El aumento de la opresión y la explotación está creando una situación explosiva para la que los socialistas deberían prepararse conscientemente.

12/11/2020, Emma Quinn, Socialist Party (ASI en Irlanda)

Siempre que hay una crisis, sea una guerra, catástrofe climática o pandemia, son las mujeres, las personas de color, las poblaciones indígenas, los sectores más oprimidos y explotados de la clase pobre y trabajadora los más afectados. Lenin lo expresó bien: “La sociedad capitalista es y siempre ha sido un horror sin fin”.

Ahora, cuando el sistema se encuentra en medio de una crisis económica y social sin precedentes donde las necesidades básicas como la atención médica, la vivienda y un nivel de vida digno no están disponibles para millones de personas, incluso en los países capitalistas más ricos. Y donde el sexismo, el racismo, la fobia hacia la comunidad LGBT+ y la división se perpetúan sistemáticamente. No es sorprendente que aquellos que han experimentado las peores brutalidades del sistema estén liderando luchas de masas contra la opresión y la desigualdad. De hecho, las protestas masivas contra la opresión se han convertido en una característica definitoria de esta era.

Las protestas más grandes en la historia de Estados Unidos

“Tenemos hijos negros, hermanos negros, amigos negros, no queremos que mueran. Estamos cansados ​​de que esto suceda, esta generación no lo soporta más, estamos cansados ​​de la opresión”, dijo Muna Abdi, una mujer negra de 31 años que se unió a una protesta de BlackLivesMatter (Las Vidas Negras Importan) en St. Paul, Minnesota.

Capturado en cámara, el asesinato a sangre fría de George Floyd sirvió como catalizador para desencadenar un levantamiento de personas de color contra la violencia y la injusticia que infligen a diario la policía y el estado racista de Estados Unidos. La explosión de protestas surgió en el contexto de una pandemia que ha visto el nivel más alto de desempleo desde la Gran Depresión, en la que las mujeres negras tienen el doble de probabilidades que los hombres blancos de perder sus trabajos . No solo es más probable que tengan dificultades para pagar el alquiler y cubrir las necesidades básicas, sino que los negros están muriendo a causa de la enfermedad Covid-19 a un ritmo significativamente desproporcionado.

Las recientes manifestaciones de BlackLivesMatter (BLM) probablemente representan el mayor movimiento de protesta en la historia de los Estados Unidos, con una estimación de 15 a 26 millones de personas participando en protestas en las semanas posteriores al asesinato. Las protestas han sido más sostenidas y generalizadas que nunca, y han tenido lugar en los 50 estados, incluidas las comunidades rurales predominantemente blancas y han inspirado una ola de acciones de solidaridad en todo el mundo. Las protestas han sido algunas de las más étnicamente diversas jamás vistas, con mujeres jóvenes especialmente dando un paso adelante como organizadoras.

No es una coincidencia que las cinco mayores protestas en la historia de Estados Unidos hayan tenido lugar desde la elección de Trump, quien personifica la crisis cada vez más profunda del capitalismo. El día después de su investidura en enero de 2017 vio el día de protesta más grande de la historia. Esta Marcha de Mujeres fue una respuesta a la amenaza que su presidencia representaba para los derechos al aborto, las mujeres, las personas de color, la comunidad LGBT+ y el clima. Se estima que 7 millones de personas, principalmente mujeres, participaron en las aproximadamente 673 protestas y marchas que tuvieron lugar en todos los continentes del mundo.

#MeToo – Ni Una Menos – #IBelieveHer

En noviembre de 2019, las feministas en Chile personificaron la ira de una nueva generación de activistas cuando interpretaron el canto y la danza de protesta, “Un violador en tu camino”. Este fue un giro a “Un amigo en tu camino”, un himno machista pro-policía que insta a las niñas a dormir mientras sus “policías amantes” las protegen. Su actuación laceró “el estado opresor” y su cultura de culpabilización de las víctimas, misoginia arraigada y represión policial de las mujeres y de los manifestantes anti- austeridad de la clase trabajadora. Señaló que la violencia sexual no ocurre en un vacío político y, muy literalmente, señaló con miles de dedos a los juzgados, edificios gubernamentales y comisarías mientras gritaba “el violador eres tú”.

Conmovedoramente, mujeres mayores, incluidas las supervivientes del terror de Pinochet, interpretaron el canto en el Estadio Nacional de Santiago, que había sido utilizado como campo de prisioneros para activistas de la clase trabajadora y socialistas después del golpe militar respaldado por la CIA en 1973. La multitud era tan grande que detuvo el tráfico. El canto resonó en todo el mundo, capturando la esencia de los movimientos #MeToo y Ni Una Menos. Demostró un cambio importante en la conciencia ya que los activistas estaban usando el lema para apuntar al sistema mismo. Las mujeres en Estados Unidos señalaron a Trump, las mujeres en Brasil señalaron a Bolsonaro, las mujeres en la India señalaron a Modi y se encontraron con cañones de agua cuando lo realizaron. Se ha convertido en un símbolo mundial de desafío contra la violencia sexual y la represión estatal.

Millones de mujeres en países como Argentina, Sudáfrica, el Estado español y Tailandia han marchado por el derecho al aborto y contra el feminicidio, la violencia de género, la desigualdad salarial y la pobreza en los últimos años.

Al mismo tiempo, millones de estudiantes y jóvenes de todo el mundo salieron a las calles para exigir justicia climática. Una característica definitoria de estos movimientos de masas es que son las mujeres y los jóvenes los que están desempeñando papeles de liderazgo. Es importante destacar que estos movimientos son radicales e intransigentes, antisistema, internacionales, solidarios, multirraciales e inclusivos de la comunidad LGBT+.

Métodos de lucha de clases para combatir la opresión

Una característica común es el uso de los métodos de lucha más poderosos del movimiento obrero, incluyendo huelgas, paros y ocupaciones. No hay mejor ejemplo que las Huelgas Feministas los 8 de marzo de 2018 y 2019, en los alrededor de 7 millones de personas cerraron el estado español con demandas contra la violencia de género y la culpabilización de las víctimas, la desigualdad salarial y la austeridad. El hecho de que estas huelgas hayan sido la inspiración para otras acciones masivas a nivel mundial, como una huelga general feminista en Suiza, movilizaciones contra la violencia de género en Israel y Palestina, por nombrar solo un par, también forma parte de las mejores tradiciones del movimiento obrero. La solidaridad internacional es vital, ¡algo de lo que los obsequiosos burócratas sindicales podrían aprender algunas lecciones! Además, también ha habido huelgas y paros de trabajadores contra el acoso sexual, incluyendo a trabajadores de MacDonald’s y Google.

Los movimientos han obtenido importantes victorias, como el derecho al aborto en Irlanda y una victoria del movimiento contra la misoginia en los tribunales en el caso de violación de  “la manada” en el estado español. También han tenido un impacto progresista inconmensurable en la sociedad al subrayar las realidades del machismo, el racismo y la desigualdad en la agenda política, desafiar las actitudes retrógradas y peligrosas y también atemorizar a la clase dominante del capitalismo que teme la lucha de masas de la clase trabajadora, los pobres y los oprimidos más que cualquier otra cosa.

La opresión en todas sus formas es una herramienta de la clase dominante para atravesar la solidaridad de la clase trabajadora y la unidad en la lucha. Por lo tanto, los movimientos contra la opresión, sobre todo cuando se ganan la solidaridad de una gran masa de la clase trabajadora, pobre y oprimida, son poderosos, no solo para asestar golpes contra la opresión, sino de hecho para apuntalar toda la lucha de la clase trabajadora contra el gobierno y el sistema capitalista.

Vimos esto en el movimiento por el derecho al aborto en Irlanda impulsado por mujeres jóvenes y la comunidad LGBT+, con las feministas socialistas jugando un papel crítico y con el apoyo masivo de las comunidades de clase trabajadora como un impulsor clave del voto del ‘Sí’. El movimiento no solo logró revocar una prohibición draconiana del aborto y promulgar una legislación a favor del aborto, que incluía el acceso al aborto de forma gratuita, sino que lo hizo en un momento en que el derecho al aborto está siendo atacado en muchas partes del mundo. También logró poner al retrógrado estado irlandés, el «establishment» político y la Iglesia católica en el banquillo.

“Para cambiar las condiciones de vida, debemos aprender a verlas a través de los ojos de las mujeres” – Leon Trotsky

Es más probable que las mujeres sean “trabajadoras esenciales” en la primera línea de la lucha contra el Covid-19, trabajando como enfermeras, asistentes sanitarias, maestras, limpiadoras, trabajadoras minoristas y trabajadoras de la hostelería. En general, estas fuerzas de trabajo fuertemente feminizadas siguen siendo las peor pagadas, las más precarias y las más explotadas. Inevitablemente, esto se refleja en la lucha. En Irlanda, en los últimos dos años hemos visto huelgas de enfermeras, trabajadoras de guarderías y los inspiradores (en su mayoría mujeres) trabajadores de Debenhams que se han enfrentado a una despiadada empresa multinacional, el «establishment» político y los tribunales para defender los derechos básicos de los trabajadores.

En Gran Bretaña, la Confederación de Sindicatos informó en mayo de 2020 que un aumento significativo de miembros había sido “impulsado por un aumento increíble de miembros sindicales entre las mujeres”.

La pandemia de la Covid-19 ha convertido el llamado “turno doble” en un “turno triple” para las trabajadoras. La violencia de género ha sido testigo de un “espantoso aumento global” de feminicidios y abusos por parte de la pareja. Los asesinatos de parejas en Gran Bretaña se duplicaron en los primeros 21 días de encierro. Los informes de violencia de género en Irlanda del Norte son los más altos desde que comenzaron los registros, y en la República de Irlanda «Women’s Aid» informó de un aumento del 43% en las llamadas entre marzo y junio . Cada vez más, la evidencia también está saliendo a la luz sobre cómo la pandemia está afectando de manera desproporcionada a las comunidades de color .

Por todas estas razones, la crisis de la Covid-19 está agudizando aún más la propensión de la clase trabajadora, las mujeres jóvenes y las personas de color a estar al frente de la lucha. El New York Times informó recientemente que “las mujeres tenían más probabilidades que los hombres de contestar que habían participado en protestas durante los últimos dos años, y que las madres con niños en el hogar tenían el doble de probabilidades que los padres de contestar que habían participado en una protesta”. El estudio de las actitudes de los jóvenes en Gran Bretaña realizado por Hope Not Hate encontró que los “activistas de izquierda” tenían tres veces más probabilidades de ser mujeres y tenían más probabilidades de reportar haber experimentado racismo, violencia y acoso sexual. 

Mujeres Trabajadoras, enterradoras del sistema

Un análisis marxista se centra en las realidades diarias y las condiciones materiales de vida de la clase trabajadora como motor de su potencial revolucionario. Esto tiene especial resonancia en el ámbito del lugar de trabajo, donde los trabajadores se juntan, experimentan la explotación de manera común y, a la inversa, cuando se organizan sienten el poder potencial de su lucha colectiva en oposición a la misma. El aumento de la opresión y la explotación está creando una situación combustible para la que los socialistas deberían prepararse conscientemente. Muchas de las luchas de masas contra la opresión de los últimos años se han producido fuera de las estructuras del movimiento sindical. Décadas de traición por parte de burócratas sindicales ha dado lugar a sindicatos que en algunos casos son entornos hostiles para las capas de trabajadores más combativas. “No es un lugar cómodo para muchos empleados y miembros negros o de grupos étnicos minoritarios” .

Además de los continuos estallidos de lucha que surgen fuera de las organizaciones establecidas y que continúan como una tendencia probable en la situación mundial inflamable, las trabajadoras tienen un papel indispensable en la transformación de los sindicatos en la fuerza radical y combativa necesaria para las batallas futuras.

Los trabajadores de Debenhams son un brillante ejemplo de esto en Irlanda. En los Estados Unidos, que ha visto un resurgimiento del trabajo organizado en los últimos años, esto se vio concretamente en los levantamientos de los maestros, y la explosión de la militancia de la clase trabajadora “Red for Ed” («Llevar rojo por la educación pública»). Liderado mayoritariamente por mujeres trabajadoras, esto abrió la puerta para que los trabajadores, desde el sector de servicios hasta la industria pesada, participaran en huelgas y comenzaran a reclamar sus sindicatos como instrumentos de lucha.

Por supuesto, las luchas de masas contra la opresión no se han desarrollado sin complicaciones. Han alcanzado máximos históricos y luego han bajado. Todavía no se han organizado en organizaciones políticas ni, en su mayor parte, se han expresado de una manera más organizada y duradera dentro del movimiento obrero organizado. El deseo de cambio se ha manifestado hasta ahora en rachas de lucha y contraataque, pero tiene el potencial de extenderse, profundizarse y arraigarse en la clase trabajadora precisamente porque el capitalismo no puede proporcionar respuestas, soluciones, ninguna esperanza para las mujeres, las personas de color o la propia clase trabajadora. Estos movimientos son solo el comienzo de un nuevo período político, no el final de uno.

Feminismo socialista versus feminización de la élite

Si bien se han obtenido enormes ganancias durante la pandemia, la vida de la gente común se ha trastornado. Al mismo tiempo, nunca ha habido más deseo de igualdad de género y acción contra el racismo sistémico. También ha habido la inevitable confusión y reacción. Envalentonados por gente como Trump, ha surgido un preocupante surgimiento de una cultura en línea antifeminista, misógina y transfobica. Desde activistas por los derechos de los hombres, Incels (célibes involuntarios), «Pickup Artists» y las ahora decenas de miles de miembros de MGTOW («Men Go Their Own Way», Los Hombres Van por su Propio Camino) con el pretexto de preocuparse por algunos de los problemas reales que afectan a los hombres de la clase trabajadora, desde la pobreza hasta salud mental, señalan con el dedo “a las mujeres mentirosas y promiscuas” y actúan como una puerta de entrada al reclutamiento de la extrema derecha. Estos grupos plantean el feminismo como una forma de controlar y reprimir a los hombres. En Gran Bretaña, uno de cada cinco hombres jóvenes tiene opiniones negativas sobre el feminismo. El «establishment» político y la extrema derecha tienen un interés común en utilizar la “masculinidad tóxica” para perpetuar la división y enfrentar a sectores de la clase trabajadora entre sí, lo que representa una amenaza real para la seguridad de las mujeres.

La nominación de Kamala Harris como compañera de la campaña presidencial de Joe Biden desencadenó una efusión inmediata de apoyo de las organizaciones feministas burguesas. Kamala Harris puede ser una mujer de color y puede hacerse pasar por feminista, pero al igual que Hilary Clinton, su historia es la de la defensa de los intereses del «establishment». Top Cop («Policía de Élite”) Harris tiene un historial político de ponerse del lado de Wall Street y la criminalización masiva y el encarcelamiento de la clase trabajadora y los negros pobres. El enfoque del feminismo burgués, la feminización de la élite, no tiene nada que ofrecer a la gente de clase trabajadora de ningún género.

La forma más eficaz de cortar la insidiosa extrema derecha que está impulsando ideas antifeministas y misóginas entre los jóvenes alienados es trazando la distinción más nítida posible entre el feminismo socialista y el feminismo burgués, corporativo o del «establishment». Las feministas socialistas están luchando para construir el movimiento y levantamiento más amplio posible de la clase trabajadora y todos los grupos oprimidos por el cambio socialista. Las mujeres de la clase trabajadora tienen un papel crucial que desempeñar en esta lucha.

Como señaló la pionera feminista socialista, Clara Zetkin, en un discurso en 1921, quienes no reconocen lo mismo sólo pueden ser vistos como “saboteadores conscientes de la revolución”, dada la realidad actual de la radicalización de grandes masas de mujeres jóvenes y de la clase trabajadora evidente en todo el mundo. Esto se expresa de manera más aguda en este momento en Polonia, en el que un levantamiento liderado por mujeres jóvenes contra un intento misógino de prohibir aún más el aborto está inspirando la oposición a estos planes, la radicalización y la lucha de la clase trabajadora en general contra la derecha.

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