Los recientes acontecimientos en Ucrania demuestran, una vez más, la necesidad de que el Movimiento Obrero Internacional debe tener un programa claro para garantizar el derecho a la autodeterminación.

Por Walter Chambers, Alternativa Socialista Internacional

No hay nada abstracto en la cuestión nacional, siempre y cuando se plantee la cuestión nacional. Los socialistas tienen que comprender la situación específica y defender un programa de principios, que no solo defienda el derecho de las naciones a la autodeterminación, sino que lo haga de una manera que asegure que la clase trabajadora y sus organizaciones mantengan su independencia de la burguesía nacional. En otras palabras, se necesita una posición que promueva la conciencia de la clase trabajadora y su lucha de clases. La terrible situación alrededor de Ucrania es la última situación en la que la posición de la izquierda ante la cuestión nacional ha sido puesta a una dura prueba.

En el extraordinario “Llamamiento a la Nación” para anunciar el reconocimiento, por parte de Rusia, de las dos repúblicas —las Repúblicas Populares de Donetsk y Luhansk (RPD/RPL)— en el este de Ucrania y, de hecho, lanzar su invasión a Ucrania; donde Vladimir Putin describió su reaccionaria visión imperialista de la historia de las relaciones ruso-ucranianas. De forma concreta, vuelve a la vieja ideología zarista en la que Rusia, o más específicamente, el imperio ruso era “uno e indivisible”.

Él dijo:

Les recordaré que después de la Revolución de Octubre de 1917 y la Guerra Civil consecuente, los bolcheviques propusieron crear un nuevo Estado. Tenían desacuerdos bastante serios entre ellos sobre este punto. En 1922, Iósif Stalin ocupó las posiciones tanto de Secretario General del Partido Comunista Ruso (bolcheviques) y Comisario del Pueblo para Asuntos Étnicos. Sugirió construir al país sobre los principios de la autonomía, es decir, otorgar a las repúblicas, las futuras entidades administrativas y territoriales, amplios poderes cuando se unan al Estado unificado.

Lenin criticó este plan y sugirió hacer concesiones a los nacionalistas, a quienes en ese momento llamó “independientes”. Se colocaron en los cimientos del Estado soviético […]

Esto plantea una pregunta: ¿Por qué fue necesario hacer regalos tan generosos, más allá de los sueños más salvajes de los nacionalistas más celosos y, además de todo eso, dar a las repúblicas el derecho a separarse del estado unificado sin ninguna condición?[…]

De hecho, lo que Stalin implementó plenamente no fueron los principios del gobierno de Lenin, sino los suyos propios. […]

Extractos de la traducción oficial

Este discurso fue notable por sus ataques a Lenin y a los bolcheviques, en contraste a su apoyo a Stalin y la dictadura burocrática. De hecho, Lenin fue un feroz partidario de los derechos de las naciones a la autodeterminación. En 1914 escribió su famoso panfleto defendiendo esta posición, en el que afirmaba:

“Nos mantenemos firmes y sin ninguna duda: Ucrania tiene derecho a tener tal Estado [independiente]. Respetamos este derecho. No apoyamos ningún privilegio de los grandes rusos sobre los ucranianos, educamos a las masas en el espíritu de reconocer este derecho y en el espíritu del rechazo de cualquier privilegio estatal por parte de una sobre cualquier otra nación.

Lenin (1914): El derecho de las naciones a la autodeterminación. (marxists.org)

No solo en palabras, sino en la práctica, Lenin defendió esta posición hasta en los últimos momentos. Después de la Revolución de febrero, a pesar de sus promesas, el nuevo gobierno provisional de capitalistas liberales y socialistas moderados se negaron a conceder la independencia de Finlandia, Ucrania y otras naciones. Dijeron que la decisión la tomaría la Asamblea Constituyente, a la que también habían prometido convocar, pero luego no cumplieron con el trato. De hecho, su propuesta escrita para la Asamblea Constituyente en realidad volvió a la posición zarista de Rusia: “una e indivisible”.

Entonces, cuando después de la Revolución de noviembre, los bolcheviques publicaron la “Declaración de los Derechos del Pueblo de Rusia” obtuvieron un gran apoyo de las naciones que no eran rusas. Implementar esto no estuvo exento de dificultades. Después de la Revolución de febrero, en Ucrania se estableció el Tsentralnaya Rada (Central Soviética) como “un gobierno de todos los ucranianos” y reivindicó su derecho a la autodeterminación. Los bolcheviques no eran particularmente fuertes en Ucrania, y en ese momento los que estaban en Kiev no reconocían la importancia de la cuestión nacional, diciendo que era secundaria a la lucha de clases. Dejaron la Tsentralnaya Rada para continuar con la construcción de su nación, incluido el establecimiento de estructuras gubernamentales y fuerzas armadas. Después de octubre, participaron en un bloque junto con los mencheviques y bundistas, que reconocieron a la Tsentralnaya Rada como gobierno legítimo. Se negaron a aceptar la posición de otros bolcheviques ucranianos de que “era necesario librar una lucha intransigente contra la Rada”. Esto significó que la cuestión de la tierra, como mínimo, quedó sin resolver, y dejó que los líderes de la Rada presionaran al Estado alemán para convertir a Ucrania en un protectorado militar, lo que hizo que la guerra civil en Ucrania fuera mucho más compleja y prolongada de lo que hubiera sido. Caso contrario si los bolcheviques de Kiev hubieran actuado con decisión.

Aunque los bolcheviques reconocieron el nuevo gobierno de Polonia, que surgió después de la revolución, las tropas polacas invadieron Lituania y, respaldadas por las potencias occidentales, formaron una alianza con el nacionalista ucraniano Petlura para invadir Ucrania y finalmente apoderarse de Kiev. Fue necesario un contraataque decisivo del Ejército Rojo para obligarlos a regresar a Varsovia. No obstante esto, Lenin insistió, durante las negociaciones de paz con Polonia, que:

La política de la Federación Socialista Rusa con respecto a Polonia se contrasta, no en ventajas militares o diplomáticas temporales, sino en el derecho absoluto e inquebrantable a la autodeterminación. La RSFSR reconoce incondicionalmente la independencia y soberanía de la República de Polonia y lo reivindica desde el momento en que se formó el estado polaco.

Las discrepancias de Lenin y Stalin

Pero Putin tenía razón en una cosa: las posiciones de Lenin y Stalin eran diametralmente opuestas. El primero vio la formación de una unión de estados soviéticos libres e iguales como medio para consolidar el apoyo a la revolución entre las diferentes nacionalidades y como una base para permitir que los futuros estados soviéticos (como el caso de Alemania), se alíen con Rusia sin que ninguna potencia domine al otro. Stalin, sin embargo, creía que la cuestión nacional era secundaria y además, que la revolución no se extendería y que el socialismo tendría que construirse solo en Rusia. Para él, la existencia de repúblicas era por conveniencia administrativa. El tema llegó a un punto crítico con la discusión sobre la formación de la URSS.

Como Comisario de las Nacionalidades, Stalin redactó el documento original que decidiría las relaciones entre las nuevas repúblicas soviéticas. En el borrador, propuso que las repúblicas soviéticas independientes de Ucrania, Bielorrusia, Georgia, Azerbaiyán y Armenia se establecieran como regiones autónomas dentro de la Federación Rusa. Para todas las funciones clave; como la economía, el presupuesto y los asuntos exteriores y militares estarían a cargo los ministerios rusos. Sólo cuestiones relativamente menores, como la cultura, la justicia, la sanidad y la tierra seguirían siendo responsabilidad de las regiones “autónomas”. Todas las repúblicas, con la excepción de Azerbaiyán, se opusieron enérgicamente a este plan. Sin embargo, Stalin impulsó su plan a través de la comisión especial establecida para aprobar la propuesta, antes de presentarla al gobierno.

Pero cuando le mostraron la propuesta a Lenin, reaccionó con una actitud negativa e insistió en que se abandonara toda la idea de “autonomía” propuesta por Stalin. Demandó que la URSS debería establecerse como una federación de repúblicas iguales. Aunque Stalin se vio obligado a conceder este punto, luchó para asegurarse de que la nueva URSS no llegara tan lejos como para asegurar los derechos nacionales que quería Lenin.

Puedes leer más sobre los bolcheviques y la cuestión nacional aquí.

La Oposición de Izquierda y la Cuestión Nacional Ucraniana

Los estalinistas continuaron retirándose de la posición de los bolcheviques mientras la burocracia se consolidaba en un punto estratégico tras la muerte de Lenin. La burocracia surgió como resultado del retraso de las revoluciones en otros países, el atraso de la sociedad rusa en general y la posición dramáticamente debilitada de la clase obrera, después de la guerra civil. Entre los que llegaron a rodear a Stalin había muchos que se opusieron, en su momento, a la revolución e incluso provenían del antiguo sistema zarista, con sus prejuicios clasistas y su enfoque conservador reaccionario.

La Oposición de Izquierda, heredera del enfoque de Lenin sobre la cuestión nacional, enfrentó una enorme represión. Lucharon contra la creciente falta de democracia en todos los niveles de la sociedad soviética, contra la excesiva centralización, contra la supresión de los derechos nacionales. Pidieron una planificación económica más efectiva para brindar mejores niveles de vida a la clase trabajadora, proporcionar equipos agrícolas y nuevas granjas colectivas a los campesinos. Esto habría permitido el desarrollo constante de la agricultura.

En cambio, la camarilla estalinista continuó alentando a los kulaks (campesinos más ricos) a “enriquecerse”. Incluso consideraron desnacionalizar la tierra, una base importante de la economía soviética. Entonces, la realidad se hizo realidad: cuando los kulaks fortalecieron su posición económica, se negaron a enviar cereales a los precios reglamentados por el gobierno y las principales ciudades se enfrentaron a la amenaza de la hambruna. La respuesta de Stalin fue la de un dictador típico: en lugar de modificar los precios de los cereales como proponía la Oposición de Izquierda, entró en pánico y determinó un giro brusco de 180 grados.

El 15 de febrero de 1928, la población leyó repentinamente en Pravda que, contrariamente a lo que se había dicho anteriormente, los kulaks se habían vuelto demasiado fuertes y estaban saboteando la economía. Así comenzó la colectivización forzada. El hambre y la represión se extendieron por Volga, Siberia, Bielorrusia, Rusia Blanca, el Cáucaso del Norte, Asia Central y Ucrania. Las últimas investigaciones académicas sugieren que entre 6 y 7 millones de personas murieron en esta brutal hambruna, poco más de la mitad de los cuales estaban en Ucrania. Este hecho por sí solo socava el argumento de que la hambruna estaba dirigida específicamente a Ucrania.

La autodeterminación de Ucrania

La situación en Ucrania seguía siendo difícil. En el período inicial posterior a la revolución, como resultado del enfoque de Lenin, las tendencias nacionalistas declinaron en Ucrania. Pero a medida que se iba desarrollando la burocracia, la oposición se volvió particularmente fuerte. Stalin nombró a sus partidarios de línea dura para encabezar Ucrania, comenzando con Skrypnik, quien se vio obligado a suicidarse en 1933 al ser culpado por el crecimiento de las tendencias nacionalistas. Fue reemplazado por Postyrev. Debido a que Stalin encontró una oposición tan fuerte en Ucrania, las purgas y la represión fueron particularmente feroces.

La retirada de la posición de Lenin y la supresión de la Oposición de Izquierda no dejó a nadie para contrarrestar la creciente tendencia al nacionalismo de la derecha, alentado por clérigos y nacionalsocialistas. Como explicó Trotsky:

La reacción termidoriana, coronada por la burocracia bonapartista, ha dejado a las masas trabajadoras muy atrás en la esfera nacional también. Las grandes masas del pueblo ucraniano están insatisfechas con su destino nacional y desean cambiarlo drásticamente.

Trotsky LA INDEPENDENCIA DE UCRANIA Y EL CONFUSIONISMO SECTARIO (marxists.org)

Es por esta razón que Trotsky y la Oposición de Izquierda apoyaron a una “Ucrania soviética de trabajadores y campesinos unidos, libres e independientes”.

Continuó criticando a aquellos sectarios que ignoran la lucha nacional como:

Una de las formas más problemáticas y complejas, pero al mismo tiempo de mucha importancia en la lucha de clases, [que] no puede ser suspendida por meras referencias a la futura revolución mundial.

Trotsky LA INDEPENDENCIA DE UCRANIA Y EL CONFUSIONISMO SECTARIO (marxists.org)

Advirtió que en las condiciones del creciente apoyo a la independencia en Ucrania, a menos que la clase obrera internacional apoyara y dirigiera los llamados, sería ahí donde las masas trabajadoras y pequeñoburguesas de Ucrania Occidental [entonces todavía parte de Polonia] caerían bajo la influencia de la demagogia reaccionaria. Él creía que procesos similares, aunque difíciles de ver, también estaban teniendo lugar en la Ucrania soviética.

Esta historia revela las falsedades que hay detrás de los argumentos de los nacionalistas ucranianos de la derecha. Argumentan que los bolcheviques fueron los responsables de la opresión de Ucrania, pero la verdad es que los bolcheviques, los herederos del enfoque unitario y la Oposición de Izquierda defendieron el derecho a la autodeterminación de Ucrania. Primero fueron los liberales y nacionalistas ucranianos los que querían que el territorio estuviera bajo la protección alemana; y luego los estalinistas, la negación del bolchevismo, con su régimen centralizado y autoritario que se negaba a permitir la autodeterminación de Ucrania.

Al mismo tiempo, la versión de que la “colectivización forzada” fue un “genocidio” intencional por parte de la nación ucraniana está muy arraigada en los círculos nacionalistas de derecha. No podemos refutar completamente la idea de que Stalin se vio cada vez más afectado por sus prejuicios rusos, a pesar de que él mismo era del Cáucaso, pero la razón principal de la política criminal de “colectivización forzada” fue el fracaso de sus políticas económicas, y su pánico de que los kulaks se estuvieran volviendo demasiado fuertes.

Incluso, después de la Segunda Guerra Mundial, la cuestión nacional no se resolvió en la Unión Soviética. La URSS se desarrolló económicamente hasta convertirse en la segunda potencia mundial, pero a medida que se asentaba el estancamiento, cada vez más, la burocracia soviética conducía al país a la crisis, la cuestión nacional volvió de nuevo.

El colapso de la Unión Soviética

En su llamamiento que lanzó la guerra actual, Putin declaró:

Cuando se trata del destino histórico de Rusia y sus pueblos, los principios de desarrollo estatal de Lenin no fueron simplemente un error; fueron peores que un error, como dice el refrán. Esto quedó patentemente claro después de la disolución de la Unión Soviética en 1991.

Extractos de la traducción oficial

Esto no está del todo claro. Por el contrario, no fue el enfoque de Lenin el culpable del crecimiento de las tendencias centrífugas en la Unión Soviética que se hundía en la crisis, sino el odio a la dictadura autoritaria centralizada establecida por Stalin y sus sucesores.

Es imposible entender la cuestión de la nacionalidad cuando la URSS comenzó a desmoronarse, sin darse cuenta de que las políticas nacionalistas de Stalin dejaron cicatrices profundas. Las naciones oprimidas comenzaron a exigir el restablecimiento de la justicia histórica y la devolución de las tierras y propiedades que antes les habían sido arrebatadas. Un ejemplo particularmente vívido es el de los tártaros de Crimea, que habían sido deportados de Crimea a Asia Central en 1944 por Stalin. Solo en 1989 los tártaros obtuvieron la posibilidad de regresar a su territorio, donde, por supuesto, hoy en día nuevamente enfrentan discriminación. Muchos pueblos comenzaron a plantear la cuestión de cambiar las fronteras de sus repúblicas, elevar su estatus dentro de la federación o incluso exigir el derecho de su república de la Unión a separarse de la URSS.

En la ASI (entonces conocida como CIT) en ese momento se abría un debate, que finalmente derivó en una división importante de una minoría, que había argumentado que la cuestión nacional se había resuelto en la URSS. Esto, por supuesto, podría explicarse como un error, que luego corrigieron. Pero no lo hicieron. Diez años después seguían discutiendo:

Es importante ver que Trotsky vio a Ucrania como un caso especial. Tentativamente avanzó la consigna de una “Ucrania soviética independiente” por razones especiales. Nunca avanzó el mismo eslogan para ninguna otra República de la URSS. Además, este eslogan ya no es aplicable a Ucrania. Después del colapso de la URSS, Ucrania, junto con todas las demás repúblicas anteriores, obtuvieron la independencia. Pero después de diez años de experiencia de las bendiciones tanto de la independencia como del capitalismo, las masas en Ucrania ahora no quieren ninguna. Han sacado sus conclusiones del espantoso derrumbe económico y cultural que resultó de esto. Ahora hay un fuerte y creciente estado de ánimo a favor de regresar a la Unión Soviética.

Marxism and the National Question | National question | History & Theory (marxist.com)

La mayoría del CIT en ese momento entendió la importancia clave de la cuestión nacional. De hecho, el intento de golpe de estado de 1991 por parte de la línea dura contra Gorbachov fue desencadenado por el acuerdo de los líderes de las repúblicas soviéticas de Bielorrusia, Ucrania y Rusia para relajar la unión centralizada. Su derrota abrió la puerta al rápido proceso de restauración capitalista. En particular, como advirtió la entonces mayoría del CIT en 1991:

El colapso del golpe dio un enorme impulso a estos procesos. La conmoción del golpe y el miedo a un regreso al estalinismo ha aumentado el apoyo a la independencia entre las nacionalidades. Pero también la burocracia en las repúblicas se apoya cada vez más en los movimientos independentistas para mantener sus propias posiciones. A las pocas horas del colapso del golpe, Kravchuk (Ucrania), Nazarbayev (Kazajstán) y Mutalibov (Azerbaiyán) dieron volteretas políticas, defendiendo la independencia y cortando sus vínculos con el ahora desacreditado Partido Comunista.

Revolution And Counter-Revolution In The Soviet Union (marxist.net)

La primera década, la década de 1990, fue el período de la terapia de choque, la ruptura del antiguo aparato estatal soviético en los 15 nuevos países capitalistas. Este período vio la horrible crisis económica causada por el colapso de la economía planificada, los conflictos étnicos y las guerras civiles cuando la vieja élite gobernante y los oligarcas de la mafia lucharon para dividir el botín y el poder sobre las regiones. Las potencias imperialistas intervinieron buscando obtener beneficios para sus propios intereses nacionales.

La guerra y el conflicto estallaron en la antigua Yugoslavia y en muchas partes de la antigua URSS. Este proceso estuvo acompañado en Rusia por la desintegración del mismo Estado. La declaración de Yeltsin, entonces presidente de Rusia, de que las repúblicas deberían tomar tanta soberanía como quisieran ayudó a este proceso; ya que Tatarstán, rico en petróleo, el Lejano Oriente y otros intentaron establecer su propia autonomía. El levantamiento temprano en Chechenia y luego la primera guerra chechena, durante la cual el ejército ruso fue humillado, no detuvo este proceso.

Época del neoliberalismo

Globalmente, el colapso de la URSS dejó al capitalismo en un estado de ánimo confiado, el mundo se volvió casi unipolar, dominado por el imperialismo estadounidense. El proceso de neoliberalismo, que había comenzado en la década de 1980, se aceleró con el auge de la globalización, la extensión de las cadenas de suministro para explotar la mano de obra barata, los ataques a los sindicatos, el estado de bienestar y el nivel de vida de los trabajadores, la eliminación de las barreras comerciales y privatización masiva.

La restauración capitalista en China, a pesar de que la élite del PCCh aprendió la lección del colapso soviético al mantener un estado autoritario fuerte, abrió nuevas fuentes de mano de obra barata. Sus altas tasas de crecimiento ayudaron a mantener la economía mundial.

Las instituciones internacionales destinadas a apoyar las políticas neoliberales, (como la Organización Mundial del Comercio y el Banco Mundial), dictaron políticas económicas. El imperialismo estadounidense y la OTAN, establecidos por primera vez como un bloque militar para defender el capitalismo durante la Guerra Fría, se expandieron por Europa del Este. Jugaron un papel decisivo en el lanzamiento de la brutal Guerra del Golfo, el conflicto en Afganistán y la Guerra contra el terrorismo, las guerras en la ex Yugoslavia, el bombardeo de Belgrado, Siria, Libia, Yemen y muchos otros. La Unión Europea se expandió, el euro se introdujo como un proyecto neoliberal en el que los estados participantes se vieron obligados a mantener sus déficits presupuestarios a un nivel bajo.

Este fue, en general, un período en el que los diferentes intereses imperialistas y capitalistas buscaron cooperar más estrechamente, naturalmente a costa de los trabajadores y los pobres. El incumplimiento de Rusia en 1998 abrió una década de crecimiento económico impulsado por un aumento en los precios mundiales del petróleo y la devaluación del rublo que restringió las importaciones e hizo que la producción nacional, en gran parte utilizando la antigua capacidad soviética, fuera más rentable. La segunda guerra de Chechenia, esta vez un éxito para el ejército ruso, condujo al ascenso de Putin al poder y al inicio de la campaña para restaurar el poder del Estado ruso. Primero a nivel nacional y luego entre los “vecinos cercanos” de Rusia. La brutalidad de la guerra de Chechenia no impidió una mayor cooperación entre el nuevo estado capitalista de Rusia y el imperialismo, EE. UU. en ese momento estaba más decidido a ganar su “guerra contra el terrorismo”, que ha dejado casi un millón de muertos y decenas de millones de refugiados. El recién elegido presidente Putin habló de que Rusia se uniría a la OTAN; la misma organización tenía una base de tránsito en Rusia.

La crisis mundial de 2007–2008

Un punto de inflexión en este proceso apareció con el comienzo de la crisis económica mundial de 2007–8. Esto coincidió con la guerra ruso-georgiana. Luego se salvó la economía mundial, en parte gracias a lo que entonces fue la mayor inyección de liquidez para salvar a los bancos y las compañías de préstamos, coordinada en gran parte en todo el mundo. Fue seguido por los intentos de las potencias capitalistas, en particular la UE, de implementar estrictas medidas de austeridad. China, cuya economía seguía creciendo, desempeñó un papel importante en el mantenimiento de la economía a flote. La década vio el crecimiento de una enorme montaña de deuda global. Pero las políticas neoliberales ya no fueron tan efectivas para mantener los niveles de ganancias capitalistas. Poco a poco, los diferentes aspectos del neoliberalismo perdieron impulso.

Se desarrollaron nuevas contradicciones entre las diferentes potencias capitalistas. En lugar de permitir que el mercado decidiera libremente ignorando los intereses de los estados individuales, la competencia entre los Estados creció de modo que los conflictos políticos se hicieron más pronunciados. China comenzó a expandir sus intereses. Rusia estaba mostrando sus músculos en la antigua región soviética e incluso más lejos en Libia, Siria y la República Centroafricana. La expansión militar rusa fue una extensión de la política que ya había estado usando desde el colapso de la URSS: guerra híbrida, con el uso de ‘activos negables’ (mercenarios) para avivar el descontento de las poblaciones de habla rusa o defender los intereses rusos. Para contrarrestar la expansión de la influencia occidental, como sucedió en Georgia.

Ucranianos: entre la sartén y el fuego

La nueva Ucrania capitalista en este período se encontró como rehén del pasado estalinista, entre el creciente imperialismo ruso y la expansión de la UE/OTAN, con su propia clase capitalista corrupta y no consolidada cuyas diferentes alas están dispuestas a sembrar divisiones étnicas para promover sus propios intereses. Estos conflictos quedaron expuestos durante la “Revolución Naranja” de 2004 después de las elecciones presidenciales en las que el presidente en ejercicio prorruso Yanukovich venció por un estrecho margen a su rival prooccidental Viktor Yushenko, cuyos partidarios denunciaron fraude.

Esto fue más que un simple conflicto entre dos candidatos con diferentes programas políticos. Debido a que no había una alternativa obrera fuerte en Ucrania para luchar contra el capitalismo, Ucrania se había convertido en un escenario para una lucha entre diferentes intereses imperialistas. La élite rusa respaldó a Yanukovich. EE.UU./UE apoyó a Yushenko. Los capitalistas rusos querían mantener su dominio sobre la economía ucraniana y mantenerla como un socio estratégico confiable dentro de la CEI. La administración Bush, por el contrario, quería abrir paso a la economía del capitalismo estadounidense y fortalecer los lazos de Ucrania con la OTAN, para que actuara como un amortiguador contra Rusia en la región.

Yanukovich era un representante de ese ala de la burguesía ucraniana que dependía de la venta de materias primas y mercancías. Tomó parte activa en las batallas para vender propiedades estatales a principios de la década de 1990 y cumplió dos sentencias de prisión por ataques violentos contra sus oponentes, donde subrayaba cuán cerca estaban (sus oponentes) de las bandas de la mafia estatal que se apoderaron de la industria a través de la privatización. Su clan estaba más interesado que ningún otro en mantener los salarios a un nivel bajo. La alternativa de Yushenko era expulsar a los propietarios rusos y permitir la entrada de capital occidental, lo que sin duda conduciría a menos empleos y salarios más bajos.

Todos los partidos pro-capitalistas, enzarzados en una feroz lucha por el poder y la influencia, utilizaron y siguen utilizando la explosiva cuestión nacional para promover sus objetivos. El “Partido de las Regiones” de Yanukovich exigió la “Federalización de Ucrania”. En las condiciones de la economía de mercado en Ucrania, un intento de implementar la federalización no sería más que un nuevo deseo de redistribuir el poder y la riqueza entre diferentes sectores de la élite gobernante. Iba acompañado de propaganda sobre cómo las ricas regiones industriales del este de Ucrania deberían “dejar de subvencionar” a las regiones más pobres y nacionalistas del oeste.

La cuestión sobre el idioma

Este conflicto encontró su reflejo en la discusión sobre el idioma, con la disputa sobre los derechos lingüísticos del ucraniano y el ruso. El gobierno de Yushenko, afirmando apoyar los “valores democráticos”, intentó forzar la ‘ucranización’ de la sociedad, aunque se mostró incapaz de garantizar el desarrollo genuino de la cultura ucraniana. Su gobierno intentó fortalecer el idioma ucraniano exprimiendo el idioma ruso. Los nacionalistas de ambos lados intentan utilizar la cuestión del idioma para aumentar las divisiones nacionales y lingüísticas dentro de Ucrania. Ninguno de los principales partidos ofreció una respuesta clara a la pregunta: ¿Cómo se puede apoyar el idioma y la cultura ucraniana sin dañar el idioma ruso y viceversa?

Aunque Yushenko fue presidente en los años posteriores a la Revolución Naranja (2005-2010), nombró a Yanukovich como primer ministro. Ocupó ese cargo entre 2006 y 2010, cuando fue elegido presidente. A pesar de sus demandas anteriores para la “Federalización” de Ucrania, no se avanzó en esta dirección.

En un país como Ucrania, los socialistas apoyan la posición de Lenin sobre la cuestión del idioma. Criticó a los liberales rusos que argumentaron que el idioma ruso era una parte esencial de la cultura y la nación y, por lo tanto, debía ser obligatorio. Argumentó:

No debe haber un idioma oficial obligatorio, se debe proporcionar a la población escuelas donde la enseñanza se lleve a cabo en todos los idiomas locales, que se debe introducir una ley fundamental en la constitución que declare inválidos todos los privilegios de cualquier nación y todas las violaciones de los derechos de las minorías nacionales.

Lenin: ¿Se necesita un idioma oficial obligatorio?

Sin embargo, todas las partes en los debates sobre el idioma en la Ucrania independiente han apoyado cierto grado de compulsión estatal. Hasta 2012, el ucraniano fue reconocido como el idioma oficial del Estado, aunque muchos ucranianos ni siquiera lo hablaban. En ese mismo año, el gobierno de Yanukovich aprobó una nueva ley que convierte al ruso en el segundo idioma oficial en aquellas regiones donde la mayoría lo habla. El rumano y húngaro también fueron reconocidos. Pero debido a la forma en que la cuestión nacional se había polarizado tanto en la década anterior, este movimiento fue visto como una retirada del uso del ucraniano. Como ambos bandos estaban recortando recursos para la educación y la cultura, claramente ambos idiomas sufrieron.

El Euromaidán

Ucrania sufrió mucho por la restauración del capitalismo, empeorado por el inicio de la crisis global. El PIB del país alcanzó su punto máximo en 2008, antes de colapsar un 15% en 2009. Incluso hoy en día, aún no ha superado su nivel de 2008. En 2014, el PIB per cápita fue el tercero más bajo de Europa, superando solo a Kosovo y Moldavia. Esta es la verdadera causa subyacente de la nueva ola de protestas que se conoció como Euromaidán. A pesar de sus credenciales prorrusas, Yanukovich había estado intentando llegar a un “Acuerdo de Asociación” con la UE. Se trataba de un tratado de ‘libre comercio’, que habría significado un aumento del 40% en las tarifas de gas y calefacción para la población, congelación de salarios y aumento del IVA, entre otros ataques a los trabajadores. Esto habría significado que la UE refinanciaría sus préstamos de rescate anteriores.

Sin embargo, en el último minuto, Yanukovich cambió de opinión y acordó con el Kremlin un rescate por valor de quince mil millones. Para muchos esto fue un gran impacto, ya que asociaron la mala situación económica con los estrechos vínculos con la economía rusa. Vieron a Yanukovich y a su círculo como corruptos y estaban preocupados por la creciente usurpación de los derechos democráticos. Las multitudes comenzaron a reunirse en la Plaza de la Independencia de Kiev (Maidan Nezalezhnosti). Como informamos en ese momento:

Ahora parece difícil de creer, pero los primeros días del Euromaidán se llevaron a cabo en un ambiente festivo. Muchos estudiantes parecieron tratarlo como un gran picnic y comentaron que no habían venido a apoyar ninguna idea política en particular. En la gran manifestación del 24 de noviembre, los discursos de los principales partidos de la oposición cayeron como petardos húmedos. La multitud coreó ‘abajo la pandilla’ refiriéndose a la camarilla de Yanukovich. Algunos oradores nacionalistas que intentaron fomentar la división cantando contra los ‘Moskali’ (un término ofensivo para los rusos) también fueron recibidos con indiferencia.

Ucrania: derramamiento de sangre en Kiev

La extrema derecha levantó la cabeza

Sin embargo, esta atmósfera no duró mucho. En los primeros días, las protestas fueron más fuertes en el oeste de Ucrania, que es la parte más pobre y la que tiene la identidad ucraniana más fuerte. [Gran parte del oeste de Ucrania, antes de la Segunda Guerra Mundial, había sido parte de Polonia]. Lo que estuvo ausente fue cualquier organización de la clase trabajadora o de izquierda que pudiera canalizar la oposición al régimen capitalista corrupto y antidemocrático.

Gradualmente, los grupos de extrema derecha (Svoboda y Right Sector) comenzaron a competir con la burguesía liberal para dominar las protestas. La extrema derecha se ganó la reputación de estar preparada para desafiar a la policía. La reacción del régimen fue la represión. A mediados de diciembre Maidán fue atacado por la policía antidisturbios de Berkut dejando varios heridos. Se precipitó a través de una serie de leyes dictatoriales. Esto simplemente intensificó la crisis. A mediados de febrero, las protestas se habían extendido por todo el país; Kharkhiv, Donetsk, Luhansk, Odessa e incluso Crimea. Del 18 al 20 de febrero, miles de personas intentaron marchar hacia el Parlamento en Kiev, donde fueron recibidos con fuego policial, dejando más de 100 muertos. Incapaz de controlar la situación, Yanukovich se vio obligado a huir.

Como escribió Socialist Alternative justo después del Euromaidán:

El resultado de Maidán no estaba predeterminado. Movimientos similares, a menudo llamados “revoluciones de colores”, surgen como resultado de la insatisfacción de las masas por las condiciones sociales y políticas, aunque el nivel de conciencia de los participantes es muy bajo y las ideas son muy confusas. Hay muchos ejemplos de movimientos, que comienzan con ideas confusas e incluso reaccionarias, pueden luego virar en una dirección revolucionaria. En 1905, una manifestación masiva encabezada por el padre Gapon llevó retratos del zar [al comienzo de la primera revolución rusa]. Entonces los socialdemócratas [como se llamaba entonces a los marxistas revolucionarios], en particular los organizados en torno a Trotsky, porque intervinieron con un claro programa de clase, pudieron convertir este movimiento en una huelga general revolucionaria… Aunque los manifestantes en EuroMaidán no llevaban retratos del zar, pero banderas de la UE, estaban impulsados ​​por el mismo nivel de vida empobrecido, la corrupción y la creciente tendencia al autoritarismo. Fueron llevados a la ira por la violencia del “Berkut” y las Leyes sobre la Dictadura aprobadas el 16 de enero…Si hubiera habido una organización de izquierda fuerte, basada en la clase trabajadora y que proporcionara respuestas claras a [ los problemas de] la corrupción, por los derechos democráticos y nacionales, entonces la ira mostrada en Maidán podría haberse vuelto contra los oligarcas.

¿Un golpe de Estado?

Después de la huida de Yanukovich, se formó un ‘Gobierno interino’: una coalición entre la derecha “Frente Popular”, los neoliberales proeuropeos en Batkivshchyna y el partido de extrema derecha Svoboda (Libertad). Este último ocupó los cargos de Viceprimer Ministro de Asuntos Humanitarios, Ministro de Ecología, Ministro de Agricultura y, durante un mes, Ministro de Defensa. Duró menos de seis meses ya que, en palabras del primer ministro Yatsenyuk, los miembros no querían que se les viera “haciendo recortes presupuestarios y, por lo tanto, habían puesto el interés político por encima del destino del país”. En las elecciones posteriores celebradas en octubre de 2014 , aunque todos los partidos participantes eran de derecha, los dos partidos de extrema derecha, Svoboda y Right Sector, obtuvieron el 4,7% y el 1,8% respectivamente.

El Kremlin califica lo ocurrido como un golpe de Estado, orquestado por el imperialismo estadounidense. No deberíamos esperar ninguna diferencia de estos autoritarios de derecha que creen que tienen el derecho divino (ortodoxo ruso, por supuesto) de dictar cómo viven países como Ucrania. No esperamos escuchar ninguna diferencia del Partido Comunista chovinista ruso. Pero en el período reciente, organizaciones que se dicen “marxistas” también han aceptado esta explicación. Podemos leer, por ejemplo, entre otras: “El golpe de Estado tuvo lugar el 22 de febrero de 2014”. (En defensa del marxismo) y “Desde que un golpe sangriento llevó al poder a un régimen pro-occidental en 2014” (Socialist World). En realidad, al repetir la narrativa rusa, estos grupos están tomando partido en la lucha entre bloques imperialistas.

Pero el resultado del Euromaidán abrió aún más problemas. Así como el imperialismo había estado interviniendo en las protestas del Euromaidán [así como, por cierto, las potencias imperialistas siempre han tratado de intervenir en los levantamientos revolucionarios desde la propia revolución rusa], el imperialismo ruso también estaba tratando de salvar lo que pudiera de la derrota de su Yanukovich.

La toma de control en Crimea

Los primeros movimientos se hicieron en Crimea. Justificar la transferencia de la península al control ruso diciendo, como muchos lo hacen, que “esta era una región rusa tradicional” no es históricamente preciso, ni es un enfoque marxista. Crimea fue, históricamente, parte del imperio otomano. La población rusa sólo se convirtió en mayoría en 1944 cuando Stalin deportó en masa a más de 200.000 tártaros y al menos otros 50.000 (incluidos búlgaros, griegos y armenios). Después de la muerte de Stalin, su sucesor Nikita Khrushchev transfirió Crimea de la Federación Soviética Rusa a Ucrania. Justificar la toma de posesión refiriéndose a la “tradición histórica” es aceptar la definición estalinista no dialéctica de una nación. Dice que una nación es: “Una comunidad de personas estable e históricamente constituida, formada sobre la base de un idioma, un territorio y una vida económica común. Estructura psicológica manifestada en una cultura común”.

El enfoque de Lenin, con el que ASI está de acuerdo, es que una nación no es una entidad histórica rígida, sino que puede desarrollarse con el tiempo, con eventos, etc. Sin este entendimiento no sería posible abordar, por ejemplo, la cuestión Israel-Palestina.

Solo después de 1989, cuando Gorbachov comenzó a liberalizar el régimen, muchos tártaros pudieron regresar a su antigua patria. Cuando Ucrania se independizó en 1991, Crimea tenía un estatus especial en Ucrania como una “región autónoma”. En 2014, la mayoría de la población de Crimea (el 68 %) era de etnias rusas, el resto principalmente ucranianos y tártaros. Aunque una parte de los jóvenes de Crimea se estaba asimilando a Ucrania, aprendiendo el idioma, etc., casi todos usaban el idioma ruso en la vida cotidiana.

Cuando, durante los primeros días del nuevo gobierno posterior al Euromaidán, se sugirió que se derogaría la ley de 2012, degradando así el estatus del idioma ruso, muchos habitantes de Crimea se preocuparon. Su preocupación fue alimentada no tanto por el miedo a las políticas neoliberales del nuevo gobierno, sino porque temían la discriminación contra su idioma y sus derechos nacionales.

El presidente Putin reveló más tarde que la misma noche en que Yanukovich finalmente aceptó la derrota y huyó de Ucrania, el 22 y 23 de febrero de 2014, presidió una reunión del Consejo de Seguridad de Rusia y anunció que “debemos comenzar a trabajar para devolver Crimea a Rusia”. Hasta entonces, la mayor manifestación en Crimea había sido pro-Euromaidán, principalmente de tártaros de Crimea. El 26 de febrero, una manifestación prorrusa frente al parlamento de Crimea fue superada en número por la organizada por la comunidad tártara. Aunque el entonces primer ministro de Crimea, Anatolii Mohyliov, reconoció al nuevo gobierno de Kiev y prometió que su gobierno implementaría nuevas leyes, los manifestantes exigieron nuevas elecciones.

En Sebastopol, sin embargo, se estaba desarrollando un proceso diferente. Aunque entonces era una ciudad ucraniana, la flota rusa del Mar Negro tenía su sede allí. Además de las decenas de miles de personal naval ruso, muchos más en la ciudad dependían de la flota para trabajar. Allí comenzaron las manifestaciones contra el gobierno de Kiev con la fuerte participación de las fuerzas prorrusas. Los oradores hablaron del gobierno fascista en Kiev y establecieron “escuadrones de defensa”.

En la capital, Simferopol, el 27 de febrero el Parlamento fue invadido por soldados armados sin insignias, Mohyliov fue destituido de su cargo y se votó un nuevo primer ministro mientras los soldados amenazaban a los diputados. El nuevo primer ministro era Sergey Aksyonov, un empresario prorruso radical que, según se alega, era el jefe de la mafia peninsular y había creado su propia fuerza paramilitar para vigilar sus intereses comerciales. Ya sea que los soldados fueran o no, como se cree ampliamente, “activos denegables” dirigidos por el Kremlin, o miembros de las fuerzas de Aksyonov, no importa mucho, este cambio de gobierno abrió el camino al referéndum celebrado poco más de dos semanas después, en el que los habitantes de Crimea se les ofreció una opción simple: unirse a Rusia.

Alternativa Socialista en ese momento apoyó una posición muy clara. Nos opusimos por completo a los intentos del nuevo gobierno de Kiev, que se estaba moviendo para restringir los derechos lingüísticos y nacionales, y continuar con sus políticas neoliberales. Pero también advertimos que el derecho a la autodeterminación sólo podía seguir un proceso genuinamente democrático y abierto, sin ningún intento de restringir los derechos de las minorías nacionales.

Las encuestas de opinión de febrero de 2014 todavía mostraban que sólo una minoría de la población de Crimea apoyaba la unificación con Rusia, pero como marxistas entendemos que la conciencia puede cambiar rápidamente con los acontecimientos. No hay duda de que muchos habitantes de Crimea habían cambiado de opinión en el momento del referéndum.

Esto no fue, sin embargo, un referéndum democrático. Fue una campaña de dos semanas en la que la opción de votar por el status quo estuvo ausente. La supresión de cualquier campaña de la oposición fue generalizada con medidas tomadas contra cualquier oponente y, lo más dramático fue, una campaña increíblemente unilateral dominada por las afirmaciones del Kremlin de que Ucrania se había convertido en un “régimen nazi”. Este fue un modelo de las elecciones/plebiscitos no democráticos que son la norma en la Rusia de Putin. Cuando finalmente se anunció la votación, el Kremlin afirmó que, con una participación del 83 %, el 97 % había votado a favor de unirse a Rusia. La situación real se mostró más tarde cuando se publicó accidentalmente un informe interno en el sitio del Kremlin: el 60 % votó a favor de unirse a Rusia con una participación del 50 %. Esa parece una evaluación mucho más realista dado que el 30% de la población de Crimea en ese momento era tártara o ucraniana.

Si bien apoya plenamente el derecho de los habitantes de Crimea a decidir su propio futuro, Alternativa Socialista no puede recomendar que se unan a la Federación Rusa. Advertimos que unirse a la Rusia capitalista y autoritaria no resolvería la cuestión nacional en Crimea, y aunque podría haber generado beneficios económicos temporales, cualquier ganancia sería temporal. Advertimos que conduciría a una ola patriótica y al fortalecimiento del autoritarismo en la propia Rusia y también en Crimea. De hecho, tras el referéndum, las figuras de la oposición fueron expulsadas de Crimea y muchos ucranianos y tártaros, que seguían oponiéndose a Rusia, abandonaron la región. Si antes del referéndum dos tercios de los habitantes de Crimea eran de etnias rusas, diez años más tarde se había elevado a tres cuartos cuando los ucranianos y los tártaros huyeron. Activistas sociales y de izquierda, como las feministas y LQBT, enfrentaron una mayor represión.

Sobre Donbas

La situación en el sur y el este de Ucrania era mucho más compleja. Donbas es la región que incluye las regiones de Donetsk y Lugansk (que no debe confundirse con las actuales repúblicas de Donetsk y Lugansk). En el último censo antes del Euromaidán, el 58% de la población de Luhansk y el 57% de Donetsk eran de etnias ucranianas, menos del 40% eran de etnias rusas. Sin embargo, el 69% y el 75%, respectivamente, hablaban ruso como primera lengua.

El Kremlin y sus partidarios presentan sus acciones en la región como una defensa de los derechos de la población rusa, pero la realidad es que utilizaron el tema como un intento de hacerse un hueco en Ucrania; para evitar que la importante base industrial centrada en Donbass cayera bajo la influencia occidental. Las preocupaciones iniciales de una parte de los que vivían en Donbas por los posibles ataques a sus derechos lingüísticos se convirtieron rápidamente, en 2014, el temor de que la intervención rusa condujera a la guerra. Se refirieron al colapso de pesadilla en la guerra de la ex-Yugoslavia.

El Kremlin y sus partidarios utilizaron el comprensible miedo de los residentes de Donbas a las políticas agresivas del gobierno de Kiev para justificar una operación militar, no para defender como reclamaban los derechos de la población rusa, sino en un intento de completar la toma armada de todo el sur y el este de Ucrania, tal vez Moldavia también, en otras palabras, esa región que en la época zarista se llamaba “Novorossiya”.

Por la unidad y defensa de los derechos de los trabajadores

Por miedo a la repetición, recalcamos que, estamos en contra de cualquier restricción de los derechos lingüísticos, y apoyamos los derechos de regiones como Donetsk y Luhansk a la autonomía si la mayoría de la población trabajadora lo quiere, como se expresa a través de un voto democrático.

Cuando existen amenazas a los derechos de cualquier grupo de trabajadores por su nacionalidad, en este caso con intentos de discriminar el idioma ruso, y por la amenaza de grupos fascistas como “Sector Derecha”, la única protección real puede ser proporcionada por la acción unida y multiétnica de la clase obrera, si es necesario, mediante el establecimiento de comités de autodefensa, y bajo el control democrático de esta. Si eso hubiera sucedido en Donbas, habría servido como un poderoso ejemplo para los trabajadores en el resto de Ucrania y sentado las bases para una verdadera lucha política de la clase trabajadora para poner fin al gobierno de los oligarcas y expulsar a los imperialistas y fuerzas capitalistas que estimulaban el conflicto nacionalista en Ucrania.

El potencial para esto ciertamente existía en Donbas: cientos de miles de mineros y otros trabajadores industriales tenían una orgullosa historia de resistencia al fascismo y de lucha por cualquier intento de dividirlos en líneas nacionales. Desafortunadamente, el sindicato que tenían en ese momento estaba dirigido por un nacionalista ucraniano y tenía una política de ‘no intervenir en política’.

La intervención del Kremlin

Esto permitió al Kremlin utilizar la estrategia de “guerra híbrida”, que habían utilizado por primera vez en Chechenia. Utilizaron el descontento de algunos en Donbas por el derrocamiento del gobierno de Yanukovych y las políticas del nuevo régimen de Kiev. Esto se reflejó en las manifestaciones que estallaron a principios de marzo de 2014, la mayor de las cuales reunió a 10.000 personas en Donetsk. A medida que aumentaron las tensiones, los activistas prorrusos tomaron los edificios del gobierno local y anunciaron la formación de una milicia; eventos similares tuvieron lugar en Luhansk y en algunas otras ciudades. Los miembros de la policía antidisturbios “Berkut”, que habían matado a tantos en Kiev, fueron elogiados y participaron en estos procesos.

El nuevo gobierno de Kiev demostró su naturaleza reaccionaria: a mediados de abril, el Consejo de Seguridad y Defensa Nacional envió tropas para recuperar la región, comenzando con la batalla por el aeropuerto de Kramatorsk y Slavyansk. Las fuerzas prorrusas también se movilizaron y comenzó la guerra por el destino de Donbas. Donbas se dividió por la mitad, tanto geográficamente como en términos de población cuando se establecieron las “repúblicas populares” de Donetsk y Luhansk.

Como si las tropas ucranianas no fueran lo suficientemente malas, muchos de los que fueron a luchar eran de los grupos neonazis que habían jugado un papel durante el Euromaidán. Mientras que la OTAN y la UE hablan hoy de su apoyo a la Ucrania de Zelensky, ignoran el hecho de que estos neonazis se han integrado en la estructura de regimiento del ejército oficial. Mientras que en las elecciones ahora la extrema derecha solo recibe un pequeño porcentaje de los votos, regimientos enteros, en particular el neonazi Azov, han recibido armas y entrenamiento de las potencias europeas. Durante la guerra que condujo al conflicto actual, los medios liberales occidentales informaron sobre el entrenamiento de civiles en Kiev sin siquiera darse cuenta del papel que desempeñaban estos grupos fascistas.

Pero si Kiev envió a estos grupos de extrema derecha contra el este de Ucrania, en el lado prorruso la situación no fue mejor. La resistencia a las políticas del gobierno de Kiev quedó en manos de grupos armados con apoyo oculto, o incluso a veces abierto, del régimen ruso. Aunque había ”voluntarios” en estos escuadrones, incluían a muchos soldados rusos “de permiso”, mercenarios y miembros de la extrema derecha rusa. Cualquier duda sobre la naturaleza de estos grupos se disipa por sus nombres: “Batallón ruso-ortodoxo”, el “Amanecer ortodoxo búlgaro”, el “Batallón de la muerte”, la “Guardia nacional cosaca” o “Por la lealtad de otros a los húngaros “, Jobbik”, los “Chetniks” serbios, etc. A veces, Aleksey Mozgovoy es señalado como líder de un batallón de “izquierda”, pero muchos de sus miembros procedían de grupos europeos de extrema derecha. ¡Y él quería la restauración de los días gloriosos de los cosacos, como parte del imperio ruso! Justo antes de morir, por ejemplo, dijo: “Si mañana en un bar o café veo a una mujer joven, la arrestarán. Una mujer debe ser madre, protectora del hogar. ¿Qué clase de madre serán si andan por los bares? .. Una mujer debe sentarse en casa, hornear pasteles y celebrar el 8 de marzo. ¡Es hora de recordar que eres ruso! ¡Es hora de restaurar el alma rusa!”.

Reflejando el régimen ruso que los mantuvo como marionetas, las “dos repúblicas” son regímenes autoritarios de derecha pro-capitalistas en los que cualquiera que hable en contra de las autoridades enfrenta hostigamiento y arresto. El liderazgo se cambia, no a través de elecciones, sino de asesinatos. Como consecuencia de la guerra de trincheras en Donbas, que antes de la escalada del conflicto en febrero duró 8 años y mató a 14,000 (antes de los eventos de 2022), más de dos millones de residentes de Donbas han huido de la región. Las acciones de la milicia prorrusa y el cabildeo por los intereses rusos han alienado a la parte restante de la población ucraniana, lo que explica en gran medida por qué, incluso entre los rusos étnicos y los hablantes de ruso, no ha habido un apoyo significativo para la intervención rusa. Al mismo tiempo, en el período inicial posterior a 2014, el establecimiento de las dos repúblicas ayudó al Kremlin a desarrollar una ola patriótica masiva, lo que le permitió distraer a la clase obrera rusa de la multitud de problemas a los que se enfrentaba.

Incluso antes de la guerra actual, en las condiciones del capitalismo del siglo XXI, ni en Ucrania, Crimea o DNR/LNR se pueden garantizar los derechos nacionales o los derechos de las minorías. Por el contrario, serán constantemente sacrificados a los intereses de las grandes empresas, la burocracia corrupta, los intereses de los militares, bandidos y señores de la guerra y, como ahora ha quedado brutalmente claro, al conflicto entre las diferentes potencias imperialistas.

La forma cínica y brutal en que opera el imperialismo se ha demostrado muy claramente en esta guerra. El imperialismo ruso debe retirar todas sus tropas y activos militares de toda Ucrania de inmediato.

Estados Unidos y la OTAN pasaron meses construyendo la atmósfera en la que la guerra se hizo inevitable. La OTAN no es, como afirma, una “alianza de defensa”, pero ha participado agresivamente en muchas guerras desde su formación. Ha utilizado la guerra para aumentar drásticamente su gasto militar, listo para nuevos enfrentamientos contra Rusia y, en última instancia, contra China. Está bastante preparado para sacrificar países como Ucrania siempre que se sirvan para sus intereses imperialistas.

En los primeros días de la guerra, muchos tenían la ilusión de que la OTAN protegería a Ucrania. Esto ha sido un error fatal. Tales fuerzas imperialistas nunca defenderán los derechos de los trabajadores comunes. La clase obrera no debería tener confianza en estas fuerzas imperialistas; las alianzas militaristas como la OTAN deberían disolverse. Todas las fuerzas militares extranjeras deben retirarse y los presupuestos estatales se deben rediseñar drásticamente para reducir el dinero para la guerra, para mejorar la atención médica, la educación y el nivel de vida en general.

Si hay una lección que debe extraerse de la guerra actual, es que en la situación global actual, cuando el mundo se polariza y militariza cada vez más entre los diferentes intereses imperialistas, una Ucrania genuinamente independiente solo será posible una vez que la economía y junto con ella todas las estructuras democráticas son sustraídas de las influencias de los diferentes poderes capitalistas. Todos los recursos naturales del país, la gran industria y los bancos deben ser de propiedad pública, controlados democráticamente y planificados por quienes trabajan en ellos y utilizan sus productos.

Sin embargo, mientras existan fuerzas capitalistas/imperialistas en el mundo, intentarán usurpar, como lo está haciendo Rusia hoy, los derechos a la independencia de otros países. Ningún país puede ser genuinamente independiente en tal situación, es por eso que cualquier lucha por la independencia tiene que ser una lucha internacional: se necesita una lucha unida de la clase obrera contra el capitalismo y el autoritarismo en todos los países.

Una lucha genuina por la liberación dirigida por la clase obrera levantaría en su bandera los derechos de todas las naciones y grupos. Si dentro de un país como Ucrania, quienes viven en una región en particular quisieran cierto grado de autonomía, o incluso independencia, ya no habría barreras económicas o reaccionarias que lo impidieran. Esto permitiría llegar a un acuerdo amistoso y mutuamente aceptable. De la misma manera, los derechos lingüísticos y culturales no solo se verán libres de restricciones, sino que dispondrán de recursos para el desarrollo de las culturas regionales y nacionales.

Habiendo eliminado las causas de la pobreza: la explotación y la guerra (es decir, el capitalismo), esta lucha unida de la clase trabajadora sentará las bases para un mundo nuevo, basado en una federación voluntaria, igualitaria y democrática de Estados socialistas en Europa y en todo el mundo.