El triunfo arrollador de Claudia Sheinbaum con 59% de la votación, frente al 29% de Xóchitl Gálvez, ratifica el espíritu de cambio expresado en las urnas desde 2018. La derrota de la derecha, 2 a 1, es sin duda un nuevo paso adelante de las y los trabajadores y oprimidos contra la miseria y el hambre. Sin embargo, la caída de la Bolsa Mexicana de Valores un día después de la elección en casi 6 puntos, la mayor desde el comienzo de la pandemia de Covid 19, es un mensaje medianamente claro de los mercados e inversionistas y muestra las nuevas dificultades para consolidar los deseos de la mayoría.

Por Alternativa Socialista, ASI en México

AMLO presidente

Las elecciones de 2018 marcaron un antes y después en la lucha de clases en México. A diferencia de 2006 y 2012 cuando la burguesía impidió el triunfo de AMLO por medio de sendos fraudes electorales, en esa ocasión, ante el temor de un potencial estallido social en caso de una nuevo fraude, la clase dominante y sus partidos se vieron obligados a retroceder y a aceptar a regañadientes el triunfo electoral del Morena y su candidato. Por encima de cualquier otra cosa, el resultado más relevante de esa elección fue que las masas explotadas y oprimidas demostraron que la burguesía puede ser arrinconada a pesar de su monopolio sobre el Estado, el ejército y sus multimillonarios medios de información y manipulación masiva. Incluso no obstante su santa alianza con el Clero y sus voceros en el púlpito a favor de la derecha.

Es en ese marco de confianza en sus propias fuerzas, pero también inspiradas en el recuerdo de los sistemáticos ataques salvajes de los gobiernos del PRI y del PAN contra las condiciones de vida y de trabajo, es en el que se vuelca masivamente a las urnas la clase trabajadora y el campesinado pobre este 2 de junio, para nuevamente cerrarle el paso a los partidos de derecha para favorecer a Claudia Sheinbaum, de MORENA, sobre Xóchitl Gálvez de la grotesca coalición PAN-PRI-PRD.

Si bien es cierto que las reformas impulsadas por AMLO han sido limitadas, aún así fueron lo suficientemente significativas para las masas oprimidas como para ser contrastadas con el enorme retraso social heredado de los partidos de derecha y encontrando en ello un poderoso estímulo para usar el voto como un mecanismo en defensa de las conquistas sociales logradas hasta el momento. Bastaría mencionar el incremento del salario real en más del 100% en los últimos seis años, que contrasta con los ridículos y humillantes incrementos salariales de los gobiernos del PRI y el PAN de apenas algunos puntos porcentuales. Por no señalar el abanico de programas sociales como Jóvenes Construyendo Futuro, las becas para estudiantes de universidades públicas o la pensión universal para adultos mayores que ha significado un verdadero alivio para millones de trabajadores y campesinos en el país.

Tales reformas son acompañadas, a su vez, por la ausencia de ciertos avances sociales debido a la propia política de conciliación que imperado ha en muchas áreas del gobierno como la actual reforma a la jornada laboral, la cuestión de ruptura de relaciones con Israel, la erradicación de la violencia de género ejercida contra las mujeres o la aún virtual, por no decir, inexistente reforma fiscal. Sin embargo, y pesé a los límites de esta actitud, los logros conseguidos resuenan en la cabeza de millones de trabajadores siendo las amas de casa, las y los campesinos pobres, obreros y estudiantes, que según estadísticas nacionales, fueron la base del voto electoral de Morena y Claudia Sheinbaum. Sumando más de 9 millones de votos a nivel federal. Siendo un récord de participación histórico en la primera mujer presidenta de un México que lleva existiendo más de 200 años.

La derecha está en la lona, pero todavía se puede levantar

La nueva derrota de la derecha es sin duda una confirmación del espíritu de cambio entre millones de trabajadores y oprimidos en el país. Dejando claro que no está dispuesta a aceptar una vuelta al pasado ruin del priismo y el panismo, la clase trabajadora nuevamente dejó sentir su fortaleza, obteniendo otro significativo saldo: arrinconar como nunca al PAN, condenar a muerte a los traidores que se cobijan bajo las siglas del PRD y poner al borde de la extinción al que fuera por décadas el poderosísimo partido de la burguesía mexicana, el PRI. La derecha llegó dividida y en crisis a las elecciones y ahora, tras el apabullante triunfo de Claudia, el pronóstico para dichas fuerzas es la profundización de dicha crisis, llevándolas hacia una situación intolerable que las haga saltar en mil pedazos, modificando sustancialmente el régimen de partidos en este país.

La derrota de la derecha es no solo de sus partidos, que desde 2018 atraviesan una crisis que se agudizará tras las elecciones de este 2024. Es también la derrota moral y política de una capa de intelectuales y opinadores que protagonizaron las ideas de la derecha bajo el manto santo de la democracia. La elección les ha reventado en la cara a estos propagandistas de la miseria de las mayorías que desde hace tiempo viven descolocados de la realidad de las mayorías, y que hoy es más evidente frente a su absoluta incredulidad de los resultados que desde hacia meses anunicaban las encuesta.

La derrota sufrida por la derecha tras el triunfo de Claudia es la peor de su historia en términos de efectos nocivos sobre esta, sus fuerzas y su tradicional base social de apoyo, la pequeña burguesía, ahora tremendamente desmoralizada. Pero eso no significa el punto final para la derecha, quizá para sus siglas, en especial para el PRI, pero no significa su final en tanto corriente política. A pesar de estar en la lona, la derecha es la representación política de los dueños del capital, los empresarios y banqueros, además dispone de la entrega y apoyo incondicional de los monopolios informativos de la Radio y la TV. Todo ello junto a su sacrosanta alianza con la grey católica y ministros de otros cultos religiosos. Es decir, a pesar de todo la derecha cuenta aún con poderosísimo medios políticos y financieros como para reagruparse y lanzarse nuevamente, con las mismas siglas o con otras, por la conquista del aparato del Estado, ahora en manos de una izquierda reformista.

Pero no sólo es de lo que dispone la derecha para eventualmente recuperarse y conformar una fuerza capaz de disputarle la presidencia a Morena, sino que también cuenta en la ecuación lo que haga o deje de hacer Claudia al frente del Estado. Un eventual freno para la derecha no sólo consiste en continuar por el mismo camino de AMLO en las formas sociales, sino que es necesario ir más lejos aún, pues una política de conciliación de clases y de concesiones para la burguesía no sólo tendrá un efecto nocivo sobre los intereses de las familias trabajadoras, sino que además debilitará el apoyo popular hacia Morena, creándose condiciones favorables para que la derecha capitalice el descontento social. Exactamente como sucedió en Argentina cuando el gobierno del titubeante Alberto Fernández claudicó ante el Fondo Monetario Internacional, arrojando como saldo el encumbramiento del ultraderechista Milei, quien a la postre terminaría al frente del gobierno de dicha nación.

La amenaza de la ultraderecha no es ninguna exageración. Los intentos por presentarse como ganadores hasta el final han dejado claro que la amenaza ha estado y sigue ahí. Al respecto Xochitl ha señalado ya que impugnará los resultados, pese a haberlos reconocido en la noche del 2 de junio, dando muestras claras de un nuevo intento por judicializar las elecciones frente a su muy clara derrota por casi treinta puntos. Ello en continuación los llamados de la Marea Rosa, encabezada por los partidos de la derecha, para defender al Instituto Nacional Electoral frente a una propuesta de reforma por parte de Obrador. Lo que muestra que la derecha y la burguesía, aún derrotadas parcialmente, lucharán por impedir más y nuevos avances en beneficio del pueblo trabajador.

Por supuesto una recuperación de la derecha que la ponga en posibilidades de disputar seriamente la primera magistratura a Morena, no será automática ni estará exenta de contradicciones. Sin embargo, a pesar de su enorme putrefacción, la derecha no es una manzana madura que caerá al suelo por disposición de la ley de gravitación universal. Mientras exista capitalismo la derecha podrá recuperarse de cualquier descalabro sin importar su severidad. Entonces si lo que le da viabilidad a la derecha es el apoyo de los grandes monopolios de la industria, la banca, los medios informativos, etcétera, por consecuencia el camino es la expropiación de esos monopolios bajo el control democrático de la clase trabajadora.

¡No existe otro camino! Una concesión a los empresarios sólo se puede hacer bajo la condición de quitarle algo, directa o indirectamente, a las familias trabajadoras. Esa verdad es tan cierta en el momento que sea, pero lo es más aún en cuanto la economía entra en crisis, situación ante la cual no existe otro camino para tratar de salvar al capitalismo más que el de aplastar todas las conquistas sociales posibles.

La única forma de defender las reformas sociales impulsadas por AMLO e incluso ir más lejos en ellas, es aniquilando de raíz aquello que las pone en peligro, es decir eliminado el monopolio de los empresarios y banqueros sobre las principales palancas de la economía y los medios informativos. Ese es la única garantía que tenemos la clase trabajadora y el campesinado pobre de impedir que, por hablar sólo del pasado reciente, crisis económicas como la de los “errores de diciembre” de 1994 (Salinas y Zedillo) y la de 2008 con Calderón, terminen traduciéndose en desempleo masivo, pauperización salarial y, en resumen, más miseria y explotación para los explotados de este país.

Recuperemos Morena para las y los trabajadores, ¡Fuera los chapulines y arribistas!

Avanzar hacia la salvaguarda irreversible de las conquistas sociales logradas por el impulso de nuestra clase, demanda por otro lado una mayor y mejor organización del pueblo trabajador, de los explotados y oprimidos de la sociedad. Necesitamos un programa político que haga compatibles las reformas sociales con la tarea histórica del proletariado, consistente en aniquilar el monopolio del capital sobre los principales medios de vida, y en cantidad requerimos de un nivel de organización que asegure que en nuestras organizaciones, sindicatos y partidos, en este último caso Morena, nuestra voluntad sea la que domine los derroteros del día a día de dichas agrupaciones.

En los últimos años, artículo con artículo, hemos evidenciado las contradicciones que se desarrollaron al interior de Morena con el triunfo electoral de 2018. El cierre de los comités de base, la política de “puertas abiertas” de Delgado, las imposiciones de candidaturas y acuerdos cupulares impulsados por la derecha del partido fueron actitudes que desplazaron a las bases, reduciendo su militancia a la simple operación electoral en el periodo de campañas. Calificamos a Morena de un partido insalvable por las propias dinámicas que lo habían orillado a la virtual vida electoral, la nula discusión programática y el apoyo artificial a una política de ‘Unidad’ sin principios. Sin embargo, el resultado actual del triunfo, extraordinario en muchos aspectos, plantea la posibilidad de cambios en la situación de dicha organización. Especialmente el que una nueva oleada de militancia se desarrolle, planteando entre otras cosas la recuperación del partido para las bases morenistas.

El triunfo de Claudia, y más aún de personajes como Clara Brugada, es también un evento catalizador que va inspirar a nuevas y viejas capas de la militancia a dar la batalla contra la derecha y el oportunismo de su dirección. Y en tal caso, las y los socialistas debemos estar ahí, acompañando a esos miles de militantes que tienen la esperanza depositada en recuperar a su partido de las garras de Mario Delgado y compañía. Y también, al mismo tiempo, estar preparados para acompañar posibles confrontaciones al intentar romper con la política conciliadora de la dirección oportunista. Incluso, una ruptura por la izquierda o la derecha no es descartable, el proceso interno para la elección de los candidatos que comenzó en septiembre del año pasado y la posterior campaña solo han pospuesto temporalmente las confrontaciones dentro de Morena. Pero ahora, pasada la elección, estas confrontaciones volverán a la palestra del partido. En cualquier caso, lo cierto es que no se puede ignorar ni reducir la importancia que aún tendrá Morena en los próximos meses y años en la lucha de clases. La táctica de las y los socialistas, por lo tanto, debe centrar sus esfuerzos en analizar la actual correlación de fuerzas del partido con más simpatizantes entre la clase trabajadora e intervenir en dicho proceso, que aunque lleno de contradicciones nos puede permitir conectar y construir una fuerza política, más a la izquierda y con un programa socialista al interior y fuera del partido.

Necesitamos que Morena deje de ser un partido que sólo tenga vida en periodos electorales, para que se involucre en las diferentes luchas que se desarrollen a lo largo del país. Necesitamos un Morena que llame a la acción para apoyar, por ejemplo, a los obreros en huelga, a los campesinos y comunidades indígenas en defensa de la tierra y el campo, a los estudiantes que luchan para defender la educación pública, a las mujeres trabajadoras, niñas, preparatorianas y universitarias que exigen el derecho a la vida contra el feminicidio, a favor del aborto, etcétera,

Por ello, para profundizar la lucha es necesario que Morena rompa con el cretinismo parlamentario, es decir, con un perfil de lucha que plantea que la única vía posible para lograr alguna conquista social son las Cámaras de Diputados y Senadores. Y que ya ha obstaculizado luchas importantes como la reforma a la jornada laboral de 40 horas o la legalización del aborto en algunos Estados de la república. El frente parlamentario debe ser solo un apoyo y complemento de la movilización masiva en las calles pero jamás la sustitución de esta. Y esta presión parlamentarista será aún mayor en el próximo periodo, con la mayoría relativa que ha logrado el pueblo trabajador el peligro de que la dirección de Morena plantee que no es necesario movilizarse puesto que ya son mayoría es muy latente. Lo que no solamente puede significar el recrudecimiento de las tendencias parlamentaristas y desmovilizadoras, sino la consolidación de Morena como una maquinaria electoral desvinculada del movimiento real del pueblo trabajador y sus demandas.

El resultado de basar la lucha solamente en el frente parlamentario se puede medir con la enorme facilidad con que los partidos de derecha echaron para atrás, en complicidad con el poder judicial, algunas reformas aprobadas en las cámaras por la mayoría parlamentaria de Morena y sus aliados, incluida la reforma energética. Pero caminar por una senda distinta a la del cretinismo parlamentario y en el objetivo de impedir concesiones a la parasitaria clase capitalista, pueden encontrar una fuerte resistencia al interior de Morena. Nos referimos al caso de los llamados “chapulines”, elementos de derecha que migraron de sus partidos, el PRI y el PAN, a Morena, al calor del estrepitoso colapso de estos partidos en las campañas electorales. Muchos de ellos, tras las elecciones, ahora ocupan cargos de elección popular (alcaldía, gubernaturas, senadurías, diputaciones) y otros seguramente se integrarán como funcionarios públicos en el gobierno de Claudia y otros estados donde la izquierda sea gobierno.

La experiencia de personajes como Lilly Tellez, Germán Martínez o Alejandro Rojo Díaz Duran, demuestran que de los “chapulines” lo único que se puede esperar es la traición. Lo peor del caso es que esa capa de políticos de derecha al interior de Morena se fortaleció más que en el pasado con López Obrador, en el contexto de la precampaña y campaña de Claudia, con el falso argumento, esgrimido incluso por la presidenta electa, de que “no importa de dónde venimos sino hacia dónde vamos”. ¿Pero hacia dónde van todos esos chapulines arribistas y oportunistas? ¿Su dirección será la misma que la de nuestra clase social, la clase trabajadora? ¿Llegaron a Morena para defender el legado de reformas de AMLO? ¿Van en dirección a ayudar a Claudia a ir más hacia la izquierda? !No¡ La respuesta es no, mil veces ¡no!

El objetivo de todos esos arribistas es reproducirse como parásitos a costillas del Estado y por ello tarde o temprano van a traicionar, dándole la espalda a AMLO y a la propia Claudia. Pero otro objetivo de toda la derecha infiltrada en Morena será la de funcionar como muralla para frenar cualquier destello en la política de Claudia que ponga en riesgo los intereses de fondo de la burguesía y del imperialismo. En pocas palabras los chapulines son un frente al interior de Morena contra el impulso y la presión de los millones de mujeres y hombres de la clase trabajadora que apoyan a AMLO y que ahora ha llevado a la presidencia a Claudia Sheinbaum. Y para tener un mayor peso, los chapulines se organizarán y agruparán. Y no puede descartarse que incluso lo hagan en torno a figuras como Mario Delgado, Marcelo Ebrard y Ricardo Morneral, preparando así el camino para apropiarse de Morena.

Es por ello que los militantes y simpatizantes de Morena y el obradorismo debemos jugar un papel más protagónico organizando comités de base y de acción en cada barrio, colonia, poblado, fábrica. escuela, en donde recaiga la política del partido. Ponerle fin a la política de puertas abiertas a los chapulines pasa por ello por la democratización de Morena, para ponerla al servicio del pueblo trabajador con el objetivo de impulsar una política de clase para Morena y sus gobiernos, para luchar por un legitima democracia interna en dicho partido y, entre otras tareas, para depurar al morenismo y de elementos de derecha y de chapulines. Que son también un obstáculo que impide conectar con nuevas capas entre la clase trabajadora, las mujeres y la juventud con un potencial revolucionario de lucha al rechazar tajantemente estos elementos y exigir coherencia de un partido que se dice ser de izquierda.

Sin la base social de apoyo desempeñando un papel de verdadero peso al interior de Morena se corre el peligro de que los chapulines y demás elementos de derecha infiltrados en dicho partido, terminen transformándose en un obstáculo para que la causa de los más pobres y explotados avancen, e incluso lanzar ataques desde las propias filas de Morena contra las familias trabajadoras.

¡Sólo con la lucha en las calles lograremos avanzar!

Debemos cerrar el paso a una eventual recuperación de los partidos de derecha, ya sea con otras o con las mismas siglas. Y tenemos que cerrar la puerta al peligro de que la derecha infiltrada en Morena tome las riendas del partido e impulse una política reaccionaria a través del poder legislativo y los gobiernos de dicho partido. Por ello, además de organizarnos como clase para ser el peso que defina los rumbos de Morena y el obradorismo, también tenemos que retomar la movilización en las calles como una herramienta extraordinariamente poderosa para demostrar nuestra fortaleza y mantener a raya a la patronal, a su partidos, a los chapulines y arribistas y para purgar a Morena de elementos de derecha.

Pero también para hacer realidad los programas y reformas que plantee Claudia, pues la caída de la Bolsa de Valores solo un día después de la elección es un mensaje claro de la burguesía mexicana e internacional: ¡no vamos a retroceder! Ante ello, nuestra respuesta, la respuesta de los trabajadores y oprimidos debe ser ¡sólo con la lucha en las calles lograremos avanzar! Esto significa romper con la ilusión de que la mayoría calificada en el Congreso va a resolver todos los problemas. No es así, la burguesía cuenta con medios de comunicación, con medios económicos y con voceros y representantes en todos los niveles para dar la batalla política contra todos los intentos de cambio que pongan en duda sus intereses de clase.

Por ello, debemos vincular nuestra lucha a la de todos los demás sectores oprimidos y explotados por el capitalismo ahí donde estén. Pero esa vinculación para ser totalmente consecuente exige de nuestra parte luchar por un programa que al mismo tiempo que defiende las reformas sociales, llame a la clase trabajadora a organizarse y movilizarse para romper con el capitalismo. No puede existir victoria plena y definitiva sobre la derecha y los empresarios sin la movilización organizada de la clase trabajadora y el campesinado pobre, enarbolando un programa socialista.

¡Únete a Alternativa Socialista y lucha con nosotros por la organización revolucionaria de la clase trabajadora y demás sectores oprimidos por el capitalismo!