25/06/2013

Urgente necesidad de organizaciones independientes de la clase obrera

Este artículo de Peter Taaffe, secretario general del Partido Socialista (CWI, Inglaterra y Gales), fue publicado originalmente el 08/06/2013 en www.socialistworld.net, página en inglés del CIT.

La captura de la cuidad estratégicamente importante de Qusair por fuerzas favorables al gobierno, que incluyen a Hezbolá y a los chiítas iraquíes, marca una nueva etapa en el cenagal sangriento de Siria y es posible que tenga amplias ramificaciones, tanto para el país mismo como para la región en conjunto.

Esta guerra, que ha durado ya dos años y que no tiene un final a la vista, ha costado la vida de  80.000 sirios, además de medio millón de refugiados en tierras del Líbano (que ya posee una población refugiada de cuatro millones) a los que se suman números desconocidos de población dispersa en Turquía y otros países vecinos. En el despertar de esta “victoria”, se sabe que el gobierno de Bashar al Assad está ordenando sus fuerzas para un asalto a la mayor ciudad siria, Alepo, con los rebeldes declarando la posesión de la mitad de la misma.

Por tanto, la guerra continuará, mientras se reportan atrocidades desde ambos campos en lucha: “Si un video no lo hubiera mostrado haciendo esto, ¿quién hubiera creído le había sacado el corazón a un soldado gubernamental muerto y se lo había comido?” (Patrick Colburn, London Review Books). Existen informes que establecen la utilización de armas químicas por parte de ambos bandos.

Poderes occidentales capitalistas debaten cómo actuar

Pero tal como con Iraq y su dudoso expediente acerca de sus “míticas” armas de destrucción masiva, esto está siendo utilizado en aras de una creciente intervención capitalista occidental, dirigida por el imperialismo anglo-francés.

De 27 países europeos solo dos, Inglaterra y Francia, estuvieron a favor en esta fase, del apoyo militar creciente, y particularmente del aprovisionamiento de armas a los rebeldes. Cameron y Hague enfrentan oposición incluso dentro de su propio partido, con un creciente número de miembros parlamentarios “torys” y de ministros oponiéndose a las declaraciones a favor de una intervención armada. Además, Nick Clegg y los Demócratas Liberales (en coalición con los conservadores en el gobierno británico) han emergido como oposición a Cameron, no porque ellos sean realmente “liberales” en cualquier caso, sino porque al menos pueden visibilizar posibles consecuencias sangrientas en la misma Bretaña, si es que al gobierno se lo asocia con la intervención armada, como lo ha demostrado el apuñalamiento de Woolwich.

Basados en el colchón de un poderoso imperio, en el pasado los estrategas del capitalismo británico pensaban cuidadosamente acerca de las consecuencias de sus acciones en el extranjero. Ellos planificaban con el horizonte de décadas e incluso siglos. Ahora Cameron y Hague solo esperan esconderse en la próxima esquina.

Las lecciones de Iraq y Afganistán, que trajeron el enorme “percance” en Inglaterra y otros países industriales avanzados bajo la forma del incrementado del terrorismo, están perdidas para ellos. La intervención de Inglaterra en Siria y en oriente medio seguramente alentaría un torbellino. El suministro de armas meramente incrementará el número de víctimas en el país, sin resolver de ninguna manera los problemas de los pueblos de Siria o de la región.

Patrick Cockburn, en un penetrante análisis, muestra que los informes (dado que aparecen a través de viciadas evaluaciones televisivas y en ocasiones de videos de youtube “ilusorios”) tienden a exagerar el grado de daño infligido en el conflicto, particularmente por parte de los rebeldes.

La supuesta debilidad de la posición gubernamental, que llevaría al inminente derrocamiento del régimen de Assad, también ha sido exagerada.Como Cockburn puntualiza, “los insurgentes han tenido éxito en capturar sólo una de las 14 capitales provinciales (en Libia los insurgentes tomaron Benghazi y todo el este, así como Misrata y ciudades menores en el oeste desde el comienzo de la revuelta)”.

No obstante, se han infligido enormes y terribles daños y sufrimientos sobre el país. Después de la captura de Qusair, la devastación de la ciudad evoca las famosas palabras del historiador romano Tácito ,“ellos crearon una desolación y la llamaron paz”

Conflicto interminable

Ningún bando ha alcanzado una victoria decisiva. Tampoco es seguro que alguno lo consiga. Por tanto, un interminable conflicto sangriento es una posibilidad real (la guerra civil libanesa duró 15 años) a menos que la clase obrera y los pobres tomen las riendas del asunto a través de una acción socialista y clasista independiente, y organicen un movimiento para derrocar a todas las fuerzas reaccionarias, sectarias y dictatoriales, implementando así un cambio en la sociedad.

Los eventos en Siria confirman el análisis de los socialistas y del Comité para una internacional de los trabajadores (CIT), realizado al comenzar el conflicto. Virtualmente todos los apoyos internacionales de los rebeldes a la derecha, que incluían al gobierno de Cameron en Inglaterra, e incluso algunos en la “izquierda”, afirmaron que Assad sería rápidamente defenestrado.

Nosotros argumentamos que Siria no sería una repetición de Libia. Assad tenía mayores reservas de apoyo entre las minorías del país, que fueron llevadas a su lado por el carácter cada vez más sectario de los rebeldes, y los chiítas de la región.

Inicialmente existió un levantamiento popular de “cientos de comunidades” en Siria, inspiradas por la “primavera árabe”, contra el monstruoso estado policial de Assad. Previamente, habían existido movimientos de sindicatos y trabajadores contra la reducción de los niveles de vida y contra las privatizaciones implementadas por Assad.

En primera instancia pareció que se había desarrollado un genuino movimiento contra el régimen dictatorial y, más todavía, uno que luchaba por tender puentes entre la mayoría de la población sumina y las minorías presentes en el país, incluyendo la minoría de mayor tamaño, los alawitas (un ramal de los chiítas), al cual pertenece Assad.

Pero esto cambió con la intervención externa de las fuerzas reaccionarias que se oponían a la revolución en la región (en particular las monarquías semi-feudales de Arabia Saudita y Catar) las cuales estaban apoyadas por las fuerzas imperialistas. Ellas esperaban repetir el éxito de Bahrein y del descarrilamiento de la revolución Libia.

Increíblemente, la intervención en Libia fue apoyada por algunos en la izquierda e incluso por algunos “marxistas”. El resultado fue, como se había previsto, el declive de Libia hacia feudos no democráticos de viciosos “señores de la guerra” islámicos con milicias enfrentadas, incluyendo la presencia de organizaciones tipo Al Qaeda. Las últimas están ahora ahora proliferando en Libia y el norte de África, y alarmaron en tal medida al imperialismo que éste ahora considera un posible nueva intervención (una misión de entrenamiento) a través de la OTAN para erradicarlas.

Peligroso conflicto sectario a escala regional

El levantamiento contra Assad se ha transformado ahora en un conflicto entre sectas y ha desencadenado una peligrosa batalla entre los sunitas y los chiítas a nivel regional.

El «Wall Street Journal» informó a finales de mayo acerca de la situación en Siria: “En partes de este desgarrado país en guerra, una segunda guerra civil ha comenzado. En las fronteras turcas e iraquíes del norte y el este, una prolongación de los territorios en manos rebeldes sirias, se ha divido en feudos combatientes. En algunos lugares, extremistas islámicos con agendas que se extienden mucho más allá de Siria están desplazando a los batallones rebeldes que comenzaron la insurgencia contra el régimen de Bashar al Assad en 2011”.

Al Qaeda ha afirmado públicamente que la mitad de su presupuesto está destinado a entrenar guerreros experimentados y a fortalecer su brazo armado, Al Nusra, en Siria, el cual Cockburn sostiene es el “grupo rebelde militarmente más efectivo”. Este proceso ha sido profundizado por la intervención de Arabia Saudita y Catar, el último tendiendo a apoyar a los Hermanos Musulmanes más “moderados”, mientras la primera busca armar y financiar a los salafistas “fundamentalistas”.

Catar, situado sobre un tercio de las reservas mundiales de gas y sobre la colosal riqueza que esto conlleva, ha gastado al menos 3.000 millones de dólares apoyando a los rebeldes en los dos últimos años y ha ofrecido 50.000 dólares a cada desertor del ejército sirio y su familia.

En coordinación con la CIA, ha organizado al menos 70 vuelos militares desde Turquía con armas y equipo para los insurgentes. Por tanto, la afirmación de que los rebeldes están sub-armados y requieren urgentemente suministros desde Occidente, es completamente falsa. Es sólo una escusa para una profundización de la intervención imperialista.

Y esto a su vez ha liberado tendencias regionalistas y sectarias en los países vecinos y a través de la región, las cuales podrían resultar en una guerra mayor, involucrando incluso a Israel, que ya ha intervenido por medio de un ataque a través de misiles sobre Siria.

Rusia e Irán

Rusia ha respondido suministrando a Assad más misiles. Aquellos que apoyan a los rebeldes (particularmente Arabia Saudí) han dejado claro desde el comienzo que veían el derrocamiento del régimen de Assad como un golpe directo contra Irán y Hezbolá en Líbano. Por tanto Hezbolá, que ahora lucha del lado del gobierno sirio al igual que Irán, ve la defensa de Siria y su gobierno actual, incluyendo el suministro de petróleo para sostener a Assad, como una cuestión de virtual “vida o muerte”.

Esto ha llevado a una creciente amenaza de intervención iraní. Estas acciones de “ojo por ojo” podrían llevar a un “ataque abierto” de Israel sobre Irán, ya que el primero desea esto desde el estallido del conflicto, con todas las terribles consecuencias que tendría.

El estallido de la guerra en Siria fue aprovechado por la predominantemente sunita Arabia Saudí, apoyada por Catar, en tanto que oportunidad para asestar un golpe al Irán chiíta y sus aliados de Hezbolá en el Líbano. El conflicto entre Arabia Saudita e Irán fue reforzado por el resultado de la guerra en Iraq, que llevó al derrocamiento del régimen sunita de Saddam Hussein. A pesar de una mayoría chiíta, los líderes sunitas habían tenido el poder en Iraq desde su creación en 1921. Saddam Hussein fue reemplazado por un estado dominado por los chiitas, hoy controlado por el gobierno Maliki. Esto fue seguido de una guerra civil en Iraq en 2006-7, en la cual decenas de miles murieron.

Cambios en la región 

Nosotros advertimos en su momento que la intervención imperialista en Iraq resultaría en una derrocamiento de Saddam Hussein, pero que lo que seguiría no sería el Iraq democrático prometido por Bush y Blair, sino una eventual división del país, y el establecimiento de varios “pequeños Saddam Husseins”.

La reacción en cadena que el conflicto sirio ha liberado significa ahora que la misma podría materializarse acompañada por una posible separación de los kurdos en el norte de Iraq (con sus considerables reservas de petróleo) a partir de la instigación del régimen turco de Erdogan, el cual es deficitario en recursos energéticos. Para este fin, el régimen comenzó a tratar directamente con la minoría kurda en Turquía, representada por el PKK y su líder prisionero Ocalan, lo cual ha llevado a Erdogan a conceder ciertas demandas a los kurdos.

La separación del norte de Iraq no se lograra sin violentos choques, incluyendo la posibilidad de otra guerra civil en el mismo Iraq. El gobierno iraquí aumentó las posibilidades en abril con la represión de los sunitas mediante una campaña militar apoyada por el uso de tanques en un pueblo cercano a Kirkuk. 

Al mismo tiempo, los kurdos de Siria, el 10% de la población, se han aprovechado de la guerra para efectivamente labrarse un enclave autónomo en el norte de Siria. Los kurdos se encuentran dispersos dentro de diferentes estados. Pero ahora visualizan que podrían posiblemente alcanzar la autonomía dentro de estos estados y quizás después reunirse en un estado común. Irónicamente, el conflicto sirio, que está soltando la presión de los estados centralizados, ha cambiado fundamentalmente las perspectivas de los kurdos.

Los 30 millones de kurdos, la nación más grande del mundo sin un Estado propio, podrían, como el líder del PKK Ocalan visualizó cuando llamó a un cese al fuego con Turquía, ahora reunirse en una “unión sin estado”; en otras palabras, una federación libre, que puede o no desarrollarse como un estado unificado en una fase posterior.

Por otra parte, los cálculos de Turquía y particularmente de Erdogan podrían ser perturbados por la insidiosa extensión del conflicto sirio. Ya hoy la violencia se ha extendido más allá de la frontera siria hacia Turquía, con quienes comparten una frontera de 822 kms. Los ataques de bomba que han tenido lugar en Turquía han provocado furiosas manifestaciones anti-sirias. Esto a su vez provocó una creciente oposición al gobierno, al que se lo culpará de empujar a Turquía hacia el conflicto con Siria. La gran oposición que ya es evidente en las manifestaciones contra la dictadura “democrática” de Erdogan, se verá reforzada. 

El propio Líbano podría separarse en un nuevo estallido de guerra civil. Siria podría dividirse en una entidad alawita predominante, junto a un Estado o mini-estado sunita.

Una de las consecuencias no menores del conflicto sirio es lo que los comentaristas capitalistas han descrito como una nueva “Guerra Fría” entre Rusia y China de un lado, y Europa y el capitalismo yanqui de otro. La Guerra Fría original fue entre diferentes sistemas sociales: capitalismo y estalinismo, el último descansando en una economía planificada, aunque estaba burocráticamente controlada. Esta nueva “Guerra Fría” ahora indica un escalamiento de las tensiones entre lo que son principalmente diferentes poderes imperialistas por influencia y recursos en Oriente Medio y otras regiones.

Las aspiraciones de las masas

Para los capitalistas y sus aliados feudales y semifeudales, los intereses de clase obrera y los pobres en la región importan poco o nada. Estas masas han luchado de manera protagónica y poderosa en la revolución de Oriente Medio y el norte de Africa contra los terratenientes y el capitalismo para cambiar sus condiciones.

En Egipto y Túnez derrocaron aparentemente invencibles dictaduras. En el proceso aplastaron la idea, celosamente diseminada por Blair y sus compinches en Iraq, de que las dictaduras en la región eran tan poderosas que solo una intervención militar externa podía derrocarlas. No sólo Ben Ali y Mubarak fueron derrocados por movimientos de masas de obreros y pobres, sino que los actuales movimientos se están dirigiendo hacia una “segunda revolución” para transformar sus condiciones sociales.

Ellos han sido decepcionados por los resultados iniciales de la revolución, que llevaron al poder a gobiernos y regímenes que desplegaron las mismas tendencias dictatoriales como los derrocados Mubarak y Ben Ali: “Morsi es Mubarak con barba!” es un típico refrán de los opositores seculares al presidente Morsi.

Estos gobiernos asumen la coloración de diferentes partidos de tipo islámico. Pero bajo esto, las masas están sacando conclusiones de los turbulentos eventos por los que han pasado. El proceso de crear partidos independientes de la clase obrera, así como sindicatos, y unirse de una manera no sectaria, está comenzando a desplegarse.

En Iraq las masas han marchado solo recientemente bajo la bandera de “ni chiítas ni sunitas, sino iraquíes unidos”. Después de los horrores que han experimentado desde la invasión angloamericana, los destacamentos más avanzados de la clase obrera ven la necesidad de un frente común de todos los trabajadores para luchar contra los terratenientes y capitalistas que dominan la región.

Tan insoluble es el conflicto en Siria, que incluso aquellos que trabajaron y esperaron una rápida victoria sobre el régimen de Assad ahora sugieren una “conferencia de paz en Ginebra”. Esto no es posible que tenga recorrido por la insistencia de los portavoces rebeldes de que una precondición para su asistencia a una conferencia como ésta es que Assad no concurra a la misma. Pero lo que no ha podido ser alcanzado en el campo de batalla (el serio debilitamiento o derrota y derrocamiento de Assad) no puede lograrse mediante “negociaciones”.

No deben existir ilusiones dentro del movimiento obrero internacional de que con o sin la concurrencia de Assad cualquier cosa puede ser lograda mediante tal reunión. ¿Podría cualquier trabajador con consciencia de clase poner su confianza en la patronal de su  fábrica o de su país para “mediar” en asuntos cruciales que benefician a los trabajadores? Los acuerdos a los que pueden llegar la patronal a nivel internacional en ningún caso fortalecerán la causa de clase obrera.

Los socialistas no apoyan a Assad ni a sus líderes “rebeldes”. Daríamos todo el apoyo activo y político necesario para respaldar a los trabajadores bajo la base de un frente común programático de lucha de clases.

La única conferencia que valdría la pena convocar es una llamada por el movimiento sindical organizado y el movimiento obrero de la región. Las demandas serían bastante simples:

  • No a la intervención imperialista. Retirada de todas las fuerzas extranjeras de siria y de otros países ocupados.
  • Que el propio pueblo sirio decida su destino en elecciones abiertas y justas, supervisadas por “comités democráticos de obreros” elegidos
  • Construcción de comités de defensa unitarios y no sectarios para salvaguardar a los obreros, los pobres y a otros contra los ataques sectarios de ambos lados
  • Preparación de un movimiento para luchar por un gobierno de representantes de los obreros y los pobres
  • Asamblea constituyente revolucionaria en Siria
  • Implementación de derechos nacionales y democráticos para las masas, comenzando con el reconocimiento del derecho de auto-determinación de los kurdos, incluyendo, si es que lo desean, plenos derechos de autonomía democrática dentro del estado en que vivan, o el establecimiento de un estado común de los kurdos 
  • Sindicatos independientes y construcción de partidos obreros de masas con un programa para dar la tierra a las masas y las fábricas a los obreros, implementado mediante un programa por una economía socialista democráticamente planificada
  • Una confederación socialista democrática de Oriente Medio y el norte de África

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