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¿Se ha estancado la innovación musical bajo el
capitalismo neoliberal?

01/03/2017, Koerian Verbesselt

En la sociedad capitalista
muchos críticos musicales tienden a mitificar a los artistas y tratarlos como
dioses, como si éstos tuvieran acceso a una fuente de inspiración especial y
oculta que estimula su producción artística.


La música es explicada a
través de otras producciones musicales. Las genealogías de géneros populares,
especialmente del metal, son abundantes. Tony Iommi, el principal guitarrista de la influyente banda de metal Black Sabbath, tocó unos acordes y, de alguna
manera, le siguieron décadas de historia musical.   

Pero hay otros enfoques más
rigurosos para investigar la historia y los desarrollos de ideas y sus
defensores, incluyendo el enfoque marxista. La música y los músicos están
completamente anclados en un contexto social y económico: sus condiciones de
vida, los eventos históricos que se desarrollaron a su alrededor, etc. Ningún
género puede entenderse sin tener en cuenta su contexto histórico.

Los músicos explícitamente
políticos y progresivos abundan, incluso hoy. Pensemos en el dúo de hip-hop
estadounidense Run the Jewels, el dúo inglés de post-punk Sleaford Mods o la
ola de artistas trabajando con e inspirados por el movimiento “Black Lives
Matter”. La música tiende a hacerse eco de las circunstancias en las que está
hecha, y esas mismas circunstancias ayudan a determinar que estos artistas sean
escuchados.

El pionero del post-punk, Ian
Curtis, puede haber sido un votante del Partido Tory, pero su aullido es el
aullido contra la desindustrialización, la pobreza y la exclusión social. La
desesperación en la música de su grupo, Joy Division, era la desesperación de
una generación cuyo futuro había sido vendido por el neoliberalismo, una
tendencia política que aceleró la reducción por el capitalismo de las
condiciones de vida de la clase obrera. La música de Curtis, como la mayoría del
gran arte, era una expresión vívida de condiciones y ambientes sociales.

Esto no quiere decir que haya
una forma “correcta” de expresión. Tanto Nirvana y el grunge en general como
los rockeros experimentales de Radiohead dieron expresión a las quejas de los
jóvenes después de la caída del Muro de Berlín sin ninguna alternativa a un
capitalismo y consumismos rampantes. Unos enfadados y aburridos, otros tristes
y perdidos.  

Conservadurismo musical

Si la música refleja su
contexto social, no debería ser una sorpresa que, hasta cierto punto, todos estemos
bailando al ritmo del sistema dominante: el capitalismo neoliberal.

Como en otros muchos
sectores, décadas de capitalismo de libre mercado han dado lugar a un monopolio
del sector musical. En estos tiempos la industria musical mundial está dominada
por tres grandes compañías: Sony, Universal y Warner. El proceso de
monopolización de las últimas décadas incluso dio lugar a que mastodontes como
EMI y BMG fueran engullidos por éstas.

La finalidad de estas
compañías es simple: hacer dinero. Los artistas y sus trabajos son meras
mercancías. Y lo que los ejecutivos musicales han descubierto que pueden vender
con el máximo de beneficio y el mínimo de esfuerzo es lo reconocible y la hegemonía.

En su mayor parte ya ha
pasado el tiempo de las búsquedas febriles del próximo talento, del siguiente
artista cuyo sonido innovador toque la fibra sensible de grandes audiencias – y
que pueda convertir esto en beneficios empresariales. Cada vez más, las
estrellas del pop son fabricadas: se les escribe su música y se les selecciona
su look. ¿Quién necesita cazar cuando se puede criar?

Los monopolios musicales
fomentan el conservadurismo musical. Un ejemplo conocido es el llamado “grito
millennial”, una secuencia de dos intervalos que estuvo omnipresente en el pop
comercial, rock y R&B, desde Kings of Leon a Katy Perry. Un gancho simple y
reconocible que fue repetido una y otra vez.

Por supuesto, toda la música
está basada en la repetición de sonidos y secuencias reconocibles, en variaciones
de un mismo tema. ¿Pero cuando se convierte la creatividad referencial en
duplicación mecánica? Definitivamente, una gran tendencia en la música pop
parece ir hacia una similitud cada vez mayor.

Este conservadurismo musical
neoliberal refleja una creciente comercialización de todos los aspectos de la
vida. Las grandes cadenas de moda, electrónica, cafeterías y comida rápida
dominan el paisaje de las ciudades contemporáneas. La monotonía siempre
atribuida por los propagandistas capitalistas al comunismo es cada vez más aparente
en el capitalismo del siglo XXI.

Contracultura

Igualmente, todos los grupos
de personas que forman una contracorriente al pensamiento mayoritario
(subculturas, contraculturas, revueltas y escenas) dan y dieron lugar a sus
propios sonidos. Como en todas las artes, este es un esfuerzo colectivo, el
resultado de las actividades de un número de personas.

Estas nuevas escenas buscan
nuevos sonidos fuera de las fronteras tradicionales, nuevas maneras de expresar
sus sentimientos y sus percepciones, sus condiciones sociales y el mundo
alrededor de ellos. Estos esfuerzos solamente pueden sobrevivir si tienen el
apoyo de entregados grupos de fans, músicos, promotores, salas de conciertos,
blogueros, etc, que se identifican con este nuevo sonido desde sus propias
condiciones sociales y mundos. Crece desde conversaciones entre personas con
ideas parecidas e inicialmente se expande dentro y gracias a un grupo de gente
que están indisolublemente vinculados con desarrollos sociales.

El “grunge” es impensable sin la
escena alternativa de Seattle, ni el “black metal” sin la noruega. La juventud
discriminada y abandonada de los años 1970 en el Bronx creó el “hip hop”. La
escena electrónica de finales de los años 1960 en Alemania occidental, que
buscaba un sonido alemán distinguible de la música comercial americana, creó el
“Kraut Rock”. La juventud marginada de Londres de principios de los años 2000
creó el “grime”. Estos estilos musicales y escenas tenían sus salas de
conciertos, redes y métodos para difundir su música, sus propios clubs sociales
y reuniones de los que dependía su supervivencia.  

Estas escenas sufren cada vez
mayores presiones. Los sellos pequeños no pueden competir con las grandes
discográficas y solamente pueden sobrevivir gracias a aquellos mercados que los
gigantes no consideran rentables. Cuando Sony decide que algún genero puede
hacer dinero, los sellos independientes caen como moscas. Las grandes
discográficas pueden hacer sus productos más económicos y accesibles a
consumidores que están igualmente presionados por las medidas de austeridad y
bajos salarios. Pueden ofrecer a los artistas un salario más alto y la
oportunidad de vivir de su música. El género musical en cuestión, a cambio, se
vacía, porque los músicos sumisos son elegidos y modificados para atraer a una
audiencia más amplia. La intensa colaboración, una característica de cualquier
escena musical no comercial, se evapora y abunda en este vaciamiento. De NWA a Kanye
West en el rap, de Emperor a Sabaton en el metal, de Dead Kennedys a Green Day
en el punk.

Neoliberalismo

Los precursores de todos
estos procesos son características del capitalismo. Las reformas limitadas del
periodo posterior a la II Guerra Mundial en la mayoría de las economías
avanzadas (mejores salarios en términos comparativos, más instalaciones y
tiempo libre), aunque no detuvieron estos problemas completamente, tuvieron un
efecto parcial y permitieron una mayor colaboración. El capitalismo neoliberal,
el retorno a un mundo sin ni siquiera estas pequeñas victorias para la clase trabajadora
y la juventud, han acabado con ésta.

En el sector independiente,
tanto en conciertos como en música grabada, los efectos del neoliberalismo han
sido devastadores. Mientras continúa la monopolización del mercado musical,
cada vez más festivales independientes y sin ánimo de lucro luchan entre la
supervivencia y la desaparición completa. All Tomorrow’s Parties, un innovador
promotor de conciertos inglés, desaparecido. Quart, en Dinamarca, desaparecido.
Incubate, en Holanda, apenas sobrevive. Todos superados por la competencia de
eventos como Northside, Best Kept Secret o Down the Rabbit Hole, festivales
organizados por compañías multinacionales, al principio cuidadosos de
satisfacer solo un nicho del mercado y después comercializados completamente. A
la gente se la empuja a ir a “eventos” musicales fuertemente publicitados por
la que pagan enormes precios y en los que se les trata como ganado en colas
para pagar precios abusivos por una cerveza aguada.

Mientras tanto las técnicas de
producción de masas han hecho posible hacer y distribuir álbumes fácil y
económicamente, e Internet ha hecho la música accesible a miles de millones de
personas. Antes de la revolución digital las compañías discográficas eran poderosos
mediadores entre los músicos y sus audiencias, y controlaban directamente quien
podía hacer dinero, obstaculizando cualquier música demasiado avanzada (excepto
si tenían un apoyo lo suficientemente grande). 
Hoy, casi cualquiera puede publicar su música por Internet.

Pero en un sistema económico
basado en los beneficios, gigantes del “streaming” como Google, Spotify y
Deezer pueden explotar este enorme suministro para reducir el pago a los
artistas a cerca de cero. A los aficionados les resulta casi imposible escapar de
la niebla de la música comercial. Se necesita una red fuerte de fans con los
mismos gustos y con mucho tiempo libre (una escena) para realmente interesarse
por música más innovadora. En un mundo donde la publicidad solamente está al
alcance de músicos como Justin Bieber o Kanye West, es mucho más difícil que un
músico no comercial pueda tener difusión.

Los fans que prefieren tener
una copia física de sus álbumes favoritos cada vez pagan más ya que este
mercado se está convirtiendo en un mercado de lujo. Sin embargo, también es
esta parcialmente la razón por la que los sellos e escenas independientes de
hoy pueden sobrevivir. Estos se dirigen a una capa de la clase media interesada
en la música que puede permitirse comprar un disco de vinilo alguna que otra
vez. Esta es la razón por la que escenas no comerciales como la de la música “drone”
sobrevive: tienen una base de fans leales con un poder de compra suficiente.

Por una parte, esto garantiza
la continuación de (algunos) géneros que aún están intentando romper las
fronteras musicales. Por otra parte, es un último recurso que puede igualmente
evitar que estos géneros puedan crecer. Bloquea muchas posibilidades de que estos
descubran talentos musicales de la clase trabajadora como Cobain o Curtis, y
hace que corten sus lazos con el resto de la sociedad, lo que disminuye su
relevancia. Además, la austeridad neoliberal está erosionando la riqueza de las
clases medias, y por lo tanto la base económica sobre la que descansan muchas
escenas independientes.

Lucha

La aparente falta en la
actualidad de un nuevo género como el punk o el grunge, que consiga llegar
desde las duras calles a los programas de televisión de moda, da una impresión
de estancamiento al mundo musical de hoy. La solución a esto es la lucha
política.

La resistencia contra los
ataques a las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría debe incluir un
programa por y para los artistas, con demandas como la colectivización de los
grandes sellos, festivales y servicios de “streaming” bajo control directo y
democrático de artistas, trabajadores y audiencias. Esto debería ayudar a
fundar instalaciones para ensayos y conciertos gratuitos o muy económicos. La
propiedad pública de las grandes empresas de los otros sectores debería cubrir
el resto de necesidades, incluyendo vivienda y empleo, sueldos y prestaciones
decentes y abundancia de tiempo libre para todos. Esto permitiría la
supervivencia de artistas y escenas que continúan siendo coherentes con sus
raíces sociales, y se puede convertir en un vivero de revoluciones musicales.

Incluso la lucha por el cambio
por sí misma será un factor para la creación de nueva música. Movimientos como
Ocupar Wall Street y “Black Lives Matter” impulsaron el surgimiento de un par
de artistas implicados como Run the Jewels que reflejan lo mejor y lo peor de
estos movimientos: experimentales, pero a menudo apolíticos. Su nuevo álbum,
Run the Jewels 3, es un paso adelante en ese sentido, reflejando parcialmente
el paso político desde el movimiento de ocupación al fenómeno de Bernie
Sanders.

La Primavera Árabe creó los
embriones para nuevas escenas musicales, principalmente electrónicas. La lucha dio
lugar a una nueva música, pero también necesita dar lugar a una nueva sociedad
en la que música nueva e innovadora pueda prosperar.

La Revolución Rusa, hace 100
años, fue un ejemplo excelente de la consecución de ambos. Pero dentro de un
sistema que ve la música como una herramienta para conseguir beneficios, no
puede haber una alternativa.

Koerian Verbesselt es un socialista revolucionario
activo en “Linkse Socialistische Partij” en Bélgica. Es crítico musical y en su
tiempo libre es guitarrista, bajista y productor musical. 

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