EGIPTO: MORSI DERROCADO . NINGUNA CONFIANZA EN LOS GENERALES.
Por la lucha independiente de los trabajadores y pobres
5/07/2013, Robert Bechert, Comité por una Internacional de trabajadores, CIT.
La revocación y el arresto del presidente Morsi por los militares marcan un nuevo desafío, pero también una nueva etapa potencialmente peligrosa de la revolución egipcia en curso.
El fin de Morsi no tardó en llegar en el contexto de una rápida movilización que implicó hasta 17 millones de personas (alrededor del 20% de la población de Egipto) en protestas masivas.
La escala, el poder y velocidad de este movimiento fueron impresionantes. Fue un ejemplo de algo que a menudo se ve en las revoluciones, después del período inicial de euforia y esperanza, a menudo renovados movimientos de masas de los decepcionados con lo que parecen ser magros resultados de la revolución.
Egipto ha visto una rápida caída en el apoyo de Morsi, que era, en primer lugar, limitado. En la primera ronda de las elecciones presidenciales del año pasado Morsi ganó poco menos de 5,7 millones de votos, un 11% de los casi 51 millones de electores en Egipto. Los 13.2 millones votos de segunda vuelta, obtenidos por Morsi se basaron en gran medida en el deseo de detener a su rival, el ex comandante de la fuerza aérea y ministro de Mubarak, Shafiq.
Morsi y su gobierno de la Hermandad Musulmana se enfrentaron a una oposición creciente en muchos frentes. El fracaso de la revolución, hasta el momento, para conseguir mejoras económicas y sociales concretas y la creciente crisis económica impulsó el aumento de huelgas y protestas. El fallido «golpe constitucional» de Morsi de noviembre de 2012 intentaba darse a sí mismo poderes extraordinarios; fue para muchos un evento clave, como fue su abierto apoyo a la policía después de que más de 40 personas murieran en enfrentamientos armados con las fuerzas de seguridad en Port Said en enero pasado.
El intento de dominación de la Hermandad Musulmana también produjo una creciente oposición de los elementos más seculares y cristianos y también a sus rivales religiosos islámicos como el partido Nour , sunita fundamentalista, que se unió a las protestas a finales de junio.
En cierto modo, hemos visto dos luchas separadas contra Morsi. Por un lado, hay un movimiento popular de masas y, por otro lado, los restos del «estado profundo» de Mubarak, sobre todo los altos mandos militares que tienen sus propios intereses económicos y políticos, y que están tratando de explotar la oposición de las masas a Morsi para su propio beneficio.
Potencial revolucionario y peligros contrarrevolucionarios
Estos dos elementos ilustran las posibilidades y peligros que enfrenta la revolución egipcia.
La velocidad y la amplitud del movimiento muestran la tremenda energía y el potencial de la revolución. Pero en ausencia del desarrollo de un movimiento independiente de los trabajadores capaz de luchar por una alternativa socialista, los altos mandos militares, asistidos por una selección de políticos pro-capitalistas, han sido capaces de aprovechar las ventajas de la situación. Es evidente que los generales tenían miedo de que la situación podría, desde su punto de vista de clase, ponerse «fuera de control»; hay informes de trabajadores que comienzan a ir a la huelga el 3 de julio y que habían planeado lanzar ataques contra Morsi el 4 de julio, algo que podría haber llevado a la clase obrera a tomar la iniciativa a través de las masas, incluso, la acción de huelga general. Es evidente que los generales se mueven ahora en un intento por tomar la iniciativa y evitar un levantamiento popular para derrocar a Morsi.
Los líderes militares han actuado para defender tanto sus propios intereses personales como los de un sector de la clase dominante egipcia. Al mismo tiempo, cuentan con el apoyo tácito de las principales potencias imperialistas y también de la clase dominante israelí. No sólo ha habido críticas muy suaves por Obama y otros líderes imperialistas hacia el golpe de los miliares, con deseos generales de democracia. Teniendo en cuenta sus antecedentes, los líderes militares y de seguridad egipcias apenas pueden presumir de ser «demócratas». Pero esto no le preocupa a Obama y compañía, ya que viven muy felices con los regímenes autoritarios en Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, etc.
Este golpe de Estado militar de facto ha permitido a Morsi posar como defensor de la democracia y afirmar que la oposición a él fue coordinada por el «estado profundo y los restos del antiguo régimen», que pagó matones contratados con «el dinero de la corrupción» para atacar la Hermandad Musulmana y «traer el viejo régimen al poder.» No hay duda de que elementos del antiguo régimen de Mubarak están involucrados en el movimiento contra Morsi, pero la base de la masa de las protestas se deriva de la oposición y la decepción por la Hermandad Musulmana. Al mismo tiempo, sin duda, sectores de ella apoyan actualmente a Morsi, a causa de su oposición a los militares, sobre todo por sus recuerdos del antiguo régimen de Mubarak y su represión brutal de toda oposición, incluyendo la Hermandad Musulmana.
En esta situación, es absolutamente necesario que se redoblen los esfuerzos para construir un movimiento obrero independiente, no sólo de los sindicatos, que pueda ofrecer una alternativa real y atraer a los trabajadores y pobres que respaldan a Morsi, debido a su propia oposición a los militares y la vieja élite Esta es la única forma que el movimiento de los trabajadores pueda tratar de limitar la capacidad de los reaccionarios grupos religiosos fundamentalistas que se presentan a sí mismos como los principales opositores al régimen militar.
La importancia de esto se muestra en el peligro constante de profundización de las divisiones sectarias entre suníes, cristianos, chiítas y los elementos más seculares. Ya algunos analistas advierten que la Hermandad Musulmana puede ser dejada de lado por los grupos yihadistas más fundamentalistas en una lucha contra el secularismo pro-occidental y militar. Si bien la situación es diferente, no hay que olvidar que cuando los militares argelinos cancelaron las elecciones de enero de 1992, para evitar la victoria del Frente Islámico de Salvación (FIS) la siuación condujo a una guerra civil de ocho años, que se estima costó entre 44.000 y 200.000 vidas, y que ha frenado el desarrollo de las luchas de masas en Argelia.
Los trabajadores no pueden apoyar este golpe
No puede haber apoyo de los socialistas a este golpe. El creciente movimiento de la clase obrera tiene que mantener su independencia de los militares y Morsi. La participación de las llamadas fuerzas de la oposición «liberales» o de «izquierda», como la agrupación Tamarod (rebelde) con los militares, se volverá contra ellos. Serán vistos como colaboradores, sobre todo si el ejército utiliza métodos represivos y autoritarios contra sus opositores o futuros movimientos de trabajadores y huelgas. Los líderes de los trabajadores nada tienen que hacer respaldando gobiernos militares o pro-capitalistas. Si no lo hacen, entonces es posible que la Hermandad Musulmana, u otras fuerzas similares, puedan tratar de aprovechar el liderazgo de las futuras luchas contra la austeridad y las luchas contra la represión.
Ya los militares están mostrando cómo quieren manejar las cosas. En primer lugar se establecieron las estructuras de poder, con predominio de los elementos pro-capitalistas, y luego van a permitir a las personas votar. Los generales han nombrado a un nuevo presidente y planean instalar un gobierno tecnocrático civil «fuerte y competente», junto a un comité de revisión de la Constitución, mientras la Corte Suprema va a pasar un proyecto de ley sobre las elecciones parlamentarias y se prepara para las elecciones parlamentarias y presidenciales.
Se ha informado de que muchos manifestantes anti-Morsi se sienten «empoderados» después de su derrocamiento, pero mientras el enorme ánimo contra Morsi y las manifestaciones masivas son tremendamente importantes para ellos, esto no significa, de por sí, su «empoderamiento». Esa es una pregunta concreta sobre qué organización y quiénes sustentan el poder del Estado. Actualmente en Egipto, son los generales quienes están tratando de consolidar su propio poder sobre las espaldas del movimiento de masas.
Es inevitable que en esta economía de crisis el nuevo gobierno estará bajo la presión del FMI y otros para iniciar las llamadas «reformas», que probablemente incluirá recortes a los subsidios y otras medidas de austeridad. Esto sentará las bases para la lucha de clases, el intento de los militares y su gobierno de pasar a la ofensiva, posiblemente mediante el aumento de medidas autoritarias y brutales para tratar de imponer su voluntad.
Es por esto que es tan importante que el movimiento popular se organice para luchar por sus propias demandas y contra la instalación de un régimen apoyado por el ejército.
La clase obrera debe construir su propia alternativa
Dos y años y medio, atrás en el día en que Mubarak renunció, el CIT distribuyó un panfleto en El Cairo con el título: «¡Ninguna confianza en los jefes militares! Por un gobierno de los representantes de los trabajadores, campesinos y de los pobres » (» Mubarak se va – hay limpiar todo el régimen «, 11 de febrero de 2011)!
Estas demandas siguen siendo válidas hoy en día.
Nosotros planteábamos que:
«La masa del pueblo egipcio debe hacer valer su derecho a decidir el futuro del país. Ninguna confianza se debe poner en las figuras del régimen o de sus amos imperialistas para gobernar el país o convocar elecciones. Debe haber unas elecciones totalmente libres e inmediatas, protegidas por los comités de masas de los trabajadores y pobres, a una asamblea constituyente revolucionaria que puede decidir el futuro del país.
«Las medidas ya adoptadas para formar comités locales y auténticas organizaciones de trabajadores independientes deberían acelerarse, extenderse y coordinarse. Un claro llamado para la formación de comités elegidos democráticamente en todos los lugares de trabajo, las comunidades y entre las filas militares, debería obtener una amplia respuesta.
«Estos organismos deben coordinar la retirada del antiguo régimen, y mantener el orden y suministros y, lo más importante, ser la base para un gobierno de los trabajadores y los representantes de los pobres que aplaste los remanentes de la dictadura, que defienda los derechos democráticos y empiece a satisfacer las necesidades económicas y sociales de las masas egipcias «.
Desde entonces se ha producido un enorme desarrollo del movimiento de los trabajadores egipcios en cuanto a los sindicatos, los comités y la experiencia de la acción. Esto proporciona una base para crear el tipo de movimiento de masas que se necesita.
En febrero de 2011 señalamos que la revolución egipcia puede ser «un gran ejemplo para los trabajadores y los oprimidos de todo el mundo de que la acción determinada de masas puede derrotar a los gobiernos y gobernantes, no importa lo fuerte que parezcan ser.»
Esto es igual de cierto hoy en día. El renovado movimiento de masas en Egipto puede inspirar a aquellos que ven que las revoluciones no derivan en un cambio real, como en Túnez; los que en Siria sufren por una guerra civil en gran medida sectaria; y la represión continúa en Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, etc. Sin embargo, mientras que los últimos días en Egipto muestran el poder potencial de la acción de masas, también muestran una vez más la necesidad de que el movimiento de los trabajadores tenga un claro programa socialista y un plan de acción, de lo contrario otras fuerzas pueden tratar de desviar, y en última instancia derrotar a la revolución.