Régimen de derecha y pro-occidental consolida el poder

03/03/2014, Niall Mulholland. Original en inglés escrito publicado el 25/02/2014 en www.soc ialistworld.net, página web en inglés del CIT.

Los últimos acontecimientos en Ucrania han llevado a la caída del presidente Viktor Yanukovich y su huida de Kiev. El descontento de las masas contra un régimen brutal y corrupto y contra la extrema pobreza explotaron en una revuelta que estalló en Kiev y en varias regiones de Ucrania en noviembre pasado. Pero la falta de una alternativa de la clase trabajadora permitió a las fuerzas reaccionarias, con el apoyo del imperialismo occidental, dominar el movimiento de protesta. Mientras el nuevo régimen pro-occidental se consolida, se acentúan peligrosas divisiones étnicas entre la población de 46 millones de personas.

Después de sangrientos enfrentamientos entre los manifestantes y la policía en el centro de Kiev, que causaron más de 80 muertos y centenares de heridos entre el 18 y el 21 de febrero, los líderes de Alemania, Francia y Polonia negociaron un acuerdo con el régimen en crisis de Yanukovich. El acuerdo, negociado por la UE, preveía la formación de un gobierno de «unidad nacional » con elecciones presidenciales y legislativas en noviembre y el restablecimiento de la Constitución de 2004, que eliminaría algunos poderes clave para el presidente.

Pero el acuerdo se derrumbó rápidamente cuando la oposición de derecha, que incluye elementos ultranacionalistas y fascistas, pasó a la ofensiva y logró ventaja. El Parlamento destituyó a Yanukovich y nombró a una de las figuras del Batkivschyna (Partido de la Patria), Oleksandr Turchynov, presidente de la Rada (Parlamento). Turchynov, un estrecho aliado de la ex primera ministra Yulia Tymosehnko, que el parlamento liberó de prisión el 22 de febrero, es también el presidente en funciones. El día 27 la Rada aprobaba la creación de un nuevo gobierno de unidad nacional presidido por Arseni Yatseniuk, también del Batkivschyna, y anunciaba la celebración de elecciones presidenciales para el 25 de mayo. Se emitieron órdenes de arresto contra de Yanukovich y otros ex ministros.

Hasta los diputados del Partido de las Regiones de Yanukovich votaron a favor de estas medidas, tratando de distanciarse del régimen. El líder parlamentario del Partido de las Regiones condenó al presidente depuesto por dar «órdenes criminales». Los poderosos oligarcas, que hasta ahora eran estrechos aliados de Yanukovich y que apoyaban la alianza de esta con Rusia, pasaron de manera oportunista a apoyar al nuevo régimen.

El Kremlin reaccionó furiosamente a estos acontecimientos y denunció lo que considera un «golpe de Estado», respaldado por Occidente y dirigido por «extremistas armados y pogroms” (de pogrom, matanzas de judíos en la zona común en la época del Imperio Ruso – NDT). La caída de Yanukovich representa un serio revés para el régimen de Putin, que considera a Ucrania estratégicamente vital.

El Kremlin ha hecho grandes esfuerzos para intentar agrupar a sus vecinos en una alianza política y económica. En noviembre pasado, Moscú acordó prestar un paquete de 15.000 millones de dólares a Kiev tras el rechazo por Yanukovich del «acuerdo de asociación» con la UE. Esto intensificó la lucha internacional entre las potencias imperialistas por la influencia en Ucrania, que es también un área de importancia geoestratégica para los EE.UU. y la OTAN.

El rechazo al acuerdo con la Unión Europea inflamó las protestas de la oposición en la plaza Maidan en el centro de Kiev, que en un principio se componían principalmente de personas de clase media y estudiantes. Muchos tienen la ilusión de que una aproximación a la UE traerá prosperidad y derechos democráticos, a pesar de que este acuerdo está ligado a un paquete de austeridad del FMI, que Yanukovich temía que daría lugar a protestas masivas.

Fue la brutalidad de la policía antidisturbios lo que llevó al aumento en el número de manifestantes en las calles de Kiev , Lviv y un poco por toda la región occidental del país, donde se habla ucraniano. La agitación contra la cancelación de este acuerdo se convirtió rápidamente en una rabia masiva contra la pobreza, el estancamiento económico y el régimen autoritario, incompetente y corrupto de Yanukovich.

Mientras que los trabajadores se empobrecen cada vez más, Yanukovich y su camarilla se han enriquecido. Llegó a haber protestas contra el régimen hasta en las zonas industrializadas, de origen ruso del este del país, que son la base política de Yanukovich.

El régimen corrupto rápidamente demostró tener poco apoyo popular. Esto quedó patente cuando los manifestantes irrumpieron en la residencia de Yanukovich y expusieron su opulento estilo de vida (aunque los medios de comunicación occidentales optaron por no mostrar lo mismo para los oligarcas y políticos pro-occidentales).

Pero en ausencia de fuertes organizaciones de trabajadores fue imposible canalizar esta oposición de masas a Yanukovich en un movimiento de masas unido de toda la clase obrera de Ucrania, que erradicaría todas las divisiones étnicas, religiosas y lingüísticas. Aunque muchos trabajadores a título individual hayan estado en las calles, la revuelta contra el régimen corrupto de Yanukovich y el liderazgo de los oligarcas no fue dirigida por la clase trabajadora, actuando como como una clase por sí. La mayoría se oponía al régimen y los oligarcas, pero tuvo una actitud en gran parte pasiva. La clase obrera no dejó su huella en los acontecimientos de manera independiente y organizada.

En cambio, las fuerzas reaccionarias fueron capaces de llenar el vacío desde el principio, con el apoyo de Occidente y, cínicamente, manipular a las masas. Los políticos de la oposición de derecha y pro-capitalistas, como Vitali Klitschko, ex campeón de boxeo, y Arseni Yatseniuk, ligado al Partido de la Patria, tomaron el liderazgo.

Se aliaron a los ultra-nacionalistas, la extrema derecha y los neo-fascistas. Durante los últimos tres meses, el partido antisemita Svoboda y Pravy Sektor (Sector Derecho) desempeñaron un papel clave en la organización de la lucha en las calles y en la ocupación de edificios gubernamentales. El nuevo ministro del Interior afirmó que «las fuerzas de autodefensa» del Maidan serán incorporadas en las nuevas estructuras del régimen. Líderes de Svoboda tienen carteras en el nuevo gobierno. La decisión provocadora de reducir el estatuto del idioma ruso llevó a nuevos llamamientos a la secesión en las regiones del este y sur de Ucrania, que hablan ruso. Miles de personas protestaron en Sebastopol ( ¡Crimea), una base naval crucial para la Flota rusa del Mar Negro, agitando banderas rusas. Se votó a favor de la constitución de una «administración paralela» y «escuadrones de autodefensa».

Durante el final de la semana, Susan Rice, la asesora de seguridad nacional de los EE.UU., dijo a Putin que sería un «grave error » que Rusia interviniera militarmente. El líder del comando militar de la OTAN en Europa habló con el Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de Rusia el 24 de febrero para tratar de calmar las tensiones existentes.

Moscú ha animado a los líderes de la región del este de Ucrania a oponerse al liderazgo de Kiev y reclamar una mayor «autonomía». Queda por ver hasta qué punto si este proceso va a más, si existieran suficientes regiones en separarse, el régimen de Putin puede muy bien tener una intervención armada.

La competencia entre los oligarcas y la intromisión agresiva del imperialismo ruso y occidental empujan peligrosamente a Ucrania a un proceso de desintegración, si no mismamente a una sangrienta división o «cantonización «.

La influencia económica de Putin sobre Kiev sigue siendo poderosa. Más de la mitad de las exportaciones de Ucrania van a Rusia y es Rusia quien suministra gas a Ucrania. El régimen de Moscú puede causar graves dificultades a los ucranianos al revocar el recorte del 30 % en los precios del gas.

Ni Bruselas, con el apoyo de EE.UU., ni Moscú y sus oligarcas, actúan en interés de los trabajadores en Ucrania. Ya sea Yanukovich o el régimen pro-occidental en el poder en Kiev, actúan para defender los intereses de los súper ricos, incluyendo la implementación de medidas de austeridad para los ucranianos.

Con Rusia lista para congelar el rescate de 15.000 millones de dólares a Ucrania, los líderes occidentales negocian un «acuerdo de rescate» financiero para salvar al país de la bancarrota. El nuevo régimen de Kiev dice que necesita 35.000 millones dólares en un período de dos años para impedir a la economía «caer en el abismo”. El crecimiento económico en 2013 fue nulo y la moneda, la hryvnia, ha perdido más de un 8% de su valor en tres meses.

El Financial Times informó que la UE y EE.UU. han dejado claro que no se aprobaría ningún “plan de rescate” sin que el nuevo gobierno estuviese dispuesto a poner en práctica reformas económicas. Jack Lew, secretario del Tesoro de EE.UU., hizo hincapié en la necesidad de «poner en marcha reformas que pudiesen ser apoyadas por un programa del FMI» (sinónimo de austeridad y privatización).

Un interesante punto de las últimas semanas es que a pesar de la división étnica, todos los trabajadores han expresado su fuerte oposición a la élite política y sus oligarcas. Los trabajadores de todo el país quieren el fin de los regímenes-mafia y de la oligarquía y anhelan una sociedad diferente, en el que puedan tener derechos democráticos y condiciones de vida decentes.

La líder de la oposición Julia Timoshenko, fue «recibida respetuosamente pero lejos de la euforia», según un periodista de The Guardian, cuando ésta se dirigió a la multitud en la plaza Maidan, después de su salida de la cárcel-hospital de Kharkiv. Muchos ucranianos recuerdan bien que Tymoshenko, la heroína de la «Revolución Naranja» de 2004 se convirtió en primera ministra de un régimen corrupto que hizo recortes en sus ya precarias condiciones de vida.

Los nuevos líderes capitalistas pro-occidentales esperan una luna de miel, pero tarde o temprano entrarán en colisión con los intereses de la clase trabajadora ucraniana. La crisis de los últimos meses demuestra la urgente necesidad de que los trabajadores construyan sus propias organizaciones, incluyendo sindicatos verdaderamente independientes. Este proceso se ve difícil y lento. No es de extrañar, dadas las décadas de liderazgo estalinista que nunca apoyaron la auto-organización genuina de la clase trabajadora, seguido por el colapso de la antigua URSS y la «terapia de choque » para restaurar el capitalismo. En estas circunstancias , la conciencia política de las masas está inevitablemente desorientada y confusa.

Sin embargo, los trabajadores ya han sacado importantes lecciones de estos acontecimientos. Pasaron por la terriblemente decepcionante «Revolución Naranja» y el liderazgo de Yanukovich. Ahora Turchynov, Klitschko y Yatseniuk y todos los políticos pro-occidentales.

Progresivamente más sectores de la clase obrera se darán cuenta de que el único camino es construir un partido independiente de masas multiétnico y de los trabajadores que rechace el nacionalismo reaccionario, la oligarquía y la injerencia imperialista. Un partido socialista con el apoyo de las masas que forje la unidad de todos los trabajadores ucranianos, defienda un gobierno de los trabajadores que se apropie de la enorme riqueza de los oligarcas y nacionalice los grandes bancos y corporaciones, como parte de una economía planificada democráticamente y gestionada en beneficio de la gran mayoría. Esta lucha encontraría una rápida respuesta de los trabajadores en la región, en Europa y en Rusia.

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