MANIFIESTO FEMINISTA SOCIALISTA
Nuestro objetivo en todas partes es contribuir a construir el ala feminista socialista del movimiento, pero no nos detenemos ahí. Luchamos para que nuestro feminismo socialista gane el apoyo de la mayoría del movimiento, para ser parte de la lucha más amplia de la clase trabajadora y para asegurar que se gane la batalla por la liberación de la mujer como parte de la liberación de todos los seres humanos.
¡Feminismo socialista, ahora más que nunca!
Declaración de ROSA Feminismo Socialista Internacional
“¡Mujer!, ¡Vida!, ¡Libertad!, ¡Muerte al dictador!” — el inimitable grito de guerra de las jóvenes y niñas que llevaron la explosión a las calles de todo Irán en septiembre y octubre de 2022, después de que a Zhina (Mahsa) Amini la ‘policía moral’ le arrebatara la vida con tan solo 22 años, todo de una forma brutal luego de ser arrestada bajo las reglas estrictas de uso de hiyab. Todas las semanas de protestas, las huelgas inspiradoras de los trabajadorxs del petróleo, maestrxs iraníes y más, han hecho que surja un floreciente movimiento revolucionario que amenaza el futuro del régimen dictatorial. Al gritar: “mujer, vida, libertad”, las estudiantes, las jóvenes, lxs miembrxs de la comunidad LGBTQ+ y las trabajadoras en lucha, están arriesgando sus vidas y al mismo tiempo insistiendo en el cumplimiento de las múltiples demandas feministas: como la autonomía sobre nuestros propios cuerpos y la libertad para el pueblo kurdo. Nuestras demandas no pueden relegarse al mismo tiempo que sucede la lucha contra la dictadura, la pobreza, los altos costos de vivienda y el capitalismo; aunque al mismo tiempo reconocemos que todas estas luchas se unen y son parte del mismo problema. Este folleto está dedicado a ellas.
Historia sobre dos sentencias de la Corte Suprema de Estados Unidos
En junio de 2021, la Suprema Corte de Estados Unidos anunció un fallo en contra de seis hombres africanos, quienes fueron esclavizados en sus infancias. Dichos hombres llevaron un caso en contra de Nestlé, la compañía gigantesca de alimentos. Estos seis hombres fueron traficados desde Malí y luego los llevaron unas a granjas que abastecen a Nestlé en Costa de Marfil. La victoria de Nestlé se basó en el hecho de que todo ocurrió fuera del suelo estadounidense, pese a que la trata de niños y su esclavitud sí ocurrió.
Esta es la misma Suprema Corte que derogó el fallo de Roe Vs Wade en junio de 2022 mediante el fallo del caso Dobbs.
Esta prestigiosa institución del estado capitalista más poderoso del mundo defiende el “derecho” a la propiedad privada, en la medida en que una empresa de 300.000 millones de dólares tiene permitido beneficiarse de la trata de niños y la esclavitud; así como también decreta que las personas gestantes ni siquiera pueden ser libres de decidir sobre sus propios cuerpos.
Las oprimidas en lucha, proveedoras de luz
“Esta mañana, cuando no permitieron que las niñas entraran en las escuelas, llevamos a cabo una protesta”, dijo Yasmín, una adolescente en Afganistán el 10 de septiembre de 2022. Los talibanes cerraron su escuela días después de confirmar que las clases iban a continuar. Esto en un país en el que se estima que tres millones de niñas han sido excluidas de la escuela durante poco más de un año.
Las sanciones estadounidenses no dañan a su propio régimen, pero están haciendo que a las masas trabajadoras y empobrecidas se suman a condiciones de hambruna, con especial sufrimiento de las masas de niños, mujeres y niñas. El indomable espíritu de lucha que muestran estas adolescentes, quienes arriesgan sus vidas para exigir su derecho a la educación, demuestra que son un destello vivo de luz en plena oscuridad.
Coyuntura crucial para la ola feminista
Desde hace una década, las mujeres y las niñas han estado en la primera fila de las luchas contra la injusticia, la represión y la opresión en todo el mundo. La presencia de mujeres trabajadoras es mayoritaria en sectores como el de la salud, el sector social, la educación, los servicios y el comercio minorista; estos sectores han estado a menudo a la vanguardia en las luchas sindicales y en los centros de trabajo. La nueva ola feminista que surgió en la década de 2010 –desde el #MeToo y Ni Una Menos, hasta el resurgimiento de las marchas feministas– que abarca luchas que han alcanzado grandes victorias, como el derecho al aborto en Irlanda, Argentina, Corea del Sur, Nueva Zelanda y México; además de su colaboración con los movimientos juveniles por la justicia climática y la explosión de #BlackLivesMatter contra el racismo sistémico. Todo esto nos envuelve en una coyuntura crucial.
Hay una reacción palpable lanzada por la derecha contra el despertar de esta ola feminista. Desde la prohibición del aborto en Polonia en 2021, hasta las diversas restricciones sobre el aborto planteadas o implementadas en 2022 en China, Estados Unidos, Hungría, Croacia e Italia; esto deja en claro que el derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos está en peligro. También hay una escalofriante intensificación de la retórica y las leyes transfóbicas en muchos estados, aunque también una continua resistencia y algunos derechos ganados a través de la lucha.
La caída de Roe vs Wade en Estados Unidos –la legalización nacional del aborto la lograron legisladores medio siglo antes y constituyó uno de los logros más famosos de lo que se conoció como la segunda ola de lucha feminista– es una advertencia especialmente grave. Desde las decisiones que tomó la Suprema Corte acerca de Roe vs Wade, existen escenarios que jamás pensamos presenciar: enfermeras que temen administrar la píldora del día después a las víctimas de violación. También existen retrasos en el tratamiento de pacientes con cáncer que están en proceso de gestación. Abogados involucrándose en casos de embarazo ectópico en algunas personas gestantes. Mujeres jóvenes pobres que dan a luz a niños que no pueden y no quieren tener.
#MeToo fue un punto clave en la ola feminista de la década del 2010, con este movimiento inició una discusión en masa a nivel mundial sobre la cultura de culpar a las víctimas y la violencia de género en todas sus formas, que claramente es una idea conservadora y que no debemos continuar. La victoria legal de Johnny Depp en junio de 2022 representa un golpe contra #MeToo y ha abierto la puerta a una nueva reacción ante la misma actividad. Depp fue capaz de utilizar una parte de sus cientos de millones de dólares para emplear a un séquito sin escrúpulos legales y de medios sociales para difamar a Amber Heard. Esto es a pesar de que ella ganó un caso que indica que fue víctima de violencia doméstica a manos de Depp.
La investigación ha indicado que los usuarios detrás de miles de tweets que incluían uno de los cuatro hashtags virales (#AmberHeardEsUnaAbusadora y #AmberHeardEsUnaMentirosa) provenían de cuentas que estaban “dedicadas al spam.” La gente escuchó en YouTube, Twitter, TikTok, Facebook, Reddit e Instagram mentiras virales y todas estas compañías se beneficiaron de este contenido.
Las organizaciones del feminismo liberal han estado ausentes, poco actúan ante el período que rodea la derrota sin precedentes de Roe vs Wade. De hecho, aparte de hacer campaña por los demócratas en las elecciones, también conocida como la “estrategia” que terminó con Roe vs Wade; es válido pensar que las feministas liberales se han escondido por completo. También es digno de mención que el proceso legal de Amber Heard, una actriz que apoyó públicamente a #MeToo y #TimesUp, fue recibido en su mayoría con silencio por parte de organizaciones y figuras feministas liberales durante su terrible juicio y veredicto.
Era de caos y catástrofe
Nuestro alrededor pone en evidencia la depravación y brutalidad de un sistema capitalista en decadencia. La Era del Caos y la Catástrofe del capitalismo significan una amenaza a nuestros derechos, nuestros medios de vida, nuestra integridad corporal y al medio ambiente.
La brutal invasión rusa de Ucrania en 2022 , además del aumento de las tensiones de la ‘Nueva Guerra Fría’ entre las potencias poseedoras de armas nucleares; Estados Unidos y sus aliados por un lado, y China y sus aliados, incluida Rusia, por el otro, ilustran cómo el capitalismo es incapaz de lograr la paz.
Los fenómenos meteorológicos extremos, el aumento del nivel del mar y los ecosistemas mutilados explican la existencia de más de 20 millones de refugiados climáticos al año. La destrucción del medio ambiente está intensificando la amenaza de más pandemias. La crisis del Covid intensificó la opresión y la explotación, con una ‘pandemia de sombra’ de violencia de género en todo el mundo y mujeres trabajadoras trabajando en primera línea. El afán de lucro del sistema está arruinando la naturaleza y las vidas humanas.
“Los desempleados tenían hambre. Ahora los empleados tienen hambre” Bertolt Brecht
Tras los cierres patronales provocados por el Covid, el fracaso del mercado capitalista se tradujo en escasez de mano de obra y problemas en la cadena de suministro que agravaron la presión inflacionaria, agravada rápidamente por las repercusiones de la guerra de Ucrania. La clase trabajadora y lxs pobres de todo el mundo se ven amenazados por la pobreza alimentaria y energética, siendo las 100 millones de madres solteras del mundo algunas de las más afectadas. Las mujeres trabajadoras han pasado de la primera línea a la fila del pan, mientras las ganancias se disparan.
Las crisis multifacéticas del y para el capitalismo en la década de 2020 se entretejen a fondo en el tejido de un sistema en decadencia. La extracción de ganancias de los trabajadores y de la naturaleza -la esencia del sistema- está provocando crisis sin precedentes.
No se trata de una serie de acontecimientos desafortunados. No se trata de un bache a corto plazo. Los multimillonarios que aumentaron su riqueza en más de 10 billones de dólares durante la pandemia de Covid -la élite capitalista super rica que se beneficia directamente de la explotación de los trabajadores y la naturaleza- son los depravados beneficiarios del caos y la cruel desigualdad, la miseria y la guerra que campan a sus anchas.
¡Nos negamos a volver atrás!
El derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, incluso mediante el aborto y los cuidados de afirmación de género, es un derecho tan rudimentario como esencial. Y el hecho de que se esté suprimiendo un acceso a él, ya de por sí escaso y desigual, pone de manifiesto la naturaleza retrógrada del capitalismo. Con urgencia e imbuidos de la esperanza que nos brindan nuestros hermanos de lucha en todo el mundo, nos negamos a dejarnos arrastrar hacia atrás. Y no tenemos tiempo que perder en la reivindicación de nuestros derechos y libertades, y en enfrentarnos simultáneamente a la motivación del beneficio en el centro de la crisis del coste de la vida que augura un desastre para la clase trabajadora y las mujeres pobres. La única forma de avanzar en la ola feminista es hacerla socialista. Unirse con las masas explotadas y oprimidas de todos los géneros y orígenes contra la pequeña camarilla de capitalistas y quienes les sirven a ellos y a su sistema.
El feminismo liberal que se mantiene dentro de los parámetros del sistema capitalista no sólo no tiene nada que ofrecer a la mayoría de las mujeres del mundo, ni a los oprimidos y explotados de todos los géneros, sino que es una barrera en el camino del cambio real. Al igual que el “Greenwashing” emprendido por las corporaciones multinacionales y los políticos capitalistas para barnizar su sistema de sus crímenes ecológicos, “feminizar” o diversificar la élite en un sistema construido sobre la opresión es un intento de la clase capitalista parasitaria en la cima de aferrarse a su poder. Mientras tanto, su sistema está alimentando una brutal reacción de extrema derecha que tiene el anti-feminismo, la transfobia y el racismo como cartas de presentación.
ROSA Feminismo Socialista Internacional, que toma su nombre de la líder socialista revolucionaria polaco-alemana Rosa Luxemburgo y de la líder del movimiento por los derechos civiles de los negros estadounidenses Rosa Parks, se inscribe en la tradición marxista y revolucionaria del movimiento de la clase trabajadora y pretende construir una fuerza feminista socialista organizada en todo el mundo. Este manifiesto es nuestro grito de guerra para la lucha feminista socialista. Es especialmente una llamada a la acción a las mujeres trabajadoras, a los jóvenes, a las personas de género diferente, a los oprimidos y explotados de este mundo – el único camino a seguir para la ola feminista es en una dirección socialista y necesitamos que te unas a esta lucha junto a nosotros para luchar por ello.
El Feminismo Socialista significa lucha
2011, Canadá: miles de mujeres jóvenes toman las calles en protesta después de que agentes de policía dijeran a las estudiantes que no debían vestirse como putas si no querían ser victimizadas.
2013, India: protestas espontáneas hacen que cientos de miles de personas se manifiesten en un estallido de ira tras la violación en grupo a una estudiante.
2015, Argentina: cientos de miles de mujeres inundan las calles bajo el nombre Ni Una Menos, un año después tiene lugar una huelga masiva de mujeres en varios países de América Latina.
2017, Estados Unidos: #MeToo se extiende en poco tiempo, con millones de mujeres alzando la voz como víctimas de la violencia de género.
2018, España: más de 5 millones de personas participan en la huelga feminista del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
2019, México: millones participan en la huelga feminista.
2020-2022, lxs trabajadorxs del sector sanitario y social que luchan contra la pandemia en todo el mundo protestan y hacen huelga contra unas condiciones devastadoras para ellxs y sus pacientes.
Estos son sólo algunos ejemplos de las luchas en las que han participado mujeres jóvenes, pobres y de clase trabajadora, a veces organizadas, a veces en estallidos espontáneos. Muchas de esas protestas se extendieron internacionalmente, ya que una protesta inspira a otra en un mundo donde la violencia sexual es omnipresente.
La lucha fue la forma en que las mujeres jóvenes reaccionaron ante las amenazas a sus derechos, con el movimiento de masas polaco contra los ataques al derecho al aborto, con la Marcha del Millón de Mujeres en la toma de posesión de Trump o las manifestaciones de Ele Não contra Bolsonaro. En muchos regímenes brutales y reaccionarios como Rusia, Turquía o China el movimiento de mujeres es uno de los movimientos de oposición más activos y permanentes.
Llevamos una década de una enorme ola feminista. En todo el mundo, las mujeres han mostrado su rabia contra la violencia de género, luchando por el derecho fundamental a decidir sobre su propio cuerpo, pasando de las protestas contra los códigos de vestimenta sexistas en las escuelas, contra la imposición del velo en estados autocráticos como Irán, así como contra la prohibición del hiyab por parte de autoridades racistas en muchos estados occidentales, a una decidida lucha masiva por el derecho al aborto. Esto ocurre en el marco de una radicalización general contra todas las formas de opresión, con Black Lives Matter que se extendió por todo el mundo, con Pride que volvió a ser una protesta en muchos países.
La lucha de la clase trabajadora está de nuevo en auge, con acciones y huelgas contra el alto coste de la vida – una nueva crisis en la que las mujeres, con sus salarios e ingresos más bajos y a menudo responsables de la compra de alimentos y la cocina , se encuentran entre las víctimas más afectadas. Por eso no es de extrañar que en muchos países los primeros en actuar con manifestaciones y huelgas sean los sectores en los que las trabajadoras constituyen la mayoría del personal.
“Quien no se mueve, no siente sus cadenas” Rosa Luxemburgo
Las mujeres se han movido en masa y se han dado cuenta de que lo que hace falta para acabar con la violencia, la humillación y la opresión, es cambiar por completo el sistema en el que vivimos, ya que el sexismo está presente en todos los poros del capitalismo, tanto en la cultura y la política como en su estructura económica.
Por eso las trabajadoras han luchado por la igualdad salarial, con huelgas feministas en Glasgow, Islandia y Suiza. Las grandes huelgas de maestrxs de Virginia Occidental en 2017 pueden considerarse el punto de partida de un despertar más amplio de la lucha en los centros de trabajo en Estados Unidos. En muchos países, las mujeres lucharon ferozmente contra los recortes acelerados en todas las formas de gasto social tras la crisis de 2008-09, recortando los servicios públicos con los que cuentan las mujeres para poder trabajar y en los que las mujeres trabajan en gran número, como la salud y la educación. La pandemia ha reforzado esta lucha, ya que la inmensa mayoría de la población ve la necesidad de invertir masivamente en estos servicios esenciales. En sectores como el comercio minorista y la hostelería, las mujeres, los inmigrantes y los jóvenes trabajadores fueron de los primeros en empezar a luchar por unos salarios mínimos decentes.
Como las mujeres son las más afectadas por cualquier crisis del sistema -crisis climática, crisis económica, el crecimiento del militarismo y la guerra-, las encontramos en la primera línea del movimiento por el clima; en los movimientos contra la austeridad; y en las revueltas abiertas en Irán, Sudán, Myanmar, Líbano, Irak, Bielorrusia, etc… contra gobernantes odiados y los golpes militares.
En Sudán, las mujeres han representado aproximadamente el 70% de lxs manifestantes desde la revolución de diciembre de 2019, desafiando no sólo a los restos de la dictadura militar de Al-Bashir, sino también todo el conjunto de leyes, condiciones y actitudes que las mantienen en una brutal opresión y pobreza. El uso de la violación como arma por parte de los militares, con oficiales dirigidos a “romper a las mujeres, porque si rompes a las mujeres, rompes a los hombres”, no impidió que ocuparan posiciones de primera línea como organizadores y activistas en el movimiento de resistencia impulsado como respuesta al golpe de noviembre de 2021.
La lucha feminista socialista, entonces y ahora
El papel de la clase trabajadora y de las mujeres pobres en la lucha por los derechos de las mujeres, además de estar involucradas en la primera línea de la lucha de clases y todas las luchas contra la desigualdad y la opresión, es evidente para todos en la situación actual. No es la primera vez que esto sucede. Pero en la historia oficial del movimiento de mujeres, el papel de estas luchas de masas – la columna vertebral de toda lucha feminista de masas genuina – está relegado a un segundo plano. Al igual que la lucha de la clase trabajadora y, aún más, las luchas de los trabajadorxs y lxs pobres de los grupos oprimidos, la lucha de las mujeres pobres y de la clase trabajadora a menudo se borra por completo de la historia oficial.
Así que recordemos a las mujeres pobres y trabajadoras que fundaron en 1793 la Sociedad de Mujeres Revolucionarias Republicanas, que ha sido bautizada como “el ala de extrema izquierda de la Revolución (Francesa) en forma organizada”.
Recordemos la huelga de las cerilleras en el East End de Londres en 1888, predominantemente compuesta por jóvenes irlandesas que montaron su propio sindicato al no ser bienvenidas en los existentes; y la huelga de trabajadoras textiles en Petrogrado en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora en marzo de 1917, que desencadenó la Revolución Rusa.
No olvidemos que en la lucha contra la Primera Guerra Mundial, las organizaciones de mujeres socialistas organizadas internacionalmente, con marxistas revolucionarias como Clara Zetkin y Aleksandra Kollontai a la cabeza, se opusieron a la guerra desde el principio, en contraste con la mayoría de los partidos socialdemócratas.
Recordemos la huelga por la igualdad salarial de las trabajadoras de FN Herstal en Bélgica en 1966 o la huelga de Ford Dagenham en el Reino Unido en 1968 y las huelgas generales masivas de mujeres en la década de 1970 que sacudieron Islandia y otros países nórdicos.
No olvidemos la enorme contribución de las mujeres negras y de color a la lucha por los derechos de las mujeres y los negros. ¡Veamos a Rosa Parks! Como realmente fue: una organizadora y luchadora por los derechos civiles, no una muñeca Barbie. Ella dijo: “La gente siempre decía que no cedí mi asiento porque estaba cansada, pero eso no es cierto… de lo único que estaba cansada, era cansada de ceder”.
Estas mujeres luchadoras no le pidieron a los gobernantes que, por favor, les dieran su derecho a tener voz en la sociedad, lo tomaron organizándose y luchando mediante movilizaciones masivas. Buscaron, y encontraron solidaridad en otros movimientos de protesta y, en particular, en el movimiento obrero en lucha. Esto involucró a las mujeres socialistas en el movimiento de la clase trabajadora, luchando contra el sexismo en todas sus formas; cuando tuvieron éxito en esto, convirtieron al movimiento de nuestra clase en el medio más poderoso para ganar las demandas feministas.
Entonces y ahora, la victoria absoluta de la emancipación de la mujer se ve obstaculizada por el hecho de que el sexismo está entretejido en el sistema capitalista. En el capitalismo, las ganancias siempre son limitadas y siempre pueden ser atacadas una vez que el movimiento retrocede, como lo muestra dramáticamente la caída de Roe v. Wade en los EE. UU.
Entonces y ahora, la urgencia por el cambio siempre fue mayor entre la clase trabajadora y las mujeres pobres; para ellas, luchar por un cambio radical es la única forma de avanzar, ya que su acceso a soluciones individuales es pequeño. El feminismo socialista se trata de esa lucha por un cambio radical, una lucha por los derechos y necesidades de todas las personas oprimidas. Esto en contraste con la visión estrecha de las feministas del establecimiento político de lo que consideran “asuntos de mujeres”, una visión que se basa en los confines sofocantes de un sistema capitalista que se basa en la opresión de género y clase.
Las mujeres trabajadoras y pobres necesitan más que el derecho al aborto legal, necesitan que se combine con un sistema de salud pública bien financiado que ofrezca atención de alta calidad. Las leyes de divorcio fácil son un gran paso adelante, pero se necesita independencia financiera y seguridad para que las mujeres las usen. El derecho al trabajo no ofrece esto si los salarios de las mujeres son demasiado bajos y si el cuidado de los niños y la educación combinados con la regulación de la flexibilidad en el lugar de trabajo no permiten que las madres trabajen o que trabajen a tiempo completo. Nuestras cadenas están por todas partes, son inherentes a la sociedad capitalista.
Las primeras oleadas de feminismo electrizaron a la sociedad, tal como lo está haciendo la actual ola, sacudiendo y desafiando normas de género obsoletas. En tiempos de poca lucha, la influencia de las ideas sexistas, racistas, homofóbicas y nacionalistas a menudo no se cuestiona. Unirse en la lucha no es solo la forma óptima de ganar algo, sino que también desarrolla la comprensión sobre nuestros intereses comunes y desafía los prejuicios entre las masas trabajadoras. Así quedó patente en la huelga de trabajadorxs de Mercedes, predominantemente compuesta por hombres, contra el feminicidio de una compañera en el País Vasco (octubre de 2021), tras la que lxs trabajadorxs del transporte público han realizado en varias ocasiones huelgas espontáneas contra la violencia de género y el acoso en sus autobuses Las huelgas de mujeres han sido más fuertes cuando se convirtieron en huelgas feministas y en el lugar de trabajo en las que participan trabajadorxs de todos los géneros por demandas relacionadas con salarios y condiciones, así como contra las actitudes sexistas en el lugar de trabajo.
Ahora luchas más intensas y más amplias de todxs lxs trabajadorxs están entrando en la agenda como reacción contra el rápido aumento del costo de vida. Las feministas socialistas apoyan la unión de estas diferentes luchas en un movimiento conjunto de masas contra un sistema que oprime y explota a la gran mayoría de la población mundial. La lucha colectiva, al activar la solidaridad en la acción, señala los materiales a partir de los cuales se puede construir una nueva sociedad, una que esté libre de las divisiones y los prejuicios arraigados fomentados durante generaciones por la clase capitalista para perpetuar su dominio.
El Feminismo Socialista significa libertad para todxs
Una característica definitoria de esta nueva ola de lucha feminista es el deseo de autonomía corporal. El vínculo entre el acoso, el abuso, el feminicidio y las estructuras de poder opresivas inherentes al capitalismo como sistema se comprende cada vez más. Cuando las mujeres chilenas salieron a las calles en 2019 y gritaron “El violador eres tú”, señalando a las instituciones del estado -la policía, el sistema de justicia, el establecimiento político- como culpables de perpetuar la violencia de género, su grito de guerra conquistó al mundo. También lo hizo la lucha de las mujeres iraníes por su derecho a la libertad y la autonomía corporal, que es totalmente inseparable de la lucha contra la violencia de un estado profundamente opresivo, guardián de un sistema basado en la explotación económica de la mayoría. De ahí que su lucha se haya convertido muy rápidamente en una lucha generalizada destinada a derrocar a la dictadura misma. La libertad reside en la libertad de tomar las propias decisiones. Pero a pesar de ideologías aparentemente contradictorias, tanto la monarquía Shah como la actual dictadura islamista en Irán han negado este derecho a las mujeres durante décadas, instrumentalizando sus cuerpos para afirmar y consolidar su propio poder.
La derrota de Roe v. Wade ha dado un impulso a los fundamentalistas de derecha de todo el mundo que ahora creen que también pueden lanzar más ataques contra el derecho al aborto y la autonomía corporal, ataques que van de la mano con amenazas contra los derechos de las personas de la comunidad LGBTQ+ y personas trans en particular. El primer ministro húngaro Victor Orbán está planificando abiertamente en cómo puede restringir el acceso al aborto a pesar del fuerte apoyo al derecho al aborto en Hungría. La extrema derecha italiana ya se jacta de cómo van a cortar el poco acceso que hay al aborto en su país. Los antieleccion se animan a salir a las calles de Berlín y Viena.
Tenemos que defender las victorias obtenidas con tanto esfuerzo de hace 50 años. Las recientes victorias sobre el derecho al aborto en Irlanda (2018), Corea del Sur (2019), Argentina y Nueva Zelanda (2020) y México (2021) muestran que esto es posible, basándonos en el amplio apoyo de la clase trabajadora al derecho a tomar decisiones. sobre nuestros propios cuerpos y movilizando ese apoyo a las calles. Un movimiento que tiene sus raíces en la acción y representación independiente de la clase trabajadora puede ser una amenaza real para la derecha y para todo el establecimiento por igual.
Es un hecho que la prohibicion del aborto no detiene los abortos. ¿Quién paga el precio? Todas las mujeres y personas que pueden quedar embarazadas, pero sobre todo, los millones de trabajadores y pobres de todo el mundo. ¿Quién se beneficia? El establecimiento político, que utiliza la retórica sobre los “valores familiares tradicionales” y “las madres pertenecen al hogar” para su propio beneficio y para implementar más recortes en sectores como el cuidado de los niños, la educación y la salud, todos los cuales ya están en crisis. La clase capitalista, que se beneficia de la privatización de los servicios esenciales.
“Libertad es sólo otra palabra para decir que no queda nada que perder”
Cualquier defensa del capitalismo se centra en la idea de que el sistema capitalista nos permite “libertad”: libertad para elegir lo que compramos, dónde vivimos, cómo vivimos. Milton Friedman, el infame arquitecto del neoliberalismo, incluso le dedicó un libro completo, “Capitalismo y libertad”. Es fácil ver cómo Friedman, un hombre blanco rico que vive en los EE. UU., llegaría a esta conclusión. El capitalismo proporciona libertad a quienes tienen el dinero. La libertad de explotar despiadadamente a otros, de comprar una influencia política incalculable, de moldear el mundo que les rodea para satisfacer sus necesidades a corto plazo. Para los ricos, el dinero puede comprarles libertad en todos los aspectos de su vida privada, sin preocuparse por el acceso al aborto o cualquier otra atención médica para ellos. Y como los múltiples escándalos que surgieron a raíz de las revelaciones de #MeToo, ese sentido de derecho también incluye el acoso sexual y la agresión de aquellos sobre los que tienen poder.
Lo que olvidó mencionar en su libro es cómo la “libertad” para desmantelar los servicios públicos, mientras que sin duda era “liberante” para aquellos que hicieron una fortuna con ellos, nos dejó al resto de nosotrxs con una desigualdad más profunda y costó vidas. Tener una “opción” de compañías privadas que entregan gas y electricidad a su hogar no representa mucho cuando todos ellos son especuladores que aumentan los precios, por lo que muchos de nosotrxs no podremos pagar la calefacción en climas fríos. La privatización del transporte público puede presentarse como una “opción” de autobuses y trenes, pero cuando ninguno de ellos nos lleva a nuestro destino de manera oportuna y asequible, esa opción está bastante vacía. Como era de esperar, las demandas de renacionalización de servicios esenciales como el transporte público y sectores de la economía como la energía están ganando apoyo ante esta realidad. En Gran Bretaña, los trabajadores en huelga de RMT tocaron un nervio al incluir el regreso a la propiedad pública en sus demandas, lo que inspiró a amplios sectores de la clase trabajadora.
A medida que el capitalismo se tambalea de una crisis a otra, con toda la miríada de problemas que crea interactuando y reforzándose unos a otros, esa retórica de la libertad suena bastante vacía. La guerra, la crisis económica, el costo de la vida, el cambio climático, la crisis de la atención social, la violencia de género, el derecho al aborto: cada crisis nos hace pagar el precio. El sistema capitalista nos ha dejado un nivel de desigualdad nunca antes visto en la historia. Mientras que los súper ricos tienen tanta riqueza acumulada que se entretienen con hedonismo sin sentido como el turismo espacial, la clase trabajadora y las masas pobres de todo el mundo están cada vez más restringidas en la “libertad” que nos queda para sobrevivir en este sistema.
La crisis de cuidados del capitalismo
La contradicción entre el deseo de libertad y la realidad de vivir en el capitalismo se expresa en todos los aspectos de la vida de las mujeres de la clase trabajadora. Económicamente, nos vemos obligadas a tener no sólo uno, sino a menudo dos empleos para llegar a fin de mes. Incluso entonces, los exorbitantes costes de la vivienda hacen imposible vivir de forma independiente y hacen que depender de una pareja sea una necesidad. Nuestros salarios están por los suelos, nuestras condiciones de trabajo son objeto de ataques y nuestras condiciones de vida son más precarias de lo que lo han sido para cualquier generación desde la Segunda Guerra Mundial.
Al mismo tiempo, tenemos que asumir cada vez más responsabilidades en materia de cuidados. La crisis de la asistencia social que sacude a muchos países de todo el mundo está poniendo la asistencia social a niños, ancianos y enfermos fuera del alcance de muchas familias de clase trabajadora. El trabajo no remunerado en el hogar asciende actualmente a más de 10 billones de dólares al año y sigue aumentando. Muchxs de nosotrxs nos vemos obligadxs a trabajar en entornos de asistencia social que sólo los ricos pueden permitirse, por salarios tan bajos que ponen esa misma asistencia fuera del alcance de nuestras propias familias, o trabajamos en situaciones increíblemente estresantes debido a la falta de financiación que ha vaciado los servicios públicos hasta el punto del colapso. Esta crisis de los cuidados no ha pasado desapercibida. Las protestas y huelgas de lxs trabajadorxs del sector de los cuidados (salud, sector social, educación), en su mayoría dominados por mujeres, han sido en esencia luchas muy políticas, que implícitamente plantean la cuestión de cómo podemos luchar por una sociedad que se preocupe por la gente corriente y no por los beneficios de los súper ricos. Estas luchas son un componente vital de un movimiento feminista capaz de conseguir un cambio real. Las huelgas de lxs trabajadores de cuidado infantil, la educación, la salud y la asistencia social tienen una enorme repercusión. Debido al papel de estos sectores en la reproducción de la amplia mano de obra para el capitalismo, muestran el poder potencial de las huelgas laborales para paralizar la sociedad. Además, cada victoria conseguida por lxs trabajadores de estos sectores de asistencia dominados por las mujeres supone una gran diferencia para las vidas de toda la clase trabajadora, que es la que más necesita estos servicios públicos.
La presión del capitalismo para que las responsabilidades del cuidado de los hijos vuelvan al hogar ha ido de la mano de una presión cada vez mayor sobre las mujeres en general: basta con ver cómo la crianza de lxs hijxs se ha convertido en una olla a presión de expectativas en lugar de en el disfrute de una nueva generación que explora el mundo. Fíjense en el empuje de los valores familiares tradicionales por parte de sectores de la clase dirigente. Esta ideología se utiliza para castigar a las mujeres y a las personas LGBTQ+ por tener una vida sexual fuera del matrimonio. La cultura popular está repleta de referencias a los más que hipócritas y anticuados binarios virgen/puta y primadonna/puta, que niegan la libre expresión de las distintas identidades sexuales y de género y nos avergüenzan a nosotrxs y a nuestros cuerpos.
Añádase a esto la comercialización de los cuerpos de las mujeres en los medios de comunicación y la publicidad, la incesante presión para ajustarse a unos cánones de belleza inalcanzables, la romantización del comportamiento abusivo como “amor” por parte de la industria del entretenimiento y la miríada de otras formas de mantener a las mujeres “a raya”. Una investigación realizada en Gran Bretaña en 2022 reveló que una de cada tres mujeres no está contenta con su cuerpo y señala a las redes sociales como la principal fuente de su inseguridad. En un ejemplo de burda y brutal avaricia corporativa, Facebook suprimió su propia investigación que indicaba que Instagram empeora los problemas de imagen corporal de lxs adolescentes. Los trastornos alimentarios empeoraron en la pandemia, y los sistemas sanitarios privatizados, inadecuados y sexistas no están abordando esta crisis.
El mercado capitalista se beneficia de la opresión sexual arraigada en la perpetuación del capitalismo y en su dependencia de la estructura familiar patriarcal. Según la ONU, una de cada tres mujeres en el mundo sufre abusos a lo largo de su vida, en la gran mayoría de los casos por parte de un hombre conocido, normalmente un familiar o una pareja actual o anterior. Son una minoría los hombres que violan, pero los actos de violencia están conectados con una red de acoso y comportamientos opresivos conscientes o inconscientes que, en conjunto, constituyen un sistema de opresión sexual. La violencia de los hombres contra las mujeres está arraigada y perpetuada por este orden de género sistémicamente desigual, en el que las mujeres tienen peor salud y bienestar que los hombres.
Lo personal es político
Cuando las feministas de los años setenta acuñaron el eslogan “lo personal es político”, resumían cómo cada unx de nosotrxs tiene su propia historia que contar sobre cómo nos afecta personalmente la opresión basada en el género y la sexualidad, y cómo también tenemos una causa común en la lucha contra un sistema que engendra opresión y explotación.
El capitalismo pretende ofrecer libertad sexual, pero ni siquiera ese aspecto profundamente personal de nuestras vidas se ha librado de la especulación. Cada vez son más las mujeres jóvenes y de clase trabajadora y las personas LGBTQ+, incluidos algunos activistas y simpatizantes de ROSA, que ejercen el trabajo sexual para ayudar a pagar las deudas. La crisis del coste de la vida no hará sino agudizar e intensificar la presión sobre la gente para que encuentre ingresos extra, y la industria del sexo ha aprovechado esta circunstancia para atraer a más gente a sus garras. Como feministas socialistas nos solidarizamos con todas las trabajadoras sexuales y ayudamos a la organización de las trabajadoras del sector para proteger sus derechos. La criminalización de las trabajadoras sexuales es inútil y peligrosa, y está arraigada en un moralismo a menudo misógino e hipócrita que rechazamos totalmente.
Pero también rechazamos cualquier narrativa de que la industria del sexo en su conjunto es una influencia “liberadora” en la sociedad, cuando se está beneficiando literalmente de la idea del derecho masculino sobre los cuerpos de las mujeres, especialmente los cuerpos de las mujeres trans, las mujeres de color y los cuerpos de las mujeres pobres y de clase trabajadora, que predominan como trabajadoras dentro de la industria. La industria del porno y del sexo son enormes conglomerados internacionales que se lucran glorificando la violencia sexual y vendiendo los cuerpos de las mujeres, con poca o ninguna consideración por las personas que trabajan en estas industrias y por el impacto social más amplio que tiene la comercialización del sexo en la proliferación de ideas sexistas y racistas.
“Queremos pan, pero también queremos rosas”
Como feministas socialistas nos situamos en la orgullosa tradición de una larga serie de valientes mujeres de la clase obrera que se organizaron colectivamente para unir su lucha a la de la clase obrera en su conjunto, vinculando la lucha por una vida mejor con el deseo de un sistema libre de explotación y opresión. Desde la huelga de las trabajadoras textiles de Lawrence, Massachusetts, en 1912, “Queremos pan, pero también queremos rosas” ha sido el núcleo de un feminismo obrero y socialista basado en la lucha colectiva y la solidaridad para luchar por la emancipación de toda la sociedad.
La libertad personal para todxs es imposible sin libertad frente a la explotación económica. Este mundo es más rico en recursos que nunca. Un hogar, un trabajo seguro, un salario digno para todos es posible, pero requiere asumir el control democrático y la propiedad de los medios de producción (es decir, todos los elementos, además de la mano de obra, necesarios para producir bienes y servicios: herramientas, maquinaria, técnicas, tierras, edificios, materias primas, etc.). La seguridad económica proporcionaría la base sobre la que podríamos decidir colectivamente invertir en tratar a lxs más vulnerables con el respeto que todo ser humano merece: guarderías públicas, gratuitas y de calidad, atención integrada a las personas mayores, garantía de dignidad en los cuidados, un servicio nacional de salud totalmente equipado, financiado y bien dotado de personal, de libre acceso para todxs.
Pero va mucho más allá. La libertad personal significa liberarse de los estereotipos de género y las normas binarias. Significa el derecho a expresar tu sexualidad e identidad de género de la manera que creas conveniente y a vivir en diferentes formas de relaciones y familias.
Una visión socialista de auténtica toma de decisiones colectiva y de control sobre los principales recursos que proporcionan seguridad nos permite la libertad de tener el control sobre nuestras propias vidas. Cuando el funcionamiento de la sociedad ya no se basa en la explotación sino en “de cada uno según su capacidad, para cada uno según sus necesidades”, se crean las bases para una sociedad más humana y solidaria. Un cambio fundamental en el funcionamiento de la economía, que nos dé verdadera libertad para decidir y planificar colectivamente lo que se necesita, cuestiona a su vez por completo las relaciones de poder existentes, no sólo en la esfera pública sino también en la personal.
El Feminismo Socialista significa anticapistalismo
El capitalismo no inventó la opresión de la mujer, sino que la heredó de la anterior sociedad de clases. Sin embargo, el capitalismo -en el que los beneficios para los capitalistas se basan en el trabajo no remunerado, como explicó Marx- adaptó la opresión de la mujer a sus necesidades, la perpetúa y se apoya en ella.
En 2020 Oxfam calculó que el trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar tiene un valor de 10,8 billones de dólares al año, más de tres veces el tamaño de la industria tecnológica mundial. El 42% de las mujeres no podían acceder a empleos remunerados debido a sus responsabilidades de cuidado en el hogar. Esta cifra habrá aumentado aún más a causa de la pandemia, con la asistencia sanitaria masivamente sobrecargada y muchos centros de atención cerrados.
Las mujeres representan dos tercios de lxs cuidadorxs remunerados en todo el mundo y están mal pagadas, infravaloradas y sobrecargadas de trabajo. Muchos otros sectores en los que predominan las trabajadoras, como la educación, la hostelería o el comercio minorista, sufren las mismas condiciones. Durante la pandemia se perdieron muchos más puestos de trabajo entre las mujeres que entre los hombres, y de forma más aguda entre las trabajadoras negras, personas LGBTQ+ e inmigrantes.
Mientras que el Informe Global sobre la Brecha de Género del Foro Económico Mundial afirmaba que los efectos de la pandemia supondría que las mujeres y los hombres tardarían 135 años en alcanzar la paridad (99 años en el informe de 2020), basándose en las múltiples crisis actuales la ONU estima ahora que ¡se tardará unos absurdos 286 años en alcanzar la igualdad de género!
La verdad es que la igualdad nunca se alcanzará bajo el capitalismo – la desigualdad es una parte integral del ADN de cualquier sociedad basada en la división de clases, en la que una minoría de la clase dominante se beneficia del trabajo de la gran mayoría. Esta inmensa mayoría no se beneficia del crecimiento económico; de hecho, el crecimiento desde la crisis de 2008-09 se ha producido a raíz de la creciente miseria de la mayoría de la población mundial, quienes siempre pagan el precio más alto de cualquier crisis.
Mientras los ingresos del 99% de la humanidad descendían y más de 160 millones de personas más se veían sumidas en la pobreza durante la pandemia, los diez hombres más ricos del mundo duplicaban sus fortunas.
El costo de la vida en el capitalismo obliga a cada vez más familias a elegir entre comer o calentarse. Mientras tanto, la producción y venta de artículos de lujo es uno de los sectores económicos que experimenta un crecimiento. Mientras las condiciones de hambruna amenazan a grandes partes del mundo neocolonial, los ricos sólo se hacen más ricos. Estos dos hechos están en relación directa.
Las ganancias de los capitalistas son igual a salarios no pagados a los trabajadores y políticas que atacan a los pobres
En el sistema capitalista los trabajadores cobran en salarios lo mínimo que necesitan para sobrevivir y reproducir tanto su fuerza de trabajo como una nueva generación de trabajadores, una cantidad que no guarda relación con la riqueza que producen. La participación de los salarios y la protección social en la renta mundial, es decir, el ingreso de la gran mayoría de la población mundial- ha disminuido del 53,7% en 2004 al 51,4% en 2017. Eso implica que la proporción de las ganancias del capital -es decir, los ingresos de una pequeña minoría- ha aumentado del 46,3% al 48,6%. Esta tendencia solo se vio interrumpida temporalmente por la crisis financiera de 2008-09.
Ahora los trabajadores de muchos países han entrado en lucha contra la crisis del coste de la vida. Con la inflación atacando el poder adquisitivo, los empresarios advierten de una “espiral de precios y salarios”, alegando que el aumento de los salarios (en realidad, la adaptación de los salarios a la inflación, por lo que el poder adquisitivo se mantiene como está) conduciría a una inflación cada vez mayor. En realidad, lo que vemos es una “espiral ganancias-precios”, en la que las empresas mantienen sus ganancias récord de 2021 y los dividendos pagados a los accionistas mediante el aumento de los precios de los productos, impulsando así la inflación.
La economía capitalista se basa en la maximización de beneficios a corto plazo, provocando así una pérdida de poder adquisitivo de la mayoría de la población mundial, es decir, los trabajadores y los pobres. De este modo, las crisis económicas son totalmente inherentes al sistema, no pueden evitarse. Confiere a la economía un carácter caótico, con el dinero moviéndose de un sector a otro en función de la rentabilidad esperada. Incluso siendo consciente de las necesidades de la gente, ningún capitalista invertirá por altruismo. El capitalista “humano” está arruinado en este sistema. Aunque las necesidades sean elevadas, los capitalistas especularán en lugar de invertir en la producción si no pueden obtener ganancias a corto plazo.
La desigualdad entre los trabajadores es necesaria para dividir la fuerza que puede luchar contra una minoría parasitaria de superricos
Mientras que la participación de lxs trabajadorxs en la ganancia mundial ha ido en constante descenso, la desigualdad entre lxs trabajadorxs ha crecido, a nivel mundial y dentro de cada Estado. Entre 2004 y 2017, el 20% de los que más ganan aumentó su participación media en el salario total del 51,4% al 53,5%, mientras que lxs trabajadorxs con salarios medios y bajos -con las mujeres y otros grupos oprimidos como los negros, los inmigrantes, las personas LGBTQ+, las minorías oprimidas sobrerrepresentadxs en estas categorías- han visto disminuir su media. Dado que los países más pobres tienden a tener mayores niveles de desigualdad, “los trabajadores más pobres de los países más pobres se ven afectados tanto por los bajos ingresos medios del país como por una proporción muy pequeña de las ingresos laborales para la parte inferior de la distribución”.
Estas categorías de salarios/ingresos más bajos – incluyendo el trabajo informal y las personas que dependen de la asistencia social o de la caridad – se han visto abocadas a una situación insostenible de miseria, con salarios que cada vez más no permiten cubrir las necesidades básicas. En esta situación, el futuro de la mayoría de lxs jóvenes del mundo -una parte mucho mayor de la población de los países neocoloniales- se presenta muy sombrío. Por lo tanto, no es una coincidencia que sean estos grupos los que han dado un paso al frente en todas las luchas y lxs que se han ensañado contra los gobernantes que los mantienen en condiciones miserables. Desde los movimientos revolucionarios en el norte de África y Oriente Medio en 2011 hasta la explosión de rabia masiva en región tras región en 2019, solo interrumpida por un breve espacio de tiempo debido a la llegada de la pandemia, ha tenido a estos grupos de trabajadorxs y pobres en primera línea. Las mujeres jóvenes fueron una fuerza motriz en esas protestas masivas contra todos los aspectos de la crisis en este sistema podrido.
En todo caso, la combinación de la pandemia, la crisis climática, la guerra en Ucrania y la creciente militarización. La crisis alimentaria y energética han aumentado aún más esta desigualdad. El informe de Oxfam Profiting from Pain (marzo de 2022) muestra que durante la pandemia 573 personas se convirtieron en nuevos multimillonarios, es decir, uno cada 30 horas, mientras que se espera que 263 millones de personas más acaben en la pobreza extrema, es decir, ¡un millón cada 33 horas! Añaden que décadas de progreso en materia de pobreza extrema están ahora en retroceso y millones de personas se enfrentan a aumentos imposibles en el coste de simplemente mantenerse con vida.
Para la minoría de la clase dominante, además de beneficiarse económicamente de los bajos salarios y del trabajo precario realizado por las mujeres y otros grupos oprimidos, esta división de la amplia clase trabajadora es una necesidad para mantener su poder. La opresión de género vino al mundo al mismo tiempo que la opresión de clase, están íntimamente ligadas, cada sociedad dividida en clases en la historia la ha adaptado a sus necesidades.
La ideología sexista, que perjudica a las mujeres y a las personas LGBTQ+ -existente desde hace siglos- vincula a los trabajadores varones a la clase dominante del mismo modo que el racismo crea la impresión de que los trabajadores blancos tienen algo en común con los gobernantes blancos, tanto en su país como en las políticas coloniales y neocoloniales de los países imperialistas. Los trabajadores de los grupos dominantes de los países que mantienen por la fuerza a otras naciones dentro de sus fronteras se ven igualmente empujados por los prejuicios a aliarse con su clase dominante nacional.
Sin embargo, la gran diferencia entre el trabajador masculino o blanco y las clases dominantes es que esos trabajadores no se benefician de la opresión de otros trabajadores. De hecho, mientras haya un grupo oprimido de trabajadores que reciba salarios más bajos y peores condiciones de trabajo, esto hará bajar los salarios de todos los trabajadores.
Como explicó una y otra vez la veterana feminista socialista Clara Zetkin: las trabajadoras sólo compiten por los puestos de trabajo de los trabajadores masculinos porque así lo deciden los empresarios. La salida es que la clase obrera y sus organizaciones luchen por los salarios y por una semana laboral más corta sin pérdida de salario, y por derechos sociales como el permiso parental retribuido, la asistencia sanitaria gratuita, la educación y el cuidado de los hijos que permitan vivir de verdad, en lugar de vivir para trabajar.
Por lo tanto, la clase capitalista tiene un gran interés en azuzar un sentimiento de superioridad, prejuicios y odio hacia los grupos oprimidos de la sociedad. Y lo hacen, día tras día, a través de su control sobre la educación, los medios de comunicación, la ciencia, las oportunidades de empleo y mucho más.
Las mujeres al mando en un Estado capitalista no es un cambio real
Cuando hablamos de capitalistas, hablamos de capitalistas de todos los géneros e identidades raciales, aunque la mayoría de ellos sean hombres blancos. Durante décadas, las feministas del establecimiento político nos han pedido que “votemos a las mujeres”. Pero mientras que el movimiento de masas de las mujeres de la clase obrera en la segunda ola fue necesario para que ocuparan sus escaños, la realidad es que estas mujeres en el poder han apoyado en general una política de austeridad, recortando las ayudas sociales hasta el punto de que las mujeres tenían que aceptar cualquier tipo de trabajo, aunque los salarios estuvieran muy por debajo del umbral de la pobreza. Basta mencionar a Thatcher, Clinton y Merkel: otro género, la misma austeridad.
Tras décadas de un creciente séquito de mujeres políticas y consejeras delegadas procapitalistas, se ha disipado la ilusión de que las mujeres en la cima serían beneficiosas para todas las mujeres. El feminismo de las “girlboss” es ridiculizado amplia y justificadamente. No hubo ninguna diferencia notable para la vida de las mujeres pobres y de clase trabajadora al tener mujeres al frente de todos los países escandinavos en los últimos años. Mujeres como Jeanine Anez, que llegó a la presidencia de Bolivia tras un golpe de la derecha en 2019, han utilizado una represión brutal contra las protestas. Anez se negó a garantizar la atención a los pacientes de Covid pobres para mantener los beneficios de los hospitales privados.
Lo que las feministas del establecimiento pueden ofrecer a los millones de personas que luchan contra la opresión son palabras y lágrimas de cocodrilo. Mientras defienden de dientes de fuera la emancipación de la mujer, permiten que las madres solteras languidezcan en la pobreza, obligan a las trabajadoras a dejar de trabajar o a trabajar menos debido a la falta de guarderías o a que éstas sean inasequibles.
En el mejor de los casos, no entienden el vínculo entre la explotación de la clase trabajadora y la opresión de los diferentes grupos y, por lo tanto, no pueden desarrollar una estrategia para acabar con la opresión. En el peor de los casos, responden al sexismo con racismo, apuntalando regímenes con “tradiciones” reaccionarias mientras niegan el derecho a emigrar a las personas que huyen de ellos. Otro odioso subgrupo se niega a reconocer a las mujeres trans como mujeres.
Queremos que las mujeres (y las personas de todos los grupos oprimidos) participen en política, pero en una política de lucha. Queremos que provengan de las filas de las jóvenes y trabajadoras que han estado luchando contra la violencia de género, los ataques al derecho al aborto, los regímenes reaccionarios, los salarios de miseria, los altos precios de los alquileres, la energía y los alimentos, exigiendo un cambio de sistema en lugar del cambio climático. Queremos que utilicen sus voces en el parlamento para amplificar y organizar la lucha de masas en las calles, en las comunidades, en lugares de trabajo, tal y como hizo Ruth Coppinger, miembro fundador de ROSA en Irlanda y miembro de ASI en el movimiento abortista. Ruth fue la primera diputada del mundo en tragar píldoras abortivas ante los medios de comunicación en un acto de protesta pública en 2014, desafiando la prohibición del aborto en Irlanda, como parte de una estrategia en la lucha para conseguir el aborto a petición; y como lo hizo Kshama Sawant, de Socialist Alternative (ASI), como concejal en Seattle, movilizando una lucha para impulsar su propuesta de convertir Seattle en una ciudad santuario para el aborto en 2022, tras la revocación de Roe.
Llamamos a todas las sindicalistas de izquierda a luchar dentro de sus organizaciones para organizar campañas de sindicalización en sectores precarios y para asumir las demandas de todos los oprimidos en sus luchas. Las feministas socialistas respondemos al sexismo con antirracismo, con un apoyo activo a movimientos como BLM o la lucha por los derechos de lxs inmigrantes indocumentadxs. Respondemos al sexismo con solidaridad por las personas trans y acciones contra la violencia LGBTQfóbica. Respondemos al sexismo organizándonos conscientemente dentro de las organizaciones de la clase trabajadora, para ayudar a construirlas. Luchamos dentro de estas por estructuras democráticas y una estrategia de lucha, y llamamos a luchar contra el sexismo en todas sus formas, incluso internamente, y también luchamos por la unión de fuerzas contra nuestro enemigo común. El principal obstáculo para nuestra capacidad de construir una sociedad solidaria, que satisfaga las necesidades de todos, es la clase y el sistema capitalista.
El Feminismo Socialista significa una posición antiguerra y antiimperialista
Desde Siria hasta Etiopía, la tendencia del capitalismo a utilizar los cuerpos de las mujeres como herramientas de opresión y control social se magnifica brutalmente dentro y fuera de las zonas de conflicto. De los aproximadamente 12 millones de personas que huyeron de Ucrania desde febrero de 2022, el 90% son mujeres o niñxs, y han sido el objetivo principal de la trata, el trabajo forzoso y la explotación sexual. Rechazamos absolutamente la agresión militar del régimen ruso sobre Ucrania y defendemos el derecho del pueblo ucraniano a su libertad e independencia; pero igualmente rechazamos la narrativa “liberadora” de las potencias occidentales, que huele a hipocresía y cálculo cínico y también encubre un largo legado de saqueo y derramamiento de sangre.
A pesar de sus afirmaciones de luchar del lado de la democracia contra la tiranía, los gobiernos occidentales y la OTAN tienen un largo historial de desgarrar países. A través de guerras, apoyando a las fuerzas del estado israelí en su ocupación de los territorios palestinos y apoyando innumerables regímenes dictatoriales ferozmente hostiles a los derechos de las mujeres. Joe Biden habla de libertad un día y choca los puños con el príncipe heredero saudí Mohamed Bin Salman al día siguiente, mientras que la monarquía medieval de este último está ocupada decapitando a los opositores, encarcelando a decenas de activistas por los derechos de las mujeres y continuando su ataque militar contra Yemen que hallegado junto con una explosión de violencia contra las mujeres y las niñas.
En su búsqueda de una alianza estratégica con India contra China, todos los gobiernos occidentales hacen la vista gorda ante el torrente de atrocidades infligidas a las mujeres —sobre todo las dalit, las castas oprimidas y las minorías religiosas— bajo vigilancia, cuando no en connivencia directa. o estímulo activo, del gobierno supremacista hindú BJP. El régimen chino, por su parte, está brindando apoyo a los sanguinarios generales en el poder en Myanmar, cuyas fuerzas de seguridad se han involucrado en violaciones masivas y otras formas de violencia sexual contra las mujeres, en medio de la despiadada represión desatada contra la resistencia popular al golpe de estado del ejército en el 2021.
En resumen, las mujeres están sufriendo renovados ataques a sus derechos, cuerpos y condiciones en todos los ámbitos, y sólo una lucha internacional que se alce con principios contra todos los imperialismos, uniendo a las mujeres, los trabajadores y los oprimidos de todos los países, puede proporcionar una salida de esta situación.
Las preocupaciones falsas por las mujeres a menudo se han utilizado como un cambio barato en el arsenal de propaganda del imperialismo y las potencias coloniales para justificar sus guerras y ocupaciones y hacer valer sus intereses geopolíticos, como lo han estado haciendo recientemente los líderes occidentales al tratar de re apropiarse de la heroica lucha de las mujeres en Irán. El hecho de que el régimen ultramisógino talibán vuelva a gobernar Afganistán, después de 20 años de ocupación militar, billones de dólares gastados y cientos de miles de personas asesinadas, mutiladas y desplazadas, constituye una refutación inequívoca de este “feminismo imperialista” que no tienen nada en común con las mujeres iraníes han estado entre las primeras en verse expuestas a más dificultades económicas, desempleo y escasez a medida que el país se sumía en una recesión en gran parte debido a las severas sanciones económicas impuestas por el gobierno de EE. UU. Como los trabajadores militantes de la compañía de caña de azúcar Haft Tapeh le dijeron elocuentemente al Representante Especial de los Estados Unidos para Irán: “¿Quién les pidió apoyo a ustedes, criminales?”
Incluso en el corazón de los países posiblemente más “civilizados” del mundo, las mismas estructuras de los ejércitos capitalistas están plagadas de ideas patriarcales y sexistas retrógradas y LGBTQfobia, y muestran continuamente registros espantosos de violencia de género. En Gran Bretaña, las mujeres y los hombres jóvenes en servicio, incluidas las adolescentes que entrenan en el ejército, han denunciado niveles récord de agresiones sexuales y violaciones en los últimos años, y esto apenas toca la superficie. La opresión y la división están integradas en el ADN del capitalismo y prosperan dentro de sus instituciones estatales.
Los mismos países que alimentan el nuevo ciclo de juegos de guerra imperialistas tratan a sectores de sus propias poblaciones como naciones ocupadas, desde las políticas ultra represivas del régimen chino contra la minoría uigur en Xinjiang hasta el desplazamiento, la marginación y el racismo infligidos por el estado a las Primeras Naciones y pueblos originarios, y personas indígenas en países como Canadá y Australia. Las mujeres y niñas indígenas en todas partes continúan enfrentando niveles mucho más altos de violencia e inseguridad social, falta de vivienda, pobreza, control de la natalidad forzado y esterilización y encarcelamiento. En Canadá, tienen 12 veces más probabilidades de ser asesinadas o desaparecidas que cualquier otra mujer. Desde Brasil hasta la India, las narrativas fabricadas sobre traer “progreso” y “modernidad” se utilizan como fachada para expulsar a las comunidades indígenas y tribales de sus tierras, abrirlas a la minería y otras corporaciones, y destruir el medio ambiente.
“El feminismo no es un invento occidental. Está arraigado en la cultura y en la lucha de las mujeres en todo el mundo” (Nawal El Saadawi, socialista feminista veterana egipcia)
A lo largo de África, Asia y América, las potencias coloniales jugaron un papel decisivo en instigar políticas y leyes de gran alcance que persigan a las mujeres y las minorías sexuales para afirmar su control a través de la división. En muchos lugares, las potencias coloniales se apropiaron de hebras del patriarcado precolonial, las vulgarizaron e institucionalizaron para satisfacer las necesidades sexistas y racistas del capitalismo imperialista. La falta de criminalización de la violación marital en la India, las leyes que prohíben los llamados actos sexuales “antinaturales” en muchas partes de África y el Caribe, la imposición por la fuerza de normas de género patriarcales en las comunidades indígenas de América del Norte, las leyes de exoneración del matrimonio por violación en Oriente Medio, todas estas han sido heredados del pasado colonial. Esta realidad no solo se percibe incómoda con el enfoque condescendiente de algunas feministas occidentales con respecto a las mujeres en el mundo neocolonial, sino también con los gobiernos y gobernantes reaccionarios en esos países que descartan la lucha por la liberación de la mujer como una “importación occidental” en desacuerdo con los valores y tradiciones locales, así como con aquellos que afirman que la opresión de las mujeres no existía en el África precolonial, etc. Estas narrativas, respectivamente, encubren el legado devastador y dañino del imperialismo sobre la igualdad de género, y niegan la realidad de cómo el colonialismo (donde pudo) se entrelazó con las jerarquías de las sociedades que aplastó para dividirlas. También ignoran la rica y continua historia de las mujeres y las luchas feministas en los países neocoloniales, entre las mujeres de color y los pueblos indígenas, — desde el papel central que desempeñaron las mujeres negras en la revolución haitiana de 1791-1804 que abolió la esclavitud, hasta la Marcha de 20.000 mujeres en 1956 en Pretoria, Sudáfrica, que desafiaron el régimen del apartheid y sus leyes racistas y patriarcales, a las miles de mujeres que organizaron la primera huelga transnacional contra los feminicidios y la violencia de género en el Medio Oriente en julio de 2022.
La enorme crisis de deuda que enfrenta actualmente el mundo neocolonial es otra cara del legado del colonialismo y el imperialismo. Las sociedades cuyo desarrollo se ha visto obstaculizado durante muchas décadas por el control extranjero, el saqueo de los recursos, las relaciones comerciales desiguales y la superexplotación, tienen que lidiar con esta gigantesca maquinación financiera en la que una pequeña clase de acreedores, en colaboración con los gobiernos locales, están haciendo un excelente negocio a expensas de la vida de millones. A medida que los precios de las importaciones se disparan y las condiciones de endeudamiento se endurecen, estas mismas poblaciones son hoy chantajeado a la austeridad con renovado vigor a cambio de lo que instituciones como el Fondo Monetario Internacional llaman eufemísticamente “asistencia”. Según Oxfam, el 87% de los préstamos Covid19 del FMI requieren que los países pobres adopten nuevas medidas de austeridad que exacerbarán las condiciones económicas ya terribles. En Sri Lanka, en el espacio de solo unos meses en 2022, en medio de una crisis económica aplastante, hubo un aumento del 30% en el número de trabajadoras sexuales, principalmente mujeres que habían perdido sus trabajos en la industria textil. Más fuerte que nunca, debemos decir no a todos los dictados de los países y entidades imperialistas y exigir el repudio de todas las deudas externas, como parte de una lucha general de lxs trabajadorxs y las masas trabajadoras a través de las fronteras por una genuina libertad económica de los grilletes de dominación y explotación seculares.
En muchas partes del mundo neocolonial, la crisis económica y las guerras han contribuido a una explosión del tráfico sexual, los matrimonios infantiles y el trabajo forzado. Según nuevas estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo, en los últimos cinco años se ha esclavizado a 10 millones de personas más y se ha obligado a millones de niños más a contraer matrimonio. En total, se calcula que cincuenta millones de personas en todo el mundo están atrapadas en la esclavitud moderna, siendo las mujeres y las niñas las más afectadas. Esto significa que casi 1 de cada 150 personas en el mundo está atrapada en alguna forma de esclavitud. Estas espeluznantes cifras representan una profunda acusación contra el capitalismo moderno.
Los efectos persistentes de la crisis del COVID, la guerra en Ucrania y su impacto en los precios de los alimentos y la energía, el cambio climático, las grandes interrupciones en las cadenas de suministro y la nueva recesión mundial se unen para crear un cóctel de crisis de proporciones sin precedentes para el capitalismo mundial, y las mujeres en el mundo neocolonial están en su extremo receptor. La sobrerrepresentación de las mujeres negras y de color en empleos precarios, informales y con salarios mínimos significa que los escollos económicos de la actual recesión y el dominó de la austeridad las afectan de manera desproporcionada, dejándolas a merced de las deudas, sin acceso a las necesidades de salud reproductiva y, a menudo, criando a sus hijxs sin ningún apoyo.
Soportando el peso de la creciente escala e intensidad de la pobreza, las hambrunas, las guerras y los efectos catastróficos del cambio climático, un porcentaje cada vez mayor de mujeres emprende el peligroso viaje para llegar a la “Fortaleza Europa” y la “Fortaleza América”. Ante la perspectiva de un desplazamiento masivo provocado por su sistema en crisis, la élite capitalista y sus gobiernos en las naciones más ricas están cerrando las puertas a los refugiados y solicitantes de asilo, gastando miles de millones en tecnología militar para mantenerlos a raya, mientras explotan y acosan sin piedad a los que consiguen llegar al otro lado. El racismo y el militarismo que están en la base de la respuesta de estos gobiernos a la crisis de los refugiados incluyen cada vez más la subcontratación del trabajo sucio del control fronterizo y la vigilancia de lxs refugiadxs a regímenes con pésimos historiales en materia de derechos humanos, y expone a millones de mujeres y niñas a la amenaza de la brutal represión estatal, la trata y la violencia sexual.
Hoy en día, las pomposas afirmaciones de los responsables políticos occidentales de que su globalización mejoraría la igualdad de género nunca han sonado tan huecas. Pero, como explicó Marx, el capitalismo también crea sus propios sepultureros. En efecto, la globalización ha aumentado el número de mujeres lanzadas al circuito de la explotación capitalista en todo el mundo y, con ello, el crecimiento de una clase obrera femenina que, desde las maquiladoras de México hasta los talleres de confección de Bangladesh, ha demostrado en muchas ocasiones recientes ser una fuerza militante a tener en cuenta. Junto a las decenas de millones de trabajadoras de todo el mundo que han protagonizado huelgas en los sectores social, sanitario y educativo, las muchas jóvenes y niñas que luchan con energía por un futuro libre de sexismo y violencia de género, y sus muchos compañeros de trabajo y homólogos oprimidos en todos los rincones del planeta: en esto residen las fuerzas que, si se organizan a escala mundial, tienen el poder de romper con el capitalismo y su inherente impulso a la guerra, su destrucción del planeta, su subyugación neocolonial de vastas franjas de población y sus estructuras opresivas.
El Feminismo Socialista significa solidaridad
No es difícil defender la necesidad de que un anticapitalismo coherente se injerte de forma indeleble en cada átomo de nuestro feminismo. Pero al rechazar conscientemente el “feminismo de las girlboss” -un feminismo pro-capitalista que tiene un interés personal en mantener el sistema de opresión y explotación-, ¿cómo construimos de la forma más eficaz un feminismo de lucha en el que ponemos nuestra libertad y liberación en nuestras propias manos?
Desde los millones de personas que han protestado, hecho huelgas y ocupado en el movimiento NiUnaMenos en América Latina; hasta los trabajadores de Netflix que se manifestaron en apoyo de sus hermanos trans contra la transfobia que la empresa vende para obtener beneficios; pasando por los cientos de trabajadores de Urban Company que emprendieron la primera huelga de trabajadores de la industria de los conciertos dirigida por mujeres en la India para protestar por los bajos salarios y las condiciones de trabajo inseguras; tenemos que reconocer a nuestros aliados: la clase trabajadora, los pobres y las masas oprimidas que, unidos, tienen el poder de cambiar el mundo.
Una de las características de la ola feminista que ha surgido a partir de la década de 2010 es la mayor conciencia de los jóvenes sobre la necesidad de garantizar que las voces de los más marginados y oprimidos -las madres solteras, las mujeres trans, las personas de color- estén representadas y sean amplificadas. Hemos visto el énfasis en la necesidad de la “interseccionalidad”; en un importante reconocimiento de cómo los diferentes tipos de opresión interactúan para afectar cualitativamente a la forma en que un individuo determinado experimenta la misma – por ejemplo, cómo las mujeres de color experimentan el sexismo en todas sus formas de una manera intensificada. Las reacciones al asesinato de Zhina Amini por el estado irani se intensificaron por el hecho de que también era kurda y procedía de una región sistemáticamente oprimida y marginada por el régimen durante muchos años. Con los ataques al derecho al aborto, este concepto adquiere un significado especial porque las mujeres de color están sobrerrepresentadas en las muertes maternas. En Estados Unidos, por tanto, la lucha por un aborto despenalizado y de libre acceso a través de un servicio público de salud en el mundo post-Roe es intrínsecamente una cuestión y una lucha de Black Lives Matter.
Cuando el llamado a la interseccionalidad emana de la clase trabajadora y de la base juvenil de los movimientos feministas, a menudo puede representar un deseo de garantizar que el movimiento contravenga un feminismo liberal de las “girlboss” que permite a las mujeres de la clase elitista elevarse, al tiempo que refuerza la opresión y la explotación sistemáticas que ofrece el capitalismo.
¿Feminismo interseccional Girl Boss? No, gracias
Sin embargo, la interseccionalidad puede usarse cínicamente, con el peligro de que el movimiento se convierta en otro callejón sin salida del feminismo liberal que refuerza el status quo. La versión más extrema de esto es la broma cruel que es Hillary Clinton, alias The Original GirlBoss, llamándose a sí misma una “feminista interseccional” en 2016. En cierto modo es ridículo, pero quizás un maquillaje más insidioso del feminismo liberal pro-capitalista de la vieja escuela detrás de un barniz “interseccional” fue el hecho de que la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris fuera aclamada como innatamente “interseccional” por el New York Times solo en virtud de su identidad: se trata de una política que construyó una lucrativa carrera como política de “ley y orden” en el sistema de justicia penal estadounidense, notoriamente racista.
Si bien estos pueden ser ejemplos extremos, fundamentalmente si separas “ser interseccional” de alguna manera de tener una visión completamente clara de la necesidad urgente de una lucha activa contra el establecimiento y el sistema capitalista por encima de todo, estás en peligro de reforzar el feminismo liberal. Las feministas liberales, incluidas las figuras pro-capitalistas, “alzarán cómodamente las voces” de individuas elegidas a dedo con identidades marginadas que se entrecruzan mientras intentan mendazmente usurpar la oposición a la opresión para su propia agenda de refuerzo del status quo. Adoptarán el lenguaje de la interseccionalidad. Cualquier cosa con tal de difuminar el insalvable abismo de clase entre aquellos cuyo feminismo es compatible con el capitalismo, y los millones y millones de explotados y oprimidos de todos los géneros cuyos intereses residen en unirse en una lucha unificada contra el sistema. Incluso entre quienes no se dejan engañar por estas “feministas interseccionales GirlBoss”, encontramos trampas potenciales en esta coyuntura crucial de nuestras luchas y movimientos. Un ejemplo de esto puede verse en el enfoque equivocado del Grupo de Trabajo Feminista Socialista de los Socialistas Democráticos de América (DSA) de octubre de 2021, que esperemos no se repita dada la importancia del tema en cuestión. En cierto sentido, este es un ejemplo de cómo, a pesar de un loable anticapitalismo y el compromiso de reconocer las opresiones que se entrecruzan, la falta de un enfoque láser para llevar adelante la lucha activa, de cualquier manera posible en un momento dado, puede reforzar de nuevo el feminismo liberal, a pesar de las mejores intenciones.
En resumen, este grupo decidió boicotear de hecho las manifestaciones convocadas por la organización Women’s March en todo EE. UU. el 2 de octubre de 2021 en oposición a la atroz prohibición del aborto en Texas, precursora de la decisión Dobbs que derogo Roe. La primera razón citada fue la falta de interseccionalidad, en concreto que la dirección de Women’s March ha mostrado “una predisposición a crear espacio para las mujeres cisgénero y blancas”. La segunda era su falta de anticapitalismo: “creemos que para lograr una sociedad no patriarcal hay que abolir el sistema capitalista, una opinión que no apoyan los organizadores de la Marcha de las Mujeres”
Por supuesto que hay que criticar a lxs organizadorxs de la marcha, afines al Partido Demócrata, pero podemos hacerlo al mismo tiempo que intentamos construir el ala feminista socialista y obrera más amplia posible del movimiento amplio y luchamos por ganar ideas socialistas para dirigir el movimiento. Absolverse de esa batalla sólo sirve para reforzar el liderazgo feminista liberal. Dicho esto, es sorprendente que en el período alrededor de la derrota de Roe en 2022, las feministas liberales sólo se escondieron más. En muchas ciudades de EE. UU., Socialist Alternative (ASI) fue uno de un puñado de pequeños grupos de izquierda, o en algunos casos la única fuerza, convocando marchas de miles de personas.
Y sí, tenemos que lograr el fin del sistema capitalista patriarcal. Un aspecto de cómo es la necesidad de buscar construir la máxima solidaridad posible de todos los explotados y oprimidos. Luchar sin concesiones por nuestros derechos y libertades va de la mano con la defensa de un programa socialista para el cambio. Esto tiene el potencial de unir a la clase trabajadora y a los oprimidos de todos los géneros en un movimiento que tiene el poder de acabar con el sistema si se organiza en torno a la política de la lucha socialista revolucionaria, incluso en nuestros lugares de trabajo y sindicatos dada la potencia particular de la huelga laboral en la interrupción de las ganancias de los capitalistas. Nuestro feminismo socialista, al reconocer este poder de la lucha de clases unida, está imbuido de optimismo en medio del infierno capitalista que nos rodea. El hecho de que las trabajadoras predominaran como trabajadoras de primera línea durante la pandemia de COVID ha enfatizado el papel vital que desempeñarán las trabajadoras en una lucha emergente y poderosa de la clase trabajadora multirracial y multigénero.
La opresión de género tiene sus raíces en el inicio de la sociedad de clases. Abordemos la opresión desde su raíz. Reconocer la interrelación de las opresiones y no analizar cómo las diferentes opresiones están cosidas en el tejido del capitalismo de distintas formas mitigará y neutralizará la lucha. La explotación de toda la clase obrera bajo el capitalismo, la opresión basada en el género y la sexualidad, el racismo, el capacitismo… Todas ellas interactúan indeleblemente para crear el caleidoscopio de injusticia y brutalidad que enfrentan las masas en la sociedad capitalista. Construir nuestra lucha feminista socialista significa vincular la lucha contra la opresión con la lucha contra el sistema capitalista (las cuales están entrelazadas) mientras luchamos para construir una poderosa lucha unida de la clase trabajadora capaz de abordar la opresión desde la raíz y, en última instancia, arrancandola de raíz.
El extraordinario líder socialista irlandés James Connolly, quien fue ejecutado en 1916 por el imperialismo británico, resumió un enfoque socialista y marxista para combatir la opresión cuando abordó la cuestión de la lucha sufragista. De forma implícita se da una visión inspiradora y liberadora en la que los propios oprimidos tienen un papel central que desempeñar, no solo en la articulación de sus propias experiencias y aspiraciones, sino también en su propia liberación – una lucha vital que puede ganar mayores derechos, incluso cuando otros sectores de la clase obrera todavía se ven afectados por ideas retrógradas como el sexismo y el racismo. Para derribar fundamentalmente “la ciudadela de la opresión”, este movimiento debe vincularse a una revolución de la clase trabajadora más amplia -, una que sea más fuerte cuando se deshaga de todo vestigio de opresión porque ‘un ataque contra uno es motivo de preocupación de todos’, como señalaba su conmovedor grito de solidaridad:
“Nadie tan preparado para romper las cadenas como quienes las llevan, nadie tan bien equipado para decidir qué es un grillete. En su marcha hacia la libertad, la clase trabajadora irlandesa debe animar los esfuerzos de aquellas mujeres que, sintiendo en sus almas y cuerpos los grilletes centenarios, se han levantado para abatirlos y animarlos con más fuerza si, en su odio a la servidumbre y su pasión por la libertad, el ejército de mujeres se adelanta al ejército militante de trabajadores. Pero quienquiera que lleve a cabo los primeros asaltos a la ciudadela de la opresión, es importante que sepa que sólo la clase trabajadora puede arrasarla hasta los cimientos”.
El Feminismo Socialista significa una visón socialista internacional revolucionaria y alternativa
El feminismo socialista ha sido parte del movimiento marxista desde sus inicios. El principal colaborador de Marx, Friedrich Engels, escribió una contribución vital ya en 1884, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, que abordó esta cuestión. Situando los orígenes de la opresión de las mujeres junto con el comienzo de las sociedades divididas en clases vinculadas a los desarrollos en la agricultura alrededor del año 10,000 a.e.c., Engels afirmó que el “comunismo primitivo” de las primeras sociedades de cazadores-recolectores muestra que el modelo de la familia patriarcal, incluido el matrimonio monógamo (con énfasis en la monogamia de la mujer y el control de su cuerpo y sexualidad), no era la forma natural de las cosas, sino un medio socialmente impuesto para transmitir la propiedad privada a través de una línea masculina.
Durante el 99% de la historia, la humanidad vivió en una gran variedad de parentescos, en sociedades con poca o ninguna distinción entre las esferas privada y pública. Estas formas anteriores de sociedad no eran una utopía y, a menudo, las personas enfrentaban una lucha diaria por la supervivencia. Sin embargo, lo que la mayoría de ellos tenían en común era que eran igualitarios y se basaban en la redistribución de bienes: de cada unx según sus posibilidades, a cada unx según sus necesidades. La explotación sistemática de lxs demás humanxs o del medio ambiente era algo inaudito. La investigación arqueológica, histórica y antropológica desde Engels documenta bien que sólo con el desarrollo de los asentamientos, particularmente con las primeras sociedades agrarias, surgieron instituciones como el estado y la familia nuclear heterosexual. Esto confirma la tesis revolucionaria de Engels: a saber, que la opresión de las mujeres no siempre ha existido; de hecho, el 99% de la historia humana no fue patriarcal. ¡Por lo tanto, la opresión basada en el género no es inmutable y absolutamente puede y debe terminarse!
Comprender la conexión entre el comienzo de la opresión de género y las sociedades divididas en clases significa entender que una sociedad sin clases -en la que la economía es de propiedad social y está planificada democráticamente, en lugar de tener una élite gobernante que posee y controla los principales medios de producción y, por tanto, controla las condiciones de vida de todos- podría ser una sociedad sin clases. principales medios de producción y, por tanto, controle las condiciones de vida de todos- podría ser una sociedad sin opresión. Esto significa que la lucha socialista está inextricablemente ligada a la lucha por la libertad de las mujeres y LGBTQ+ y viceversa
La opresión de género, inextricable de la estructura familiar patriarcal
Originada en formas anteriores de sociedades divididas en clases, la institución de la familia nuclear heterosexual ha sido moldeada y utilizada de diferentes maneras en distintos momentos históricos bajo el capitalismo, pero ha seguido siendo un elemento perdurable del sistema. Las nociones nocivas de la diferencia de género -la dominación masculina y la posesión, propiedad y control de las mujeres y de los cuerpos de las mujeres, así como la opresión sistemática de las personas sin identidad de género y de todas las identidades LGBTQIA+- están arraigadas en la estructura familiar patriarcal del capitalismo.
Las familias de la clase obrera y las mujeres que trabajan en ellas -a menudo en un “segundo turno” no remunerado de cuidados y trabajo doméstico- son un lugar vital para la reproducción de la mano de obra que genera beneficios para los capitalistas. El furor pronatalista y “pro-familia” de la dictadura china es en parte un intento de aumentar la tasa de natalidad debido a la crisis de escasez de mano de obra a la que se enfrenta el capitalismo chino.
La desigualdad en el hogar se exacerbó durante la pandemia del COVID, con las mujeres tan sobrecargadas con la educación en casa y demás, que contribuyó a una importante salida femenina de la mano de obra remunerada. La violencia de género, incluido el feminicidio, se disparó en todas partes.
La pandemia del COVID intensificó la opresión de género precisamente porque la familia patriarcal se apuntaló como institución cuando gran parte de nuestras vidas se limitaba a la esfera doméstica.
La violencia de género suele ser perpetrada por la pareja o ex pareja, incluso en gran parte en el hogar. Además de las ideas de superioridad masculina y de control sobre la mujer que están impregnadas en la violencia doméstica, lxs niñxs también son deshumanizados y a menudo víctimas de la institución de la familia nuclear. El inquietante hecho de que en 2022 en EE. UU. sea legal que los padres “nalgueen” (es decir, agredan) a sus hijos, habla del grado en que el estado capitalista perpetúa activamente esta institución, en este caso con lxs niñxs como posesiones cosificadas a las que los padres tienen “derecho” a hacer daño. Esto se aplica especialmente, aunque no exclusivamente, a los padres varones.
Lxs jóvenes trans, que a menudo se enfrentan al rechazo familiar, pueden considerar que el lugar de opresión más perjudicial para ellxs es el “hogar familiar” del que han sido excluidxs.
La familia nuclear también contribuye a perpetuar el status quo de división de clases. “Las circunstancias económicas de la familia desempeñan un papel excepcionalmente importante a la hora de determinar las perspectivas económicas de los hijos en el futuro”, según un estudio de Pew. El divorcio es el principal factor predictivo de la pobreza de mujeres y niñxs.
La falta de guarderías públicas, gratuitas y de calidad, aísla a lxs padres y madres de clase trabajadora y a lxs pobres, quizás sobre todo a las madres solteras, y es terriblemente perjudicial para la salud mental. Va en contra de la forma colectiva en que se ha criado a lxs niñxs durante la mayor parte de la historia de la humanidad, en la que todos los padres (es decir, no los padres biológicos) se ocupan de la crianza de lxs niñxs.
La clase capitalista esgrime periódicamente diversas iteraciones de la promoción de los “valores familiares tradicionales” como arma. En la actualidad, las políticas pronatalistas de la dictadura china van acompañadas de un frenético ataque ideológico contra el feminismo y las identidades LGBTQI+, con la promoción simultánea del matrimonio heterosexual. Esto está motivado tanto directamente por las necesidades económicas para el beneficio capitalista amenazado por una tasa de natalidad en declive y por la insuficiencia de trabajadores, como por el hecho de que estas ideas se están convirtiendo cada vez más en propaganda esencial para la dictadura. El aumento de la retórica y las leyes transfóbicas y misóginas por parte de la derecha cristiana que está en ascenso en el Partido Republicano (apoyada por décadas de inacción del Partido Demócrata), también es parte de un proceso de división, tratando de apuntalar ideas retrógradas y opresivas, incluso sobre la familia. Una ley que considera abusivos a los padres que apoyan la identidad trans o no binaria de sus hijxs es un ejemplo especialmente atroz de ello.
Roles de género tradicionales: no son naturales
No hay nada inevitable o natural en los roles de género tradicionales dañinos. Arraigados en la estructura familiar patriarcal, los roles de género dañinos que los transfóbicos perpetúan inherentemente son necesarios para el mantenimiento del sistema en la actualidad.
Este es el caso de innumerables formas, como que la masculinidad se asocie con el dominio y la agresión. Esto está entrelazado con las fuerzas estatales capitalistas que se utilizan para reprimir las luchas de la clase trabajadora y lxs oprimidos y hacer cumplir el status quo, por ejemplo, en los ejércitos imperialistas y en las fuerzas policiales, cuyo personal está documentado de contener un número desproporcionadamente alto de perpetradores de violencia doméstica.
También es el caso en relación con las mujeres definidas como cuidadoras “naturales”. Contribuye a la brecha salarial de género, ya que las mujeres se ven obligadas a dejar el trabajo a tiempo completo porque la carga del cuidado del hogar recae sobre ellas, y también porque los sectores en los que las trabajadoras tienden a predominar, incluido el trabajo de cuidados, están especialmente infravalorados y mal pagados. El trabajo doméstico no remunerado, así como el trabajo mal remunerado de la fuerza laboral mayoritariamente femenina en atención médica, educación, etc., ayuda a reponer la fuerza laboral en la sociedad capitalista cuyo trabajo genera ganancias para la clase capitalista. En resumen, el capitalismo es inherentemente patriarcal.
Fundamentalmente, como el racismo y la transfobia y cualquier otro tipo de opresión, el capitalismo necesita la desigualdad de género para mantener divididas a las masas trabajadoras, pobres y oprimidas. Es revelador que los dos grandes intentos de revoluciones que lograron poner el poder, aunque sea temporalmente, en manos de la clase trabajadora (la Comuna de París en 1871 y la Revolución Rusa de 1917) permitieron a las personas escapar de los estrictos roles de género. Ambos otorgaron a las mujeres posiciones de liderazgo en la sociedad, en la organización de la revolución misma y en la construcción de la nueva sociedad, además de brindar una política social para combatir la pobreza y la dependencia.
Ataquemos la opresión y la explotación de raíz con una alternativa socialista
La lucha por la igualdad y el fin de la opresión requiere una visión verdaderamente radical para el cambio. Significa luchar por la alternativa socialista. Esto significa desempoderar a la clase capitalista parásita que se beneficia del sexismo y la destrucción del ecosistema. Significa quitar la riqueza y los recursos de las manos privadas, para un control público y democrático, así como un control público de los bancos y las grandes corporaciones, las palancas clave de la economía.
Los medios para hacer esto son a través de la clase trabajadora y las masas pobres y oprimidas que luchan juntas para poner de cabeza a la sociedad, a través de las masas que participan en la política, organizadas en todas partes, incluso en los lugares de trabajo, tomando el control y la propiedad de la riqueza y los recursos. Esto significaría que los trabajadores ejerzan un control democrático en la sociedad de una manera que apenas podemos imaginar, dada la falta de control sobre gran parte de nuestras vidas que tenemos bajo el sistema capitalista.
Sería una lucha contra el estado capitalista que protege el status quo, a través del movimiento de las masas desde abajo habría que construir y organizar activamente una alternativa al mismo. Lo cual implica propiedad y gestión democrática de la economía por parte de lxs trabajadorxs, todo como parte de un gran plan de acuerdo con las necesidades de la gente para la vivienda, para la alimentación saludable, para la salud; y de acuerdo con las necesidades del medio ambiente, incluido un cambio radical y urgente hacia las energías renovables.
Esto requiere lucha internacional, organización y solidaridad socialista internacional feminista y de la clase trabajadora, asi como unidad en la lucha contra la opresión. El movimiento feminista que ha surgido desde la década de 2010 es un ejemplo de las posibilidades de que los movimientos se propaguen rápida y globalmente, con la idea de que la huelga feminista despegue en un país tras otro, o con la resonancia de #MeToo que se siente de alguna manera en cada país en el mundo.
El tipo de cambio socialista que se requiere para acabar realmente con la opresión necesitaría una lucha revolucionaria y de masas. Como hemos ilustrado, las mujeres tienen un papel integral que desempeñar en cualquier revuelta de la clase trabajadora y las masas oprimidas. Sus demandas de autonomía corporal, libertad contra la violencia, cuidado infantil y geriatrico gratuito y de alta calidad, viviendas públicas, recortes de alquileres, controles de precios, contraatacar contra la misoginia, la transfobia y el racismo en todas las formas en que el estado capitalista y las corporaciones las reproducen, etc., todos deben ser parte inseparable de ese movimiento. Esa misma realidad significa que en el proceso de construcción de tal movimiento, así como la construcción de importantes fuerzas políticas organizadas en torno a ideas socialistas revolucionarias e internacionalistas que pueden ayudar a fomentar y agudizar dicho movimiento, todo tipo de actitudes y comportamientos sexistas y opresivos perduran a medida que se reflejarán entre la mayoría explotada serán desafiados.
Sobre esa base se puede construir una sociedad que produzca colectivamente para las necesidades de todos, donde la riqueza producida pueda ser utilizada para que la sociedad cuide las necesidades responsabilidades y el trabajo doméstico sin el impacto distorsionador de los roles de género y el mercado, y en el que cada unx aporte según sus capacidades y reciba según sus necesidades. Una sociedad así daría a todos un papel real que desempeñar en el funcionamiento de la sociedad, reconociendo las enormes capacidades y conocimientos de las mujeres para desempeñar papeles decisivos en la discusión de lo que la sociedad necesita. Tal sociedad también acabaría con la opresión nacional y las actitudes opresivas.
Únase a nosotras en la construcción del ala feminista socialista del movimiento
Las mujeres de la clase obrera y las capas pobres y oprimidas han dado una tremenda lucha en la última década. A la cabeza estuvieron las mujeres jóvenes, que dejaron claro que no tolerarán el sexismo, el acoso y la violencia de género, las restricciones al derecho al aborto y otros ataques a la autonomía corporal. Hicieron huelga contra sus malos salarios y condiciones de trabajo, por viviendas asequibles, contra el aumento del costo de vida y por una sociedad que valora los servicios esenciales como la educación, la salud, el cuidado de niñxs y ancianxs. Tomaron el lugar que les correspondía en todas las formas de lucha contra el sistema. Esta es una nueva ola de feminismo. Es masivo. No se detendrá.
Ha alarmado a aquellos en el poder que ven el potencial transformador en esta lucha. Han notado que estas jóvenes no se contentan con pequeños cambios. No quieren ponerse en la piel de las luchadoras feministas veteranas de los años 60 y 70 que vienen a las manifestaciones con carteles que dicen “No puedo creer que todavía esté protestando por esta m*erda”.
El contraataque ahora ha comenzado decisivamente con el derogamiento de Roe v. Wade, que muestra a la gran mayoría de la población estadounidense que apoya el derecho al aborto las opiniones anacrónicas de una pequeña minoría de fundamentalistas cristianos. Ninguno de los líderes de los nuevos campos imperialistas que se están formando -ni Estados Unidos, ni China- está ofreciendo autonomía corporal para mujeres y personas embarazadas. En el campo de China, incluida Rusia, los derechos de las mujeres y LGBTQI+ se presentan como “influencias imperialistas occidentales”. Así que los ataques continuarán mientras las fuerzas derechistas en otros países sigan estos ejemplos.
Un sistema que solo ofrece retrocesos para la emancipación de la mitad de la población mundial, y realmente lo mismo para la otra mitad, solo excluyendo a los súper ricos, es malvado. Nuestra respuesta: lucha decidida y organizada y una visión socialista revolucionaria para el cambio.
El capitalismo está podrido hasta la médula. La crisis sigue a la crisis, cualquier solución que se le ocurra a la clase dominante crea problemas aún mayores. Hemos visto el horrible espectáculo de las grandes empresas que se aferran a ganancias récord mientras millones mueren a causa de una pandemia que se originó en el maltrato de la naturaleza por parte del sistema, combinado con la incapacidad de enfrentarlo porque los servicios esenciales habían sido recortados hasta los huesos.
La crisis del costo de vida significa que el número de personas que no pueden permitirse comer ni calentarse, incluso en los países más ricos, está creciendo exponencialmente, y la hambruna amenaza a los pobres en vastas regiones del mundo. Para los capitalistas, estas crisis son solo otra oportunidad para especular y enriquecerse aún más. Esta es la naturaleza de este sistema y, como Rosa Luxemburg demostró de manera convincente en su famoso libro Reforma o revolución, no se puede reformar.
Nos hemos movido, nos hemos dado cuenta de nuestras cadenas y sabemos que no podemos contar con fuerzas que tienen la visión de que tenemos que limitarnos a lo que se puede lograr bajo el capitalismo. Sabemos quién es el enemigo. No esperaremos pacientemente otros tres siglos, como dice ahora la ONU, para que se reconozca nuestro lugar legítimo en la sociedad. Como aclara este manifiesto: esto nunca sucederá mientras se mantenga este sistema explotador y opresor.
La clase obrera en toda su diversidad es capaz de derrocar al capitalismo y tomar la producción en manos del conjunto de la población. Esto no significa que las personas de clase trabajadora estén libres de prejuicios o sean inmunes a llevar a cabo conductas opresivas como la violencia de género. Pero la clase trabajadora en su conjunto y la clase trabajadora individualmente no tienen intereses materiales en perpetuar la opresión. Para liberarse debe luchar contra todas las formas de opresión y montar a la mayoría de la humanidad contra la sociedad de clases.
Mientras que los primeros sindicatos y partidos de trabajadores excluyeron a las mujeres, los inmigrantes, los no calificados, es decir, los trabajadores más pobres, esta estrategia de los líderes conservadores fue barrida por la lucha real. Porque cuando la clase obrera empieza a luchar, se impone la necesidad de la unidad. Y cuando las masas salen a la calle en lucha, reconocen a sus compañerxs de trabajo por lo que son: nuestro pueblo.
Como en el pasado, tendremos que unirnos a esas fuerzas en los sindicatos que critican a las direcciones sindicales por no desarrollar una estrategia de lucha para defender los niveles de vida y obtener las mejoras en las condiciones de trabajo que tanto se necesitan. Queremos luchar con compañeras y compañeros de trabajo combativos y activistas sindicales de todos los géneros por estructuras democráticas, estrategias de lucha y por construir liderazgos en las filas de la diversa clase trabajadora que defiendan nuestros intereses tan fuerte, intransigente e incondicionalmente como los patrones defienden los suyos.
Esta es la estrategia y el trabajo con el que se han comprometido Rosa Feminismo Socialista Internacional y Alternativa Socialista Internacional, una estrategia de lucha, que busca desarrollar una solidaridad activa, con un claro programa anticapitalista, este es nuestro feminismo socialista. La iniciativa de Rosa Feminismo Socialista Internacional fue lanzada por las secciones de Alternativa Socialista Internacional, una organización internacional socialista revolucionaria que está presente en todos los continentes.
En el par de años de nuestra existencia nos hemos construido un lugar en el movimiento. En Irlanda, donde ROSA se estableció por primera vez, Rosa y ASI jugaron un papel central en asegurar una victoria por la despenalización del aborto y han liderado las luchas contra la violencia de género.
Socialist Alternative (ASI en los EE. UU.) organizó manifestaciones en ciudades de todo el país cuando Roe vs. Wade fue echado para atrás. Kshama Sawant, militante de Socialist Alternative y concejal de la ciudad de Seattle, dirigió una campaña para hacer de esta ciudad, la primera ciudad santuario para las personas embarazadas que decidan abortar.
En Bélgica, Campagne Rosa se hizo un nombre con su enfoque dinámico basado en la lucha. En cuanto a la cuestión del sexismo, nuestras intervenciones desempeñaron un papel clave para lograr que un renombrado sexista, Jef Hoeybergs, fuera condenado en un caso judicial de alto perfil que fue el primero de su tipo. En la Universidad de Gent, Campagne Rosa trabajó en estrecha colaboración con las fuerzas sindicales que lucharon y ganaron un salario mínimo de 14 euros, lo que benefició al personal de limpieza y comedor, en su mayoría femenino.
En varias ciudades alemanas y austriacas, Rosa está ayudando a transformar la ira en acción, incluida la organización con otras personas del Día de Christopher Street (Día del Orgullo) en Kassel y liderando una huelga de estudiantes el 8 de marzo en Viena. En otros países, el trabajo aún consiste en construir fuerzas más amplias, pero Rosa y/o las secciones de ASI están contribuyendo a la discusión con mujeres jóvenes y personas LGBTQI+ en lucha con un programa y una estrategia feminista socialista. En Brasil, se lanzará una campaña feminista socialista y antirracista para el 8 de marzo de 2023, uniéndose a las filas de Rosa Feminismo Socialista Internacional.
Estos son solo ejemplos de nuestro trabajo, pero no podemos dejar de hablar aquí sobre el valiente trabajo de Alternativa Socialista y Alternativa Socialista Feminista en Rusia, que antes de la guerra jugaron un papel clave en el desarrollo de la lucha socialista-feminista en Moscú, pero que ahora han sido empujados a la clandestinidad, como lo ha sido toda oposición en estos tiempos de guerra. Así como en el caso de ASI en China/Hong Kong/Taiwán, la solidaridad internacional es un salvavidas necesario para las feministas socialistas en Rusia.
Nuestro objetivo en todas partes es contribuir a construir el ala feminista socialista del movimiento, pero no nos detenemos ahí. Luchamos para que nuestro feminismo socialista gane el apoyo de la mayoría del movimiento, para ser parte de la lucha más amplia de la clase trabajadora y para asegurar que se gane la batalla por la liberación de la mujer como parte de la liberación de todos los seres humanos. Si está lucha es una en la que quieres participar, Rosa Feminismo Socialista Internacional y Alternativa Socialista Internacional son el lugar para ti.
¡Participa en nuestras acciones, lee nuestro material y ponte en contacto con nosotras!