Furiosa represión en camino

Por Jesada Jitpraphakhan, Socialist Alternative (ASI en Estados Unidos)

En la noche del martes 30 de abril, cientos de agentes policiacos neoyorkinos con equipo antidisturbios irrumpieron en el campus de la Universidad de Columbia, hogar del primero de los casi 100 campamentos de protesta estudiantil a través del país en solidaridad con el pueblo asediado de Gaza. Esa mañana, un grupo de manifestantes había iniciado la ocupación del Hamilton Hall, al que rebautizaron Hind’s Hall, en honor de una niña palestina de 6 años asesinada por el ejército israelí a principios de año, y se negaron a abandonarlo hasta que la universidad accediera a sus demandas: desinversión israelí, transparencia financiera y amnistía para los manifestantes sancionados. La policía irrumpió en la segunda planta con las armas desenfundadas y utilizó granadas aturdidoras para reducir y atar las muñecas de unos 50 manifestantes en el edificio. Al final de la noche, 282 personas habían sido detenidas en Columbia y en el cercano CCNY (The City College of New York).

Este fue sólo el más reciente episodio de la feroz represión por parte de las administraciones universitarias y la policía local, trabajando mano a mano para sofocar la explosión de protestas en los campus contra la guerra genocida de Israel contra Gaza. La guerra ha alcanzado un punto álgido y, en las dos últimas semanas, estudiantes de todo Estados Unidos están canalizando su indignación a través de una escalada en las tácticas del movimiento: las ocupaciones de campus. Una de las principales demandas es que los centros educativos se desliguen de las empresas que apoyan a Israel y su asedio a Gaza.

Las administraciones universitarias están respondiendo con una represión total: suspensiones, expulsiones y más de 1,000 detenciones en el momento de escribir estas líneas. Las detenciones han sido con frecuencia bastante violentas. En la Universidad de Wisconsin-Madison, se vio a la policía arrodillarse sobre el cuello de una persona. En la Universidad de Texas en Austin, los manifestantes fueron rociados con gas pimienta y acusados de allanamiento de morada – delito castigado con una multa de 2.000 dólares y seis meses en la cárcel-. Tres estudiantes fueron expulsados de la Universidad de Vanderbilt, y decenas de estudiantes han sido suspendidos y desalojados de sus residencias universitarias en otras universidades. La Universidad del Sur de California arrancó la alfombra debajo de un universitario musulmán por apoyar a Palestina, y procedió a cancelar su principal acto de graduación. Es significativo que, en muchos centros, el profesorado se haya organizado para defender las protestas estudiantiles contra la represión y, en algunos casos, haya sido detenido.

Durante las grandes oleadas de activismo estudiantil, estas grandes universidades que ordeñan dinero se encuentran en una posición difícil. Se enfrentan a una cierta presión para mantener su reputación como bastiones del liberalismo y la libertad de expresión, pero al final del día, sirven como pilares del sistema y sus administraciones se oponen a la interrupción de los negocios como es usual. Su imagen de paraísos del librepensamiento es una de las muchas válvulas de escape del capitalismo occidental, pero tan pronto las protestas se convierten en una amenaza para la estabilidad social o consiguen popularizar las reivindicaciones antisistema, las universidades las cierran. La Cámara de Representantes está votando ahora una legislación bipartidista para definir aún más el antisemitismo legalmente y, a través de esto, facilitar que las administraciones escolares repriman las protestas de solidaridad con Palestina. Ante esta oleada de protestas, las administraciones universitarias en general no están cediendo nada: mucho palo, nada de zanahoria.

En los últimos meses, Estados Unidos, el aliado más firme de Israel, se había visto obligado por la indignación pública a reconocer la brutalidad de esta masacre, y a reprender a Israel por su contundente postura. Sin embargo, las recientes escaladas entre Israel e Irán han proporcionado a EUA una razón para volver con un apoyo más rotundo a Israel, que ahora incluye los $26,000 millones de dólares de asistencia al Congreso a Israel. Por supuesto, una invasión terrestre de Rafah -que Biden ha declarado “línea roja”- causará problemas a su posicionamiento.

Como representantes del ala liberal (en su mayoría) de la clase dominante del capitalismo estadounidense, los administradores universitarios y sus consejos de administración quieren desalentar cualquier escalada del movimiento antibélico, especialmente durante un año electoral, y particularmente con un Biden tan vulnerable e impopular como nunca lo ha sido. El curso escolar está llegando a su fin, y esperan que, si se puede sofocar esta oleada del movimiento durante unas semanas y negarle victorias, tendrá dificultades para reagruparse durante el verano, y la paz social podrá reanudarse en breve.

Si tendrán éxito o no sigue siendo una cuestión abierta. Muchos estudiantes son nuevos en los movimientos de lucha social, y no han experimentado la desmoralización que muchos han vivido tras el fracaso del movimiento BLM (Black Lives Matter) de 2020 para solidificar victorias significativas en todo el país. Partes del movimiento obrero han dado pasos importantes en oposición a esta guerra, pero están lejos de alcanzar todo su potencial. La invasión brutal a gran escala de Rafah podría catalizar una mayor escalada del movimiento.

El movimiento necesita crecer para sobrevivir y triunfar. Necesitamos una asamblea nacional que reúna a todos los activistas estudiantiles de los distintos campus para coordinar los próximos pasos. Un punto crucial de dicha asamblea podría ser la preparación de una movilización masiva ante el DNC (Comité Nacional Demócrata) en agosto para exigir un alto el fuego permanente. Una protesta vibrante y masiva en el DNC, donde el proguerra Biden será ungido el candidato demócrata, podría proporcionar un impulso necesario al movimiento anti-guerra más importante en décadas.

  1. Pedimos amnistía total para los estudiantes manifestantes, ¡no a la represión!
  2. Desligar los fondos universitarios de las instituciones estatales y privadas vinculadas a la brutal ocupación de la tierra palestina.
  3. Extender la lucha a todos los campus y construir un movimiento masivo de estudiantes y trabajadores contra la guerra.
  4. Los principales sindicatos universitarios deben organizar huelgas en coordinación con las acampadas estudiantiles.
  5. Avanzar hacia un paro nacional y una huelga para cerrar los campus de todo el país.
  6. Poner fin a todo el apoyo militar de EE.UU. a Israel, necesitamos un alto el fuego permanente y el fin de la ocupación y el asedio.
  7. No a Biden y Trump, por un nuevo partido contra la guerra para el pueblo trabajador.
  8. Por una Palestina socialista y un Israel socialista en una federación socialista de Oriente Medio.