Esta vez terminemos el trabajo

15/08/2016, Hannah Sell, Partido Socialista (CIT en
Inglaterra y Gales)

Jeremy Corbyn parece estar en camino de ser
reelegido líder del Partido Laborista en septiembre. Pero la airada lucha de la
derecha laborista contra él, muestra que no puede haber compromiso con
representantes del capitalismo en el Partido Laborista. Terminemos esta vez el
trabajo de transformar realmente el laborismo en una partido socialista y
anti-austeridad, argumenta Hannah Sell en el número de septiembre de 
Socialism Today (Socialismo Hoy), revista del Socialist Party (CIT en Inglaterra y Gales), antes conocido como Militant.

La lucha dentro del Partido Laborista está
alcanzando niveles de guerra civil. La mayoría anti-Corbyn del Grupo
Parlamentario Laborista (PLP en sus siglas en inglés) y la maquinaría laborista
está realizando una campaña sucia y desesperada para intentar recobrar el control
de la situación. Se enfrentan a un movimiento de la clase trabajadora y la
gente joven que ha entrado en la escena de la historia y están haciendo oír sus
voces. La “burbuja de Westminster”, que ha pasado décadas aceptando
complacientemente recortes y privatizaciones, de pronto se siente amenazada por
los “bárbaros a las puertas”. Primero toda la clase capitalista fue sacudida
por el referéndum sobre el Brexit, y ahora los intentos de ‘acabar con Corbyn’
están siendo obstaculizados por una gran ola de apoyo al líder laborista que ha
desbordado los límites comunes de la política.

Los mítines más grandes de la izquierda en décadas
han tenido lugar en Liverpool, Hull, Leeds, Bristol y otras grandes ciudades.
De las 275 reuniones locales del Partido Laborista para nominar candidatos,
hasta ahora 234 han nominado a Corbyn, y en muchas participaron cientos de
personas. Esta ‘segunda ola’ que ha venido en defensa de Corbyn es incluso
mayor que la primera. También incluye un número mayor de personas trabajadoras junto
con la importante capa de ‘profesionales’ jóvenes radicalizados que dominaron
la primera ola.

Todas las fuerzas de ‘establishment’ capitalista,
dentro y fuera del Partido Laborista, se encuentran detrás del movimiento para
intentar derrotarlo. El respaldo de la Corte de Apelaciones de las decisiones
antidemocráticas del Comité Ejecutivo Nacional (para evitar que 130.000 nuevos
miembros que se unieron al Partido Laborista después del 12 de enero puedan
votar en las elecciones internas) es simplemente el último ejemplo del apoyo
que los capitalistas están dispuestos a dar a la derecha laborista. Tampoco se
han terminado los intentos de manipulación. En sólo 48 horas un número
increíble de 183.000 personas pagaron las 25 libras necesarias para convertirse
en simpatizantes laboristas oficiales. Se ha informado, sin embargo, de que más
de 40.000 de estas personas van a ser excluidas del voto. Las razones para esto
aparentemente incluyen la temeridad de haber descrito a los parlamentarios
pro-Blair como ‘traidores’ en las redes sociales. Se han prohibido todas las
reuniones locales del Partido Laborista excepto las de nominación. Varios
grupos locales que apoyan a Corbyn han sido cerrados basándose en acusaciones
falsas.

Con lo lejos que la derecha está dispuesta a ir
para tratar de ganar sería equivocado ser complaciente con el resultado de esta
elección. Los medios capitalistas están prácticamente haciendo una campaña sin
fisuras por el candidato anti-Corbyn, Owen Smith. En un intento desesperado por
apelar a los simpatizantes de Corbyn radicalizados, ha tomado un tono
marcadamente a la izquierda, incluso declarando que defiende una ‘revolución
socialista’. Esto se ha combinado con un llamamiento descarado a votantes por
la permanencia en la Unión Europea con su llamamiento por un segundo referéndum
sobre la cuestión. El principal punto de su campaña, sin embargo, es que Corbyn
es ‘inelegible’ y que ha divido el Partido Laborista, así que la vía para un
gobierno laborista es votar por Smith.

Algunas capas podrían responder a esta ofensiva de
los medios. Sin embargo, hasta ahora la derecha no parece haber encontrado
ningún medio para tener probabilidades de evitar la reelección de Corbyn. Su
victoria, especialmente por un amplio margen, alegraría a cientos de miles que
se han unido en la batalla contra los pro-Blair. Pero será el principio, no el
fin, de esta lucha. No hay ninguna posibilidad de que la derecha acepte a
Jeremy Corbyn como líder, como han aclarado ellos mismos. El anteriormente
consejero de Blair, John McTernan, lo expresó sin tapujos: “Las revoluciones
son inevitablemente sangrientas y, sin ninguna duda, retomar el Partido
Laborista de las manos de Jeremy Corbyn y John McDonnell requiere una
revolución”. Elementos como McTernan son los verdaderos ‘entristas’ en el
Partido Laborista, al apoyar no la revolución sino la contra-revolución. Este
es también el hombre que recientemente demandó a los ‘tories’ que “aplastara al
sindicato ferroviario de una vez por todas” (Telegraph, 10 de agosto). McTernan
no debería pertenecer en un partido fundado por los sindicatos para defender
los derechos de la mayoría, la clase trabajadora.

La esencia de la lucha dentro del Partido Laborista
es sobre la clase cuyos intereses va a defender – los de la clase trabajadora
mayoritaria en la sociedad y la clase media sin esperanza en el futuro, o el 1%
capitalista. La derecha utilizará cualquier medio necesario para convertir al
laborismo en una herramienta fiable para los intereses capitalistas. Sin
embargo, en este momento parece no tener muchas posibilidades de éxito sea cual
sea el medio empleado. Avanzan a tientas mientras se tambalean con el terremoto
de la clase trabajadora radicalizada que osa interferir en “su” partido y
amenazar sus carreras.

Su desesperación ante esta situación se hizo notar
en un artículo en el Financial Times (24 de julio) del parlamentario Jon
Cruddas, argumentando que “el paralelo histórico más próximo (…) no se encuentra
en Westminster sino en Berlín en 1918”, refiriéndose a la Revolución Alemana.
Aquí compara a los parlamentarios anti-Corbyn con “Friedrich Ebert (que) lideró
el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y al movimiento de apoyo a Jeremy
Corbyn con los espartaquistas, incluyendo a Rosa Luxemburgo y Karl Kautsky,
(quien) reclamó (su legitimidad) del movimiento obrero, los comités de fábricas
y los consejos obreros”. Y añade que “Ebert finalmente soltó a los Freikorps
contra los líderes de la insurrección”, con el resultado del asesinato tanto de
Luxemburgo como de Karl Liebknecht. Esto no quiere decir que proponga el
asesinato como salida a la situación del Partido Laborista, sino su patente
estado de desesperación.

¿Una escisión a la derecha?

Existe la posibilidad de que la derecha se escinda
del partido y forme otro nuevo después de las elecciones por su liderazgo. El
propio Smith declaró: “Creo que lo más probable es que el partido se divida si
Jeremy gana esta elección”. Por supuesto en este momento nadie va a admitir que
esté planeando esa escisión. Pero esto siempre pasa en situaciones de guerra:
todos los bandos hablan sobre la paz hasta el momento en que se declara.

Por eso es sorprendente la claridad con la que la
derecha del laborismo está considerando la posibilidad de una escisión. Se
informó de que Stephen Kinnock estuvo en el centro de una discusión para que
150 parlamentarios rompieran con el laborismo y fundaran un nuevo partido. En
esta situación el nuevo partido, llegara o no a reclamar el nombre de
“laborista” para sí, sería capaz de convertirse en la oposición oficial y, por
lo tanto, conseguir 4 millones de libras al año en fondos para el parlamento.
Kinnock está considerando una división en el corto plazo porque le podría dar
la oportunidad de establecer un nuevo partido de ‘centro-izquierda’ (es decir,
pro-capitalista) antes de las elecciones generales.

Sin embargo también es posible que la derecha dude
y permanezca en el partido con la esperanza de derrocar a Corbyn en algún
momento en el futuro, y algunos podrían salir del partido mientras otros se
quedan. Como dijo George Eaton en el New Statement: “Muchos piensan que las
luchas internas del partido solamente se resolverán a través de unas elecciones
generales.” Lo que quiere decir es que si Teresa May convocara elecciones
generales, derrotaría a Corbyn y forzaría su dimisión.

Estas son esperanzas vanas porque no es posible
predecir si May convocará elecciones anticipadas o no. Es improbable que siga
siendo Primera Ministra hasta 2020, y debido a la extrema debilidad de su
gobierno y las profundas divisiones en el Partido Conservador que solamente ha
logrado cubrir temporalmente, dudará antes de ir a unas elecciones inmediatas.
Aquí es fundamental el voto sobre el Brexit. La estrategia actual de los
capitalistas es prolongar el proceso tanto como sea posible y esperar a que
surja la oportunidad para hacer una retirada del Brexit. Pero este no es un
eslogan con el que May podría presentarse a unas elecciones generales.

A pesar de las actuales encuestas de opinión que
ponen a los “tories” a la cabeza, el otro problema es que Jeremy Corbyn podría
ganar las elecciones generales si lucha por un programa claramente a favor de
la clase trabajadora. Este es un escenario de pesadilla para la clase capitalista,
particularmente con el telón de fondo de una crisis económica que empeora, ya
que podría abrir el apetito de la clase trabajadora por una alternativa a la
austeridad. Como resultado, este gobierno se vería presionado a tomar medidas
radicales que podrían amenazar al sistema capitalista.

Ningún compromiso con la
derecha

Incluso si la derecha permanece temporalmente en
espera de que su situación cambie, no significaría ni siquiera una vuelta a la
tregua armada que existía hace un año. Ha comenzado una guerra civil que ahora
se tiene que librar hasta al final, y casi por encima de los deseos de sus
protagonistas individuales. El segundo líder del Partido Laborista, Tom Watson,
ha subrayado el tipo de medidas por las que lucharía la derecha y que haría
mucho más fácil que ésta siguiera teniendo el control. Estas incluyen que el
PLP eligiera al gabinete en la sombra (lo que dejaría a Jeremy Corbyn aislado y
rodeado de un equipo de derecha), y la vuelta al antiguo sistema de elección
del líder por voto colegiado dando un tercio del voto a los parlamentarios y
parlamentarios europeos laboristas. Pero se enfrentan a enormes dificultades
para implementar este programa, debido al cambio del balance de fuerzas dentro
del Partido Laborista. También tienen pavor a que haya contra ellos, uno por
uno, un proceso de deselección. Por lo tanto la derecha podría ser empujada por
los acontecimientos al camino de la escisión, a pesar del temor de que el nuevo
partido pro-capitalista tenga una base social limitada.

Lo que es esencial es que esta vez, al contrario
que después de la primera victoria de Corbyn, no hay intentos de la izquierda
para comprometerse con los blairistas. En su lugar el movimiento de apoyo a
Corbyn necesita organizarse y construirse para consolidar y extender las
victorias que se han conseguido. Se debe adoptar un programa claramente
anti-austeridad, que los parlamentarios laboristas deben aceptar como condición
para pertenecer al PLP. Esto se debe combinar con una introducción de
reselección obligatoria, para permitir a las organizaciones locales del Partido
Laborista decidir democráticamente sobre quién se presenta al parlamento en su
nombre. El congreso del sindicato UNITE aprobó una moción propuesta por un
miembro del Partido Socialista demandando la reselección obligatoria, y UNITE
debería ahora hacer campaña para que esto se apruebe en el próximo congreso del
Partido Laborista.

La izquierda que teme que esto podría resultar en
una escisión a la derecha del Partido Laborista debe enfrentarse a lo que
supone evitar esta escisión: una completa capitulación a los elementos
pro-capitalistas del Partido Laborista. Nada satisfará a la derecha. Solamente
si consiguen salirse con la suya, con sus carreras protegidas y, lo más
importante, con el Partido Laborista completamente confinado al marco
capitalista de austeridad, privatizaciones y guerra, consentirán en permanecer
en el partido con la izquierda.

Algunos en la izquierda intentan negar esta
realidad, argumentando que el laborismo siempre ha sido una iglesia amplia y
que ‘las facciones en disputa’ de alguna manera llegarán a un compromiso. Es
cierto que durante la mayor parte de la historia el laborismo ha sido esta
‘iglesia amplia’, un partido capitalista de trabajadores. Mientras que su
dirección defendía los intereses de la clase capitalista tenía una masa de
miembros predominantemente de la clase trabajadora, que a través de sus
estructuras democráticas era capaz de tener influencia en el partido. Las
carreras de esta dirección de derechas dependían de esta militancia trabajadora
y estaban obligados, aunque a regañadientes, a tomar nota de sus puntos de
vista. Especialmente durante el periodo de crecimiento posterior a la Segunda
Guerra Mundial, existió la base material para esta alianza, ya que el capitalismo
se vio forzado a conceder reformas a la clase trabajadora.

Pero este periodo se terminó hace mucho tiempo.
Incluso antes del principio de la crisis económica mundial de 2008 los derechos
de la clase trabajadora duramente ganados estaban sistemáticamente amenazados,
incluso cuando el Nuevo Laborismo estaba en el poder. Blair y sus simpatizantes
habían conseguido transformar el Partido Laborista en un partido que actuaba
fielmente a favor de los intereses de la clase capitalista. Un ejemplo de este
carácter diferente del Partido Laborista es la diferencia de actitud en las
guerras de Vietnam e Iraq. El Primer Ministro laborista Harold Wilson no pudo
enviar tropas a Vietnam para apoyar al imperialismo norteamericano, a pesar de
sus deseos. Blair, por el contrario, fue capaz de decirle a George Bush:
“Estaré contigo pase lo que pase”. Además el congreso laborista de 2004 también
apoyó a Bush, mostrándose impermeable a la mayor manifestación anti-guerra de
la historia de Gran Bretaña que había tenido lugar el año anterior y votando
con una mayoría aplastante a favor de la ocupación de Iraq.

Refundar el laborismo

La elección de Jeremy Corbyn representa un
desatasco crucial del que puede surgir la oportunidad de crear un partido de
masas de la clase trabajadora. Tenga o no el nombre de laborismo, esto sería un
gran paso adelante. Los marxistas deben hacer todo lo posible para ayudar a
desarrollar esta fuerza. Un partido como este, especialmente en sus primeros
días, sería aún una ‘iglesia amplia’ en el sentido de que inevitablemente
contendría grupos con diferentes enfoques políticos. Pero lo importante, sin
embargo, sería la unidad contra la austeridad y a favor de medidas para mejorar
las vidas de la mayoría, la clase trabajadora y la clase media.

Esta sería una genuina ‘alianza progresiva’, pero
no una alianza con fuerzas pro-capitalistas como los Liberales Demócratas, como
ha sugerido el periodista de izquierda Paul Mason. Por el contrario, esto
significaría unir a todos aquellos dispuestos a firmar un programa claramente
anti-austeridad. Se podría hacer un llamamiento a los Verdes, a organizaciones
socialistas incluyendo al Partido Socialista y TUSC (Coalición de Sindicalistas
y Socialistas), sindicatos no afiliados y organizaciones locales, para afiliarse
a la misma plataforma para presentarse en las elecciones, manteniendo el
derecho a su propia identidad. Esta es la ‘base federal’ sobre la que se formó
originalmente el Partido Laborista. Volver a una versión moderna de éste sería
un gran paso adelante y podría potencialmente recuperar los casi cinco millones
de votantes, en su mayoría de la clase trabajadora, que el laborismo perdió
entre 1997 y 2010. Muchas de estas personas pasaron a la abstención, otros
protestaron votando al UKIP, los Verdes, y en algunos casos al TUSC, en el cual
participa el Partido Socialista.

En los primeros días del Partido Laborista, el
Partido Socialista Británico (uno de los precursores del Partido Comunista)
estaba afiliado al Partido Laborista y el famoso marxista escocés John McLean
se presentó como candidato parlamentario bajo la bandera laborista en 1918
(también era por entonces cónsul escocés en Rusia). Hasta 1925 los miembros del
Partido Comunista podían tener doble militancia. Y hasta la victoria de Blair
había un número significativo de fuerzas marxistas y trotskistas en el Partido
Laborista. Cuando la Tendencia Militante, ahora el Partido Socialista, fue
expulsada avisamos de que éste sería el paso previo al desastre, y que el
proceso terminaría con la expulsión de la voz de la clase trabajadora.

Es muy positivo que Jeremy Corbyn parece
generalmente estar de acuerdo con este enfoque, y correctamente describió el
tramposo dossier de Tom Watson como “una tontería” en The Observer (14 de
agosto). Y añadió: “Solamente podemos ganar unas elecciones generales ganando a
la gente que no vota o que vota a otro partido. Si alguien ha desarrollado su
vida política para ser un miembro del Partido Laborista, incluso aunque hayan
sido alguna vez miembros de Liberales Demócratas, o Verdes o algo, está bien.
Bienvenidos a bordo”. Sobre la posibilidad de que el Partido Socialista se
afiliara al Partido Laborista declaró: “Estoy deseando conversar con Peter
(Taffee, secretario general del Partido Socialista) en algún momento”.

Sin embargo, un Partido Laborista refundado no
podría ser solamente la unión de fuerzas políticas de izquierda, por importante
que esto sea. También sería vital restaurar los derechos de los sindicatos
dentro del partido. Un aspecto central de la destrucción de las estructuras
democráticas laboristas ha sido la disminución del papel de los sindicatos. El
Partido Laborista fue fundado por sindicalistas para crear un partido
específico de la clase trabajadora. Hoy los sindicatos siguen siendo las
organizaciones democráticas más numerosas en Gran Bretaña, con más de 6
millones de personas. La acción colectiva de los sindicatos ha sido el medio
principal por el que la clase trabajadora ha sido capaz de luchar contra la
austeridad. Si la dirección de TUC (Confederación de Sindicatos) hubiera estado
dispuesta a convocar huelgas coordinadas contra la austeridad, empezando con
una huelga general de 24 horas, hubiera tenido el poder de derrocar al
gobierno. Aun así los sindicatos no han tenido una voz política durante
décadas. Restaurar su papel no significaría una réplica exacta de su “voto en
bloque” del pasado, que ejercía de forma antidemocrática la dirección de los
sindicatos, sino una voz realmente democrática y colectiva del sindicato, con
la participación activa de sus militantes. La reconstrucción de una sección
joven masiva y democrática de laborismo también se plantearía.

Escisiones en función de clase

Descartar que una división en el Partido Laborista
se dé en función de clases es la verdadera utopía. Imaginar, como
desgraciadamente hace parte de la dirección de Momentum, que de alguna manera
Jeremy Corbyn conseguirá permanecer como líder laborista hasta 2020, con una
oposición de la derecha apaciguada, es engañarse a uno mismo. Hay precedentes
de escisiones en el laborismo que fueron diseñadas en última instancia para
proteger los intereses de la clase capitalista. En 1981 la escisión para formar
el Partido Socialdemócrata (SDP) no hizo mucho por la carrera ministerial de
los que dejaron el laborismo, pero tuvo un importante papel para la clase capitalista.
Al tomar el 11,5% de los votos en las elecciones generales de 1983, junto con
la Guerra de las Malvinas, contribuyó a la derrota del Partido Laborista y el
segundo mandato de Thatcher.

1931 fue un caso diferente, cuando 15
parlamentarios laboristas, liderados por el Primer Ministro laborista Ramsay
MacDonald, se separaron para formar un gobierno nacional con liberales y
conservadores, que implementaron ataques salvajes contra la clase trabajadora.
Sin embargo esto contiene un número de lecciones importantes para la
actualidad. Como es sabido, se le pidió a Herbert Morrison, el abuelo de Peter
Mandelson, que permaneciera en el Partido Laborista en lugar de irse con los
traidores para defender los intereses del capitalismo dentro del laborismo. Sin
duda, incluso si una gran mayoría del PLP se va del partido, ésta no sería una
división químicamente pura. Parte de la derecha del laborismo permanecerá en un
partido liderado por Corbyn por las mismas razones que lo hizo Morrison. Por lo
tanto, aún sería necesario que Corbyn y sus simpatizantes demanden a todos los
parlamentarios laboristas que permanezcan que firmen un programa
anti-austeridad.

Muchos simpatizantes laboristas temen que una
escisión debilite al partido. Pero de hecho sería lo contrario. Es cierto que
al menos en principio habría menos parlamentarios laboristas en Westminster,
pero un grupo de parlamentarios que consistentemente hagan campaña contra la
austeridad y defienda a los trabajadores en lucha hará mucho más para
fortalecer la lucha contra los tories que 232 parlamentarios ‘laboristas’ de
los que la mayoría votan a favor de la austeridad, la guerra y privatizaciones.

Un Partido Laborista refundado y anti-austeridad
podría ganar rápidamente apoyo electoral, como demostró la victoria en enero de
2015 de Syriza en Grecia, que se había presentado entonces con un programa
anti-austeridad, y el crecimiento en apoyo de la izquierda en España. No se
puede hacer una comparación exacta pero el porcentaje de votos ganados al
laborismo en elecciones parciales desde 1931 hasta 1935 fue del 13,5%. En 1931
el voto laborista cayó en casi dos millones comparado con los dos años
anteriores, pero para las elecciones generales en 1935 sus votos volvieron a
los niveles de 1929. Esto, por supuesto, fue reflejo de la rabia ante la gran
traición de Ramsay MacDonald y compañía. Sin embargo, en esencia el papel de un
nuevo partido de ‘centro izquierda’ no sería diferente del grupo Nacional
Laborista de MacDonald, porque también haría bloque en el parlamento con un gobierno
tory débil contra Corbyn y la clase trabajadora.

El impacto de un partido de
izquierda

Se ha intentado demostrar con una encuesta de la
empresa YouGov (2 de agosto) la imposibilidad de una escisión, pero ésta no lo
hace en absoluto. La encuesta sugiere que si la derecha dejara el partido y
Corbyn mantiene el nombre de laborismo la izquierda recibiría un 21% del voto,
mientras que si es la izquierda la que se va, y la derecha mantiene el nombre
de Partido Laborista, la izquierda recibiría el 14% de los votos. La
relativamente pequeña diferencia entre las dos cifras refleja cómo se ha minado
la lealtad tradicional al laborismo durante décadas, dejando actualmente una
‘lealtad a la marca’ muy baja. Obviamente, 21% es preferible a 14% pero en
estas circunstancias la última cifra sería un buen comienzo para construir un
nuevo partido alrededor de un programa anti-austeridad.

Este partido podría ganar apoyo electoral
rápidamente ofreciendo una alternativa a los eternos recortes, privatizaciones
y miseria. Por el contrario, Brown y Miliband mostraron que hay un apetito muy
limitado por un Partido Laborista que ofrece “austeridad light”, básicamente
una versión aguada de las políticas conservadoras. Pero incluso si un Partido
Laborista de derecha llega al poder, ¿para qué les serviría? Si es implementar
políticas en interés de la clase capitalista esto no contestará a los intereses
de la mayoría de la sociedad.

Por el contrario, un partido liderado por la
izquierda, mantenga o no el nombre de laborismo, sería capaz de avanzar los
intereses de la clase trabajadora desde el primer día y, por lo tanto, ganar
apoyo electoral. Owen Smith ha dibujado la línea entre él y Corbyn como una
línea entre el cambio que viene de “dentro del parlamento o de fuera”,
añadiendo: “Antes de tener el derecho a voto (…) estaba bien sacudir nuestros
puños entre los barrotes. Tan pronto como lo conseguimos era nuestro trabajo ir
alrededor de los barrotes y tomar el poder desde dentro. Quizá algunas de las
razones por las que Jeremy, desde mi punto de vista, no ha trabajo tan duro
para mantener la unión del Partido Laborista es que él no lo ve como algo
importante. En realidad para él es más importante construir un movimiento en el
país”. (Camden New Journal, 4 de agosto).

En primer lugar, Smith no tiene ninguna prueba en
absoluto para asegurar que Jeremy Corbyn no se preocupa por las elecciones.
Pero también es un completo cretinismo parlamentario sugerir que no se ha
conseguido ningún cambio desde la introducción del sufragio universal que no
sea a través del parlamento. Los ejemplos son ilimitados: fue la huelga en la
factoría de Ford en Dagenham la que forzó las leyes sobre igualdad de salarios
a través del parlamento; fue la amenaza de huelga la que forzó la liberación de
estibadores encarcelados en 1972. Y fueron las 18 millones de personas que se
negaron a pagar el “poll tax” la que quitó su sillón a Margaret Thatcher y
obligó al gobierno de John Major a abolirlo.

Para resumir su idiotez, una de las películas del
grupo de derecha “Salvemos el Laborismo” empieza declarando que las
manifestaciones nunca han cambiado nada. El eslogan fue sobrescrito sobre dos
manifestaciones en Liverpool: una en apoyo a Corbyn, la otra era la masiva
manifestación de 1984 en apoyo al gobierno local. El ayuntamiento entonces
laborista, en el que simpatizantes de Militant jugaron un papel central,
lograron 60 millones de libras del gobierno tory y fue capaz de construir 5.000
viviendas sociales, abrir seis nuevas guarderías, cuatro institutos, seis
centros de ocio y mucho más. No podría haber sido capaz de hacer esto solamente
aprobando leyes en el pleno del ayuntamiento. Sin embargo, una posición
decidida en el pleno combinado con manifestaciones masivas, huelgas del sector
público y las huelgas de los mineros que se estaba produciendo en ese momento
forzó al gobierno a dar concesiones serias.

El año siguiente los ayuntamientos de Liverpool y
Lambeth fueron derrotados debido a la traición de Neil Kinnock y la dirección
del Partido Laborista. Sin embargo, sus logros aún siguen de pie. Fue un error
que Jeremy Corbyn, que apoyó la lucha del ayuntamiento de Liverpool en ese
momento no se haya referido a él cuando se dirigió a las masas en el reciente
mitin de Liverpool y hasta ahora no ha tomado una posición inequívoca
demandando que los ayuntamientos laboristas rechacen implementar recortes. Y
todo esto a pesar de que los congresos de los sindicatos UNITE y GMB demandaron
que los ayuntamientos establecieran legalmente presupuestos sin recortes.

Imaginemos que después de casi una década de
recortes locales salvajes que han dejado los presupuestos locales como media
40% más bajos que en 2008, un número de ayuntamientos – quizás solamente un
puñado – rechazara implementar recortes y se mantuvieran firmes como Poplar, Liverpool,
Lambeth y Clay Cross hizo antes que ellos. E imaginemos que esos gobiernos
locales tuvieran el apoyo del partido de Jeremy Corbyn en el parlamento, fuera
cual fuera su nombre. Una lucha como esta, teniendo en cuenta toda la rabia
acumulada contra los presupuestos locales, sería enormemente popular. No
solamente podría ganar, sino que un desafío organizado a los “tories” podría
forzar unas elecciones generales en las que se podría plantear que llegara al
poder el partido de Corbyn. Esto es solamente un ejemplo de cómo un partido de
izquierda en el parlamento, incluso si inicialmente tiene un número modesto de
representantes, podría actuar como una voz para la clase
trabajadora y el movimiento anti-austeridad, cambiando de esta manera el
equilibrio de fuerzas en la sociedad en la dirección de la clase trabajadora.

Enfrentarse al capitalismo

El Partido Socialista apoya enérgicamente a Jeremy
Corbyn en esta batalla contra la derecha, y cada paso positivo tomado. Pero
también queremos empujar el movimiento más a la izquierda y avisamos de las
retiradas que podrían llevar en etapas posteriores a derrotas.

El programa de elección de 2016 de Jeremy Corbyn
tiene muchos puntos positivos que atraerán a la clase trabajadora y son
potencialmente muy populares, incluyendo un salario mínimo de 10 libras por
hora, construcción de un millón de viviendas (la mitad de ellas viviendas
sociales) y la introducción de controles de precios de alquileres en el sector
privado. Sus promesas de renacionalización de los ferrocarriles y de terminar
con las privatizaciones de servicios sanitarios también tendrán un atractivo
muy amplio. También es bienvenida la idea de un banco nacional de inversión con
500.000 millones de libras para gastar en inversiones públicas y que serían
pagadas con un incremento en impuestos a las “mayores rentas”. En su entrevista
a “The Observer” (14 de agosto) Jeremy repitió su apoyo a la eliminación de
tasas universitarias y la reintroducción de una beca para el mantenimiento de
estudiantes.

Sin embargo al mismo tiempo ha retirado su demanda
de nacionalización de las compañías energéticas, y ahora solamente pide una
“mayor participación comunitaria”. Desgraciadamente, su llamamiento por una
renacionalización de los ferrocarriles está limitada al fin de las concesiones,
lo que significa que después de cinco años de gobierno laborista solamente dos
terceras partes de los ferrocarriles estarían en manos públicas. Corbyn tampoco
ha demandado claramente la renacionalización de la industria del acero a pesar
de su enorme necesidad. Esto refleja una falta de voluntad para sacar todas las
conclusiones acerca de lo que es necesario para defender los intereses de la
clase trabajadora; de desafiar, en lugar de aceptar, lo que el anteriormente
consejero económico de Corbyn, David Blanchflower ha llamado “las realidades
del capitalismo y del mercado moderno” (“The Guardian”, 2 de agosto).
Blanchflower ahora apoya a Smith.

Los capitalistas resistirán vehementemente un papel
mayor del estado y un incremento de los impuestos. Para implementar incluso el
modesto programa de Corbyn, por lo tanto, se necesitaría ‘acciones
extra-parlamentarias’, es decir, la movilización de la clase trabajadora en
apoyo de las políticas del gobierno.

El programa actual de Jeremy Corbyn es un paso
adelante en comparación con las políticas pro-capitalistas de los anteriores
líderes laboristas. Aún carece de un programa completo socialista, pero los
acontecimientos plantearán la necesidad de un programa como éste. La
experiencia de Syriza en Grecia, donde los líderes de un partido
anti-austeridad capitularon ante la presión de las grandes empresas y que ahora
están implementando recortes, muestra que desafiar a la austeridad está
vinculado con la lucha por el socialismo. La austeridad interminable y el
crecimiento de la desigualdad no son accidentes: fluyen de las necesidades del
capitalismo, donde los beneficios de unos pocos han sido restaurados a costa de
la mayoría. Sin embargo, la enorme ventaja de la creación de un partido de masas
de los trabajadores, que está ahora en la agenda, es que proporcionará un foro
en el que la gente de clase trabajadora podría discutir y debatir cómo alcanzar
el final del capitalismo y desarrollar una sociedad socialista democrática.

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