadores que toman el poder a nivel internacional se puede evitar un futuro de guerra, conflicto y destrucción ambiental. Señalamos, por lo tanto, la necesidad urgente de forjar un partido revolucionario mundial verdaderamente internacional, uno capaz de liderar la lucha para cambiar el mundo.