La derrota sufrida justo cuando estaba a punto la victoria

Artículo de Hannah Sell, de “Socialist Party” (CIT en Inglaterra y Gales) escrito en abril de 2009.

La Guerra civil española (1936-9) fue la etapa más sangrienta de la Revolución Española que duró diez años y empezó en 1931. Los acontecimientos que tuvieron lugar en España confirmaron otra vez la validez de la teoría de León Trotsky de “la revolución permanente”,  lo que fue confirmado también por la Revolución Rusa de 1917.

A diferencia de Rusia en 1917, donde el liderazgo de Lenin y Trotsky y los bolcheviques fue decisivo, en España los dirigentes obreros vacilaban entre la revolución y el reformismo permitiendo así que los capitalistas se hicieran con el control otra vez y que Franco triunfara. En eso el Partido Comunista Español (PCE) ayudó mucho a los capitalistas españoles. 

El día 1 de Abril de 1939, el General Franco declaró la victoria después de tres años de guerra civil, tras una tentativa de golpe realizado por unos oficiales del ejército contra el gobierno republicano español elegido democráticamente. 

La victoria de Franco, apoyada incondicionalmente por los regímenes fascistas de Italia y Alemania, señaló el inicio de la guerra más sangrienta de la historia humana – la II Guerra Mundial – que empezó justamente cinco meses más tarde. En España, la dictadura de Franco continuó hasta su muerte en 1975.
 

Durante la Guerra Civil “el terror blanco” de las fuerzas nacionales de Franco costó las vidas de 200.000 personas, según el historiador británico Anthony Beevor. El régimen de Franco pasó luego a consolidar su poder con la sangre de los trabajadores españoles – matando 200.000 personas más en el período de posguerra. Hasta el año pasado el gobierno español no reconoció el sufrimiento que tuvo lugar bajo la dictadura. Entonces aceptó que aquellos que habían sufrido la represión o que habían perdido miembros de su familia eran las “víctimas”.

El resultado neto de esta guerra sangrienta fue una derrota para la clase obrera. Sin embargo, hay otro aspecto: el heroísmo y el sacrificio de la clase obrera española en la lucha contra el fascismo y a favor de la liberación económica y social. León Trotsky, el revolucionario ruso, dijo: “No se puede esperar ni pedir un movimiento de más alcance, más resistencia, más heroísmo de parte de los trabajadores que el que pudimos observar en España.”

Aun aquellos historiadores que han estudiado España seriamente, se vieron obligado a reflejar la valentía y determinación de la clase obrera española. Beevor, por ejemplo, describe que la clase obrera en Barcelona reaccionó a la sublevación fascista con “valor desesperado y desinteresado”. Él mostró gráficamente como la clase obrera desarmada se preparó para impedir que las fuerzas nacionales tomaran control de su ciudad: “Se tomaron armerías aisladas y se confiscaron armas de cuatro de los barcos en el puerto. Aun el casco oxidado del barco de prisión Uruguay fue tomado al asalto para tomar posesión de las armas de los carceleros, los estibadores de UGT supieron de un cargamento de dinamita en el puerto, y una vez que fue tomado se fabricaron granadas caseras durante todo la noche. Se vaciaron cada tienda en la ciudad donde se vendían fusiles. Se requisaron coches y furgonetas y trabajadores de metal fijaron planchas mientras se apilaban sacos de arena detrás de camiones.”

Beevor continúa describiendo el momento clave el día siguiente, cuando la batalla se puso a favor de los trabajadores: “En un momento durante los enfrentamientos, un grupo pequeño de trabajadores y también un guardia de asalto corrieron hacia un destacamento de artillería insurgente donde había dos cañones de 75mm. Levantaron sus escopetas sobre sus cabezas para demostrar que no iban a atacar mientras se acercaban a los soldados estupefactos. Sin aliento, argumentaron vehementemente por qué los soldados no deberían disparar a sus hermanos, diciéndoles que sus oficiales les habían engañado. Entonces se dieron la vuelta a los cañones y se pusieron en contra de los rebeldes. Desde entonces cada vez más soldados se unieron a los trabajadores y guardias de asalto.”

Miedo a la revolución

Además del heroísmo inagotable y el instinto de clase impecable sobre cómo llevar a cabo la guerra, la clase trabajadora española y los campesinos pobres disfrutaban de un apoyo internacional enorme. Este no vino de las democracias capitalistas, que con el pretexto de neutralidad se negó a dar ayuda a la República Española. La razón para esto – el miedo mortal de la revolución – fue explicado con claridad por George Orwell en su libro “Homenaje a Cataluña” basado en sus propias experiencias en España: “Había enormes inversiones de capital extranjero en España. La empresa, Tracción Barcelona, por ejemplo, representaba diez millones de capital británico; y mientras tanto los sindicatos habían tomado control de todo el transporte en Barcelona. Si la revolución avanzaba, habría poca o ninguna compensación.”

Sin embargo, la clase trabajadora internacional, junto con muchos intelectuales, se interesaron mucho por la Revolución Española. En todo el mundo, los trabajadores seguían el conflicto con mucho interés.

Aproximadamente 40.000 personas de 53 países diferentes fueron a España para luchar en la guerra contra Franco. Entre ellos se incluyen escritores como Ernest Hemingway y, lo más importante, miles de jóvenes trabajadores. A pesar de esta impresionante solidaridad internacionalista de clase, los trabajadores en España fueron derrotados.

La teoría de etapas

70 años más adelante, el porqué de la derrota en España no es simplemente de interés histórico. Algunos factores, sobre todo el rol jugado por el estalinismo, ya no están presentes hoy en día como lo estaban antes. Como menciona Orwell, “en realidad fueron sobre todo los comunistas los que impidieron que la revolución tuviera éxito en España.”

La política de los estalinistas no se basaba en los intereses de la clase obrera sino en el miedo de afectar a las relaciones diplomáticas entre la URSS y los poderes capitalistas más importantes, y también por el miedo a que el auge revolucionario pudiera contagiar a la clase obrera en la Unión Soviética, hasta ahora aplastada bajo la monstruosa maquinaria burocrática de Stalin. Incluso agentes secretos de Stalin, enviados a España para sofocar la revolución de forma sangrienta, fueron asesinados cuando volvieron a Rusia por el miedo de que se hubieran infectado con el aroma embriagador de un genuino levantamiento revolucionario de las masas.

Ya no existen los regímenes estalinistas. Sin embargo, la justificación de su política en España, la teoría de etapas (que significa que primero era necesario ganar la guerra contra el fascismo y así introducir un período de democracia capitalista solo preocupándose de la cuestión del socialismo en algún punto en el futuro), se ha planteado de otra forma hoy en día. Volverá a plantearse de forma más amplia en el futuro, particularmente en el mundo colonial, donde existen hoy muchas de las condiciones que existían en España durante los años 30.

Esto se da incluso el gobierno de izquierda en Bolivia, por dar un ejemplo, que fue elegido gracias a una ola de apoyo popular y ha introducido una variedad de reformas para ayudar a los pobres y la clase obrera. Al mismo tiempo, el socialismo es para el futuro y para ahora el gobierno pone el énfasis en la necesidad de llegar a un acuerdo y negociar con la oposición brutal y capitalista de derechas que ha mantenido las masas bolivianas en la pobreza durante generaciones. Dando como justificación esta necesidad de compromiso, tropas del gobierno han expulsado a los campesinos pobres que habían realizado ocupaciones de tierras.

Hoy no vivimos en una época de revolución global y contra-revolución como existía durante los años 30. Sin embargo, la crisis económica profunda que se está desarrollando a nivel mundial, a lo largo de los próximos años, llevará  a luchas revolucionarios que, si tienen éxito, nos obligará a aprender las lecciones de España.

Vulnerabilidad del capitalismo

Del mismo modo que las economías más débiles de Europa (sobre todo las del este de Europa, pero también la española donde el desempleo ha subido al 14% -NT: en el momento de escribir el artículo, ahora se sitúa en más del 20%) sufren más en la crisis actual, España fue arruinada en la depresión de los años 30.  Al igual que en la Rusia de 1917, en la España de los 30, el capitalismo se rompió en su punto más débil.

España, que anteriormente había sido la primera potencia de Europa, sufrió lo que Karl Marx denomino una «caída, lenta e ignominiosa» durante siglos. En este aspecto se puede comparar con la Gran Bretaña de hoy. La élite española (la monarquía, la iglesia, el ejército, etc.) habían acumulado una gran riqueza gracias a su saqueo de América Latina. Pero esto tuvo consecuencias negativas a largo plazo y fue un factor clave en su decaimiento. El régimen feudal y retrógrado sofocó la clase capitalista emergente bajo montones de plata y oro. El capitalismo que se desarrolló más tarde fue débil y dependiente del antiguo régimen feudal y las potencias imperialistas mundiales.  En los años 30 la poca industria que se había desarrollado pertenecía mayoritariamente al capital extranjero. España era responsable solamente del 1.1% del comercio mundial.

En 1931, de los 11 millones de personas que componían la población activa de España, 8 millones eran pobres, sus trabajos no proporcionaban más que su subsistencia y frecuentemente aún menos. La monarquía y la iglesia católica, los dos muy vinculados, eran odiadas por la mayoría de la clase trabajadora y los pobres. En abril de 1931 empezó la revolución cuando, bajo una inmensa presión masiva que incluyó una serie de huelgas generales, el rey abdicó y se declaró una república liderada por el republicano capitalista Manuel Azaña. La esperanza popular de que esto significaría una vida mejor para la mayoría fue desmentida rápidamente, ya que la república seguía sirviendo los intereses de la misma élite dirigente. No fue una sorpresa que un moderado describiera el gobierno de Azaña como uno de «barro, sangre y lágrimas».

El gobierno republicano fue incapaz de llevar a cabo las medidas básicas de la revolución democrática capitalista. Por ejemplo, alrededor de 70% de la población seguía trabajando en el campo. La división de las tierras era una de las peores de Europa, a los campesinos pobres les pertenecía tan solo un tercio de las tierras menos fértiles. La única solución de esta situación hubiera sido nacionalizar los otros dos tercios que estaban bajo control de los grandes latifundistas. Pero el capitalismo financiero e industrial estaba completamente vinculado con los latifundistas. Por esto, ningún gobierno capitalista estaba dispuesto a disputar su poder. Uno de los latifundistas con más tierras fue la iglesia católica. Mientras la población comenzaba a tomar la iniciativa independientemente, incluyendo la quema de muchas iglesias, el gobierno seguía a un ritmo muy lento – proponiendo medidas que no tuvieron mucha importancia para la iglesia.

Al mismo tiempo las revueltas campesinas y de los trabajadores, y en particular el sindicato anarquista, la CNT, fueron brutalmente reprimidos. Un ejemplo que destaca a principios de 1933, fue la de los campesinos de un pueblo llamado Casas Viejas, que después de esperar pacientemente durante dos años las reformas agrarias, empezaron a cultivar las tierras de la aristocracia local de manera independiente. Fueron tiroteados por la guardia civil con el resultado de veinte muertes campesinas.

No sorprende por tanto que en las elecciones de ese mismo año perdieran los partidos del gobierno. Como resultado las fuerzas más reaccionarias obtuvieron el poder. Sin embargo el nuevo gobierno tenía una base social muy limitada. En 1934 fue sustituido por una dictadura reaccionaria. Para combatir este cambio en el poder la clase trabajadora y los campesinos pobres llevaron a cabo una rebelión masiva. Ésta culminó en la Comuna Asturiana. La dictadura acabó con ésta utilizando los servicios del general Franco en una acción en la que hubo 5.000 muertos, de los cuales la mayoría fueron asesinados después de rendirse.

Este fue el contexto de las elecciones en febrero de 1936 que dio el poder al gobierno del Frente Popular, convirtiendo a Azaña otra vez en presidente. El PSOE, partido masivo socialdemócrata, ganó más escaños que los otros partidos que componían el Frente Popular. Sin embargo, todos los ministros pertenecían a  los partidos capitalistas. Después de su experiencia en la participación en el gobierno de Azaña de 1931-1933, la sección del PSOE más de izquierdas evitó que la sección más de derechas se uniera al gobierno. El programa del gobierno fue muy limitado, incluso cuando se compara con el de 1931-1933.

Tanto la clase trabajadora, como los pobres y los representantes del capital habían aprendido la lección de los cinco años previos. Los trabajadores y los pobres no esperaron a que actuara el nuevo gobierno. Alrededor de 30.000 presos políticos fueron liberados. Entre febrero y julio hubo 113 huelgas generales y otras 228 huelgas importantes. Los campesinos pobres empezaron a ocupar las tierras.

Al mismo tiempo los capitalistas llegaron a la conclusión de que no podían defender su sistema de manera democrática y se empezaron a preparar para el golpe franquista.

Cuando ocurrió el golpe, la clase trabajadora respondió, como ya se ha explicado, heroicamente. Estaban muy restringidos por un gobierno que como explicó a Anthony Beevor, un carpintero sevillano “no estaba dispuestos a darnos armas a nosotros (los trabajadores), porque tenían más miedo de la clase obrera que del ejército”. Aun así, como presenció Upton Sinclair, estos trabajadores educados y sus mujeres se enfrentaban a ametralladoras con cuchillos y trozos de madera con clavos.

Donde conseguían hacer retroceder a los fascistas, la clase trabajadora obtenía el control. En su libro “Revolución y contrarrevolución en España, 1931-1937”, Felix Morrow explica como las milicias anti-fascistas en Cataluña, basándose en organizaciones de los trabajadores, conquistaron la región de Aragón en cinco días a partir del 19 de julio. “Conquistaron Aragón como un ejército de liberación social. Formaron comités anti-fascistas en los pueblos, expropiaron las tierras, cosechas, ganado, herramientas, etc., de los terratenientes y los reaccionarios. Después el pueblo procedía a organizar la producción, normalmente mediante colectivizaciones, y se crearon milicias en los pueblos para implementar la socialización y para luchar contra la reacción.”

Habiendo huido al bando de los fascistas, la clase capitalista no existía en la España republicana. Beevor explica que los anarquistas pusieron su sede central en Barcelona donde antes tenía su sede la federación de la patronal. El Ritz se convirtió en la Unidad Gastronómica número 1, para todo aquel que lo necesitara. Él continúa explicando cómo en Barcelona los comités de los trabajadores tomaron el control de todos los servicios, el monopolio del petróleo, las compañías navieras, empresas de ingeniería pesada como Vulcano, la empresa de automóviles Ford, compañías de productos químicos, la industria textil y numerosos otras empresas más pequeñas.

Colaboración entre clases

 Sin embargo, el mito que propagaba el liderazgo de las organizaciones obreras, sobre todo el Partido Comunista, era que para mantener la unión con las fuerzas capitalistas en la lucha contra el fascismo hacía falta aplazar la lucha por el socialismo a otro momento. Beevor afirma correctamente que “los defensores más fieles de la propiedad privada no eran los republicanos liberales sino el Partido Comunista.”

Al mismo tiempo el poder de la clase trabajadora no estaba organizado mediante comités democráticos de los trabajadores, organizados localmente, regionalmente y nacionalmente de la misma manera que ocurrió 20 años antes en los soviets de la Revolución Rusa.

La responsabilidad no era exclusivamente del Partido Comunista. Por ejemplo, en Barcelona, García Oliver, el líder anarquista (los anarquistas eran la fuerza más importante en  Barcelona), explicó que los anarquistas podían haber tomado el poder en julio de 1936 ‘porque todas las fuerzas nos apoyaban’ pero que no lo hicieron porque ‘no creían que se debía hacer’. Esto no significó que el liderazgo anarquista luego se negara a unirse al gobierno del Frente Popular junto con los partidos capitalistas. De esta manera el papel jugado por los líderes de los partidos de los obreros dejó que la clase capitalista, que inicialmente no eran más que una sombra, ir ganando sustancia hasta que reprimió físicamente la revolución socialista en mayo de 1937. Lejos de reforzar la lucha contra el fascismo, la política de los líderes de los trabajadores llevó a la derrota. Con la desesperación de volver a establecer el reino del capital, y para evitar la ira de las fuerzas mundiales imperiales, los líderes de los trabajadores rechazaron la política que era necesaria para atraer a los soldados rasos que luchaban en el lado franquista.

Programa, partido y liderazgo

El golpe de estado franquista se inició en Marruecos, y muchos soldados del norte de África lucharon para Franco. Aun así el gobierno republicano no propuso la independencia para Marruecos. Si lo hubiera hecho, se habría fermentado una revuelta entre las filas del ejército franquista. El gobierno republicano tampoco estaba dispuesto a proponer la expropiación de los latifundistas, que hubiera sido una medida importante para atraer a los campesinos pobres que no apoyaban la república.

Obviamente solo se pueden hacer limitadas comparaciones entre la lucha contra los ejércitos de Franco, apoyados al máximo por la clase gobernante, y las campañas en las que participan los socialistas del presente contra el partido racista y de extrema derecha; BNP (Partido Nacionalista Británico). Sin embargo, hay lecciones importantes que aprender. Las tácticas de la mayoría de la UAF (Unión en Contra del Fascismo), que tiene extenso apoyo sindical, se limita a pedir que no se vote al BNP. Los organizadores de la UAF dicen que proponer algo más que eso distanciaría a los políticos laboristas, conservadores, y liberales que apoyan la campaña. Pero es que son precisamente las políticas, desfavorables a la clase trabajadora de estos tres partidos las que han causado que muchos trabajadores hayan votado al BNP. Un partido verdaderamente de los trabajadores, que proponga un programa claro y basado en cuestiones de clase es lo único que puede solucionar el problema de los partidos de extrema derecha como el BNP. Por esta razón la decisión de la RMT (sindicato de los trabajadores de los ferrocarriles y otros medios de transporte) de participar en las elecciones europeas es tan importante.

La clase trabajadora española sabía cómo conseguir la victoria instintivamente. Pero, desafortunadamente, no existía ningún partido que propusiera y hubiera luchado por un programa que representara y enfocara la intuición de la clase trabajadora. Hoy en día, el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) es conocido por la generación joven gracias principalmente a la gran película de Ken Loach, ‘Tierra y Libertad’. El POUM fue un partido antiestalinista que, una vez que se había contenido la revolución, sufrió una enorme represión a manos de los estalinistas, incluyendo el asesinato de su líder Andrés Nin.

A pesar de ser denominados como ‘trotskistas’ por los estalinistas, esto era erróneo. Si hubiera seguido el programa que propuso Trotsky, el resultado de la lucha española hubiera sido diferente. Con el impacto de la revolución, el POUM experimentó un rápido crecimiento. Justo antes de que empezara la Guerra Civil contaba con 8.000 afiliados, un número que se multiplicaría por cuatro en tan solo unos meses y tenía la capacidad de crecer más. Pero catastróficamente, en vez de presentar un programa independiente y de clase, siguió a los anarquistas y los socialdemócratas, posicionándose un poco más a la izquierda, pero sin proponer una clara alternativa.

En su artículo; ‘La clase, el partido y el liderazgo’, Trotsky argumenta en contra de los que decían que la clase trabajadora era inmadura. “Que significa, en tal caso, la falta de madurez del proletariado? Es evidente que significa simplemente que, aunque las masas hayan adoptado una línea correcta, no han sido capaces de romper la coalición de los socialistas, estalinistas y los poumistas con la burguesía.»

«El camino de lucha seguido por los obreros cortaba en todo momento bajo un determinado ángulo la línea de sus líderes y, en los momentos más críticos, este ángulo fue de 180 grados. Entonces los líderes, directa o indirectamente, ayudaron a someter a los obreros por la fuerza de las armas.”

El siglo XX muestra muchos intentos de la clase trabajadora de acabar con el capitalismo y llevar a cabo una transformación socialista de la sociedad. En esta letanía de trágicos ejemplos, lo sucedido en España es lo más difícil de aceptar, pero tampoco hay otro que ofrezca tantas lecciones de lo que pudiera haber sido si la clase trabajadora hubiese tenido el liderazgo que se merecían. Hoy en día estamos empezando a darnos cuenta de la brutalidad y el fracaso del capitalismo del siglo XXI. Sin lugar a dudas en el futuro veremos luchas aún mayores para transformar la sociedad que cualquiera que haya sucedido en el siglo XX. Si vamos a tener éxito en el futuro; forjando una sociedad que produzca lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos, es necesario que la nueva generación que se inspire por las ideas socialistas, aprenda las lecciones de las grandes luchas del anterior siglo, incluyendo las lecciones de España, de las cuales solo se han expuesto aquí unas pocas.

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