14/05/2012, Ángel Morano. Socialismo Revolucionario, Barcelona.

Publicado en la edición de Mayo de 2012 del boletín de Socialismo Revolucionario.

Ninguno de los motivos que llevaron a miles de personas a ocupar las plazas de decenas de ciudades españolas durante la segunda quincena de mayo de 2011 ha desaparecido.

Durante el año transcurrido desde entonces las contradicciones del sistema han continuado aflorando y las condiciones de vida de la mayor parte de la población han seguido empeorando: más de cinco millones de trabajadores siguen sin encontrar empleo y cada vez son más los que han agotado sus prestaciones por desempleo; los derechos laborales de la clase trabajadora han sufrido un fuerte retroceso; casi una cuarta parte de la población se encuentra por debajo del umbral de la pobreza; miles de personas han perdido su vivienda; los recortes se han cebado en educación, sanidad y otros servicios sociales; la falta de democracia es evidente y la represión y criminalización de las protestas incluso se ha cobrado vidas; los casos de corrupción y la impunidad de quienes los cometen siguen estando a la orden del día. Mientras tanto, la mayor parte de la banca y las grandes multinacionales siguen manteniendo o aumentado su tasa de beneficios. La lista de agravios tiende a infinito.

Un año después, aunque el movimiento de los indignados sigue teniendo el apoyo de una grandísima parte de la población, la sensación mágica de cambio inminente que se respiraba en las plazas durante la primera semana de su existencia ha desparecido, y aunque el movimiento aún cuenta con una enorme capacidad de convocatoria, sus apariciones masivas se han ido distanciando: 15-M, 19-J, 15-O, 12-M.

Esto no significa que el movimiento no goce de buena salud. El trabajo realizado durante el último año ha sido menos visible pero ha sido enorme. La deslocalización de las asambleas hacia los barrios introdujo una dinámica de trabajo menos masiva pero permitió que se trabajara de una forma mucho más concreta. De la protesta general se ha pasado a la actuación particular.

Desde las diferentes asambleas se han canalizado múltiples luchas que de otra manera hubieran quedado dispersas y se han creado sinergias que han permitido la creación de plataformas y coordinadoras en diversos sectores: sanidad, educación, transporte, derechos y libertades,… A su vez, los movimientos sociales han encontrado un nuevo espacio donde trabajar y dar visibilidad a ese trabajo. La profundidad y amplitud de la crisis ha hecho que todo el mundo tenga un motivo para incorporarse a la lucha en el sector que haya considerado más oportuno. Miles de nuevos activistas se han incorporado y miles de los antiguos han retomado con más fuerza su activismo.

Esto último tiene una especial importancia ya que el activismo es el mejor modo de avanzar en la formación política de los trabajadores y es totalmente necesaria la conexión entre las nuevas y antiguas generaciones, conexión que no se ha cultivado desde hace muchas décadas. Por otra parte, solamente desde el trabajo conjunto y continuo desde abajo se aprende a convivir y llegar a acuerdos entre militantes de las diferentes ideologías que luchan por un sistema más justo. Todo pacto realizado desde arriba por los representantes está lleno de fisuras y está condenado a desquebrajarse.

Todo este camino no ha estado, ni está, exento de problemas, contradicciones y dificultades. La afluencia a las asambleas es irregular, la coordinación entre ellas está llena de carencias, los problemas internos entre los diferentes perfiles ideológicos de sus componentes son constantes y la falta de resultados concretos a veces conduce a un cierto escepticismo sobre el valor del trabajo realizado.

Por otra parte, las principales demandas que aparecieron en el momento más álgido del movimiento planteaban, de una forma más o menos consciente, la necesidad de una ruptura con el actual sistema capitalista y reflejaban de una manera embrionaria una respuesta política que señalaba el camino hacia una posible revolución. Sin embargo, ese camino parece haberse desdibujado y las acciones llevadas a cabo han ido más hacia una lucha directa contra los recortes que hacia un verdadero cambio global de sistema.

A pesar de todo ello, si se intenta mirar con una cierta perspectiva lo que supuso la aparición del movimiento de los indignados y su evolución durante su primer año de existencia, la valoración tiene que ser más positiva que negativa. Sin negar que las expectativas que había durante sus primeras semanas de vida no se han cumplido a corto plazo, es evidente que la conciencia actual y la situación respecto a un posible cambio real en la sociedad están mucho más avanzadas que antes del 15 de mayo de 2011.

Ante un posible nuevo boom masivo del movimiento, que seguro que en algún momento llegará ya que los ataques no van a detenerse, las estructuras están infinitamente mejor preparadas que ante el primero, el cuál cogió a todos por sorpresa y obligó a una improvisación constante.

El trabajo debe estar enfocado al fortalecimiento de esas estructuras, a la ampliación de sus bases, a la mejora de su funcionamiento democrático, a la convergencia entre las tradicionales herramientas de lucha de la clase trabajadora y las nuevas formas creativas surgidas de los indignados y, sobretodo, a llenar de contenido político las respuestas a la crisis. Solamente de esta manera será posible dibujar un camino que permita una salida anticapitalista de la crisis.

Desde Socialismo Revolucionario demandamos:

* La mejora de la coordinación entre las diferentes asambleas locales y sectoriales.

* El fin del sectarismo utilizado por algunas organizaciones que dificultan el funcionamiento democrático de las asambleas

* Una mayor actuación en las luchas laborales, las cuales han recibido menos apoyo que sectores como la vivienda, la educación o la sanidad.

* Una mayor convergencia entre las bases sindicales y el movimiento 15-M

* Un profundo debate político que permita avanzar hacia una salida anticapitalista de la crisis.

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