Ante todo esto, el socialismo se pronuncia por un sistema alternativo, basado en la propiedad pública de los recursos y las grandes corporaciones. Las y los trabajadores son quienes hacemos que la sociedad funcione, y el socialismo conlleva que seamos nosotros quienes tengamos un control democrático y colectivo sobre cómo y qué produce la sociedad, con el objetivo de responder de forma genuina a las necesidades del planeta y de la humanidad en su conjunto.

Por Socialist Alternative, Alternativa Socialista Internacional en Inglaterra, Gales y Escocia

¿Qué es el socialismo?

Para responder a esta pregunta, tiene sentido preguntarnos bajo qué tipo de sistema vivimos actualmente. El sistema actual, llamado capitalismo, supuestamente basado en el intercambio y la competencia libres, nos ha fallado por completo. No solamente ha crecido la brecha de desigualdad de la riqueza, sino que también la falta de cualquier tipo de planificación o coordinación en la economía global ha llevado al acaparamiento de las vacunas, al cambio climático y a la amenaza constante de guerra.

Pero la cuestión no queda ahí. El capitalismo es un sistema que sobrevive gracias a la represión estatal, al uso del machismo, el racismo y otras formas de opresión para sobreexplotar y dividir a la clase trabajadora. En los últimos años la difundida violencia policial en contra de las personas negras ha sido expuesta gracias a las protestas del movimiento Black Lives Matter, y movimientos como el #MeToo han dado luz a una rampante violencia y abuso por cuestiones de género.

Ante todo esto, el socialismo se pronuncia por un sistema alternativo, basado en la propiedad pública de los recursos y las grandes corporaciones. Las y los trabajadores son quienes hacemos que la sociedad funcione, y el socialismo conlleva que seamos nosotros quienes tengamos un control democrático y colectivo sobre cómo y qué produce la sociedad, con el objetivo de responder de forma genuina a las necesidades del planeta y de la humanidad en su conjunto. Significa reemplazar los mercados y la competencia con planeación y cooperación, usando la riqueza que produce la clase trabajadora para beneficiar a la vasta mayoría en lugar de aumentar las ganancias de una pequeña élite. Con trabajadores al mando del control democrático del funcionamiento de la sociedad, podremos poner fin a los ataques a nuestros niveles de vida, a la opresión y a las constantes crisis endémicas que enfrentamos actualmente.

Suena bien, pero ¿no es la gente demasiado codiciosa para que esto funcione en la realidad? ¿Qué incentivo habrá para innovar en vez de ser flojos?

El socialismo está basado en la planeación democrática de la economía en su conjunto, lo cual nos daría por primera vez una voz efectiva a la hora de decidir cómo funcionan las cosas. Entre las prioridades se incluirán la distribución equitativa de los alimentos, vacunas efectivas, y la introducción de una política energética sustentable. En vez de dedicarla a las ganancias de unos pocos, la gran riqueza de la sociedad sería usada para ofrecer vivienda social asequible para todas y todos, educación de calidad, la eliminación del desempleo y salarios dignos. Sentaríamos las bases para la eliminación de la opresión y la explotación, reemplazándolas con buena calidad de vida y las oportunidades para que todas y todos desarrollemos nuestro potencial. ¿Realmente ese sería un incentivo insuficiente para que todo mundo participe en este sistema?

El socialismo ofrece aún más. Vamos a atestiguar la introducción de una semana laboral más corta, usando la tecnología moderna para deshacernos del trabajo tedioso y repetitivo, liberándonos a todas y todos de las tareas más fastidiosas y duras.

Incluso bajo el sistema capitalista, en los países o empresas que han experimentado con las semanas laborales de 4 días, ¡el ausentismo disminuyó y la productividad incrementó! Las personas de clase trabajadora no somos intrínsicamente perezosas, sino que hemos acumulado un justo rechazo hacia los sitios de trabajo que ofrecen extenuantes semanas laborales y salarios de miseria. El tema de los incentivos para trabajar gira en torno a ser valorado, sentir que nuestro trabajo tiene un propósito, y recibir un salario decente.

Sobre el tema de la codicia: se trata de un legado del sistema capitalista, el cual está basado en una minoría acumulando riquezas enormes a expensas de la mayoría. De hecho, las personas de clase trabajadora son en su mayoría extremadamente generosas y abiertas a cooperar -algo esencial para que podamos sobrevivir y lograr que las cosas se hagan en nuestros trabajos-; una y otra vez mostramos nuestra solidaridad y el apoyo dado por los más pobres en tiempos de guerra y de desastres naturales, por ejemplo. El socialismo garantizará a todas y todos un nivel de vida decente y un cambio en la forma en que funciona el sistema. Todas las personas tendremos la libertad no solo de participar en el manejo de la sociedad, sino que también podremos perseguir nuestros propios instintos creativos y pasatiempos a los cuales no dedicamos tiempo actualmente a causa del trabajo y otros compromisos que forman parte de nuestra vida.

Esto es totalmente diferente a la “codicia” que observamos bajo el sistema capitalista, basado en la explotación brutal del hombre por el hombre. De manera colectiva, desear un buen nivel de vida y una vida de plenitud es algo por lo que debemos estar luchando; es algo que solo puede ser realizado mediante una transformación socialista.

¿Podemos acaso tener un equilibrio entre socialismo y capitalismo?

Es completamente normal que, en un primer momento, las personas se muestren escépticas sobre las ideas revolucionarias. Usualmente, algunas personas visualizarán la solución como una economía mixta, donde los excesos del capitalismo sean mitigados mediante políticas como la nacionalización de ciertas industrias y la provisión pública de diferentes servicios.

Es entendible querer arreglar lo que ya existe en vez de construir algo completamente nuevo. Sin embargo, los problemas del capitalismo son fundamentales e inevitables.

El capitalismo está basado en la propiedad privada de la riqueza de la sociedad, de los recursos y de los medios de producción (las palancas de la economía que producen más riqueza). Está pensado para producir ganancias, incluso a costa de la destrucción del planeta y de arrastrar a las y los trabajadores a la pobreza y a condiciones insostenibles. Es un sistema inherentemente explotador, pues las y los trabajadores nunca recibimos el verdadero valor de lo que producimos; de otra forma, los dueños del capital no tendrían ganancias.

Todas las crisis de magnitud considerable tienen una estrecha relación con el sistema basado en ganancias. ¿De qué manera las grandes corporaciones siguen consumiendo combustibles fósiles cuando existe el consenso científico sobre la necesidad de cambiar inmediatamente a las energías renovables con el objetivo de prevenir una catástrofe climática? ¿Por qué las grandes farmacéuticas compiten entre sí y ocultan información médica sumamente relevante usando patentes en vez de colaborar unas con otras para salvar vidas? ¿Por qué existe la pobreza alimentaria si desperdiciamos toneladas de comida al día? Esa es la racionalidad de un sistema que sirve exclusivamente a los intereses de una pequeña élite de multimillonarios y a la lógica del mercado, aún cuando ambas entran en conflicto con las necesidades de la sociedad. En otras palabras: no podemos controlar lo que no nos pertenece.

Cosas como las leyes de seguridad, los servicios de salud y seguridad social y el llamado “Estado de bienestar” no crecieron de forma natural bajo el capitalismo, ni fueron introducidas voluntariamente por la clase dominante. Dichas realidades son el resultado de las luchas de la clase trabajadora: fueron espacios obtenidos por movimientos sociales, sindicatos, organizaciones comunistas y socialistas. De manera colectiva, desde la clase trabajadora podemos arrancar triunfos significativos a la clase dominante, especialmente cuando existe la amenaza de un movimiento revolucionario. Apoyamos y luchamos por mejoras en los niveles de vida – lo que llamamos reformas. Sin embargo, el reformismo por sí solo nunca será suficiente ni será la vía más sólida, pues el sistema y sus representantes siempre están buscando formas de desgastar o hacer retroceder esas conquistas.

En Reino Unido y en la mayoría de países, en menor o mayor medida, dichas conquistas populares han estado bajo un ataque constante por décadas. Las industrias y los servicios de propiedad pública se han privatizado, se han implementado medidas de austeridad y recortes a la seguridad social y se han aprobado leyes para restringir los derechos de los sindicatos. En los lugares en que los triunfos obreros han sido defendidos, ha sido necesario un nivel constante de lucha.

Para proveer a toda la clase trabajadora con un nivel de vida decente y para salvar a nuestro planeta, no podemos comprometernos con el dominio de la clase multimillonaria, pues sabemos que cualquier triunfo que logremos como clase, tarde o temprano será socavado.