8 de marzo – Día Internacional de la Mujer Trabajadora
El coronavirus y la crisis económica amenazan las conquistas de las mujeres:¡Organízate y lucha!
El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, cuando en todo el mundo se intensifica la lucha por los derechos de las mujeres.
En la página web de ROSA www.rosainternational.org se pueden encontrar más informes sobre el 8M de diferentes países.
02/03/2021, Declaración conjunta de Alternativa Socialista Internacional (ASI) y ROSA Internacional.
Si bien 2019 fue un año de revueltas masivas, en las que las mujeres, y en particular las jóvenes, y sus reivindicaciones, formaron parte integral y estuvieron a menudo en primera línea, creando esperanza para las mujeres de todo el mundo, la pandemia y la crisis económica actual que desencadenó en 2020 suponen una amenaza real para los logros que las mujeres han conseguido en décadas anteriores.
Refiriéndose al aumento de las tareas domésticas y el cuidado de la familia, la Directora Ejecutiva Adjunta de ONU Mujeres, Anita Bhatia, afirma que «la pandemia del coronavirus podría acabar con 25 años de creciente igualdad de género». Supone un «riesgo real de volver a los estereotipos de género de los años 50». (BBC, 26 de noviembre)
Más trabajo no remunerado, menos trabajo remunerado: la independencia económica de las mujeres, en peligro
Antes de la aparición de la pandemia, las mujeres realizaban de media tres veces más trabajo no remunerado que los hombres. Esa desigualdad no ha hecho más que aumentar en el último año. «Más alarmante es el hecho de que muchas mujeres no están volviendo a trabajar. Sólo en el mes de septiembre en EEUU alrededor de 865.000 mujeres abandonaron la población activa, frente a 200.000 hombres, y la mayor parte de ello se explica por el hecho de que había una carga de cuidados y no hay nadie más cerca», sigue explicando Bhatia.
La Organización Internacional del Trabajo sugiere que puede perderse el equivalente a 140 millones de puestos de trabajo a tiempo completo debido al Covid-19, y que el empleo de las mujeres corre un 19% más de riesgo que el de los hombres. El daño es enorme en la economía informal, en el que trabaja el 58% de las mujeres a nivel mundial. Según ONU Mujeres, las trabajadoras informales han perdido una media del 60% de sus ingresos. Un asombroso 72% de los trabajadores domésticos, el 80% mujeres, han perdido su empleo, mientras que estos trabajos carecen de la protección básica para la trabajadora, como permisos pagados, periodo de preaviso o indemnización por despido.
«Pero incluso en el sector formal el virus parece estar ampliando la desigualdad, según el informe (de ONU Mujeres), ya que las mujeres de Bangladesh tienen seis veces más probabilidades de perder horas de trabajo remuneradas que los hombres». (The Telegraph, 26 de noviembre). Según una encuesta del censo de septiembre de 2020, casi 7 millones de estadounidenses no tienen empleo por culpa del cuidado de sus hijos. «Como las mujeres ganan menos que los hombres por término medio, a menudo es la madre la que da un paso atrás. Las mujeres pierden valiosas habilidades durante el tiempo que no trabajan, lo que puede dificultar la búsqueda de empleo en el futuro y perjudicar la economía familiar, según el analista del Center for American Progress Malik.» (Bloomberg, 30 de septiembre)
Las cifras de la India muestran que la alarmantemente baja participación de las mujeres en la población activa antes de la pandemia -sólo el 20%- ha empeorado. En abril y mayo, al menos 4 de cada 10 mujeres han perdido su empleo, el 39% frente al 29% de los hombres, según el Centro de Seguimiento de la Economía India.
Según datos oficiales, en Brasil más de la mitad de la población femenina mayor de 14 años quedará fuera del mercado laboral. La tasa de participación de la población activa es del 45,8%. Según datos del Registro General de Empleados y Desempleados, mientras que en 2020 230.200 vacantes creadas fueron ocupadas por hombres, las mujeres perdieron 87.600 empleos. De abril a diciembre, se eliminaron 94.900 empleos de mujeres.
La actual crisis económica está haciendo estragos entre los trabajadores de todo el mundo, y su impacto desproporcionado en las mujeres podría acarrear contratiempos de larga duración. ONU Mujeres advierte que el aumento de la pobreza afectará más a las mujeres, especialmente a las de 25 a 34 años. «En 2021, se prevé que en todo el mundo habrá 118 mujeres de 25 a 34 años en situación de pobreza extrema por cada 100 hombres de 25 a 34 años en situación de pobreza extrema, y esta proporción podría aumentar a 121 mujeres pobres por cada 100 hombres pobres en 2030».
El repentino aumento del desempleo estructural masivo tendrá un rostro más femenino que nunca. Esto arrojará a muchas mujeres a la pobreza y la dependencia. Sin embargo, como ya vimos en los años 30, también puede dar lugar a una lucha decidida en torno a las reivindicaciones de los sistemas de ayuda social y de seguridad social -con buenas posibilidades de obtener concesiones- y, a largo plazo, a las luchas por una semana laboral más corta sin pérdida de salario.
La depresión económica agravará la pandemia en la sombra de violencia de género
El primer confinamiento en China mostró un enorme aumento de la violencia doméstica. Esto se convirtió en una característica internacional con la propagación de la pandemia. En 2019, según ONU Mujeres, 243 millones de mujeres de entre 15 y 49 años (el 18%) declararon haber sufrido violencia sexual y/o física por parte de su pareja en el último año, lo que aumenta al 30% si se mide a lo largo de la vida. En regiones como el sudeste asiático se estima que ha aumentado hasta el 40%, según la Organización Mundial de la Salud.
Un blog del Banco Mundial publicado el 1 de octubre de 2020 señala que los asesinatos por violencia de género en el Reino Unido se han duplicado con creces en los dos primeros meses del confinamiento. Una investigación realizada en EEUU mostró un aumento de la violencia doméstica, así como un aumento de la gravedad de las lesiones denunciadas. En Camerún y Nigeria las trabajadoras están más expuestas al acoso y los abusos sexuales, ya que la pérdida de oportunidades económicas ha empujado a las mujeres aún más al sector informal, donde su vulnerabilidad es mayor. En India, los grupos de mujeres revelaron que se presiona a las niñas para que se replanteen el matrimonio infantil, ya que el acceso a la educación y a los medios de vida es incierto.
Un estudio publicado en octubre por el Fondo Fiduciario de la ONU para Eliminar la Violencia contra la Mujer mostró que todos los tipos de violencia contra las mujeres y las niñas se han intensificado durante la pandemia. Este es sobre todo el caso de la violencia doméstica, con tantas mujeres encerradas en su casa con parejas abusivas. Este aumento se ve alimentado por las preocupaciones de salud y de dinero, lo que crea tensiones acentuadas por las condiciones de vida estrechas, mientras que los servicios sociales, la atención y el apoyo a las víctimas ya eran en gran medida insuficientes antes de los confinamientos.
ONU Mujeres también señala el aumento de la violencia online en todos los lugares donde las mujeres tienen acceso a la tecnología. Antes de la pandemia, 1 de cada 10 mujeres de la UE declaraba haber sufrido ciberacoso desde los 15 años. El uso de plataformas online ha aumentado considerablemente este último año, con millones de mujeres que utilizan frecuentemente la videoconferencia para trabajar o estudiar. Varios expertos hablan de un aumento del ciberacoso, la intimidación, el acoso sexual y el trolling sexual.
Sólo hay una manera de evitar el retroceso de la posición de las mujeres: ¡organizarse y luchar!
Sin embargo, el movimiento de las mujeres mostró una notable resistencia y el freno que supuso el desarrollo de la pandemia duró muy poco. A finales de enero, las activistas de Argentina obtuvieron una victoria en su larga y masiva lucha por el aborto legal hasta las 14 semanas.
A pesar del alto riesgo de infección y de las restricciones, las mujeres polacas reaccionaron masivamente al nuevo paso en la dirección de la prohibición total del aborto, recibiendo más apoyo de capas más amplias de la sociedad que antes. Esta lucha continuará y las futuras protestas contra el gobierno polaco de derechas tienen asegurado el poder de lucha de las mujeres.
En todas las grandes revueltas de los últimos dos años las mujeres, y en particular las jóvenes, han desempeñado un papel masivo, a menudo en la vanguardia de la lucha. Eso quedó claro de nuevo en las revueltas de Tailandia y Bielorrusia. Sus reivindicaciones específicas se fusionaron orgánicamente con las demandas económicas y sociales de los movimientos contra la enorme desigualdad que ya estaba presente en todas partes antes de la pandemia y que no ha hecho más que agravarse con ella. Se fusionaron con las demandas políticas para deshacerse de los gobiernos que son responsables tanto de este crecimiento de la desigualdad como de la desastrosa gestión de la pandemia, en la que los intereses de la clase capitalista prevalecen sobre los intereses de las masas.
Para muchas trabajadoras de servicios esenciales altamente feminizados como la sanidad y la educación, estaba claro desde el principio que eran las décadas de recortes y de infrafinanciación de sus sectores, incluyendo su mercantilización y privatización, las que habían tenido un impacto masivo en la capacidad de hacer frente a esta crisis sanitaria, en términos del número de muertes pero también en términos de las condiciones de trabajo imposibles y los enormes sacrificios impuestos al personal. Incluso antes del Covid, estos sectores estaban involucrados en luchas en todo el mundo contra el efecto de las políticas neoliberales en sus condiciones de trabajo y en la calidad y accesibilidad de sus servicios. Su apoyo en la sociedad ha crecido enormemente. En esos servicios esenciales, la lucha continuará para asegurar que no se vuelva a la «normalidad» de antes: estar mal pagadas, infravaloradas y sobrecargadas de trabajo.
La desastrosa gestión de la pandemia se repite ahora con la vacunación. A nivel internacional, la lentitud de la vacunación y la distribución desigual plantean el riesgo muy real de que el COVID-19 domine nuestras vidas todavía durante mucho tiempo, ya que siguen desarrollándose nuevas variantes. Liberar la patente y difundir la tecnología y los conocimientos técnicos para garantizar que la vacuna pueda producirse en todas partes sería un paso lógico y necesario, pero esto choca con los intereses de las grandes farmacéuticas. Distribuir la vacuna en todo el mundo a una velocidad suficiente requiere además crear un servicio sanitario capaz de ofrecer una atención universal de calidad, con infraestructuras, personal y medios suficientes a su disposición. Los problemas actuales de la vacunación apuntan a la misma necesidad que el conjunto de la gestión de esta crisis sanitaria: hay que deshacerse fundamentalmente de la lógica que hace prevalecer los beneficios privados sobre las necesidades humanas.
Se necesita urgentemente una inversión masiva en asistencia sanitaria pública de alta calidad, accesible para todos. Los trabajadores de la sanidad de todo el mundo han luchado para que se destinen más medios a su sector y, en muchos lugares, han podido conseguir inversiones adicionales y el tipo de aumentos salariales que en la época anterior al coronavirus sólo podían ser un sueño. Bajo la presión de la lucha laboral en el sector y el apoyo masivo de la sociedad a los trabajadores de la sanidad, en Bélgica los gobiernos federales y regionales liberaron alrededor de 3.000 millones de euros, la mayor parte de ellos destinados a aumentos salariales y primas; en Francia los trabajadores de la sanidad obtuvieron 7.500 millones de euros en el acuerdo salarial del pasado verano. Cantidades ingentes, pero no suficientes para hacer frente a las carencias de infraestructuras y a la escasa dotación de personal. El problema de la mercantilización y la privatización también sigue sobre la mesa y formará parte de la lucha en los próximos años: en ningún lugar el número de muertes ha sido tan elevado como en las residencias privatizada.
La lucha contra el machismo en todas sus formas ha continuado. En el último año el movimiento “Me Too” se ha extendido a nuevas regiones como los Balcanes y China, donde en otoño del año pasado dos casos de violencia de género provocaron una amplia indignación pública en las redes sociales y la censura de las mismas. En el caso de Fang, asesinada a golpes por su marido y los padres de éste a causa de su infertilidad, la oleada de indignación pública por la indulgencia de la condena a los asesinos llevó a las autoridades judiciales a prometer un nuevo juicio. En otros países estamos asistiendo a una segunda oleada. En Francia hubo un «je dis non chef!» (Yo digo “No, chef”), con miles de trabajadoras de la hostelería denunciando el acoso sexual en el trabajo, pero también un “Me Too” específico reclamando atención para el problema del incesto.
La lucha de los trabajadores por la salud y la seguridad en el trabajo no pudo detenerse, ni siquiera con el freno que le pusieron las direcciones sindicales. Pero mientras que en la mayoría de los lugares la lucha se adaptó para ser seguras frente al coronavirus, cuando se vio sometida a un ataque directo, los movimientos de masas estallaron a pesar del riesgo de infección o de las restricciones de cierre. No hay manera de que las mujeres que participaron en el movimiento feminista en los últimos 10 años se detengan, ni tampoco las que participan en las luchas de sectores altamente feminizados como la sanidad y la educación por la revalorización de su trabajo o en el comercio minorista y la limpieza por contratos y salarios decentes. No vamos a aceptar esta amenaza.
¡El feminismo socialista es más necesario que nunca!
En el último año, las secciones de ASI y los grupos de ROSA internacionalmente han desempeñado un papel importante en países como Irlanda, Rusia, Brasil, Austria y Bélgica, traduciendo la rabia de las mujeres en una lucha activa en las calles, en las escuelas y en los centros de trabajo. Luchamos por construir la solidaridad y por involucrar a las organizaciones de la clase trabajadora en la lucha contra todas las formas de discriminación, entendiendo que el capitalismo está en la raíz de cada una de ellas. Al luchar contra todos los ataques y por cualquier reforma o concesión que podamos obtener en la situación actual, también apuntamos a la necesidad de cambiar fundamentalmente la sociedad, para deshacernos de la élite ávida de beneficios que gobierna la sociedad en su propio interés a costa de cientos de miles de vidas humanas.
Las protestas del 8 de marzo del año pasado nos dieron la magnífica y enorme huelga en México y manifestaciones masivas en un gran número de países. Este año muchas movilizaciones se verán restringidas por la situación del virus y las restricciones, pero llamamos a todas las personas que quieran luchar por un mundo en el que las mujeres dejen de ser ciudadanas de segunda clase y puedan ocupar el lugar que les corresponde en la sociedad, a conmemorar esta fecha con acciones en torno a las demandas que impone la espantosa crisis a la que nos ha llevado el capitalismo.
Entre ellas, una estrategia de vacunación para asegurar que haya una luz al final del túnel: una vacunación rápida y universal tomando las empresas sanitarias y farmacéuticas en manos públicas, bajo el el control de la clase trabajadora para asegurar que funcionen para responder a las necesidades de la mayoría de la población. Es necesaria una inversión masiva para restablecer una sanidad pública de calidad, accesible a todos y que no utilice a su personal como mártir, sino que ofrezca condiciones de trabajo y salarios dignos.
Lo mismo ocurre con servicios esenciales como la educación y la atención a la infancia. Las escuelas tuvieron que cerrarse no sólo por el desarrollo del virus, sino también porque décadas de falta de inversión y recortes hicieron que no hubiera el tipo de infraestructura y personal necesario para poder abrir con seguridad. Se necesita una inversión masiva para crear escuelas seguras, y también para crear formas seguras de llegar a la escuela mediante la inversión en transporte público.
La lucha contra la violencia de género ha sido una característica creciente en todo el mundo en la última década. Los gobiernos han proporcionado refugio temporal a las víctimas de la violencia doméstica -mujeres, niños, jóvenes LGBTQI-, pero es necesario mucho más. La violencia de género no surgió como resultado de la pandemia y no se resolverá con medidas temporales. Servicios públicos decentes, como centros de acogida, ayuda social y psicológica a las víctimas, formación del personal de todos los servicios que se ocupan de este problema, incluida la policía y el personal del sistema judicial, una educación sexual en las escuelas decente que incluya a las personas LGBTIQ+ y que haga hincapié en el consentimiento; y la elaboración de terapias para los agresores para contrarrestar la reincidencia, son demandas inmediatas por las que tenemos que luchar para reaccionar ante el problema tal y como se plantea hoy.
Pero para prevenir la violencia de género es necesaria una lucha decidida por la independencia económica de las mujeres: puestos de trabajo decentes con contratos seguros y salarios dignos para todos, incluyendo la lucha por un salario mínimo con el que se pueda vivir; reducción de la jornada laboral sin pérdida de salario para luchar contra el desempleo; servicios públicos que garanticen que las mujeres puedan participar plenamente en la sociedad colectivizando gran parte de lo que se considera tareas domésticas; sistemas de seguridad social que aseguren que las personas que no pueden trabajar reciban prestaciones que no las condenen a la pobreza; viviendas asequibles que sólo se conseguirán mediante una inversión masiva en vivienda social.
Los cierres han reducido la vida social a casi nada, creando enormes problemas de salud mental, ya que los seres humanos no están hechos para estar solos todo el tiempo. Sectores enteros como el de la hostelería, el de la cultura y el de los eventos están sufriendo ahora una oleada de quiebras, que se acelerará cuando se acabe el apoyo estatal. Estos sectores tienen una gran importancia en la vida recreativa y social de la gente, pero han sido privatizados casi por completo en las décadas de dominio neoliberal, dejando a los jóvenes y a los trabajadores de a pie de las ciudades sólo con sus cuatro paredes. Hay que luchar por el apoyo a las pequeñas empresas de estos sectores sobre la base de una necesidad demostrada, al igual que la creación de instalaciones recreativas públicas para ofrecer estos servicios a la población, pero también para crear puestos de trabajo para una mano de obra que corre el riesgo de estar en paro masivo.
Para disponer de los medios para pagar un programa de este tipo, luchamos por la nacionalización del sector financiero y de los sectores clave de la economía para que los medios que produce la clase obrera internacional puedan utilizarse realmente para planificar democráticamente la producción al servicio de los intereses de la mayoría de la población mundial. En una sociedad capitalista los beneficios son la principal preocupación, lo que conduce a la precariedad y a la miseria de amplias capas de la población, con discriminaciones sistemáticas de todo tipo como aspecto inherente a la sociedad, pero también a la destrucción del medio ambiente.
Estas son las reivindicaciones que queremos plantear en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y las luchas con las que nos comprometemos. Para conseguirlas necesitamos la mayor unidad posible entre la clase trabajadora y las capas oprimidas de la sociedad: mujeres, jóvenes, personas de color, personas LGBTIQ+ y otras minorías oprimidas. Para ganarlos todos necesitamos arrebatar el poder y el control a las élites gobernantes que se han enriquecido aún más a costa de esta crisis masiva que golpeó a la humanidad el año pasado y poner el poder del Estado en manos de la mayoría de la población para reorganizarlo completamente al servicio de los intereses de la mayoría y del planeta – sólo la clase obrera, unificada en su gran diversidad, tiene el poder potencial en la producción y en la sociedad en su conjunto para hacerlo.
Nos comprometemos a luchar por el socialismo, una sociedad en la que la democracia no se limita a poder votar cada cierto tiempo, sino que significa que la mayoría de la población participa en la toma de decisiones sobre lo que se produce y cómo. Hacemos un llamamiento a todos los que quieran luchar para que se unan a nosotros en estas luchas y en la construcción de los movimientos y organizaciones que necesitamos para ganar.