31/08/2015. Vincent Kolo. Original publicado en inglés el 26/08/2015 en chinaworker.info


Más de 5 billones de dólares borrados de las bolsas mundiales en dos semanas desde la devaluación china

«Lunes Negro», exclamó la agencia de noticias oficial china Xinhua cuando el mercado de valores de China se desplomó un 8,5 % el 24 de agosto. Esto provocó las caídas más pronunciadas en los mercados de valores del mundo desde la crisis financiera de 2008, ante los crecientes temores de una recesión global encabezada por China.

Anteriormente, Wall Street fue el epicentro de la crisis financiera global con el colapso bancario de Estados Unidos en 2008, pero esta vez es la crisis económica de China y la pérdida visible de control por sus líderes, ha sido el detonante. El golpe de la «mini devaluación» del yuan chino el 11 de agosto quebró la falsa sensación de seguridad de la mayor parte del mundo capitalista, basada en la creencia de que Pekín «tiene un plan» para hacer frente a la profundización de la desaceleración del país. Desde entonces más de 5 billones de dólares se han borrado del valor de los mercados bursátiles mundiales. Esta destrucción masiva de riqueza en el espacio de unos pocos días demuestra más allá de toda duda que el capitalismo es un sistema económico loco y moribundo. «Más de 400 mil millones de euros se han borrado del valor de las trescientas empresas más grandes en Europa hoy», informó Reuters el Lunes Negro como consecuencia de la propagación de la caída financiera a Europa.

El ex secretario del Tesoro de Estados Unidos, Larry Summers, tuiteó, «Al igual que en agosto de 1997, 1998, 2007 y 2008 podríamos estar en la fase inicial de una situación muy grave.» Incluso el candidato presidencial Donald Trump, que no es precisamente muy brillante, advirtió que el mundo podría estar en el inicio de una depresión. Damian McBride, que fue asesor económico del ex primer ministro británico, Gordon Brown, advirtió que la crisis actual podría ser «20 veces peor» que en 2008.

El índice Hang Seng de Hong Kong sufrió su mayor caída desde 1987, y su mercado de valores ahora ha entrado oficialmente en un estadio «bajista» tras haber perdido más de un 20 % desde su pico de abril. Los mercados de valores de Indonesia y Taiwán también están en territorio ’pesimista’. Del mismo modo, los mercados bursátiles en las economías desarrolladas sufrieron enormes reveses el lunes que agravaron el pánico de las dos semanas anteriores, el FTSE 100 de Londres ha perdido el 18 % de su valor desde abril, y el alemán DAX perdío el 20 % durante el mismo período. El mercado de valores de Australia se hundió un 8 % el lunes, una de las mayores caídas, y un reflejo de su enorme exposición a China.

La propagación del colapso mundial llegó a las materias primas con el petróleo, el cobre, el aluminio y el níquel en sus niveles más bajos desde el inicio de la crisis global en 2008. Los precios del petróleo, que desempeñan un papel fundamental en la economía global, y que han caído de 115 dólares por barril en el verano de 2014, cayeron aún más, por debajo de 43 dólares por barril. Esto acumula presión sobre los productores de petróleo desde Rusia a Venezuela, que ya están en recesión. El índice de productos básicos Bloomberg, que vigila los precios de 22 materias primas, cayó a su nivel más bajo este siglo tras haber caído 17 % este año y un 40 % en los últimos tres años.

China ha sido el principal motor del crecimiento mundial en los últimos años, aportando alrededor de un tercio del crecimiento global en comparación con el 17 % de la economía de Estados Unidos. Consume alrededor de la mitad de los metales del mundo y domina el mercado de otras materias primas, incluyendo los productos agrícolas. Las caídas bruscas de los precios de estos productos han estancado el crecimiento en muchos países exportadores de materias primas, pero también están aumentando las presiones deflacionarias en toda la economía mundial. Si bien la caída de precios pueden proporcionar un impulso de corto plazo a las economías que importan materias primas, si se convierte en una deflación prolongada, amenaza con paralizar el crecimiento económico y exacerbar los problemas de la deuda, que están creciendo en todas partes y no menos en la propia China. Esto es lo que sucedió en Japón, que entró en una crisis deflacionaria en 1990 – marcada por el estancamiento económico y el aumento de los niveles de deuda – de la que nunca ha salido. La China de hoy muestra muchas características similares a las del Japón de la década de 1990 al igual que la economía global.

El impacto de la devaluación

Cuando China devaluó el yuan hace dos semanas, algo que ha sido históricamente reacia a hacer y de hecho considerado como una «opción nuclear», sacudió el sistema capitalista mundial. De un solo golpe se confirmó la sospecha que el malestar económico chino es mucho peor de lo que Pekín ha admitido o informado en sus estadísticas oficiales que, como hemos explicado, están retocadas y son engañosas. La devaluación, mínima hasta la fecha, también plantea el espectro de las devaluaciones por imitación (la llamada ’guerra de divisas’), que a su vez podría, como planteó Albert Edwards del banco Société Générale, desatar «una ola de deflación» sobre la economía mundial.

La forma confusa en la que se ejecutó la devaluación de China ha dejado a los comentaristas capitalistas rascándose la cabeza con incredulidad. Como señaló Paul Krugman en el New York Times (14 de agosto), «Parecen haber sido tomados por sorpresa por la reacción previsible del mercado … Los inversores comenzaron a huir de China, y los responsables políticos bruscamente pivotan desde la promoción de devaluación de la moneda a un esfuerzo total para apoyar el valor del yuan».

La depreciación de la moneda – un 3 % frente al dólar hasta ahora – es demasiado pequeña como para tener un impacto real en las exportaciones de China. Además, el régimen y el banco central de China, Banco Popular de China, han tenido que intensificar sus intervenciones monetarias para apoyar el yuan, o correr el riesgo de una fuga aún más grande de capitales de China. En los últimos cinco trimestres unos inéditos 800.000 millones de dólares de las empresas y los especuladores tanto chinos como extranjeros se han marchado de China – dinero que se encamina a «refugios seguros» en dólares y otras monedas.

Esto deja a la devaluación de Pekín, que parece que el Banco Popular de China ha resistido hasta el último momento, con el aspecto de «el peor de los mundos posibles». La decisión ha creado el caos en los mercados mundiales y ha desencadenado una reacción en cadena de devaluaciones de monedas, pero sin entregar ningún verdadero impulso a la economía de China. De hecho, las fuertes caídas en las monedas asiáticas y la de otros ’mercados emergentes’ de las últimas dos semanas han cancelado por completo, y en realidad revertido, cualquier beneficio que China podría haber obtenido de la devaluación en cuanto a mejorar las exportaciones. Las monedas de Malasia e Indonesia han caído a su nivel más bajo desde la crisis asiática de 1998 en medio de una tendencia a la baja general de las monedas asiáticas (con la excepción del yen japonés, que es visto como una moneda «refugio»). Mientras que el rublo ruso, el rand sudafricano y la lira turca han alcanzado sus niveles más bajos. Otro – e importante – efecto de la devaluación será que muy probablemente, se tenga que posponer el aumento prolongadamente esperado de las tasas de interés en Estados Unidos, planeada para septiembre por Janet Yellen y la Reserva Federal. Esto complica la posición del gobierno de Estados Unidos y se suma a las tensiones que se profundizan entre Washington y Pekín.

Traspiés espectaculares

El régimen chino ha manejado espectacularmente mal su colapso del mercado de valores, el gasto de más de 1 billón de dólares en medidas de apoyo durante las últimos diez semanas, con el cual no se ha rescatado absolutamente nada. La ola de ventas en el «Lunes Negro», la peor desde hace ocho años, pone los precios de las acciones por debajo del nivel del 8 de julio, cuando se puso en marcha la operación de rescate del gobierno. De hecho las pérdidas de hoy acabaron con todas las ganancias del segundo mercado de valores más grande del mundo, desde el comienzo del año.

Estos eventos han marcado un punto de inflexión en la percepción del régimen. El CIT y su sección china han cuestionado durante mucho tiempo el mito de la «infalibilidad» que rodeaba a la dictadura y su supuesta competencia económica. Pero hasta hace muy poco los líderes chinos han sido presentados como «tecnócratas modelo’, con los principales representantes del capitalismo global poniéndose de rodillas para rendirles homenaje.

Una sucesión de medidas fallidas en los últimos meses han destrozado la autoridad de los mandarines económicos de Pekín – primero inflar una insostenible burbuja bursátil, a continuación, tratar de mantenerla hasta después de que reventara, culminando en una devaluación de la moneda vacilante y en pánico. El último movimiento, aunque no anunciado, lo muestra la incapacidad de intervención del régimen con nuevas medidas de apoyo al mercado mientras el índice de la bolsa se derrumbó en el Lunes Negro. Pekín se ha dado cuenta, evidentemente, que no puede apoyar al mismo tiempo al mercado de valores y la moneda y ha optado por centrarse en la segunda. Estas medidas representan un catálogo de incompetencia con pocos paralelos. También demuestran los límites del poder de Pekín para controlar la evolución económica que los capitalistas globales han sobreestimado.

«La verdadera víctima durante el verano es la credibilidad del gobierno. Cuando nos fijamos en la intervención en el mercado de valores, cuando se mira a la chapuza de la devaluación, como yo la llamaría, de hace un par de semanas, y luego se observan las explosiones en Tianjín, se ve un gobierno que con toda seguridad no está al mando . Usted mira esto y envía una imagen muy pobre sobre la competencia de China en el nivel de liderazgo. ¿Quién más es responsable aquí? [El presidente], Xi Jinping, parece invisible».

Los comentarios anteriores de Fraser Howie, co-autor del libro Capitalismo Rojo, es típico de los analistas burgueses de hoy. Muchos de estos comentaristas eran fans de los líderes de China hasta hace poco y ahora están experimentando lo que los niños pequeños experimentan cuando descubren que Papá Noel no existe.

La caída de la bolsa de China era totalmente predecible, desde que los precios de las acciones perdieron toda conexión con la economía real. Los datos económicos recientes han confirmado la gravedad de los problemas de China. La producción industrial se ha contraído durante cinco meses consecutivos y ahora está en un mínimo de seis años. Industrias que estaban antes en crecimiento como los teléfonos inteligentes y coches – China es el mayor mercado para ellos – también se están contrayendo. A pesar de una reciente «estabilización» de los precios de la vivienda, las nuevas construcciones cayeron un 16,8 % en los primeros siete meses de este año. En los últimos años, China ha sido responsable de la mitad de la construcción mundial, por lo que en un año esto se traduciría en una caída del 8 % en la construcción en todo el mundo. Esto explica por qué los mercados de productos básicos – desde el aceite a la soja – han sido golpeados en las últimas semanas. Además, algunas de las mayores corporaciones estadounidenses han visto miles de millones de dólares borrados de los valores de sus acciones debido a su dependencia del mercado chino. Esto incluye a Apple, General Motors, y Yum Brands (KFC y Pizza Hut) que venden más productos en China que en los EE.UU. Apple – la compañía más valiosa del mundo – ha sido testigo de como su capitalización de mercado se redujo en un 18 % en los últimos seis meses.

La crisis mundial del capitalismo

La agitación financiera de hoy subraya la ceguera del capitalismo que tropieza de una crisis a otra. El CIT y su sección china advirtieron previamente que la siguiente fase de la crisis capitalista global podría ser «Made in China» – una perspectiva que se está convirtiendo en cada vez más probable. Pero los problemas de la economía china, y su carga de una deuda aplastante, que es el origen de los zigzags de políticas desesperadas de los últimos meses, tienen su origen en el impasse histórico del capitalismo global.

En 2008, cuando la crisis mundial amenazaba con transformarse en todo el mundo en una depresión al estilo de 1930, el régimen chino lanzó un programa de mega-estímulo basado en cantidades sin precedentes de crédito. Esto produjo inicialmente efectos impresionantes, el PIB de China se aceleró y parecía escapar a la atracción gravitatoria de la recesión mundial. Stephen King, economista jefe del banco HSBC, describió a China como «el amortiguador de la economía global» – aunque hoy su papel se invierte como una fuente de sacudidas para el capitalismo global. Esto se debe a que el crecimiento impulsado por el estímulo del período posterior a 2008 se basa en una acumulación insostenible de la deuda, que se cuadruplicó desde 7 billones de dólares en 2007 hasta 28 billones hoy. Esto ha reducido la capacidad del régimen para estimular aún más de esta manera la salida de la crisis, como estamos presenciando hoy. Antes de 2008, cada yuan de crédito generaba alrededor de 0,8 yuanes del PIB. Pero hoy en día sólo genera 0,2 yuanes del PIB.

Los problemas de China se reflejan en el crecimiento de la deuda global que ha aumentado desde 57 billones de dólares desde el final de 2007, a la asombrosa cifra de 199 billones, según el McKinsey Global Institute. La economía mundial entrará en su próxima recesión en mucho peor estado que entró en la última. Durante la inestable «recuperación» económica de los últimos años sectores enteros de la economía capitalista han dependido del ‘salvavidas’ financiero de los gobiernos y los bancos centrales, especialmente a través de las medidas de la masiva «flexibilidad cuantitativa» (QE) de la que la economía no ha sido capaz de liberarse.

Si las tasas de interés se mantienen en niveles históricamente bajos de hoy en día (cerca de cero, o en algunos casos negativas en términos reales) significa que los capitalistas tendrán aún menos armas a su disposición con la que hacer frente a una nueva recesión. Al mismo tiempo, la clase obrera se ha enfrentado a la austeridad ininterrumpida desde el inicio de la crisis en 2008, sufriendo fuertes caídas en los niveles de vida en muchos países, lo que significa que una nueva recesión detonará movimientos y retos políticos sin precedentes para el dominio capitalista. Es este miedo el que está impulsando las turbulencias en los mercados globales.

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