Por un nuevo sindicalismo combativo y de clase

Juan Bertiz. Socialismo Revolucionario, Barcelona

Algún día habrá que repasar de un modo pormenorizado la historia del sindicalismo español desde la transición hasta la actualidad, sobre todo la de los dos grandes sindicatos, Comisiones Obreras y UGT, que han sido y son los ejes sobre los que se ha asentado la negociación con la patronal y con los sucesivos gobiernos que desde entonces ha habido. A tenor de los resultados de su acción y visto el retroceso que sufre la clase trabajadora, que recibe ahora una nuevo golpe con la actual Reforma Laboral, podemos adelantar que la valoración que podamos realizar de su labor en los últimos treinta años no va a ser, por desgracia, muy positiva.

Sin embargo, no podemos olvidar que los sindicatos son una herramienta fundamental en la defensa y consecución de derechos, jugaron un papel importante y seguramente en algunos momentos fue positivo su papel. La UGT nació en 1888 y fue, junto a la CNT, el principal sindicato hasta la Guerra Civil. Por su parte, las Comisiones Obreras nacieron durante el franquismo y su acción fue un pilar importante de la oposición a la dictadura. 

¿Qué ha pasado en estos últimos lustros para que ambos sindicatos hayan merecido un desprestigio tan enorme? No olvidemos que en España la afiliación sindical es bajísima, no alcanza ni de lejos el veinte por ciento de los trabajadores, lo que contrasta con la alta afiliación en otros países de Europa, donde supera en algunos casos el ochenta por ciento. Tampoco podemos obviar que el Movimiento 15 de Mayo ha lanzado numerosas críticas, por lo demás muy razonadas, a ambos sindicatos, lo que refleja el alejamiento de muchos trabajadores, sobre todo de los sectores más juveniles, de la acción sindical, que se ve como excesivamente pactista y subordinada a los intereses de la patronal. No en vano resulta hasta cierto punto comprensible que en una parte de los centros de trabajo se mire con desconfianza, salvo excepciones, que las hay, la actividad sindical de los dos sindicatos mayoritarios, lo que por otro lado afecta también al nuevo sindicalismo alternativo que intenta construirse al margen de aquellos.

La respuesta a la anterior pregunta ya viene por tanto respondida: el desprestigio es consecuencia de los sucesivos pactos que han firmado los dos sindicatos, todos ellos han conllevado una merma de derechos que ha ido sufriendo la clase trabajadora, principalmente los sectores más débiles, los jóvenes, los trabajadores menos cualificados o preparados pero sin experiencia laboral, los emigrantes, las mujeres que no han logrado, pese al tiempo transcurrido, la equidad en derechos y salarios. Es cierto que una parte de la clase trabajadora se ha podido sentir identificada con la acción sindical de los dos sindicatos mayoritarios, en concreto los sectores mejor pagados y que disfrutaron de notables mejoras en sus condiciones de vida durante los años de bonanza y del frágil Estado del Bienestar construido a mediados de los ochenta, pero esos años tuvieron también su otra cara de la moneda: reconversiones salvajes, debilitamiento del tejido industrial español en beneficio de la supremacía de los servicios, sector este más dado a la precariedad laboral, pérdida generalizada de derechos sociales y laborales, aumento exagerado de los precios en ámbitos básicos, como el de la vivienda con la correspondiente precariedad de la vida. Al mismo tiempo, los dos sindicatos mayoritarios se han ido burocratizando de un modo excesivo y buena parte de su aparato sindical ha dependido y depende de las subvenciones públicas, en vez de la propia afiliación a través de sus cuotas y de otros ingresos derivados de cooperativas o servicios propios generados en los sindicatos, lo que ha supuesto una pérdida enorme de independencia.

Pese a todo, aun cuando compartimos en gran medida las criticas desde la izquierda y los movimientos sociales a CC.OO. y UGT, hemos de considerar a la hora de afrontar una actividad sindical de clase que hay federaciones en estos sindicatos que han llevado a cabo una buena acción sindical y también que son las dos centrales mayoritarias, esto es, con mayor afiliación, y únicas en muchos sectores y territorios del Estado.    

Esto nos lleva a plantearnos la necesidad de un sindicalismo alternativo y en su caso la capacidad de los sectores críticos de los dos sindicatos mayoritarios de actuar al margen de los propios aparatos, considerando ambos planteamientos importantísimos, ya que es necesario que surja con fuerza un sindicalismo alternativo y de clase que tendrá que contar, además, con la experiencia de los sectores más combativos de los dos sindicatos mayoritarios. 

Porque intentos los ha habido y los hay, y en algunos casos exitosos. Allí están como ejemplo los modelos sindicales vasco y gallego, donde CC.OO. y UGT son minoritarios, y los sindicatos más fuertes, ELA, LAB y en menor medida ESK, en el caso vasco, y la CIG en Galicia ofrecen un sindicalismo combativo e independiente. En Andalucía el SOC ha mostrado un alto grado de combate y una enorme coherencia con los intereses de los trabajadores agrícolas. A nivel de Estado la CGT ha conseguido desde su nacimiento, en 1979, aparecer en algún momento como un sindicato alternativo, sobre todo cuando numerosos sectores críticos de CC.OO., entre ellos el sector del metal, que fue expulsado en los años ochenta por su enfrentamiento con la cúpula sindical, se integraron en CGT (recuérdese la SEAT en Barcelona, la Volkswagen en Pamplona o la Renault en Valladolid). En Asturias surgió, también de CC.OO., la Corriente Sindical de Izquierdas en 1982 y en Cataluña, años más tarde, las CO.BAS (Comisiones de Base). En Cataluña se agruparon también algunos sindicatos sectoriales -USTEC (mayoritario en la educación pública), CATAC (administración) y otros sindicatos pequeños- en la Intersindical Alternativa de Catalunya (IAC). Este sindicato, junto a COBAS, a CNT, CGT y algunas secciones de CC.OO. impulsaron hace unos años en Barcelona la Red contra el Cierre y la Precariedad, que está apoyando también la coordinación a nivel estatal del sindicalismo alternativo. Son sectores que ahora se han integrado en las Comisiones Laborales del 15 M y que se están coordinando con los movimientos sociales para avanzar en las luchas. 

En este sentido, debemos destacar la estrecha colaboración entre los sindicatos sectoriales más combativos y las comisiones de defensa de la sanidad o la educación públicas, la aparición entre sectores juveniles no organizados sindicalmente de una conciencia clara de lo importante que es luchar por la dignificación del trabajo y contra la precariedad laboral y social o la implicación con las huelgas de sectores que creíamos reacios a participar en el movimiento obrero, como ha sido el movimiento okupa, muy activo en la última huelga general de 2010.

Por tanto, hay un espacio para la construcción de un sindicalismo alternativo en el Estado Español, un sindicalismo de clase y combativo, que sepa negociar con firmeza y luchar. Esta construcción es ahora mismo embrionaria, aunque importante, como hemos visto, en algunos sectores. Se enfrenta ciertamente a los recelos de buena parte de la clase trabajadora, de un modo muy parecido a como se ha agrandado también el recelo hacia los partidos y la política, pero también es cierto que cada vez es mayor la rabia que genera la situación de pobreza extrema y precariedad mientras la banca y las grandes empresas mantienen sus beneficios o se ha gastado a manos llenas en obras faraónicas promovidas por parte de una administraciones gestionadas muchas veces por políticos corruptos.

La aparición del movimiento 15-M, con su notable movilización que no fue prevista por nadie, ha cuestionado a los dos sindicatos mayoritarios que ha visto de pronto como muchas de las reivindicaciones propias de los sindicatos eran recogidas por nuevos movimientos sociales que les acusaban, además, de ser corresponsales de la precariedad y la pobreza. Este movimiento ha removido también a las bases sindicales, que ven cómo no sólo están perdiendo sus sindicatos la calle, sino además dejan en entredicho a unos aparatos sindicales que no han sabido gestionar la crisis ni afrontar la defensa de los derechos sociales ganados mediante el sacrificio de muchas generaciones de luchadores sociales. De ahí que al final las direcciones de los dos sindicatos mayoritarios se hayan tenido que decantar por la convocatoria de la huelga, tanto por lo salvaje que es la reforma laboral aprobada por el gobierno del PP, por unos recortes salariales y sociales que afectan a los trabajadores, como por el descontento cada vez mayor de la población, que se hace patente en las movilizaciones cada vez más masivas.

La confluencia de las luchas es imprescindible, en este sentido vamos por el buen camino. De allí que no compartamos la no convocatoria de algunos sectores sociales a la huelga general por el hecho de estar convocadas por los dos sindicatos mayoritarios. Es más que probable que la huelga sea un éxito y que aumente además el descontento de la población y su movilización, además de fortalecer a quienes desde CC.OO. abogan por un cambio de rumbo de un modelo sindical que ha de adaptarse a los nuevos tiempos de lucha. En esta lucha hemos de estar quienes defendemos un nuevo sindicalismo de clase y de combate.

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