¡Ningún apoyo al Consejo Nacional de Transición Interino!

¡Ninguna confianza en la intervención extranjera!

Todo el control a organizaciones y milicias independientes y democráticas de los trabajadores y el pueblo

30/09/2011, Roberto Mérida – Sevilla

A finales de Agosto, la situación militar daba un vuelco en Libia, con las tropas de milicianos rebeldes avanzando por el sur, desde el desierto hasta Trípoli.

Es innegable el carácter popular de esta revuelta, al margen de las pretensiones de controlarla y desviarla, por parte del imperialismo.

Desde los primeros días de las protestas, masas de manifestantes desarmados llenaron las calles de Trípoli y las principales ciudades del país, exigiendo la ruptura democrática y la caída del gobierno. Éste, temeroso de los precedentes de Egipto y Túnez, ordena al ejército disparar contra la población, provocando la deserción de un sector.

Pero, a diferencia de Egipto y Túnez, la institución militar allí es débil; para poder reprimir a su propio pueblo, Gaddâfî tuvo que recurrir a la importación, en masa, de mercenarios traídos de otros conflictos de los países subsaharianos.

Ante la necesidad de defenderse, las masas se levantaron, tomando armas de los cuarteles, con ayuda de los sectores del ejército pasados a la revuelta, y defenestran a la autoridad local, tomando, en cuestión de días, el control en más de 3 cuartas partes del país, constituyendo milicias, o grupos de guardia urbanas, y estableciendo en su lugar, en diversos sitios, Comités Populares. A su vez, varias tribus del Este y del Oeste, terminan por sumarse en masa a la revuelta, y los enfrentamientos se extienden durante días y noches a la misma capital, Trípoli, con un régimen que, en su desesperación, no llega a controlar más de un tercio de la capital, y algunos bastiones de fieles como Sirte. Pero el hábil repliegue de tropas, sumada a la superioridad económica y militar facilitada en todos estos años previos por Occidente, y la importación de armamento de última generación por puente aéreo desde Argelia y Siria, le permiten ir ganando terreno, afianzando su control sobre la capital y numerosas ciudades del centro y oeste del país, para avanzar, luego, hacia el Este. Rápidamente, la rebelión se territorializa, y Bengazi es constituida como capital de la revuelta.

Esta revolución representa, por tanto, un paso más en la dinámica de la Primavera Árabe, ya que, desde sus primeros días, planteó el problema de la insurrección armada.

Ahora, el imperialismo y la burguesía desplazada del régimen, tratan de arrebatar a las masas los frutos de esta revuelta.

El gobierno del CNT es un gobierno formado, principalmente, por sectores de la antigua burguesía desplazada por el régimen, así como por excrecencias del régimen de Gaddâfî. Desde el comienzo han contraído acuerdos comerciales con el sector intervencionista de la OTAN, a cambio de su ayuda militar en forma de bombardeos aéreos. El CNT es un gobierno continuista, que no se diferencia en nada de las nuevas Juntas Militares y Gobiernos Provisionales constituidos en Egipto y Túnez, compuestos por destacados miembros del anterior régimen, que colaboran con la burguesía imperialista extranjera.

La intromisión de la OTAN, representa, pues, un peligro para el desarrollo autónomo de un proceso revolucionario.

Como los hoy establecidos en Egipto y Túnez, el gobierno del CNT, colabora con el capitalismo y las potencias extranjeras. Su principal misión, es proseguir con la política económica iniciada años atrás por el anterior régimen, basada en una agenda neoliberal de privatizaciones y recortes, a petición del FMI y otros organismos neoliberales extranjeros como el Banco Mundial y el G8. Esta política, se encuentra, no obstante, con una férrea oposición, en Egipto y Túnez, por parte de la clase obrera organizada, y de amplios sectores de las masas populares, que organizan huelgas o desafían a los nuevos gobiernos en concentraciones multitudinarias como las registradas con más de 2 millones de persnas, en Plaza Tahrîr.

La situación en Libia no dista de ser similar en más de 3 cuartas partes de lo esencial en lo que concierne a tales gobiernos. A cambio del apoyo abierto del sector intervencionista de la OTAN, y de las potencias, ante la caída inminente Gaddâfî, el CNT ha prometido mantener el ritmo en las exportaciones petroleras, y mantener intactas las inversiones de multinacionales extranjeras en el país. Es un gobierno que, desde el principio, ha comenzado a crear una enorme distancia con los intereses populares, al dar cobertura a la intromisión de la OTAN en el desarrollo de la guerra y los asuntos del país.

El apoyo del imperialismo a la revuelta en Libia, es un apoyo hipócrita, no muy distinto del dado por aquél a los procesos de revuelta árabe, basado en la condena nominal a sus viejos regímenes, a la vez que apoyan a nuevos gobiernos continuistas, formados por miembros del anterior gabinete. Esta «condena» a los gobiernos de Ben `Alî y Mubârak, al igual que sucedió en Libia, no fue inmediata; sino que llegó tarde y mal. Hasta 2 semanas después de comenzadas las revueltas, los partidos de Ben `Alî y Mubârak figuraban como miembros de la Internacional «Socialista» a la que pertenecen el PSOE, Schroeder, Blair o Papandreu. Los mismos que ahora abanderan la intervención imperialista en contra de Gaddâfî, como Berlusconi o Sarkozy –quien contó con el apoyo del ex dirigente libio para la financiación de la campaña electoral que le llevó al gobierno– le apoyaron, hasta días después de comenzar la revuelta.

Estos mismos gobiernos intervencionistas de la OTAN, vacilaron durante más de un mes sobre si dar su apoyo o no al Consejo Nacional de Transición Interino, con un supuesto de envío armas y ayuda médica y humanitaria a la revuelta que finalmente nunca dieron, a la par que intentaban retomar negociaciones con el ex dirigente libio, limitando la “ayuda”, exclusivamente a bombardeos indiscriminados –que en poco se diferencian a los perpetrados contra la población por Gaddâfî –, y condicionándola a renovar acuerdos sobre inversión y exportación petrolera, y a participar, directamente, en un proceso de intervención e invasión del país.

Esta invasión no podía ser por tierra, puesto que hubiera encontrado la oposición de amplios sectores de la población civil, así como de las milicias populares armadas que son la cuña de la revuelta.

La mayor desgracia hoy, para la OTAN es que, a diferencia de en Iraq, existe una revuelta popular armada en proceso paralelamente al gobierno burgués, y que no controla directamente la situación por tierra.

La intervención, aun así, representa uno de los mayores peligros para la revuelta.

A medida que el Consejo Nacional de Transición se hacía más y más dependiente de los bombardeos, aumentaba la represión dentro del propio bando rebelde contra sectores opuestos a la intervención de la OTAN. En su ofensiva militar y guerra de posiciones, en sus maniobras represivas, y sus ataques indiscrminados pro retomar ciudades, el CNT, comienza a diferenciarse cada vez menos de las fuerzas pro-Gaddâfî .

Ahora, este CNT, y la OTAN, amenazan con robar, al igual que sucede hoy en Túnez y Egipto, los frutos de esta revuelta, constituyendo un nuevo régimen títere, continuista del anterior, y colaboracionista con los intereses extranjeros, que continúe de las políticas neoliberales.

Pero este gobierno, como en Egipto o Túnez, cuenta ahora con la presión popular de las masas, y de milicias armadas, en la existencia de una situación de doble poder, que se opone a todo tipo de injerencia o invasión del imperialismo por tierra, que se oponen a la continuación de las políticas neoliberales y que luchan por mejoras inmediatas en sus condiciones laborales y sus niveles de vida.

Esta revolución, es un proceso, por tanto, inacabado, apenas iniciado, y todavía en marcha. La relativa apertura del régimen, representa una oportunidad de oro para la formación de nuevos partidos de izquierdas, con una política revolucionaria de masas, que representen los intereses de la clase obrera y actúen como oposición real a los intereses de la burguesía continuista, compradora, representada en el CNT, y en el intervencionismo de la OTAN.

Éstos, intentarán desarmar todo tipo de oposición popular armada, sometiendo a las unidades de milicianos, aún no directamente sujetas a la jerarquía militar del CNT, a su control, y obligándoles, por medio de la represión, a devolver sus armas a los cuarteles.

Pero los Comités Populares y milicias armadas del pueblo, son ya una realidad de doble poder palpable, y esto lo saben la burguesía, y los trabajadores y grupos de milicianos autónomos. La caída de Gaddâfî , representa pues, la caída de la principal cabeza visible de un sector de la oligarquía del país, pero ni mucho menos del régimen oligárquico en su conjunto.

Desde el CIT, apelamos a la constitución de un partido de las masas trabajadoras y populares, tanto libias, conmo inmigrantes, que represente y defienda sus intereses.

Es necesario exigir todo el apoyo para el proceso de revuelta popular contra el régimen. Es necesario exigir con todo el poder para las organizaciones independientes del pueblo, tomando, como punto de partida, la experiencia de las milicias autónomas, y los comités populares de los primeros dias de la rebelión, sin otorgar el menor apoyo al CNT pro-imperialista y rechazando la intervención de la OTAN.

Sólo mediante una ruptura radical con la dominación capitalista e imperialista en Libia y la región, que asuma la propiedad, así como un control democrático del pueblo sobre la riqueza y los recursos del país, se encontrará un camino para satisfacer las aspiraciones de las masas oprimidas y trabajadoras del pueblo.

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