11/04/2011 El resentimiento y la ira necesitan una expresión socialista

Carlos Simmons, Kokusai rentai (CIT en Japón)

El costo humano del terremoto de Kanto, Tohoku y del tsunami será inmenso. Casi dos semanas después del desastre, se han confirmado más de 9.000 muertes y cerca de 20.000 desaparecidos. La policía en la peor de las prefecturas afectadas, Miyagi, espera que el número de muertos posible pueda llegar a más de 15.000 en esa prefectura solamente.

El diario ’Asahi’ estima que hay más de un tercio de millón de personas que viven en centros de refugiados como consecuencia de las evacuaciones, entre otras razones por el estado de las centrales nucleares. A través de toda la zona de Tohoku hay dos millones que en la actualidad carecen de electricidad y, probablemente, un número similar sin gas y agua.

Además de esto, la gente de Tohoku y Kanto se enfrenta al peligro de la contaminación nuclear. Altos niveles de radiactividad, más de lo permitido se han encontrado en los suministros de agua, incluso en Tokio, en la leche y en las espinacas. El gobierno afirma que actualmente no hay mayor amenaza para la salud, aunque muchos se muestran escépticos acerca de estas declaraciones, pues ellos ahora están aconsejando a la gente que no dé agua potable a los niños menores de 1 año de edad. Muchos casos de cáncer de tiroides después del desastre de Chernobyl se detectaron, debido a que la gente tomó leche contaminada con isótopos radiactivos.

¿Qué pasa con aquellos que han perdido sus hogares en el terremoto? Las autoridades están construyendo actualmente «Jutaku kasetsu» (construcciones prefabricadas) en las escuelas y en terrenos públicos. Se trata de un alojamiento temporal, sin embargo, la gente no puede permanecer en él indefinidamente. El seguro contra terremotos es caro en Japón y muy pocas personas lo tienen. En los terremotos anteriores, como el terremoto de Hanshin de 1995, el gobierno no proporcionó ninguna indemnización para las personas que perdieron sus hogares y posesiones. La mayoría de la gente tendrá que pagar para reconstruir sus viviendas mediante el gasto de sus ahorros o la obtención de hipotecas nuevas. Los que no puedan permitirse esto, probablemente recibirán poco más de algún tipo de prioridad en cuanto a las viviendas públicas disponibles, tal vez con un alquiler subvencionado. (En Kobe se dieron descuentos en alquiler a los pobres.)

Los fondos del gobierno son susceptibles de ser utilizados en gran parte de la reconstrucción de la infraestructura de las zonas afectadas. El resultado final, como en Kobe después del terremoto de Hanshin, bien puede ser que la «reconstrucción» resulte en la destrucción de las comunidades locales, el desplazamiento de los pobres y los ancianos; con un mayor desarrollo comercial, proporcionando una ganancia inesperada para los desarrolladores y las grandes empresas de la construcción.

Los socialistas se oponen a la explotación de la miseria de las víctimas del terremoto por estos parásitos. Hacemos un llamado a la nacionalización bajo el control y gestión obrera de las empresas contratistas de construcción y las principales instituciones financieras, incluyendo las compañías de seguros y los bancos. La reconstrucción de las comunidades podría ser planificada democráticamente por los comités de residentes, la comunidad y las organizaciones de trabajadores, con préstamos sin intereses extensivos a todos quienes lo necesitan para reconstruir sus hogares.

La ira crecerá

Si bien ha habido, en general, un estado de ánimo de shock y una cierta aceptación de tener que hacer frente a la situación, ahora estamos empezando a ver que la paciencia acaba y la ira se esta expresando. Todavía es leve, pero se extenderá.

El accidente nuclear es sin duda el problema más grande en Japón y ahora parece que va a prolongarse. Se habla de tener que seguir rociando agua sobre los reactores hasta bien entrado el otoño. Los bomberos de Tokio han tenido que trabajar en la planta por períodos que los exponen a la radiación por sobre los límites de seguridad. Si se negaban, serían sancionados. (Desafortunadamente, no ha sido el sindicato de trabajadores quien ha puesto de manifiesto este escándalo, sino el gobernador loco de extrema derecha de Tokio, Isihara. El se había desacreditado totalmente a sí mismo antes, cuando dijo que el «terremoto era un castigo divino por el egoísmo de los japoneses, hoy en día»).

Muchos sindicatos han participado activamente en la organización de las actividades de socorro. También han celebrado una rueda de prensa en Tokio para protestar por una declaración del Ministerio de Trabajo y Bienestar que animaba a los empresarios a no pagar a los trabajadores que son despedidos en la actual crisis. Según la legislación laboral japonesa, ellos deben recibir el 60% de sus salarios. Los terremotos por lo general han sido tratados como algo más allá del control de la empresa, pero la mayoría de los despidos durante la crisis son el resultado de los cortes de energía que podrían y deberían haberse evitado.

Es ampliamente conocido que la mala gestión y la connivencia del gobierno con las empresas de energía son las culpables de no poder hacer frente al desastre. El vice-presidente de la más importante, TEPCO, actualmente ha recorrido algunos de los centros de refugiados para disculparse. Pero el gobernador de Fukushima, reflejando el fermento, por ahora no explicitado de la ira de millones de personas, se negó a aceptar sus disculpas después que fue anunciada la prohibición en la venta de leche y otros productos, no sólo de Fukushima, sino también de prefecturas vecinas.

El ministro que hizo el anuncio también dijo que el gobierno vio a la compañía eléctrica de Tokio, TEPCO, como legalmente responsable de las pérdidas que los agricultores sufren como consecuencia de la prohibición. El gobierno está tratando de dejar en claro que la responsabilidad de la prohibición es de TEPCO, de modo que la ira se vuelva contra la empresa y no contra ellos! No sería una sorpresa verlos utilizar una táctica tipo rescate bancario y pasar a la nacionalización de TEPCO. En sus términos, esto, entonces implicaría pasar la factura a los contribuyentes – los trabajadores y los agricultores de Japón.

La ira y el resentimiento subyacente entre la gente trabajadora y los pobres en Japón, en la manera que su destino esta en manos de especuladores y políticos corruptos, necesita una expresión. Podría convertirse en una fuerza poderosa si es dirigida por un partido obrero genuino que luche por una alternativa socialista a la anárquica y peligrosamente descontrolada forma en que la sociedad y la industria se desarrolla bajo el capitalismo. La nacionalización y la planificación democrática son la única manera lógica para satisfacer las necesidades de los pueblos.

Una especie de cooperación básica y toma democrática de decisiones se pueden ver incluso en las escuelas y otros edificios, donde cientos de miles de japoneses necesitados se encuentran en la actualidad. Representantes son elegidos para los turnos de comida, para ayudar a los viejos y jóvenes, la limpieza de los locales, etc. Como siempre, es la gente trabajadora de escasos recursos la que está respondiendo con el mayor sacrificio en términos de donaciones y ofrecimientos de ayuda. Los capitalistas del mundo se limitan a debatir cuánto se perderá en beneficios y dividendos en medio de esta masiva tragedia humana.

Efecto sobre la economía japonesa y mundial

Todavía no está del todo claro cuál será el efecto económico de la catástrofe. Aunque Sendai es una gran ciudad, las zonas más afectadas son comunidades predominantemente agrícolas y de pesca. Las tres prefecturas más afectadas – Miyagi, Iwate y Fukushima – sólo producen aproximadamente el mismo porcentaje del PIB que Hyogo, la prefectura más afectada por el terremoto de Hanshin en 1995.

Sin embargo, el terremoto tendrá un efecto sustancial en la economía, al menos en el corto plazo. Este ha golpeado importantes redes de producción en el suministro de componentes para automóviles y electrónicos. La producción de baterías de iones de litio, un componente importante en computadoras portátiles y otros dispositivos informáticos móviles se ha visto seriamente afectada. La generación de energía se ha visto particularmente golpeada, con informes diciendo que 11 plantas nucleares y 21 de energía térmica se han cerrado como consecuencia del terremoto.

De acuerdo con la unidad de información empresarial de The Economist, tres de las centrales nucleares han sido dadas de baja por completo y nunca volverán a funcionar. Esto equivale a un 3% de la producción de energía y significa que Japón aumentará sus importaciones de petróleo y gas natural licuado para mantener el abastecimiento de energía, ayudando a presionar al alza los precios (y ganancias) de estos combustibles alternativos.

Un informe del Banco Mundial reporta que el costo total del terremoto asciende hasta US$ 235 billones de dólares. (Algunas estimaciones actuales dicen que podría ser de US$ 300 billones; otros, un máximo del 5% del PIB). Ellos esperan que tome entre 3 y 6 meses el restaurar la infraestructura básica de la zona y, en general, esperan rebajar el 0,5% del crecimiento económico este año. La economía japonesa se contrajo en realidad un 0,3% en el último trimestre de 2010, incluso antes del terremoto, por lo que el crecimiento es probable que sea insignificante este año.

Un efecto paradójico del sismo fue enviar el yen a empinarse a nuevos máximos. Esto es probablemente el resultado de los especuladores comprando yenes, en la expectativa de que las compañías japonesas y de pago de seguros, en su repatriación de fondos, forzarán a la moneda al alza. El gobierno está tratando desesperadamente de detener esto, vendiendo yenes (al igual que el G-7 con su intervención sin precedentes). Temen que las exportaciones japonesas tengan los precios más altos de muchos mercados. Esto no sólo afectara a Japón. Según el informe del Banco Mundial, una cuarta parte de la deuda a largo plazo en el Este de Asia Pacífico está denominada en yenes. Ellos estiman que un aumento del 1% en el yen dará lugar a un aumento de 250 millones de dólares en servicios de la deuda. Mientras China tiene sólo el 8% de su deuda denominada en yenes, otros, como Tailandia tienen hasta el 60%.

«No hay mal que por bien no venga», pues sectores de la burguesía japonesa se lamen los labios en la perspectiva de las ganancias que se harán de la reconstrucción. El primer ministro Naoto Kan ha mantenido la posibilidad de que la reconstrucción pueda llevar finalmente a una recuperación de la economía japonesa, así como la gente en las zonas afectadas se vea obligada a gastar sus ahorros para reemplazar sus casas y posesiones; y la economía también se beneficie del aumento del gasto público en infraestructura. Hasta cierto punto esto es lo que sucedió tras el terremoto de Hanshin en 1995.

Kan esta hablando en términos de un «New Deal». Sin embargo, la crisis que enfrenta el capitalismo japonés es mucho más grave de lo que fue en 1995. En particular, las finanzas públicas están en un estado mucho más desesperado. Habiendo aumentado la cantidad de trabajadores, a quienes tiene que pagar por su pensión, Kan y el gobierno del Partido Demócrata se proponen ahora un aumento en el impuesto sobre el consumo, supuestamente para apuntalar el sistema de pensiones y de bienestar en una sociedad con una población que envejece rápidamente. Mientras que ellos verbalmente se opongan, en la práctica esta política es apoyada por todos los partidos de derecha. El gasto público en la reconstrucción tiene que venir de alguna parte. Si bien puede dar un impulso a la economía, un aumento en el impuesto sobre el consumo, a pagar por ello, tendrá el efecto contrario.

Incluso antes del terremoto, el capitalismo japonés se enfrentaba a una grave crisis. El gobierno ya era impopular. Nada de lo que ha hecho, ha aumentado la confianza de la gente en él o en cualquiera de los políticos capitalistas. Una coalición no es la respuesta. En el pasado, los partidos de izquierda han sido capaces de hacer algunos avances, pero ni el pequeño Partido Social Demócrata ni el Partido Comunista Japonés (que ha alcanzado casi el 10% de apoyo en el pasado reciente) aboga por una alternativa de lucha al capitalismo japonés.

Los años de crecimiento de dos dígitos y el aumento de los niveles de vida han quedado en el pasado. El declinante poder del capitalismo japonés a escala mundial marcará el comienzo de una nueva era de inestabilidad y lucha de clases en el país, mientras la clase dominante intenta hacer que los trabajadores paguen por el terremoto y el desastre nuclear. El futuro llevara a un cuestionamiento del capitalismo entre los trabajadores y los jóvenes y a una radicalización en el movimiento obrero japonés.

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