En 1917, las mujeres de la clase obrera iniciaron la revolución que detuvo la guerra – ¡Hagámoslo de nuevo!

Las feministas socialistas de todo el mundo marcharán y organizarán paros y huelgas contra la guerra imperialista, exponiendo una vez más la brutalidad de la opresión y la explotación capitalistas

En la víspera del 8 de marzo, el día internacional de lucha de la mujer trabajadora, la Internacional Socialista Feminista Rosa y Alternativa Socialista Internacional llaman a las mujeres de la clase trabajadora de todo el mundo a levantarse contra la guerra, la explotación, la opresión y el sistema que lo sustenta: ¡el capitalismo!

Como si las mujeres de la clase trabajadora no tuvieran suficientes razones para luchar contra todas las dificultades que tienen que soportar sobre sus hombros, la «Guerra Fría» entre EEUU y China por la dominación mundial se convierte en un conflicto militar activo, como está ocurriendo en este momento con la agresiva intervención y la horrible guerra llevada a cabo por el régimen ruso contra Ucrania, lo que añade otra amenaza existencial.

La guerra es la continuación de la política por otros medios, es el resultado de las crecientes tensiones imperialistas, desplegadas brutalmente a expensas del pueblo de Ucrania. Pero la guerra puede también dar a luz a la revolución. Y aunque parezca lejano en este momento, debemos recordar los numerosos ejemplos de mujeres de la clase obrera que se han levantado y organizado contra la guerra.

No porque las mujeres sean más pacíficas por naturaleza, como demuestran las numerosas mujeres políticas pro-capitalistas de las naciones imperialistas belicistas, sino porque las mujeres de la clase trabajadora se ven brutalmente afectadas por la guerra. Mientras se enfrentan a la perspectiva de tener que llorar por sus compañeros e hijos, que son reclutados para luchar en el frente, tienen la tarea de mantener el funcionamiento de la sociedad mientras se enfrentan al hambre y a las dificultades para ellas y sus hijos. Y como las mujeres de las zonas de conflicto militar saben por dura experiencia, también se enfrentan a la amenaza de la violencia sexual como arma de guerra para desmoralizar el campo enemigo. 

En la guerra actual, el recuento de muertes de civiles ya ha comenzado. Al despertarse con el sonido de los misiles y los disparos en las calles en la madrugada del 24 de febrero, el pueblo ucraniano está atrapado entre las fuerzas imperialistas que luchan por la dominación del mundo. Esto se produce tras semanas de belicismo por parte de Rusia, así como de la OTAN y de los Estados Unidos. El pueblo ucraniano, que ya sufre la escasez económica y la corrupción de su propia élite gobernante, no tuvo nada que decir en el conflicto que ha conducido a esta guerra; sólo sufrirá las consecuencias, con los precios de los alimentos y de la energía disparándose aún más, llorando a sus víctimas.

El grito por la paz es fuerte en toda la región: se han iniciado protestas inmediatas contra la guerra, también de forma importante en Rusia. No debe sorprender que el régimen reaccionario de Putin haya respondido a estas protestas con una represión severa. En las últimas semanas ha quedado claro que contando con las élites gobernantes de las naciones capitalistas o con organizaciones internacionales como la ONU y la OTAN no hay esperanza de paz. La lucha por la paz sólo puede venir de la propia clase trabajadora.

No es la primera vez en la historia que las mujeres socialistas tienen que luchar contra una guerra imperialista. En 1915 organizaron la primera conferencia socialista internacional contra la Primera Guerra Mundial, uniendo a socialistas de Rusia, Polonia, Alemania, Suiza, Italia, Holanda, Francia y Gran Bretaña cruzando líneas de batalla. Para entonces, ya habían comenzado a desarrollarse protestas y disturbios contra la inflación y la guerra en varios países beligerantes liderados por mujeres. Su manifiesto decía:

«¿Cuál es el propósito de esta guerra, que os inflige tan espantosos sufrimientos? Se os dice que es por el bien del país, la defensa de la patria. ¿Qué es el bien de la patria? ¿No significa el bienestar de los muchos millones que la guerra convierte en cadáveres, lisiados, desempleados, mendigos, viudas y huérfanos?

¿Qué ha puesto en peligro a la patria? ¿Son los hombres con otros uniformes del otro lado de la frontera? Ellos querían la guerra tan poco como sus propios maridos. Son igual de ignorantes en cuanto a por qué deben asesinar a sus hermanos que llevan uniformes diferentes. ¡No! La patria está en peligro por todos aquellos que se enriquecen con el sufrimiento de las amplias masas y basan su gobierno en la opresión.

¿Quién se beneficia de la guerra? Sólo una pequeña minoría en cada nación. En primer lugar, los fabricantes de fusiles y cañones, de blindajes y submarinos; los propietarios de los muelles y los proveedores del ejército. Para aumentar sus beneficios, fomentan el odio entre los distintos pueblos y contribuyen así al estallido de la guerra.

La guerra sirve a los intereses de los capitalistas en su conjunto. El trabajo de las masas desheredadas y explotadas ha producido montones de bienes que no pueden ser consumidos por sus creadores. Son demasiado pobres; ¡no pueden pagar! El sudor de los trabajadores ha producido estas mercancías; la sangre de los trabajadores se derrama ahora para conseguirles nuevos mercados en el extranjero.»

En 1917, las mujeres que estaban detrás de este llamamiento iniciaron la Revolución Rusa, el acontecimiento que condujo al final de la Primera Guerra Mundial. Negando a las élites gobernantes de las naciones imperialistas belicistas el derecho a decidir su destino, iniciaron la lucha que derrocó a su propia élite gobernante belicista. En contra de la propaganda masiva, hoy debemos empezar a construir un movimiento masivo contra la guerra y el imperialismo, llamando al movimiento obrero y al movimiento de mujeres a trabajar por la paz, entendiendo que la existencia continuada del capitalismo y del imperialismo siempre llevará a la guerra.

Son las mujeres de la clase trabajadora en Ucrania, en Rusia, en Bielorrusia, en Rumanía y en otros países de la región; son las mujeres de la clase trabajadora en «occidente», en Europa y en los EEUU; son las mujeres de la clase trabajadora en China, Hong Kong y Taiwán las que más sufren las tensiones imperialistas. Al igual que son las mujeres de clase trabajadora y pobres de Siria, Irak, Yemen y Afganistán cuyas vidas han sido las más destrozadas por los brutales bombardeos y ocupaciones imperialistas. Y son las mujeres de la clase trabajadora unidas las que tienen el poder de enfrentarse a ello.

Si los trabajadores, los jóvenes y las mujeres en Rusia desarrollan sus protestas y huelgas contra la invasión rusa en una lucha largamente esperada para derrocar el régimen autoritario, corrupto y misógino de Putin y sus cómplices, esa sería el arma más poderosa para retirar todas las tropas rusas de Ucrania.

Nos solidarizamos con nuestros compañeros en Rusia que, mientras se escribe este texto, participan valientemente en la construcción del movimiento antiguerra dentro de la propia Rusia – de la misma manera que hemos protestado frente a las embajadas rusas cuando nuestros compañeros fueron detenidos después de organizar protestas contra otras guerras o contra la violencia de género y a favor de los derechos LGBTQ+.

Si los trabajadores de Ucrania protestan y hacen huelga para tomar el poder en sus manos, expulsar a las élites corruptas y organizar su propia defensa a través de las diferentes comunidades, con sus propios intereses, y para vincular la lucha por los plenos derechos de las minorías, incluyendo el derecho de autodeterminación, se encontrarán con la solidaridad y el apoyo de la clase trabajadora y la juventud de todo el mundo.

Antes de decir «eso es imposible», recordemos el papel de las mujeres y de la clase trabajadora en las luchas de los últimos años, incluso en Bielorrusia y Kazajstán, los millones de jóvenes en la calle protestando por un «cambio de sistema, no un cambio climático», los millones de trabajadores de la sanidad y la educación organizándose y luchando por sus propias condiciones y por unos servicios públicos esenciales de calidad y accesibles para todos: ¡ésta es la poderosa fuerza a partir de la cual se puede construir un movimiento antiguerra!

Al convocar protestas contra la guerra en este Día Internacional de la Mujer, sabemos que se trata de un peso añadido, de otro riesgo para las condiciones de vida de las mujeres de la clase trabajadora. Esto se suma a las carencias a las que nos hemos enfrentado durante la pandemia, que vio caer los ingresos del 99% de la humanidad y obligó a otros 160 millones de personas a caer en la pobreza. Todo ello mientras los 10 hombres más ricos del mundo duplicaban sus fortunas.

Las mujeres fueron las víctimas más afectadas, con consecuencias a largo plazo: según el Informe sobre la Brecha Global de Género 2021 del Foro Económico Mundial, la brecha ha crecido 36 años en sólo 1 año. ¡La predicción del informe de 2020 indicaba que las mujeres tardarían 99,5 años en alcanzar algunos parámetros de igualdad, hoy la predicción ha subido a 135,6 años!

Pero la pandemia también ha demostrado que las trabajadoras son realmente esenciales para el funcionamiento de la sociedad: las mujeres constituyen la mayoría del personal de los servicios que estuvieron en primera línea en la lucha contra este virus que pone en riesgo la vida. No fueron los banqueros ni los políticos, ni la industria armamentística ni las grandes empresas, sino las mujeres de la clase trabajadora las que emprendieron esta lucha, arriesgando su propia salud y su vida. Esto les ha dado la confianza para luchar aún más duro que antes, con más apoyo de la sociedad, por el lugar que les corresponde en la sociedad, contra sus bajos salarios y una carga de trabajo insoportable después de décadas de austeridad neoliberal, contra el sexismo y la violencia de género, por una sociedad solidaria que no puede ser construida sobre los cimientos del capitalismo.

Además de construir un poderoso movimiento por los derechos de las mujeres, nuestro trabajo es también construir sindicatos fuertes, combativos y democráticos, presionando a las direcciones sindicales para que rompan sus vínculos con los partidos que socavan los derechos de los trabajadores y de las mujeres, y para que asuman la lucha por la sindicalización de las capas más oprimidas de la clase trabajadora, incluyendo a las mujeres y a los trabajadores negros e inmigrantes.

Cada vez está más claro que la guerra, la miseria y la opresión dentro del sistema capitalista no tienen fin. No luchamos por la igualdad del empobrecimiento, ni por la igualdad basada en hacer bajar los salarios y condiciones medias (comparativamente) mejores de los trabajadores masculinos. No creemos que tener más mujeres políticas o directivas vaya a cambiar nada en nuestras vidas. No nos conformamos con esta o aquella pequeña mejora. Luchamos por cambiar la forma en que se dirige la sociedad y la economía y en interés de quién.

Sólo una economía planificada, basada en la propiedad pública de los grandes monopolios que dominan la vida de millones de personas, bajo el control democrático de la clase obrera y las masas oprimidas, puede salvar vidas de la pobreza, la guerra y la enfermedad, y proteger a la naturaleza y a todos sus habitantes.

El planeta ya no puede soportar tanta devastación. Los efectos de la crisis climática han tenido un impacto inmediato en los más pobres, pero ya están empezando a afectar a todos. Por eso las feministas socialistas abogan por la expropiación de las grandes fortunas acumuladas con el sudor de nuestro trabajo mal pagado o no, y por la expropiación de los ricos para utilizar la riqueza, creada por nosotras y nosotros, los trabajadores y trabajadoras, para nuestro propio beneficio. Esto es necesario para reparar la destrucción creada por el sistema capitalista y sentar las bases de un mundo de paz, seguridad y dignidad. Es abominable que 252 hombres posean más que los mil millones de niñas y mujeres de África, América Latina y el Caribe juntos, pero somos las mujeres pobres y de la clase trabajadora las que pagamos la factura de la crisis capitalista.

Las mujeres trabajadoras, pobres y jóvenes de todo el mundo se han levantado para cuestionar sus terribles condiciones de vida y toda la opresión a la que están sometidas. Desde la lucha por el acceso al trabajo y a la educación en Afganistán, por los derechos sexuales y reproductivos en Irlanda, México, Argentina, Colombia y Corea del Sur, por el empleo en condiciones dignas en África, Asia y América Latina, por el derecho a la tierra y a un medio ambiente sano en Brasil, contra el racismo estructural en Estados Unidos y varios otros países. Contra la explosión de la violencia doméstica y familiar revelada durante la pandemia que ha puesto de manifiesto la realidad del feminicidio. En la lucha por los derechos democráticos en Sudán, China, Líbano, Myanmar y Bielorrusia, las luchas de los trabajadores de la sanidad, de los profesores y de muchos otros especialmente afectados por trabajar bajo el covid, en la que las mujeres a menudo estaban en primera línea. Todos estos ejemplos demuestran que no somos pasivos.

Cada vez más, las mujeres y los jóvenes de todo el mundo han cuestionado el capitalismo, que sólo puede ser patriarcal. Incluyendo el cuestionamiento de los roles de género restrictivos y retrógrados que se imponen a las personas de todos los géneros en aras de la sociedad de clases, así como las múltiples formas de violencia que sufrimos, intensificadas por las diversas formas de opresión sistemática basadas en el género, la sexualidad y la raza que son elementos integrales del sistema capitalista. Cada vez más, esta nueva generación radicalizada está llegando a la conclusión de que no tiene por qué ser así.

Los movimientos feministas de masas que se han desarrollado internacionalmente son temidos por la clase dirigente cuando avanzan en la lucha y, sobre todo, cuando adoptan y utilizan los métodos de lucha de la clase obrera, como la huelga, y cuestionan el propio capitalismo. Por eso, sectores de la clase capitalista tratan de apropiarse conscientemente, reclamar la dirección y desmovilizar el movimiento. Para nosotras, las mujeres trabajadoras, un «feminismo» que sólo pretende poner a las mujeres de la élite en los gobiernos y en los puestos de dirección de las empresas capitalistas, no sirve para nuestras necesidades y no proporciona ninguna manera de luchar contra la opresión de las mujeres como tal. El «empoderamiento» individual de las feministas liberales, es incapaz de lograr un cambio cualitativo en nuestras vidas y en las vidas de los innumerables cientos de millones de mujeres de clase trabajadora y pobres.

El feminismo liberal intenta hacernos creer en la posibilidad de un capitalismo humano. Sus defensores suelen acomodarse en sus propios puestos, mientras que nosotros tenemos que contentarnos con la perspectiva de la paridad de género… ¡en más de un siglo! No tenemos tanto tiempo, pero incluso si lo tuviéramos, bajo el capitalismo la brecha salarial de género nunca desaparecerá del todo, ya que las mujeres tienen que combinar su trabajo fuera de casa con el trabajo no remunerado dentro de ella. La igualdad de género en la élite de la sociedad, mientras continúa la explotación de la clase trabajadora, incluyendo el trabajo no remunerado y mal pagado de las mujeres, no cambiaría de forma fundamental la inhumanidad y brutalidad del sistema hacia las mujeres, la clase trabajadora y las masas pobres del mundo, una realidad a la que nos enfrentamos cada minuto de cada día.

Hoy miles de mujeres en todo el mundo sufren algún tipo de violencia y privación. El feminismo socialista lucha por la liberación de todas y todos. Para la emancipación real, necesitamos construir una nueva sociedad en la que las personas de la clase trabajadora se hagan cargo de la economía y la dirijan democráticamente en función de las necesidades, no del beneficio. Esta lucha por una nueva sociedad socialista es en sí misma un paso en la superación de la opresión de la mujer y sienta las bases para su total eliminación, ya que se basa en una nueva y elevada solidaridad y hermandad con los hombres trabajadores en la que no cabe ningún tipo de opresión.

Hacemos un llamamiento no sólo a las mujeres, sino a los hombres de la clase obrera, a los sindicatos, a los movimientos sociales, a los partidos de izquierda: ¡marcha y haz huelga con nosotros el 8 de marzo, pero toma las banderas del feminismo socialista todos los días del año! Muchas conquistas de los últimos años han sido posibles porque las mujeres han utilizado los mejores métodos de la tradición de lucha de la clase obrera. Los crecientes llamamientos a la huelga internacional impulsados por las mujeres en los últimos años con motivo del 8 de marzo son ejemplos prácticos de ello. No podemos olvidar que el 8 de marzo tiene en su ADN las huelgas y reivindicaciones de las mujeres trabajadoras por el pan, la tierra y la paz que llevaron a la Revolución Rusa de 1917. Podemos repetirlo, organizadas internacionalmente, con un programa común que se construya en las luchas de todos los rincones de este mundo – incluyendo el apoyo a nuestras hermanas y hermanos de la clase trabajadora de Ucrania y Rusia que se levantan contra la guerra imperialista y los que la apoyan y se benefician de ella.

Nos solidarizamos con las mujeres – y los hombres – de la clase trabajadora en todas sus luchas por la paz y la dignidad, contra la explotación y la opresión. Para nosotros, en ROSA y ASI, es imperativo que sigamos activos más allá del 8 de marzo. Llenaremos las calles respetando las medidas sanitarias para difundir nuestro mensaje, organizaremos huelgas y paros allí donde podamos y os llamamos a uniros a nuestras filas, y a construir con nosotras un movimiento feminista socialista que plantee la urgencia de un nuevo camino para la sociedad, sin opresión y sin explotación.

  • ¡Por un feminismo internacional socialista y antirracista!
  • Por una lucha internacional contra la guerra – ¡las mujeres de la clase obrera de Ucrania, Rusia y el mundo se unen contra la guerra y el imperialismo!
  • Por la expropiación de las grandes fortunas – ¡gestionar la economía bajo el control democrático de la clase obrera!
  • Por el fin de las desigualdades sociales – ¡sólo si somos dueños de la economía podremos acabar con la explotación!
  • Por la ruptura de las patentes y la nacionalización de las industrias farmacéuticas – ¡como salida a la pandemia y a otros problemas de salud relacionados con la pobreza!
  • Por la plenitud de los derechos sexuales y reproductivos: ¡recursos suficientes para la educación sexual, la anticoncepción y el acceso al aborto gratuito y seguro, así como la posibilidad de tener hijos sin caer en la pobreza!
  • Por el fin de la violencia contra las mujeres y por el fin de todas las formas de lgtbfobia – por un aumento inmediato del gasto público y el desarrollo de políticas para combatir la violencia contra las mujeres, incluyendo refugios y servicios de violencia sexual asequibles para todos. 
  • Por un salario digno y un puesto de trabajo garantizado para todas las personas que haga posible una vida independiente.
  • Por una vida digna sin violencia y con plenos derechos – mientras luchamos por cada grano de mejora en el mundo capitalista actual somos conscientes de que para conseguirlo, ¡necesitamos derrocar el capitalismo!