18/02/2015, Juan Pedro Flores González

Català

La degradación que sufre la educación en nuestro país es generalizada y está
siendo adaptada poco a poco a un sistema económico total. Se intenta suprimir de
la educación asignaturas que «están de más», que no se adecuan del todo bien a
un sistema económico cada vez más exigente. Este es el caso de asignaturas como
arte o la filosofía entre algunas otras. Todas ellas están dedicadas a ofrecer una
visión propia de lo que somos y es por eso que no interesan al capitalismo, el cual
apela a una interpretación única de la realidad. 

Por otro lado, la imagen del trabajador a la que quizás estamos más
acostumbrados, es una imagen decadente y retrógrada. Se debería tender a
relacionar al trabajador con una calidad cada vez más intelectual. Sin embargo esta
posibilidad se ve mermada por una sociedad basada en el dinero y no en las
personas. Una sociedad en la que se desvía el sentido básico de lo que somos en
beneficio de un sistema que no pretende el verdadero progreso del trabajador.
Solamente favoreciendo el arte en la educación y en el tiempo de ocio puede
crearse una base trabajadora con una capacidad de expresión clara. El arte es una
herramienta fundamental para todos, pues su finalidad básica es la de entendernos
a nosotros mismos y entender mejor la realidad que se nos presenta. 

Infinidad de veces la gente suele atribuir la calidad de un artista a una capacidad
innata, relacionando el talento más con el concepto de «facilidad» que con el de
«esfuerzo». Sin embargo, todas las habilidades artísticas requieren de un trabajo de
conciencia antes, durante y después de ejecutar una obra. Esta visión del talento
subestima el esfuerzo y el trabajo del artista, así como el de la sociedad, pues es
gracias al esfuerzo colectivo que se facilita el desarrollo de los valores artísticos en
las gentes.

Estos valores están destinados y sujetos a una evolución cognitiva, un progreso en
el pensamiento del que todos y cada uno somos partícipes. Aunque la capacidad
perceptiva puede ser diferente en cada uno, el progreso artístico tiene que ver más
con saber apreciar las relaciones internas de lo que se está percibiendo, que con lo
que se está percibiendo en sí. Se trata de desarrollar la capacidad de razonamiento
y espíritu crítico ante aquello que nos rodea. El arte no puede establecerse como
una profesión cualquiera; por así decirlo, todos desempeñamos la profesión del
arte, pues esa profesión es la de ser humano. 

En un sistema capitalista donde la educación ordinaria favorece otras asignaturas
más “convenientes” que el arte, donde estudiar esta profesión cuesta más que
cualquiera de las otras y el mundo profesional es tan elitista, el arte pierde todo el
sentido. Por muy buenos artistas que existan en la actualidad, que los hay, la
finalidad del arte es la transmisión de ese progreso a las masas, al motor de
nuestras sociedades, y sin un público capaz de absorber y generar esta flexibilidad
de pensamiento, el arte está silenciado.

De sobra se sabe lo que pasa cuando intentan silenciar a algún artista, al hacerlo su
mensaje crea aún más agitación y se difunde aún más. Ahora, aquellos que
intentaron hacer callar la voz de los artistas, saben que es mejor hacer mella en la
población, así dará igual cuan alto se critique o se proclame cualquier cosa. El arte
no puede ser un grito en el vacío, debe surgir de la gente de las calles el interés, la
comprensión y una capacidad de respuesta autónoma suficiente para afrontar la
realidad a la que nos enfrentamos. 

Desde SR Badalona proponemos crear un colectivo de artistas que nazca de la
gente de los barrios; una comunidad abierta donde, independientemente del nivel
artístico de cada persona, siempre se opte a disfrutar del sentimiento de libertad
que proporciona cualquier forma de arte. Se mire por donde se mire el arte siempre
cuestiona la realidad, pues es su forma de existir y es un arma de la que no debe
ser privada ninguna persona. 

Defender la educación de las próximas generaciones y hacer que la gente genere
sus propias ideas es vital. No cabe duda de que un creciente interés de la población
trabajadora por el arte será la base de un cambio social sin precedentes. Cuando se
eliminen las diferencias intelectuales, entonces se podrá optar realmente a eliminar
las diferencias de clase.

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