La zona euro al borde del abismo
29/11/2011, Lynn Walsh, editor de Socialism Today, revista mensual del Socialist Party (CIT en Inglaterra y Gales). Artículo publicado originalmente en esta revista en el número de noviembre.
La fragmentación de la zona euro podría desencadenar una nueva profundización de la crisis financiera y de la recesión económica, a escala mundial.
La eurozona se sitúa en un punto crítico. Los dirigentes de la Unión Europea, se sienten desconcertados, pues carecen de una estrategia clara con la que dar una solución a la crisis. La fragmentación de la zona euro podría desencadenar un nuevo recrudecimiento de la crisis financiera, y la recesión económica, a escala mundial. Lynn Walsh analiza la crisis.
Toda Europa está sumida en la contradicción. El euro fue creado con la intención de facilitar la integración de los países miembros, y crear así un área de estabilidad monetaria. En lugar de ello, se ha transformado, en los momentos actuales, en una de las principales fuentes de inestabilidad económica, y crisis, a escala mundial. Después de la crisis de las subprimes y el colapso del sistema bancario en 2007-08, como consecuencia de enrevesados paquetes financieros sustentados en la deuda, los bancos se agarraron al tren de la deuda soberana, buscando en ella una inversión «a todo riesgo”. Ahora, las entidades financieras –incluyendo los bancos estadounidenses– se enfrentan a pérdidas de dimensiones catastróficas, como consecuencia de la crisis de la deuda soberana de la eurozona.
La Unión Europea (UE), fortalecida por la zona euro, se construyó so pretensión de superar los antagonismos nacionales en Europa y prevenir al continente de la posibilidad de una supremacía regional por parte alemana. En su lugar, los problemas de la UE y la eurozona en general, que son vistos como vinculados a la prolongada crisis económica, han dado lugar a una exacerbación del nacionalismo y las tensiones entre principales estados-miembro. Por otra parte, Alemania es la potencia dominante de la UE (hecho apenas disimulado por el eje franco-alemán), que establece las reglas, pero sin ninguna clase de políticas con que aportar soluciones a una compleja crisis que se profundiza cada día. La zona euro está en un punto de inflexión, en que amenaza a cada rato, con fragmentarse de un momento a otro, detonando otra profunda crisis financiera y en la recesión económica.
Salvando el euro
La canciller alemana Angela Merkel y el Bundesbank han bloqueado compras de bonos al Banco Central Europeo (BCE), a gran escala, por parte de los gobiernos de la eurozona, única medida inmediata que podría – quizás – apuntalar la deuda soberana a corto plazo. Esto a pesar de las súplicas de los gobiernos de la eurozona, entre ellos el presidente francés, Nicolas Sarkozy, por la intervención del BCE. Al mismo tiempo, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF, del que sólo quedan en torno a 250 mil millones de euros) no ha sido capaz de constituirse como un vehículo eficaz para la intervención (no ha sido capaz de recaudar más fondos en los mercados financieros). Merkel ha rechazado también la introducción de eurobonos, que se garantizarían mutuamente, a fin de asegurar la posición de los países más débiles, dentro de la eurozona.
La intervención del BCE o la adopción de eurobonos, en opinión de Merkel, empujarían a los gobiernos “despilfarradores” dentro de la eurozona a adoptar medidas adicionales de recortes. Generaría una situación moral de «riesgo», lo que les permitiría incurrir en deudas adicionales sin ninguna penalización. Mientras tanto, el asalto a los bonos de la zona euro en los mercados financieros continúa, incluso pone en peligro la deuda soberana francesa. “Pocos dudan de la Buenas Intenciones de Merkel», comenta Phillip Stephens (Financial Times, 22 de noviembre), «muchos se preocupan más, con razón, que su obsesión con el riesgo moral podría ser la muerte de la unión monetaria».
Los grandes operadores de bonos han obligado a subir el costo de la deuda soberana italiana y española, y ahora se vuelven contra los bonos del gobierno francés. Incluso se está viendo el comienzo de una venta masiva de bonos alemanes, a pesar de la relativa fortaleza de la economía alemana. Esto refleja los crecientes temores entre los inversores asiáticos de un colapso total de la eurozona.
La respuesta de Merkel ha sido la de proponer «más Europa», reforzando en principio la unificiación monetaria de la zona euro. Esto sería, de acuerdo con su plan, otro pequeño paso más, incremental, hacia la uificación política y fiscal.
Las propuestas de Merkel se habrían planteado a Sarkozy y, por separado, al primer ministro británico, David Cameron, en su reunión del 18 de noviembre. Merkel propone un régimen de la zona euro con más fuerza, con reglas estrictas sobre los impuestos y el gasto. Se crearía un nuevo organismo, un «fondo monetario europeo», que tendría facultades para intervenir, supervisar o incluso tomar el control de las políticas fiscales y económicas de los gobiernos nacionales. A continuación, se da a entender, podría ser posible la introducción de eurobonos, con garantías mutuas, y desplegar otras medidas para apoyar a los gobiernos de la eurozona.
Merkel, sin embargo, no ha recibido bien las propuestas de José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea, sobre los planes por llevar a cabo para los eurobonos. La versión alemana se basa en condiciones más estrictas que las que se están proponiendo desde la comisión. Esto ha despertado temores entre los dirigentes europeos de que el nuevo régimen de la zona euro, en efecto, equivale a una hegemonía alemana. Esto comenzó a ser algo cierto después de las declaraciones recientes de Volker Kauder, líder parlamentario del partido de Merkel, en la conferencia de la Unión Demócrata Cristiana, de que Europa «está hablando alemán».
Las propuestas presentadas por Merkel requerirían una revisión del tratado. A pesar de que las revisiones afectarian sólo a los 17 miembros de la eurozona, éstas requieren la aprobación de los 27 miembros de la UE. En varios países esto requeriría un referéndum. En su reunión con Cameron, Merkel, al parecer, estaba ansiosa por obtener la aceptación del gobierno británico. A cambio de que el gobierno Con-Dem (Conservador-DemocrataSocial) acepte la modificación de los tratados (y, según algunos informes, el compromiso de no convocar un referéndum en el Reino Unido), Merkel estaría de acuerdo con más opciones de exclusión de Gran Bretaña en la legislación social y de empleo.
¿Serán las medidas propuestas por Merkel suficientes para salvar el euro? El primer problema es el tiempo. Tomaría bastante tiempo a los gobernantes de la eurozona elaborar y aprobar un nuevo marco para ésta. Pero luego está el problema aún más grande de ganar la aceptación política de los países en la eurozona. La oposición de las masas, sin duda, se incrementará aún más debido a las medidas de austeridad, una recesión en la economía de la Unión Europea (y muy probablemente mundial), y el hecho de que Merkel y otros vinculen estos pasos a la unión política.
El “papel” del Banco Central Europeo
Son crecientes las demandas de intervención y compra de bonos al BCE por parte de los gobiernos de la eurozona, a gran escala, para reducir las tasas de interés sobre la deuda soberana. Se informa de que Sarkozy tuvo, sobre esta cuestión, un desencuentro con Merkel. Los analistas vinculados a las instituciones financieras también están pidiendo la intervención del BCE. En su opinión, sólo el BCE tiene los recursos para evitar un número de incumplimientos a lo largo y ancho de la zona euro. Sin embargo, Merkel, así como el nuevo jefe del BCE, Mario Draghi, se opusieron a ello con intransigencia. En su opinión, el apoyo a la deuda soberana de la zona euro es competencia de los gobiernos de la eurozona, no del BCE. «¿Dónde está la implementación?». Preguntó sobre el acuerdo para activar el EFSF para apoyar la pugna entre gobiernos de la eurozona.
El BCE ha intervenido en una escala limitada para apoyar los bonos de Grecia y Portugal, y más recientemente en Italia y España. Pero se ha comprado sólo 252 mil millones de dólares en bonos. El Banco de Inglaterra, por ejemplo, tienen el objetivo de comprar 275 mil millones de libras en bonos del gobierno británico, mientras que en los EE.UU., la Reserva Federal ha comprado 2 billones de dólares en bonos del Tesoro de EE.UU.
Los adversarios de la intervención a gran escala del BCE sostienen que sería ilegal en virtud de los tratados de la UE que el banco interviniese para apoyar las deudas de los gobiernos miembro. Esto, sin embargo, parece ser un punto discutible. Evidentemente, es necesario descartar que el BCE deba financiar directamente los gobiernos miembros mediante la compra de nuevas emisiones de bonos en el mercado primario. Sin embargo, algunos argumentan que sería legítimo que el BCE compre bonos en el mercado secundario de bonos, con el fin de promover la «estabilidad financiera» a lo largo de la zona euro.
Sin duda, estas objeciones legales podrían ser superadas si hay acuerdo entre laas potencias más importantes de la Zona Euro. Sin embargo, la principal objeción proviene de Alemania, que tiene una objeción histórica, ideológica, a una medida que iban a ver como inflación. Esto se basa en la experiencia de la hiperinflación en la década de 1920 y de nuevo en las secuelas de la Segunda Guerra Mundial. Está lejos de ser cierto, sin embargo, que las compras de bonos del BCE serían inflacionarias en la situación actual. El estancamiento de la producción en todos los países capitalistas avanzados y la debilidad de la demanda del consumidor significa que existe una tendencia general deflacionaria (dejando de lado los aumentos de precios causados por la importación de materias primas de combustible, alimentos y otros, que han subido de precio en los últimos tiempos). Por otra parte, los bancos han estado cada vez más reacios a prestar dinero en el mercado mayorista de préstamos interbancarios, y han depositado en su lugar dinero en efectivo en el BCE. Esto ha tenido el efecto de contrarrestar (esterilizar) las compras de bonos realizadas en el periodo reciente.
Sin embargo, Merkel y otros halcones de la inflación parecen temer que la intervención del BCE, permitan a los gobiernos nacionales flexibilizar el gancho en cuanto a nuevas medidas de austeridad se refiere. Se especula que el gobierno alemán favorece la no celebración de las compras del BCE hasta que haya un peligro inminente de incumplimiento, en cuyo caso podrían sancionar la intervención. En ese momento, sin embargo, podría ser demasiado tarde.L reciente quiebra de la corredora de valores, MF Global (que poseía 6.000 millones de dólares americanos de toda la deuda de la eurozona) es un indicio de la fragilidad de las instituciones financieras vinculadas al mercado de bonos de la eurozona. la compra de bonos por el BCE (como la flexibilización cuantitativa en los EE.UU., Gran Bretaña y Japón) evitaría una catastrófica crisis de la deuda soberana, aunque no superar las causas profundas del estancamiento económico y la deuda insostenible. Pero sin una intervención rápida de los gobiernos (como Alemania), que todavía tienen reservas, está clara la posibilidad, como en 2008, de una reacción en cadena de quiebras de los bancos y otras instituciones financieras que podrían conducir a una crisis bancaria sistémica. Que, sin duda, hundiría a la economía mundial en una nueva depresión.
La “unificación” de Europa
Merkel está planteando la cuestión de la unificación política como un objetivo a largo plazo, que ha de alcanzarse mediante pasos incrementales. La unificación fiscal, con una infraestructura política central –un aparato de estado supra-nacional– se corresponde con la lógica de una moneda única. La crisis actual demuestra la imposibilidad de sostener una unificación monetaria pura, sin la coordinación fiscal y económica. Los estados capitalistas más ricos jamás estarán dispuestos a financiar las economías más débiles, sin tener una opinión decisiva sobre sus políticas económicas. Para garantizarse el éxito a largo plazo, la unificación monetaria requeriría de una política fiscal común, bonos soberanos comunes y transferencias de los países ricos a los países más pobres, a fin de evitar las crecientes disparidades económicas y las tensiones políticas.
Esto implicaría un Estado federal europeo, similar a la estructura federal de los Estados Unidos. Sin embargo, los EE.UU. se formaron durante un período de crecimiento a largo plazo en el siglo 19. El capitalismo de EE.UU. se consolidó como resultado de la guerra civil contra el sur de los propietarios de esclavos, que se basaba en una economía de plantación. El capitalismo de EE.UU. fue capaz de desarrollar una identidad común (o al menos dominante) de lengua y cultura. En contraste, Europa (sea de los 17 o 27) es una colección de estados-nación, cada uno con una o más lenguas propias, su propia historia, y su propia identidad y conciencia nacional.
Durante el período del auge económico de la posguerra, los Estados europeos que se unieron al Mercado Común / CEE / UE trataron de superar algunas de las limitaciones del estado-nación para poder competir con los EE.UU. y, más recientemente, Japón y China. Estaban dispuestos a renunciar a un elemento limitado de soberanía nacional. Sin embargo, el capitalismo se ha desarrollado históricamente en el marco del Estado-nación y cada clase capitalista mantiene sus raíces en éste, en el que basan su poder y riqueza. Por otra parte, históricamente, los Estados-nación han producido una profunda conciencia nacional, que no puede ser superada en el marco del capitalismo. Sobre la base de la recuperación económica, las diferencias nacionales podrían superarse en parte, con una combinación limitada de soberanía. Pero la prolongada crisis económica actual, y en particular las tensiones dentro de la eurozona y la UE, han agravado, de hecho, los antagonismos nacionales preexistentes.
Cuando el capitalismo podía elevar de forma considerable y sostenida los niveles de vida, se dieron las bases para un cierto grado de unificación a escala europea. Sin embargo, en época de estancamiento económico y de ataques criminales a los niveles de vida, hay un resurgimiento del nacionalismo y la xenofobia, incluso entre algunos sectores de la población. No es posible para el capitalismo superar los límites de los estados-nación por medio de la construcción de un supraestado europeo, aunque con una estructura federal laxa. Por el contrario. Las fuerzas desatadas por la crisis económica y social darán lugar a una fractura de la zona euro, con quizás dos o tres áreas monetarias. Tan sólo el plazo en que esto ocurrirá, se nos muestra incierto. Además, la crisis de la eurozona, constituye una amenaza, llegado a un punto, para la propia UE.
Otra recesión
La crisis de la deuda soberana en la eurozona y las medidas de austeridad impuestas por la UE y el FMI empujan a la economía mundial y europea, a otra recesión aún más amplia (cuando la mayoría de las economías todavía están por debajo de sus máximos de 2008). Según la OCDE, los países capitalistas desarrollados prácticamente llegaran a un punto muerto en el año 2012. La economía de la UE se espera que sólo crezca en torno al 0,5% el próximo año. Incluso, Alemania llegará a su punto muerto, con sólo un 0,8% de pronóstico de crecimiento. Sin embargo, incluso pronósticos tan sombríos pueden llegar a ser optimistas.
Merkel y el BCE están pidiendo recortes aún más drásticos a Grecia, Italia y España. Ellos parecen estar ciegos al hecho de que los recortes en una escala tan masiva están estrangulando el crecimiento en Europa y comienzan a impactar la economía mundial, de otros países.
Lawrence Summers, ex secretario del Tesoro estadounidense, recientemente comentó al respecto: «El mayor riesgo de crisis de la deuda soberana no viene del despilfarro, sino de un crecimiento lento y de la deflación. Hace cuatro años, España e Irlanda eran vistas como modelos de rectitud fiscal. Sus problemas provienen de un colapso de la economía y del sistema financiero. Para los países con gran acumulación de deuda, un período prolongado en que la tasa de interés de la deuda supere con creces la tasa de crecimiento nominal hará que la reducción de la deuda sobre el PIB sea poco menos que imposible. Los análisis de las medidas de austeridad constantemente sobreestiman su eficacia, al descuidar sus efectos adversos sobre el crecimiento económico y la inflación y por lo tanto, los ingresos por impuestos en el futuro. Si el crecimiento razonable de la economía mundial se recupera, los problemas de déficit serán manejables. Sin crecimiento, es probable que sea imposible aliviar la carga de la deuda «.
«Mientras Gran Bretaña está demostrando», prosigue Summers, «que la contracción fiscal conduce a la contracción económica. Esta situación se agrava si, como en Europa en la actualidad, el banco central no actúa para compensar los efectos negativos de la austeridad en la demanda». (Financial Times, 3 de noviembre)
Adam Posen, que es miembro del comité de política monetaria del Banco de Inglaterra, hace una observación similar (International Herald Tribune, 21 de noviembre). La situación actual, según él, requiere un mayor estímulo, no más austeridad. «A lo largo de la historia económica moderna, ya sea en Europa occidental en la década de 1920, en los Estados Unidos en la década de 1930, o en Japón en la década de 1990, todas las crisis financieras más importantes ha ido seguidas por el abandono prematuro –si no la inversión– de las políticas de estímulo necesarias para una recuperación sostenida. Lamentablemente, el mundo parece estar repitiendo este error…
«El panorama económico ha resultado ser tan sombrío como las previsiones predijeron que sería, según la tendencia histórica, dada la naturaleza de la recesión, los recortes en el gasto público y la simultaneidad de los problemas económicos en el mundo occidental».
De hecho, el capitalismo mundial se enfrenta a un largo período de estancamiento con, como mucho, un ciclo de crecimiento débil o limitado, y en el peor de los casos, otra depresión aún más profunda que el período 2007-2008.
Crisis política
La crisis de la eurozona no es sólo una crisis económica, sino una profunda crisis del liderazgo político de la clase capitalista. En Grecia, el gobierno de George Papandreou, ha sido sustituido por el ‘tecnócrata’, Lucas Papademos, mientras que en Italia, Silvio Berlusconi, ha sido reemplazado por Mario Monti. En España, el gobierno del PSOE de José Rodríguez Zapatero ha sufrido una derrota electoral masiva, con la llegada al poder del gobierno derechista del Partido Popular, con Mariano Rajoy.
En España, la aplastante victoria del Partido Popular no suponía un respaldo al PP –Rajoy estuvo prácticamente en silencio en cuanto a las políticas económicas que llevaría a la práctica– sino un voto de castigo, o rechazo al gobierno del PSOE, que presidió el colapso de la burbuja de la vivienda, el desempleo y las encarnizadas políticas de recortes. A pesar de su aplastante victoria, el PP no va a disfrutar de una luna de miel prolongada, pronto se enfrentará a grandes movimientos por parte de la clase obrera, los estudiantes y sectores de la clase media empobrecida.
Tanto en Grecia como en Italia, la clase dominante ha recurrido a la designación de «tecnócratas», los llamados expertos independientes, banqueros y burócratas. Papademos era un ex vicepresidente del BCE, mientras que Monti fue Comisario de la UE. Estos autócratas representan la dictadura del mercado, y su papel es llevar a cabo nuevos ataques drásticos en el nivel de vida de la clase trabajadora.
Algunos de los dirigentes políticos estarán satisfechos, por el momento, de esconderse detrás de estos burócratas. Papademos y Monti, incluso pueden disfrutar de una breve luna de miel, ya que representan un cambio de líderes políticos desacreditados. Sin embargo, sus políticas rápidamente darán lugar a renovadas luchas de masas, de huelgas, manifestaciones y otras protestas.
El nombramiento de estos funcionarios, es un mal presagio, mientras que su posición está lejos de ser fuerte. Como dice un comentarista: «En efecto, las autoridades de la zona euro han decidido suspender la actividad política “normal” en ambos países, puesto que consideran que estos son una amenaza mortal para la unión monetaria europea. Han decidido que la unificación europea, un proyecto de más de 50 años de fabricación, es de tal suma importancia que los políticos responsables ante el pueblo deben dar paso a los expertos no electos que puedan mantener el espectáculo en marcha» (Tony Barber, Introduzca los tecnócratas, Financial Times, 12 de noviembre).
Un comentarista de EE.UU. escribe: «Hubo algunas lágrimas en Italia y Grecia por Silvio Berlusconi y George Papandreou, los primeros ministros –respectivamente, corrupto y desgraciado– cuyas caídas fueron diseñadas por el eje Berlín-Bruselas-París. Su salida forzada, no obstante bienvenida, abre una ventana preocupante sobre el aspecto que tendría un verdadero Estado europeo. La estabilidad se logra a expensas de la democracia: los rituales de los parlamentos y las elecciones, el verdadero poder de decisión pasaría definitivamente a las fuerzas representadas por el llamado «Grupo de Frankfurt» – un círculo interno ad hoc compuesto por Angela Merkel de Alemania, Nicolas Sarkozy de Francia y un grupo de banqueros y funcionarios de la UE, que han sido punta de lanza de la gestión en tiempos de crisis, en Europa, desde octubre». (Ross Douhart, New York Times, 20 de noviembre de 2011.)
El papel de los tecnócratas como Papademos y Monti refleja el descrédito total de los dirigentes políticos burgueses. Pero también refleja la bancarrota política de los líderes de izquierda de los partidos obreros tradicionales y los sindicatos. A lo largo de Europa, ha habido una oleada tras otra de huelgas generales y protestas de masas, incluidos los movimientos masivos de los estudiantes y la clase media empobrecida. Pero este movimiento elemental no ha ido acompañado por los líderes existentes de la izquierda, que son un obstáculo para la lucha eficaz, un freno. Se trata de un nuevo período, no obstante, en el que luchas de mayor calado se traducirán en apoyo, por parte de las masas, a las luchas anticapitalistas, y el objetivo de sustituir al capitalismo con una economía socialista planificada, bajo una democracia de trabajadores.
La “solución” griega
El ‘tecnócrata’ Papademos ha sido puesto a la cabeza del nuevo gabinete de gobierno griego, con el fin de llevar a cabo recortes aún más salvajes, una misión que parece haber abrazado con júbilo. Pero ya hay una recesión en Grecia, con al menos una caída del 5% del PIB este año y lo peor, está por venir a continuación. Se trata del empobrecimiento masivo, por parte de de la clase trabajadora y media, y la drástica reducción de los servicios, hasta quedar hechos trizas.
A pesar del programa de recortes, el cese de pagos de Grecia sigue siendo probable. No hay manera de que pueda reducir la carga de su deuda a niveles sostenibles, en un horizonte cercano. Esto ha sido aceptado por los líderes de la UE, como Olli Rehn, comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, quien admitió públicamente que Grecia podría salir de la zona euro. Detrás de las escenas, no puede haber ninguna duda de que los dirigentes de la eurozona han discutido planes de contingencia para la salida, no sólo de Grecia, sino de otros países como Portugal, España e Italia. En un momento determinado, es probable que las directivas del capitalismo alemán prefieran una zona euro reducida, más viable, donde estarían incluidas Alemania, Países Bajos, Austria, etc, pero con exclusión de «penitentes» fiscales del tipo de Grecia, Portugal, etc.
Cuando Papandreou, propuso un referéndum sobre el paquete de recortes, los líderes de la UE amenazaron con la expulsión de Grecia de la eurozona. Se hizo evidente que, en esta etapa, la mayoría de los griegos apoyan permanecer en la eurozona. Esto se debe a que la participación griega en la zona euro está asociada con el período de crecimiento y prosperidad en Grecia. Como dijo un economista (Stergios Skaperdas), a la mayoría de los griegos les resulta difícil aceptar que su «sueño europeo» podría verse liquidado. «Para la mayoría de los griegos, incluyendo economistas, la adopción del euro era como casarse con una esposa de sueño –hermosa, inteligente, preocupada, incluso rica–. Pero luego, de repente, el matrimonio se tornó en pesadilla».
Hubo una situación similar en la Argentina del período 1999-2001. Aun cuando Argentina estaba en bancarrota, en parte como resultado de la paridad dólar-peso, las encuestas de opinión mostraron que una mayoría apoyaba la preservación de la relación de divisas. Una vez más, ello fue debido a la asociación pasada de la paridad dólar-peso, con un período de prosperidad en la Argentina. Sólo posteriormente, la ilusión quedó reducida a añicos, por el devastador impacto de la caída de la economía argentina.
En Grecia, cualquiera que trate de representar los intereses de la clase trabajadora griega debe pedir el repudio de la deuda soberana de Grecia. La clase obrera no es responsable de lo ocurrido. Ciertamente no eran los principales beneficiarios (que eran los promotores inmobiliarios, los capitalistas, los ricos que evitaron el pago de impuestos, etc).
Una ruptura del euro y el retorno al dracma permitirían una devaluación de la moneda, lo que impulsaría las exportaciones y permitiría a Grecia aplicar su propia política monetaria para apoyar el crecimiento. En sí mismo, sin embargo, romper con el euro no sería una solución inmediata para los trabajadores o las clases medias griegas. El tiempo requerido para una recuperación de la economía griega, sería harto prolongado, especialmente si hay una recesión global. Muchos capitalistas griegos, y los dueños de grandes propiedades, por otra parte, ya han depositado su dinero en cuentas en el extranjero (y muchos, por ejemplo, están comprando una propiedad residencial de lujo en Londres). Al igual que en Argentina, las cuentas bancarias se suspendieron parcialmente o incluso fueron eliminadas. Después de un cese de pagos, sería difícil para Grecia, por un período, conseguir empréstitos para pagar las importaciones, lo que significa la escasez de bienes esenciales en el país.
El cese de pagos, por lo tanto, tendría que ir acompañado de la nacionalización de los bancos, junto con el control sobre los flujos de capital para evitar una fuga de capitales. Sectores claves de la economía tendrían que ser tomados bajo el control de la clase trabajadora, con el fin de asegurar los bienes y servicios esenciales. Los trabajadores griegos tendrían que hacer un llamamiento a los trabajadores de otros países para ayudar a asegurar el suministro de productos básicos, tales como combustible, alimentos, etc
Esta política, por supuesto, sería un desafío para la clase dominante capitalista y plantearía la cuestión de avanzar hacia una forma socialista de la sociedad. Por el momento, Grecia se encuentra en una posición extrema, en relación con la deuda y las políticas de recortes, pero otros países la eurozona, como Portugal, Italia, España e Irlanda, no se quedarán al margen de ello. Es aplicable también a ellos la imperiosa necesidad de una política basada en el socialismo, para enfrentar la crisis del euro.