CATHERINE CONNOLLY DERROTA AL ESTABLISHMENT POLÍTICO DE DERECHA EN IRLANDA ¿QUÉ SIGUE?
La victoria de Connolly y el bajísimo resultado de Heather Humphreys suponen un duro golpe para el Gobierno del Fianna Fáil y el Fine Gael. Ha sido un rechazo a su postura dócil ante el genocidio en Palestina, que ha diluido la Ley de Territorios Ocupados hasta convertirla en una ley simbólica e ineficaz, cediendo a la presión de las grandes empresas estadounidenses. Constituye así un revés para sus continuos esfuerzos por eliminar el Triple Lock y alinearse con la militarización de la UE y una mayor integración en la OTAN.
Por Finghin Kelly, Socialist Party (PRIM en Irlanda)
Catherine Connolly ha ganado las elecciones presidenciales por una mayoría aplastante. Se trata de una victoria importante para una candidata independiente de izquierda, y un golpe humillante para el gobierno, los medios de comunicación convencionales y el establishment en general.
Desde el momento en que anunció su candidatura, Catherine Connolly se enfrentó a una campaña de desprestigio orquestada y casi sin precedentes por parte de las fuerzas mencionadas. A pesar de estas presiones, mantuvo una postura firme y defendió su posición, resistiendo la presión para suavizar su política. Esto es digno de elogio.
En su campaña, puso en primer plano la solidaridad con Palestina, la oposición a la militarización y la crítica al modelo neoliberal de vivienda y de los servicios públicos. Se opuso a la división racista y defendió los derechos de las personas con discapacidad y de los cuidadores, así como los recursos para la lengua irlandesa y las comunidades de habla irlandesa. Fue la única candidata que habló sobre la crisis climática y ecológica.
Por ello, la campaña de Connolly contó con un apoyo especialmente grande entre los jóvenes. Una encuesta de Ireland Thinks realizada dos días antes de las elecciones reveló un apoyo masivo del 83% entre las personas de 18 a 34 años. Esto refleja claramente el profundo deseo de una gran parte de los jóvenes de un cambio progresista y de izquierda, así como su solidaridad con Palestina.
Ganando apoyos
La campaña atrajo a 15,000 personas que se inscribieron con grupos locales en cada circunscripción y presencia en universidades y centros de enseñanza superior. Se recaudaron cientos de miles de euros en línea a través de pequeñas donaciones con un promedio de poco más de 30 euros. El núcleo de estos grupos lo formaban miembros y simpatizantes de los distintos partidos que apoyaban a Connolly, pero también incluía a muchas personas sin afiliación política que, sin embargo, habían participado activamente en el movimiento de solidaridad con Palestina, en campañas sobre vivienda, en la derogación de la octava enmienda y en la defensa de los derechos LGBTQ.
La victoria de Connolly y el bajísimo número de votos obtenidos de Heather Humphreys suponen un duro golpe para el gobierno del Fianna Fáil y el Fine Gael. Ha sido un rechazo a su postura dócil ante el genocidio en Palestina, que ha diluido la Ley de Territorios Ocupados hasta convertirla en una ley simbólica e ineficaz, cediendo a la presión de las grandes empresas estadounidenses. Es un revés para sus continuos esfuerzos por eliminar el Triple Lock y alinearse con la militarización de la UE y una mayor integración con la OTAN. Un estudio reciente encargado por Uplift mostró que la dependencia del capitalismo irlandés de un modelo económico de inversión extranjera directamente dominado por las empresas estadounidenses ha dado lugar a “un profundo vínculo estructural con Israel que convierte a Irlanda en el segundo mayor importador mundial de productos israelíes”. La victoria de Connolly es otra reprimenda a esos lazos económicos que respaldan el apartheid y el Estado sionista. También es una señal de la ira generalizada contra el FF/FG y la clase política, y del deseo de cambio, especialmente entre los jóvenes, así como del potencial de un mensaje de izquierda para aprovecharlo.
La victoria de Catherine Connolly será vista hoy internacionalmente como un faro de solidaridad con el pueblo palestino y contra el genocidio. Por lado contrario, será recibida con repulsa por los comentaristas a favor del capitalismo y del imperialismo en los medios de comunicación “convencionales”.
Una clase política desconectada de la realidad
Esta campaña ha dañado gravemente la credibilidad del Fine Gael y del Fianna Fáil.
En la actual época de capitalismo en crisis, la clase dominante en Irlanda es incapaz y no está dispuesta a resolver las crisis a las que se enfrenta la clase trabajadora, desde la vivienda hasta el medio ambiente. También existe por su parte el deseo de alinearse con las principales potencias imperialistas occidentales en los conflictos globales. En este contexto, tener un presidente que denunciara las injusticias a nivel nacional y cuestiones como el genocidio de Gaza a nivel internacional, como hizo Michael D. Higgins cada vez más hacia el final de su segundo mandato, resultaba inconveniente. Deseaban fuertemente volver a tener un presidente que “se mantuviera en su sitio” y se limitara esencialmente a firmar proyectos de ley y atender eventos deportivos.
Con este fin, el Fianna Fáil seleccionó a Jim Gavin, un “candidato famoso” sin experiencia política. En su breve etapa como candidato, dejó claro que sería “apolítico” y que siempre respaldaría discretamente al gobierno. Micheál Martin esperaba evitar que un veterano del Fianna Fáil como Bertie Ahern fuera el candidato, ya que esto recordaría al público el pésimo papel que desempeñó el partido en la inflación de la burbuja inmobiliaria, la crisis económica y los años de austeridad.
Sin embargo, ¡resultó que Jim Gavin sí seguía esta tradición después de todo! Como propietario, se había embolsado 3,300 euros que recibió de un inquilino debió a un error bancario. Esto a pesar de que el inquilino persiguió tenazmente el dinero, llegando incluso a contratar a un abogado para recuperarlo. Micheál Martin se encuentra ahora muy debilitado por su designación, impuesta desde arriba, de Jim Gavin como candidato del Fianna Fáil.
El Fine Gael también ha tenido una campaña desastrosa. Heather Humphreys, una ministra veterana de gobierno muy cercana políticamente a Simon Harris, presidió todo el impopular historial del Fine Gael, desde las políticas de austeridad hasta la crisis de la vivienda. Como ministra, el año pasado intentó atacar los derechos de las personas con discapacidad con un Green Paper de corte conservador que proponía obligarlas a renunciar a las prestaciones y a aceptar trabajos inadecuados.
Durante la campaña, también defendió las políticas de austeridad, el historial del gobierno en materia de vivienda, su enfoque del proyecto de Ley sobre los Territorios Ocupados y se negó a criticar a la UE y su apoyo a Israel y al amento de la militarización. También se mostró abiertamente a favor de la caza del zorro, que describió repetida y falsamente como una “actividad rural”.
Era una candidatura del Fine Gael firmemente progubernamental. Sin embargo, también ha destacado el escandaloso nivel de difamaciones y campaña negativa por parte del Fine Gael y sus partidarios en la clase política y los medios de comunicación, lo que ha dejado un mal sabor de boca a la gente.
Una vergonzosa campaña de desprestigio
Las calumnias y difamaciones fueron implacables tan pronto como las encuestas mostraron que Connolly iba a la cabeza. El exministro del Fine Gael, Ivan Yates, mientras reflexionaba sobre qué consejo le daría en un podcast, dijo: “Sé testaruda, ¿quieres a un miembro del IRA en el Parlamento? ¿Es una agente rusa? Yo la difamaría sin piedad simplemente porque no tienes nada que perder”. Y eso fue exactamente lo que hizo el Fine Gael.
Los ataques fueron incesantes y cada vez más incoherentes y extraños. Se acusó a Connolly de estar alineada con Rusia, de ser “antieuropea”, de apoyar al antiguo dictador sirio Assad, de infringir las normas de seguridad en el Oireachtas, de hipocresía por su papel como abogada y estar en contra de los derechos de las mujeres. También se acusó a sus seguidores de proferir insultos sectarios. Lo más ridículo fue la crítica de que, en un video viral en el que se veía a Connolly jugando al baloncesto con unos niños, ¡no se dejaba ganar por ellos!
Estas calumnias fueron facilitadas y amplificadas por gran parte de los medios de comunicación convencionales. Aoife Moore, periodista que trabajó en la oficina de prensa de la campaña de Catherine Connolly, reveló los vínculos entre el Fine Gael y gran parte de los medios de comunicación:
“Durante los debates, el Fine Gael envía mensajes de texto con líneas de ataque a los periodistas. A menudo me los reenvían directamente mis colegas periodistas y, minutos después, las mismas preguntas que el Fine Gael les pide que hagan aparecen en la bandeja de entrada de prensa de Connolly”.
Las difamaciones se produjeron en todos los principales medios de comunicación, pero hubo varios casos que destacaron. El Sunday Independent, en su edición previa a las elecciones, publicó 11 artículos contra Catherine Connolly y ninguno a su favor. También hubo un contraste entre cómo a Humphrey, en una entrevista en la RTÉ, le preguntaron por sus mascotas y dónde guardaba la tostadora, ¡mientras que Catherine Connolly fue interrogada por el mismo presentador sobre si contrataría a un delincuente sexual en Áras an Uachtaráin!
Estas tácticas difamatorias se volvieron en contra del Fine Gael. El apoyo a Heather Humphreys se estancó en las encuestas. En mitad de su campaña, el apoyo al Fine Gael y al Fianna Fáil cayó a su nivel más bajo en la historia de las encuestas de opinión (IPSOS/B&A 14/10/25), situándose en un 35% de los votos combinados.
El hecho de que creyeran que esas difamaciones funcionarían y que aumentaran su intensidad a pesar de que no funcionaban, muestra una profunda desconexión entre la clase política y la población en general. Lo hicieron porque eran incapaces de presentar una posición que realmente resonara positivamente entre la gente común. La campaña de difamación torpedeó una campaña ya condenada al fracaso para el Fine Gael, pero el daño podría ser más duradero.
La extrema derecha y los votos nulos
La victoria de un candidato de izquierda que se posicionó contra el racismo es un avance importante. La campaña de Connolly demostró el potencial de construir una campaña progresista y antirracista basada en principios. Sin embargo, el elevado número de votos nulos –aunque significativamente inferior al número de votos obtenidos por Connolly– es una clara advertencia de la capacidad de las fuerzas de extrema derecha para sacar partido del enfado y el descontento existentes.
Esto se produjo tras el fracaso de la millonaria activista anti abortista y anti-LGTBQ Maria Steen y de otros candidatos de derecha y extrema derecha para aparecer en las papeletas electorales. Si bien el proceso de nominación para las elecciones presidenciales es claramente antidemocrático y deja mucho margen a los partidos del establishment para controlar quién puede presentarse a las elecciones, el núcleo de la campaña a favor de los votos nulos fue organizado por grupos populistas de derecha y de extrema derecha. Estos se verán impulsados por el nivel de votos nulos y tratarán de sacar provecho de ello en el futuro.
Durante la semana de elecciones se produjeron disturbios en Citywest, Dublín, donde la extrema derecha trató vergonzosamente de explotar y utilizar como arma la horrible agresión sexual a una niña de 10 años. Sin duda, esto contribuyó al impulso de la campaña a favor de los votos nulos y supuso una nueva advertencia de la profunda influencia maligna que estas fuerzas tienen en la sociedad y de la necesidad de construir una izquierda socialista para contrarrestarlas.
Todo esto demuestra la urgente importancia de construir una alternativa clara de izquierda y socialista, y de crear movimientos activos contra el racismo, la misoginia y la transfobia, a favor de la vivienda y los servicios públicos, y de seguir fortaleciendo el movimiento de solidaridad con Palestina.
¿Oportunidades para un gobierno alternativo?
La campaña y la elección de Connolly han abierto un nuevo debate sobre la idea de un gobierno alternativo que podría apartar al Fianna Fáil y al Fine Gael del poder por primera vez en la historia. La campaña de Connolly contó con el respaldo oficial de todos los principales partidos de la oposición: Sinn Féin, Partido Laborista, Socialdemócratas, People Before Profit–Solidarity y Los Verdes. Esta iniciativa se ha descrito ampliamente como una “izquierda unida”.
En realidad, aunque la política de Catherine Connolly no es de izquierda socialista radical, está claramente a la izquierda de todos estos partidos (excepto People Before Profit–Solidarity) en la mayoría de las cuestiones clave, desde la neutralidad hasta la vivienda y los derechos de las personas con discapacidad. Esto se puso de manifiesto en su disposición a criticar con dureza el papel del imperialismo estadounidense y europeo en relación con Palestina y la militarización.
Las elecciones han demostrado sin duda que los dos principales partidos del capitalismo irlandés tienen una base más reducida en la sociedad. Debido a años de políticas contrarias a la clase trabajadora, no han sido capaces de ganarse un apoyo entusiasta y se han ido debilitando progresivamente. Su verdadera naturaleza se puso aún más de manifiesto durante la campaña con un presupuesto que destinaba miles de millones a promotores inmobiliarios, constructores y cadenas de restaurantes, al tiempo que aumentaba la presión sobre los trabajadores con ingresos bajos y medios y los servicios públicos.
Ahora existe un deseo fuerte y extremadamente positivo de sacar a estos partidos del poder y ver un cambio real en la política del gobierno. Muchos también ven correctamente el apoyo y entusiasmo potenciales que podría generar un fuerte desafío de la izquierda en las próximas elecciones. Apoyamos totalmente la derrota del FF/GG y, si es posible, cualquier diputado del Partido Socialista elegido en las próximas elecciones generales utilizará sus votos para sacar al FF y al FG del gobierno.
Sin embargo, la eliminación de estos partidos solo traerá un cambio real si se vincula a las políticas que puedan transformar realmente la vida de las personas poniendo fin a las múltiples crisis crónicas de la sociedad irlandesa, ya sea en materia de salud, vivienda, asistencia o clima. Esto significa romper con el modelo económico del capitalismo irlandés, un paraíso fiscal para las grandes empresas y los ricos, con crisis perpetuas para la mayoría de la clase trabajadora. Lamentablemente, parece que el Sinn Féin, el Partido Laborista, los Socialdemócratas y los Verdes no están dispuestos a hacerlo. Cuando partidos como el Laborista y los Verdes han participado en gobiernos anteriores con el Fine Gael y/o el Fianna Fáil, han supervisado la aplicación de la austeridad, la crisis de la vivienda y la continua falta de financiación de los servicios públicos.
Lograr un cambio real y radical
Para que se produzca un cambio real, necesitamos expulsar al FF y al FG, sí, pero también necesitamos expulsar su ideología y sus políticas fallidas y corruptas a favor del mercado, las grandes empresas y el imperialismo. Es fundamental que los socialistas señalen esto y promuevan el debate sobre el cambio real, y no otorguen credenciales de izquierda a los partidos simplemente porque no son el FF ni el FG.
Que haya o no una opción clara depende de cómo partidos como Sinn Féin, Laboristas, Socialdemócratas y Verdes planeen llevar a cabo el cambio. ¿Proponen romper con las políticas promercado y la priorización de los intereses capitalistas, es decir, un cambio real? ¿o simplemente proponen políticas promercado alternativas, es decir, un cambio mínimo? Es necesario un cambio real, radical y anticapitalista y, lo que es más, es posible. Pero lo que eso significa y cómo se puede llevar a cabo debe destacarse, debatirse y discutirse, y no ocultarse o tergiversarse sembrando ilusiones en fuerzas políticas que no tienen interés en tal cambio.
Por ejemplo, para resolver la crisis de la vivienda es necesario romper con el modelo lucrativo que da prioridad a los intereses de los propietarios y promotores privados. La vivienda debe proporcionarse en función de las necesidades. Necesitamos la construcción masiva de viviendas sociales y asequibles, lo que requerirá una empresa constructora estatal basada en la nacionalización de las principales empresas constructoras. En términos más generales, el cambio real que necesitamos tanto para la gente común como para el medio ambiente no se logrará si Irlanda sigue siendo un paraíso fiscal y la riqueza y los recursos clave sigan siendo de propiedad y control privados.
Un gobierno que no sea del FF/FG –aunque se autodenomine “de izquierda”– que no rompa con la lógica del mercado y no se enfrente a los intereses creados que se benefician del status quo, inevitablemente decepcionará y podría crear un mayor espacio para la extrema derecha, especialmente si ese gobierno ha sido aplaudido por los socialistas. Partidos como el Sinn Féin, el Partido Laborista, los Socialdemócratas y los Verdes deberían ser desafiados a aceptar ese cambio, no solo recibir un pase libre.
Una izquierda genuina también tendrá que adoptar una postura de principios sobre la división racista. Lamentablemente, eso no es lo que hemos visto recientemente en el Sinn Féin. La semana pasada, contribuyeron a aumentar las tensiones contra los inmigrantes tras la horrible agresión a una niña en Citywest, cuando Mary Lou McDonald respondió al incidente en el Dáil pidiendo que se acelerará las deportaciones. El Sinn Féin también ha atacado vergonzosamente los derechos de las personas trans en el norte al apoyar la prohibición de los bloqueadores de pubertad.
Actúa, organízate
Celebramos con entusiasmo la derrota del FF y el FG en estas elecciones y las oportunidades que esto abre. Demuestra que un candidato de izquierda puede derrotar a los dos principales partidos tradicionales del capitalismo irlandés. Debemos canalizar ese entusiasmo hacia un movimiento por el cambio anticapitalista y socialista, un movimiento que ya no acepte el inaceptable status quo del genocidio, la opresión, el ecocidio, la desigualdad y el dominio de los multimillonarios.
La victoria de Catherine Connolly debería darnos la confianza necesaria para creer que ese movimiento se puede construir. Lo que ahora es vital es que todos aquellos que se sienten entusiasmados y animados por esta victoria, que ven la amenaza real a la que nos enfrentamos ahora por parte de una extrema derecha cada vez más organizada y envalentonada, y la necesidad de un cambio radical en Irlanda y a nivel internacional, tomen la decisión de ponerse manos a la obra para construir fuerzas genuinamente de izquierda y socialistas.


