UN AÑO DE GUERRA: LA OFENSIVA RUSA COMIENZA MIENTRAS LA GUERRA EN UCRANIA SE INTENSIFICA
Un año después, la guerra no solo está lejos de terminar, sino que claramente se está intensificando con la posibilidad de convertirse en un conflicto mucho más amplio.
Por Tom Crean, Ejecutivo Internacional de ASI
La terrible guerra en Ucrania, que comenzó hace un año, es por mucho, la más grande en el continente europeo desde la Segunda Guerra Mundial. Las bajas totales, tanto muertos como heridos, ascienden a cientos de miles. Ciudad tras ciudad en el este y el sur de Ucrania se han reducido a escombros. Los efectos para la población civil han sido devastadores. De la población, previo a la guerra, de 40 millones, 8 millones han huido de Ucrania, mientras que 5,9 millones más son desplazados internos. El Programa Mundial de Alimentos estima que uno de cada tres hogares del país sufre inseguridad alimentaria, una situación irónica en un país que es considerado uno de los graneros del mundo.
Desde un principio, Alternativa Socialista Internacional (ASI) se opuso a la brutal invasión del imperialismo ruso y al intento de Putin de negar el derecho de Ucrania a existir como nación. Desde el principio, esta guerra ha sido un campo de batalla para los conflictos interimperialistas que dominan cada vez más nuestra época. Concretamente es un enfrentamiento indirecto entre el imperialismo ruso y la OTAN. En sí misma, es una “trama secundaria” en el conflicto más amplio de la Nueva Guerra Fría entre los imperialismos estadounidense y chino. La guerra no sólo está lejos de terminar, sino que claramente se está intensificando con la posibilidad de convertirse en un conflicto mucho más amplio.
Las fases de la guerra
La guerra en Ucrania ha pasado por varias fases. En la fase inicial, el ejército ruso buscó invadir desde varias direcciones, hacer un ataque relámpago, apoderarse de Kiev y derrocar al gobierno ucraniano. Esto fue un completo fracaso. A raíz de esto, las fuerzas rusas intentaron, con cierto éxito, consolidar su posición en el este y el sur de Ucrania, utilizando brutales tácticas de asedio.
Sin embargo, la marea cambió cuando el ejército ucraniano comenzó una contraofensiva a gran escala en agosto, exponiendo las debilidades del frente ruso. Tomaron el control de la región de Kharkiv en el noreste y continuaron logrando avances hasta que el ejército ruso se retiró de Kherson, en el sur, en noviembre.
Desde entonces, ninguna de las partes ha hecho un gran avance. El ejército ruso se ha atrincherado en posiciones en el este de Ucrania utilizando tropas recién movilizadas. El ejército ruso también ha lanzado incesantes ataques con drones y cohetes con el objetivo de degradar la infraestructura de Ucrania y dejar al pueblo ucraniano congelado en la oscuridad durante el invierno.
La batalla por Bajmut en la región de Donetsk, en el este de Ucrania, se compara con las batallas de la Primera Guerra Mundial y se ha convertido en un símbolo de la etapa actual del conflicto, una feroz guerra de desgaste denominada “la picadora de carne”. El ejército ruso, liderado en la batalla durante un período por el grupo mercenario de Wagner, sin embargo, ha logrado algunos avances a un costo enorme en vidas perdidas y pronto puede controlar la ciudad.
Sin embargo, el régimen de Zelensky y sus patrocinadores imperialistas occidentales están cada vez más preocupados de que una próxima ofensiva rusa con los 300.000 soldados recién reclutados pueda lograr ganancias más significativas o al menos complicar significativamente otra contraofensiva ucraniana. Si el régimen de Putin es capaz de aferrarse al territorio que ocupa en el este de Ucrania, así como en Crimea, una nueva ofensiva ucraniana no será el golpe decisivo para el ejército ruso que pretende EE. UU. Quieren que las fuerzas rusas se pongan en claro a la defensiva y cedan más terreno, incluso esperan que vean amenazado su control de Crimea (ocupada en 2014), antes de entrar en negociaciones.
Es absolutamente innegable que los soldados ucranianos, que están motivados para defender sus hogares y ciudades y cuentan con el apoyo entusiasta de la gran mayoría de la población, han mostrado una enorme determinación y esto ha sido un factor central para hacer retroceder al gigante militar ruso. Pero como han señalado el Instituto para el Estudio de la Guerra y muchos otros ,“El patrón de entrega de la ayuda occidental ha moldeado poderosamente el patrón de este conflicto”. Esto se extiende desde el misil antitanque Javelin que ayudó a Ucrania a derrotar el avance de las fuerzas rusas en Kiev; a las grandes cantidades de sistemas de armas y municiones de la era soviética enviadas por los miembros de la OTAN de Europa del Este; hasta la entrega de sistemas occidentales más avanzados, incluido el HIMARS, que facilitó la contraofensiva ucraniana. Desde otro punto de vista, la creciente coordinación con el imperialismo occidental hizo retroceder cualquier elemento de resistencia de la clase obrera desde abajo, como cuando los trabajadores y residentes de las centrales nucleares salieron a enfrentarse a las tropas rusas a principios de la guerra en Zaporizhzhia.
En general, se ha pasado de enviar armas que podrían presentarse como “defensivas” a armas que son innegablemente “ofensivas”, desde los Javelin, hasta vehículos de combate Bradley y ahora tanques. Al comienzo de la guerra, la administración Biden se mostró muy preocupada por un conflicto directo entre Rusia y la OTAN. Pero ha estado superando constantemente sus propias “líneas rojas”. En una conferencia reciente dirigida por el secretario de defensa de EE. UU., Lloyd Austin, representantes de 50 gobiernos discutieron planes de entrega de armas.
La escalada espiral
Estados Unidos se ha preparado para tomar medidas antes impensables en el curso de esta guerra. El veterano periodista de investigación estadounidense Seymour Hersh ha argumentado de manera muy convincente que los buzos de la Marina de los EE. UU. que trabajaban con la CIA y el ejército noruego colocaron los explosivos que posteriormente se detonaron para hacer estallar el gasoducto Nordstream 2 bajo el Mar Báltico, que estaba destinado a suministrar gas natural desde Rusia a Alemania como parte de un importante acuerdo anterior a la guerra. Si Nordstream 2 hubiera estado en pleno funcionamiento, habría proporcionado el 50% del consumo anual de gas natural de Alemania.
A raíz del ataque, el secretario de Estado de los EE. UU., Blinken, declaró: “Es una gran oportunidad para eliminar de una vez por todas la dependencia de la energía rusa y, por lo tanto, quitarle a Vladimir Putin el uso de los energéticos como armas para avanzar en sus diseños imperiales.” Entonces, ya sea que EE. UU. lo haya hecho directamente o no, ciertamente lo aprueban y casi con certeza estuvieron involucrados, a pesar de todas las negaciones del Gobierno Estadounidense.
A medida que la guerra entra en una nueva fase, el imperialismo occidental, y especialmente el estadounidense, ha decidido que necesita ir más allá. De ahí el drama que se desarrolló durante semanas a principios de 2023 sobre el envío de tanques de batalla al ejército ucraniano. Se presionó al gobierno alemán para que aceptara autorizar el envío de tanques Leopard de fabricación alemana (ampliamente utilizados por los ejércitos europeos) a Ucrania. El canciller alemán Olaf Scholz no estuvo de acuerdo, sin embargo, hasta que EE. UU. también accedió a enviar tanques Abrams, proporcionando así una cobertura política al imperialismo alemán.
Toda una serie de países, desde Polonia hasta el Reino Unido y los EE. UU., se han comprometido a enviar cientos de tanques a Ucrania en un plazo que va desde un par de meses hasta un año o más. Pero incluso antes de que se prometieran los tanques, EE. UU. se comprometió a equipar el equivalente a dos batallones blindados con vehículos blindados Bradley y Stryker.
Sin embargo, al día siguiente de que los alemanes acordaran enviar tanques y permitir que otros países enviaran Leopards, surgió un alboroto inmediato en los medios occidentales: ¡los tanques no serán suficientes! ¡Es hora de enviar aviones de combate! Y aunque los aviones occidentales más avanzados aparentemente todavía están fuera de los límites, Eslovaquia ya se comprometió a enviar aviones de fabricación soviética. Si la marea de la batalla se vuelve contra las fuerzas ucranianas, podemos esperar que esta y otras líneas rojas también se crucen.
El Instituto Kiel informa que la ayuda total de todo tipo comprometida (no entregada) por Occidente desde el 24 de enero de 2022 hasta el 15 de enero de 2023 ascendió a más de 140 mil millones de euros. Solo Estados Unidos ha comprometido 44.300 millones de euros (47.200 millones de dólares).
La cuestión de Crimea
Pero la cuestión de la escalada no se trata solo de los sistemas de armas. El 19 de enero, el New York Times informó que la administración Biden, que anteriormente se había opuesto a la amenaza del régimen de Zelensky de lanzar una ofensiva en la península de Crimea, había cambiado de opinión.
Por un lado, EE. UU. está considerando apoyar al ejército ucraniano en su intento de cortar el puente terrestre de Rusia a Crimea, atacado durante la invasión de 2022, que es vital para abastecer al ejército ruso en el sur de Ucrania. Pero también están llegando a la conclusión de que, a menos que el régimen de Putin sienta que existe al menos una amenaza real para su control de Crimea, no será posible forzar las concesiones necesarias en la mesa de negociaciones.
Esto representaría en sí mismo una escalada significativa, atacando una región que forma parte del estado ruso desde 2014 y una gran parte de cuya población parece haberlo aceptado. Defendemos el derecho de las personas en Crimea y otras comunidades minoritarias en Ucrania, incluidas las áreas de habla rusa, a determinar su propio futuro, tal como el pueblo ucraniano tiene derecho a hacerlo, sin interferencias y no amenazados a punta de pistola.
The New York Times continúa diciendo de manera tranquilizadora que “los temores de que el Kremlin tomaría represalias usando un arma nuclear táctica se han atenuado”. Pero luego admite que “por su parte, los funcionarios estadounidenses dicen que no saben cómo reaccionará el Sr. Putin si Ucrania ataca Crimea usando armas suministradas por Estados Unidos”.
Para ser claros, el ejército ucraniano aún no está en condiciones de lanzar tal ofensiva. Pero incluso el hecho de que la administración Biden esté considerando seriamente esto habla de la espiral creciente de este conflicto. Continúa deslizándose hacia convertirse en una lucha directa entre la OTAN y Rusia y no solo en una guerra de poder.
El carácter de la guerra
La guerra de Ucrania no puede entenderse fuera del contexto de la nueva era de inestabilidad global donde la rivalidad y el conflicto interimperialista se plantean de una manera mucho más aguda que durante la era anterior de globalización neoliberal. El carácter interimperialista del conflicto no es su única característica, pues también tiene el elemento de lucha contra la ocupación extranjera por parte de un pueblo invadido, entre otras características. Pero para decirlo sin rodeos, la motivación, el sufrimiento y la lucha del pueblo ucraniano, como la llama Zelensky, ha sido “secuestrado” por el imperialismo occidental para sus propios fines.
El régimen ruso ha buscado cada vez más escapar de la invasión de la OTAN y afirmarse tanto en su propio “patio trasero” como más allá, como lo ha hecho en Siria y ahora en el África subsahariana. Putin y Xi Xingping de China firmaron una asociación “sin límites” justo antes de la guerra que envalentonó a Putin. El régimen de Putin también vio la humillante salida de las fuerzas estadounidenses de Kabul en 2021 como una indicación de que EE. UU. y el imperialismo occidental no podrían contrarrestar de manera efectiva una invasión rápida y exitosa.
Sin embargo, la invasión de Ucrania fue un gran error del régimen de Putin; sobreestimaron enormemente su propia capacidad militar. Subestimaron enormemente la determinación del pueblo ucraniano de resistir, el entrenamiento militar del ejército ucraniano desde 2014 y también la determinación del imperialismo occidental de no aceptar una victoria rusa que representaría un golpe significativo a sus intereses y prestigio.
Estados Unidos, en particular, ha aprovechado la guerra como una oportunidad para reafirmarse a nivel mundial y fortalecer a la OTAN y su bloque más amplio de la Guerra Fría, no solo contra Rusia sino también contra China. Mientras escala militarmente en Ucrania, el imperialismo estadounidense también está librando una guerra económica contra China, buscando cortar su acceso a la tecnología de semiconductores de alta gama y, por lo tanto, bloquear su desarrollo en alta tecnología. La administración Biden busca infligir una derrota a Rusia en gran medida para enviar un mensaje muy claro a Xi Jinping sobre Taiwán. EE. UU. ahora también advierte directamente a China que no envíe ayuda militar a Rusia diciendo que esto sería un “problema grave” por el rápido deterioro de las relaciones entre EE. UU. y China.
La “ayuda” en la escala que envía el imperialismo occidental al Estado ucraniano inevitablemente viene con condiciones. No hay armas imperialistas sin una agenda imperialista. Cuando esta guerra llegue a su fin, Ucrania estará completamente de acuerdo con los intereses occidentales. Tomarán el control de los recursos del país y harán de Ucrania un campamento armado permanente para el imperialismo occidental.
Cada vez más, EE. UU. toma las decisiones a medida que Ucrania se vuelve cada vez más dependiente de las potencias occidentales para el hardware militar y las finanzas. Pero como reveló recientemente el ex primer ministro israelí Naftali Bennett , incluso en los primeros días de la guerra, Estados Unidos intervino para bloquear su intento de negociar un alto el fuego entre Ucrania y Rusia.
Hay quienes en la izquierda, como los partidos de izquierda en Suecia y Finlandia o el SQUAD del DSA en el Congreso de los EE. UU., que argumentan que debemos ponernos inequívocamente del lado del estado burgués ucraniano en su lucha contra el imperialismo ruso y apoyar su armamento por parte del imperialismo Occidental. Argumentan también que esta es esencialmente una guerra de liberación nacional e ignoran o minimizan el papel del imperialismo occidental.
Tal posición representa una capitulación ante el imperialismo estadounidense que sigue siendo, a pesar de su indiscutible debilitamiento, el poder imperialista dominante en el mundo y enemigo de los oprimidos y la clase trabajadora en todas partes. Sería aceptar la narrativa de Joe Biden de que esta es una lucha de “democracia contra autocracia”.
Estos izquierdistas pintan de rosa al régimen reaccionario de Zelensky, ignorando su programa masivo de privatizaciones y la legislación antisindical que ha eliminado los derechos del 70% de los trabajadores (en empresas con menos de 250 empleados) para entrar en negociaciones colectivas con sus empleadores. Entre otras consecuencias, los trabajadores despedidos por actividad sindical en estas empresas no tienen protección legal.
La lógica de apoyar al estado ucraniano también apunta a apoyar a EE. UU. a aumentar su armamento de Taiwán para defenderlo de una amenaza de invasión por parte del imperialismo chino. En última instancia, significaría apoyar activamente a los imperialismos estadounidense, japonés y otros si estalla una guerra por Taiwán, en nombre del apoyo al pueblo de Taiwán. Para ser claros, tal guerra es una posibilidad muy real en los próximos años.
Divisiones en el campo occidental
En general, el campo del imperialismo occidental, encabezado por EE.UU., ha actuado de una manera más unida de lo que esperaban incluso la mayoría de los comentaristas capitalistas. Sin embargo, las divisiones en el campo occidental son ciertamente reales. Hay diferentes puntos de vista sobre el resultado deseado de la guerra en Ucrania, pero también sobre qué tan lejos llegar en el conflicto más amplio con China. Los intereses del imperialismo alemán y francés, por ejemplo, se superponen con los del imperialismo estadounidense, pero también son distintos.
En el transcurso del año pasado, los países de Europa del Este como Polonia y los Estados bálticos, así como el Reino Unido, han tenido una posición mucho más belicosa sobre la guerra de Ucrania, respaldando a los EE. UU. Mientras que Francia y Alemania dudaron. Pero en el nuevo año, las principales potencias europeas y los EE. UU. se han acercado, en lugar de separarse. Esto, por supuesto, podría cambiar de nuevo.
En parte, Alemania y Francia se han envalentonado porque la crisis energética proyectada no se materializó (al menos por ahora) en Europa de la forma prevista debido a un invierno templado. La ayuda europea total de todo tipo comprometida con el estado ucraniano ahora asciende a casi 55 mil millones de euros.
Y mientras vemos un militarismo alemán y francés cada vez más asertivo, a medio mundo de distancia, el militarismo japonés también está en aumento como parte de la alianza militar anti-China en desarrollo en el Pacífico. Todos estos poderes se están comprometiendo a una rápida expansión de sus ejércitos. Esto muestra cómo la guerra de Ucrania es parte de un proceso global más amplio de creciente conflicto interimperialista, con el consiguiente avivamiento del nacionalismo, el creciente militarismo y el proteccionismo.
¿Qué viene después?
No hay perspectivas inmediatas de que la guerra llegue a su fin. Ninguna de las partes está lista para negociar. Esto apunta a que la guerra se prolongará durante meses, si no es que años, con el peligro e incluso la probabilidad de una mayor escalada. Por supuesto, ha habido muchas amenazas por parte del régimen de Putin de usar armas nucleares. Esto sigue siendo poco probable por varias razones. Sin embargo, como ha quedado ampliamente demostrado el año pasado, la guerra, incluso en la que intervienen potencias nucleares, puede escalar masivamente aunque esté restringida al uso de armas “convencionales”. El principal peligro es que la guerra se convierta en un conflicto cada vez más directo entre la OTAN y Rusia y que se extienda geográficamente.
Pero las consecuencias de la continuación de la guerra van mucho más allá. Estos incluyen el efecto desastroso en el suministro mundial de alimentos y fertilizantes causado por la guerra, incluida la amenaza de hambruna masiva en algunas partes del mundo. Esto ya ha comenzado en el Cuerno de África. Otro año o más de guerra también tendrá importantes consecuencias negativas para la frágil economía mundial, a pesar de las recientes proyecciones más optimistas del FMI.
Una derrota para Rusia sigue siendo el resultado más probable de la guerra, aunque claramente existe preocupación en el régimen de Zelensky y la OTAN de que el ejército ruso “no haya dicho su última palabra”. Rusia tiene muchos más soldados y una población casi cuatro veces el tamaño de Ucrania. Su economía ha logrado contrarrestar las severas sanciones con enormes ingresos del petróleo y el gas y sus fábricas de municiones están operando en turnos triples. Los últimos informes indican que Rusia puede estar preparándose para utilizar su potente fuerza aérea, aún en gran parte intacta, a una escala más amplia en Ucrania. La preocupación del régimen de Zelensky se refleja en la urgencia de conseguir más armas ofensivas de Occidente.
La derrota militar de Rusia produciría casi con seguridad una crisis política masiva y posiblemente llevaría a la destitución de Putin, aunque a corto plazo, dada la debilidad de la izquierda rusa y del movimiento obrero, esto podría conducir a una dictadura militar aún más peligrosa dirigida por nacionalistas de línea dura, no una revolución social. Pero las horribles condiciones dentro de las fuerzas armadas rusas y la disminución del entusiasmo por la guerra también podrían conducir a una revuelta masiva dentro de las fuerzas armadas, una situación similar a lo que le sucedió a las fuerzas armadas estadounidenses en Vietnam.
Por otro lado, informes recientes apuntan a problemas de moral en el ejército ucraniano debido a la conducción de la guerra por parte del régimen. Así lo ha reconocido el mismo Zelensky. Otros informes indican que ha habido importantes deserciones de soldados que comprensiblemente no quieren ser arrojados a la “picadora de carne” de Bajmut. También hay señales de tensiones crecientes dentro del régimen ucraniano, con crisis de corrupción continuas y despidos de gabinetes.
Cuando Zelensky firme un tratado, si es que lo hace, que no llegue a restaurar el 100% del “territorio ucraniano”, habrá una reacción feroz de sectores de la población que han aceptado la escala de bajas y destrucción para lograr este objetivo. ¿Quién es probable que lidere tal lucha? En este punto, probablemente sería la extrema derecha de Ucrania la que se beneficiaría de esta situación. Pero dados los feroces ataques contra los trabajadores por parte del régimen de Zelensky, también existe el potencial para el resurgimiento de la lucha de clases.
¿Cuál es el camino a seguir?
El curso de la guerra confirma completamente que no hay base para una verdadera independencia de Ucrania sobre la base del capitalismo. Esto requerirá una lucha revolucionaria dirigida por la clase obrera ucraniana contra todas las fuerzas imperialistas vinculadas a un movimiento obrero internacionalmente consciente de sus tareas.
El factor clave que falta en Ucrania hoy es una fuerza obrera independiente. Una pregunta que surge es ¿cómo tal fuerza, si estuviera liderando la lucha contra la ocupación rusa, se armaría a sí misma? Ya que Occidente ciertamente no la estaría armando. Una lucha dirigida por la clase obrera no sería sólo militar sino de carácter más fundamentalmente político. Significaría la movilización masiva de la población, la formación de consejos obreros en los lugares de trabajo y comunidades para organizar la lucha. Ucrania hoy está inundada de armas y la clase obrera encontraría la manera de apoderarse de las armas.
Pero lo que es más importante, una fuerza de la clase obrera en Ucrania podría potencialmente tener un enorme éxito al lanzar un llamamiento de clase directo a los soldados rusos, ¡cientos de miles de los cuales son reclutas que no quieren estar allí! Nuestro objetivo es poner fin a la matanza y emprender una lucha común contra los verdaderos enemigos del pueblo, los oligarcas de Kiev y Moscú y el imperialismo en general.
Hoy, los belicistas están en el asiento del conductor. Pero esto puede cambiar y cambiará. En Rusia, la oposición de izquierda y liberal que salió a la calle para oponerse a la invasión de Ucrania hace un año enfrenta una intensa represión. Pero aunque las protestas han sido reprimidas, las bajas masivas y el reclutamiento forzoso han creado una enorme ira y resentimiento en amplios sectores de la población mucho más allá de los centros metropolitanos de Moscú y San Petersburgo.
En muchos países de la OTAN también ha habido una intensa presión política para seguir la línea del imperialismo occidental. Se ha desplegado una propaganda implacable en Suecia y Finlandia para unirse a la OTAN. En Alemania hemos visto una intensa propaganda para apoyar el resurgimiento del militarismo alemán. Por supuesto, lo mismo es cierto en los EE. UU. y el Reino Unido. Sin embargo, las encuestas muestran una disminución del apoyo a una mayor escalada y un creciente cuestionamiento de los costos de la guerra. En los EE. UU., debido al fracaso total de la “izquierda” en el Congreso, incluido el llamado Squad, para presentar una posición independiente, es la derecha dura la que presenta un caso “contra la guerra”, pero sobre una base puramente nacionalista.
En partes de África, por otro lado, y no solo allí, la izquierda e incluso secciones del establishment apoyan a Rusia y China como el “enemigo de mi enemigo”.
La guerra plantea una prueba única para la izquierda y la izquierda revolucionaria. La mayor parte de la izquierda, incluida la extrema izquierda, ha fallado por completo en esta prueba. La izquierda reformista en Occidente se ha alineado detrás del imperialismo occidental, mientras que muchos en la “extrema izquierda” han sido apologistas del imperialismo ruso, como el “mal menor” o incluso como el poder supuestamente “no imperialista”. Nuestra posición se basa en la tradición del internacionalismo antimilitarista y antiimperialista consecuente encarnado por los grandes marxistas como Liebknecht, Luxemburg, Lenin y Trotsky durante la Primera Guerra Mundial. La tarea que enfrenta el movimiento obrero hoy, y especialmente sus elementos más conscientes, es construir un movimiento de masas de trabajadores y jóvenes contra la guerra, contra todas las medidas de escalada y contra ambos campos imperialistas.