POR QUÉ LOS SOCIALISTAS SE OPONEN A LA INTERVENCIÓN MILITAR DEL OCCIDENTE
Con el aumento de la repulsión mundial por la invasión de Putin, se ha planteado un debate sobre la posibilidad de una intervención militar más directa de la OTAN para detener la invasión rusa.
Por Andy Moxley, Alternativa Socialista Internacional
ASI condena la sangrienta invasión rusa a Ucrania, que ya ha desplazado a millones y ha matado o herido a miles. Exigimos la retirada inmediata de las tropas rusas. Esta guerra es parte de un conflicto más amplio que fue creado tanto por el imperialismo ruso como por el occidental (OTAN), solo por el beneficio, poder y prestigio de sus respectivos bloques imperialistas. Se debe resistir la intensa propaganda de guerra de las voces de la prensa capitalista en los EE. UU., el Reino Unido, la UE y Rusia. Los socialistas no respaldan a ninguno de los ‘lados’ imperialistas en esta guerra, están con el pueblo ucraniano y su derecho a la autodeterminación y con la clase trabajadora a través de las fronteras que no tienen más interés que detener este asesinato sistematizado de compañeros trabajadores. Este artículo trata de una cuestión específica que se abre en debate en muchos países, cuyos gobiernos apoyan al bloque occidental en la guerra. Para un análisis más general y un programa sobre la guerra, lea las importantes publicaciones recientes de la ASI.
Mientras la locura de la guerra en Ucrania sigue creando un enorme derramamiento de sangre y una crisis de refugiados como no se ha visto en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, millones de trabajadores y jóvenes de todo el mundo buscan respuestas para acabar con el caos y violencia. En medio de esta creciente ansiedad y confusión sobre la situación, tanto Moscú como las potencias occidentales están organizando campañas de propaganda masivas. Con la creciente repulsión mundial por la invasión de Putin, se ha planteado una discusión sobre la posibilidad de una intervención militar más directa de la OTAN para detener la invasión rusa. La guerra le ha dado al imperialismo occidental una vía lucrativa para generar apoyo mediante la construcción de una narrativa general de un bloque occidental que defiende los ‘valores democráticos’ y la ‘soberanía nacional’ frente al autoritarismo opresor de Rusia y China.
Como hemos explicado en otro anteriormente, la nueva y horrenda guerra de Putin es parte de un conflicto interimperialista más amplio, la nueva guerra fría entre el imperialismo estadounidense y el imperialismo chino. Ucrania ha sido un foro importante para el conflicto imperialista en los últimos años. En particular, la extensión de la alianza militar imperialista liderada por Estados Unidos, la OTAN, a Europa central y oriental desde el colapso del estalinismo ha ayudado al desarrollo de la guerra actual. También lo ha hecho el cambio de tacto adoptado por la administración del presidente estadounidense, Joe Biden, hacia el régimen de Putin desde que asumió el cargo en enero de 2021.
El éxito de la narrativa de la “democracia” de Occidente, que continúa llenando las portadas de las fuentes de noticias en América del Norte y Europa en particular, junto con el verdadero horror de la guerra ha significado que ha crecido el estado de ánimo sobre la intervención directa del occidente. Este ha sido particularmente el caso en el apoyo a nuevas sanciones económicas, con un 69 % de apoyo en los EE. UU., un 82 % de apoyo en Japón y un 78 % en el Reino Unido en el momento de escribir este artículo, lo que representa un cambio sísmico a favor.
Con la continuación de los horrores de la guerra, un llamado a una intervención militar más directa de la OTAN puede ganar resonancia. Si bien el amplio apoyo a las “botas sobre el terreno” de la OTAN en Ucrania sigue siendo relativamente bajo, una encuesta reciente indicó que la implementación de la OTAN de una “zona de exclusión aérea” disfrutaría de hasta un 74% de apoyo en los EE. UU. Y aunque parece improbable en este momento un cambio de la política de la enorme cantidad de ayuda militar que se entrega desde la mayoría de los países de la OTAN y la UE hacia la movilización de sus propias fuerzas en el país por una variedad de razones, algunas figuras importantes en la política occidental y el establecimiento militar ha salido en apoyo. Desde el comienzo de la guerra, los miembros del gabinete del gobernante Partido Conservador del Reino Unido han emitido declaraciones contradictorias y, recientemente, el general Philip Breedlove (ex comandante supremo de la OTAN en Europa), la primera ministra escocesa Nicola Sturgeon y el ex asesor de seguridad nacional de EE. UU. John Bolton han expresado, al menos implícitamente, su apoyo a una zona de exclusión aérea.
La intervención occidental significa más derramamiento de sangre
El imperialismo occidental se ha abstenido hasta ahora de intervenir militarmente. Sus representantes, incluido Biden, han descartado participar en un combate militar directo con Rusia, declarando abiertamente que esto significaría la “Tercera Guerra Mundial”. Sin embargo, la reticencia del imperialismo estadounidense y de la OTAN a participar en el corto plazo no se debe al temor de un mayor derramamiento de sangre entre la gente común, sino a sus propios intereses. Desde la perspectiva del imperialismo estadounidense, a pesar de todo lo que sucede con Ucrania y Rusia, China sigue siendo su principal rival estratégico. Y la propia China también desconfía de involucrarse directamente por sus propias razones imperialistas.
Sin embargo, hechos como el bombardeo ruso de una base militar ucraniana cerca de la frontera con Polonia el 13 de marzo han aumentado los temores de que se provoque un conflicto directo. El mismo día, el presidente polaco afirmó que en caso de un ataque ruso dentro de Ucrania con armas químicas, la OTAN tendría que “pensar seriamente” en intervenir militarmente.
El establecimiento de una zona de exclusión aérea de la OTAN sería un paso directo hacia una guerra más amplia y más sangrienta que involucraría directamente a todos los países de la OTAN: significa un conflicto directo entre la OTAN y Rusia. Este tipo de guerra no solo podría superar los horrores de todas las guerras anteriores, sino que podría representar una amenaza para la humanidad misma, ya que será el primer conflicto directo entre potencias imperialistas en la era de la guerra nuclear. Aunque podamos considerar como una simple “demostración de fuerza” el que Putin pusiera a las Fuerzas de Defensa Nuclear de Rusia en alerta máxima en las últimas semanas, esto representa una amenaza muy real.
Incluso un ataque nuclear limitado (denominado “táctico”) por cualquiera de las partes podría ser de la escala del bombardeo del imperialismo estadounidense sobre Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial, que mató a más de 213.000 personas, ya sea instantáneamente por los ataques o en 5 meses debido al envenenamiento por radiación. Y aunque los ricos y poderosos podrían esconderse en sus búnkeres, sería la gente normal la que soportaría la peor parte del horror. No solo eso, sino que incluso un ataque inicial “limitado” probablemente provocaría una respuesta de represalia. Los socialistas deben oponerse firmemente a la guerra en Ucrania y también a que esta guerra se convierta en un baño de sangre global aún más catastrófico y reaccionario.
La historia sangrienta de la intervención occidental
Más allá de sus implicaciones inmediatas de atraer a más trabajadores y jóvenes de todo el mundo directamente al derramamiento de sangre, los socialistas se oponen a toda intervención militar imperialista. La historia está plagada de fuerzas imperialistas que ofrecen ayuda militar para ‘ayudar’ las luchas de los pueblos oprimidos solo para traicionarlos por la preservación de sus propios intereses. Lejos de ser humanitarias en sus intenciones, la historia está llena de masacres y atentados terroristas perpetrados por el imperialismo occidental.
La historia de los últimos dos siglos es una en la que el imperialismo occidental desempeñó un papel decisivo en armar y apoyar a los movimientos y regímenes reaccionarios. Esto se remonta a su respuesta a la Revolución Rusa de 1917, el mayor evento en la historia humana en el que la clase obrera se liberó de la explotación capitalista, lo cual es importante y esclarecedor.
A raíz de este trascendental acontecimiento, los antiguos explotadores (funcionarios zaristas, aristócratas, grandes capitalistas, etc.) y las fuerzas políticas de derecha que se oponían a la revolución se unieron para luchar por restaurar el capitalismo, la monarquía y oprimir a las minorías étnicas y nacionales cuyos derechos había sido reconocido por el nuevo gobierno. Estas fuerzas desencadenaron una desafortunada “Guerra Civil” y se las conoció como el “Ejército Blanco”. Temiendo el ejemplo de la Revolución Rusa de inspirar a las masas trabajadoras y pobres en sus propios países, que habían sido igualmente devastados por la masacre sin sentido de la Primera Guerra Mundial y que ya estaban comenzando a tomar un camino revolucionario, las potencias capitalistas e imperialistas de todo el mundo el mundo, incluidos Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y otros, enviaron 21 ejércitos (aproximadamente más de 200 000 soldados) para ayudar a las fuerzas contrarrevolucionarias.
En última instancia, el Ejército Blanco se desintegró y las fuerzas occidentales se retiraron después de haber sido derrotadas militarmente, pero también políticamente, ya que el nuevo gobierno obrero pudo apelar a los trabajadores de todo el mundo para que se negaran a ayudar al movimiento contrarrevolucionario. Hicieron huelga, boicotearon y se negaron a mover armas para usarlas contra la clase obrera en Rusia. Pero esta retirada temporal del imperialismo occidental no fue el final de la historia, ya que la Guerra Fría original que siguió por décadas vería enfrentamientos sangrientos continuos entre la URSS y los EE. UU. hasta el colapso del estalinismo a principios de la década de 1990. A lo largo de este período, Occidente armó a todos, desde escuadrones de muerte de ultraderecha y los sangrientos golpes militares en América Latina hasta los fundamentalistas islámicos en el Medio Oriente. Ninguna de estas intervenciones fue para proteger a la gente de estas regiones, sólo para promover sus propios intereses, ganancias, poder y prestigio.
Zonas de exclusión aérea en la historia reciente
Para una historia más reciente, podemos avanzar casi cien años. La Primavera Árabe de 2010-2011 trajo consigo revoluciones populares masivas y victoriosas que derrocaron a los regímenes reaccionarios en todo el Medio Oriente y África del Norte. Desafortunadamente, la ausencia de una clara alternativa política dirigida por la clase obrera hizo que el capitalismo se mantuviera, las revoluciones no pudieron consolidar sus posiciones. En Siria y Libia, esto condujo rápidamente al estallido de guerras civiles, mientras bandas rivales de explotadores buscaban llenar el vacío.
En Libia, las masas a través de las líneas tribales en Benghazi se rebelaron y expulsaron al régimen represivo de Muammar Gaddafi de esta y las ciudades circundantes. Solo unas pocas semanas después, la OTAN, que anteriormente había trabajado muy felizmente en estrecha colaboración con el dictador libio Gaddafi, estableció rápidamente una ‘Zona de exclusión aérea’ a raíz de los acontecimientos revolucionarios. El término ‘Zona de exclusión aérea’ es intencionalmente engañoso. Incluye no solo que no se permitan aviones sobre un área determinada, sino la neutralización militar de la ‘Zona’, incluido el ataque a instalaciones que se consideran amenazas para los aviones militares, una definición extremadamente amplia y turbia.
En ese momento, muchos jóvenes y trabajadores de mentalidad progresista habrían visto esto como un avance positivo que impedía que las fuerzas de Gaddafi, que estaban significativamente mejor armadas, ganaran la iniciativa militar contra las fuerzas rebeldes antigubernamentales. Sin embargo, la OTAN no había hecho esto por compromiso con la lucha revolucionaria de las masas libias sino para proteger sus propios intereses en la región. A pesar de seguir siendo lentamente desangrado por las costosas ocupaciones militares de Irak y Afganistán, el imperialismo estadounidense, a través de la OTAN, aprovechó la oportunidad para insertarse de manera limitada y evitar que la ola revolucionaria se extendiera aún más, particularmente en países ocupados por aliados clave de el imperialismo estadounidense en la región como Arabia Saudita.
En Libia, esto resultó en una campaña de bombardeos y ataques aéreos de la OTAN que mató no solo a muchas de las fuerzas rebeldes que dijeron que estaban allí para apoyar, sino también a cientos de civiles, hiriendo a miles más. Como el imperialismo estadounidense no tenía ningún interés real en Libia en sí misma, algo admitido por varios altos funcionarios del gobierno estadounidense en ese momento, una vez que logró su misión principal de impedir la acción independiente de las masas libias mediante su intervención y la muerte de Gaddafi, se retiró sin contemplaciones por completo. Logró descarrilar la rebelión popular y dejó a Libia en un estado fracturado y dividido de guerra sectaria que continúa hasta el día de hoy.
En Kurdistán (la nación que comprende partes de Turquía, Irán, Irak y Siria), la feroz resistencia del pueblo kurdo contra el avance aparentemente imparable de la violencia medieval del Estado Islámico yihadista en 2014-2015 fue celebrada por la izquierda y la gente progresista de todo el mundo. Esto no se debió en lo más mínimo a que los combates más feroces provinieran del cantón de Kobane, sitiado por el ISIS, en Kurdistán occidental (también conocido como Rojava). Rojava es la parte siria de Kurdistán que ha sido autogobernada bajo un sistema de “autonomía democrática” por la rama siria (PYD) del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) desde que fue abandonada por las fuerzas del dictador sirio Bashar al-Assad en 2012.
Aunque originalmente tenía la intención de abandonar Kobane al ISIS, el gobierno de los EE. UU. hizo un cambio abrupto de política cuando el cantón continuó resistiendo valientemente contra los ataques recibía del Estado Islámico. Al ver la oportunidad de asestar un golpe al Estado Islámico (que amenazaba los intereses imperialistas de EE. UU. en la región), restaurar parte del prestigio perdido y querer tener influencia sobre el terreno frente a Rusia y Turquía, respectivamente, EE. UU. intervino con otra ‘Zona de exclusión aérea’. . Esta intervención incluyó ataques aéreos contra el ISIS, proporcionando armas y suministros a las fuerzas militares de Rojava, las Unidades de Defensa del Pueblo (YPG). Finalmente, el ISIS fue derrotado con éxito en la batalla por los valientes luchadores de Rojava.
Como siempre sucede, la ayuda del imperialismo vino con condiciones importantes. La principal fue el intento del gobierno de los EE. UU. de instalar un régimen político más “moderado” en Rojava. A raíz de la destrucción provocada por el asedio y los bombardeos, el pueblo kurdo se vio abandonado a su suerte al tratar de reconstruir sus hogares, escuelas y otras infraestructuras.
Pero aún más destructivo fue el hecho de que este fue el comienzo de un peligroso camino de alianzas con potencias capitalistas e imperialistas para el liderazgo de las diferentes facciones políticas kurdas que han causado graves derrotas a los kurdos. Una vez más, esto socavó la lucha por la autodeterminación del pueblo kurdo al convertirse esencialmente en un estado vasallo del imperialismo estadounidense. Y cuando esa relación se volvió demasiado costosa y ya no necesaria desde el punto de vista de Estados Unidos, los kurdos fueron abandonados. Esto sucedió tan sólo unos años después, en 2019, cuando el imperialismo estadounidense una vez más retiró repentinamente todas sus fuerzas sin previo aviso, permitiendo a Turquía invadir Rojava. Esto creó una población masiva de refugiados de más de 300.000, aparentemente de la noche a la mañana. Además, Afrin, uno de los tres cantones de Rojava, permanece bajo ocupación turca hasta el día de hoy.
¿Qué y quiénes pueden poner fin a la guerra?
Los socialistas no somos pacifistas. Pero entendemos la vieja máxima de que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Los ejemplos anteriores son solo algunos de muchos que muestran que los trabajadores y los oprimidos no pueden confiar en ninguna forma de imperialismo como aliado en la lucha por nuestra supervivencia. Esos ejemplos también ilustran otra lección importante que va en contra de la larga lista de políticos y comentaristas de los medios (muchos de los cuales provienen de la “izquierda”) que se hacen ilusiones en el “pragmatismo” de una solución militar al conflicto basada en intervención imperialista.
Sin duda, los socialistas apoyan el derecho de las masas ucranianas a defenderse, incluso con las armas. Y como hemos explicado en otros textos, quién controla las armas y cómo se organiza la clase obrera en defensa son cuestiones importantes en ese frente. Sin embargo, particularmente cuando se trata de una fuerza militarmente más débil que se enfrenta a un ejército mucho más grande, será la política el arma más decisiva en manos de los trabajadores y los oprimidos.
Vimos un resplandor de esto en los primeros días de la invasión. En las redes sociales abundaron en videos de ucranianos hablando con soldados rusos, preguntándoles por qué estaban allí e implorándoles que regresaran a Rusia. No fueron recibidos con balas, sino que los soldados rusos respondieron que no sabían por qué estaban allí ni querían estar en Ucrania. Si bien el alcance de esto no está claro, ya que los medios occidentales lo usaron para sus propios fines, ofrece una pequeña visión de lo que podría detener la guerra.
La guerra del imperialismo estadounidense en Vietnam durante las décadas de 1960 y 1970 se convertiría en su derrota más humillante en la historia. Incluso con la Unión Soviética abasteciendo al ejército y la resistencia vietnamitas, Estados Unidos tenía una gran ventaja en recursos militares. La guerra rápidamente se volvió impopular en el país, ya que llegó a ser vista como un intento del imperialismo de hacer valer su propia agenda con la clase trabajadora y los pobres estadounidenses como carne de cañón. Esto se basó en gran parte en los llamados políticos del pueblo vietnamita que no solo estaba motivado por defenderse a sí mismo sino también a su movimiento que luchó contra la explotación capitalista e imperialista, por la reforma agraria, los derechos de las mujeres y las reformas sociales. Especialmente entre los soldados negros y morenos, creció un sentido de solidaridad con los vietnamitas al identificar su experiencia con su propio trato racista y explotador por parte del capitalismo estadounidense. Esta situación permitió el desarrollo de un movimiento masivo contra la guerra a nivel nacional y la disidencia se extendió entre las fuerzas armadas, cuando los soldados estadounidenses se negaron a luchar u obedecer a sus comandantes. Esto paralizó la maquinaria de guerra de los EE. UU. y efectivamente puso fin a la guerra.
La guerra actual ya es impopular entre muchas personas en Rusia, donde hay rumores de disidencia dentro del propio ejército. Si las masas ucranianas estuvieran armadas y organizadas por comités de autodefensa democráticos e independientes de la clase obrera basados en una lucha revolucionaria, podría hacerse un llamamiento de clase a la clase obrera rusa declarando sus intereses comunes en la lucha contra la guerra, el empobrecimiento y la opresión característicos de la vida bajo tanto Putin como Zelensky. Tal llamamiento, pedir a la clase obrera rusa que se solidarice como trabajadores y se niegue a participar en la guerra, podría tener un efecto inconmensurable.
No solo daría combustible al movimiento contra la guerra, sino que también daría confianza a los soldados rusos para negarse a obedecer las órdenes de continuar con la guerra. Combinado con un llamamiento a los trabajadores del mundo en todas las naciones para que tomen medidas para negarse a proporcionar cualquier material para el esfuerzo bélico, negarse a transportar armas, etc., un movimiento obrero internacional podría detener la guerra en seco. También podría dar un ímpetu muy rápido al potencial revolucionario en los movimientos de masas, ilustrando los intereses independientes y el poder de la clase obrera a través de las fronteras.
Sin embargo, todo esto debe hacerse sobre la base de un punto de vista de la clase obrera independiente. La intervención o los tratos con el imperialismo occidental solo debilitarán el movimiento de la clase trabajadora, socavarán su independencia y significarán más promesas incumplidas de capitalistas e imperialistas. Una lucha revolucionaria contra la guerra debe ser ante todo una lucha política internacional de la clase obrera contra los propios belicistas. Solo sobre esta base podemos terminar la guerra en Ucrania, pero también las guerras futuras y el sistema capitalista e imperialista que las crea a nuestra costa.