Chile se levanta en masa

 

Pablo Pablo Nyns, PSL/LSP (CIT en Bélgica)

Todo comenzó hace varias semanas, cuando el presidente de derechas Piñera declaraba en prensa que Chile era un oasis en América Latina y que el FMI elogiaba sus méritos. Miles de jóvenes de escuelas de secundaria protestaban masivamente contra una subida de 30 pesos del billete de metro (más o menos cinco céntimos de euro), «invadiendo» las paradas y abriendo las puertas.

En un país donde la mayoría de los trabajadores y trabajadoras gana menos de 500€/mes y donde el billete de metro cuesta 1 euro, tal subida era ya insoportable.

Los transportes absorben de media el 15% del salario en Chile. Los manifestantes reclaman sin embargo que esta revuelta de masas no va solamente sobre esos 30 pesos, sino sobre todo sobre estos últimos 30 años de vuelta a la «democracia», 30 años de falsas promesas de reformas sociales y democráticas por parte del conjunto de los partidos tradicionales, tanto de izquierdas como de derechas.

La constitución de la dictadura sigue estando en vigor, por ejemplo. El conjunto de los servicios básicos para la población están privatizados (el agua, los transportes, la educación, la sanidad, el sistema de pensión, etc.) y el porcentaje más rico de la población concentra un tercio de las ganancias entre sus manos. Frente la represión policial brutal contra la juventud, las manifestaciones han ido poco a poco reuniendo a estudiantes, trabajadores precarios de las ciudades y trabajadores en sentido amplio en la capital, Santiago, y posteriormente a lo largo del país.

Chile ha conocido numerosas luchas estudiantiles y de instituto desde hace una decena de años, especialmente en 2006 y 2011 a favor de la educación gratuita. Esto ha forjado una conciencia de combate entre toda la juventud chilena. Las viejas generaciones que aún tenían el recuerdo de los abusos de la dictadura militar contra los militantes se han entusiasmado con las nuevas generaciones y finalmente han vuelto a la lucha. Como dice un eslogan ahora popular en el país: «Ya no tenemos miedo».

En un primer tiempo, hubo destrucción y pillaje. En la mayoría de casos han sido en grandes supermercados, bancos, paradas de metro o peajes en carretera. Poco a poco, a medida que las manifestaciones se iban haciendo más grandes, los pillajes se convirtieron en algo aislado. Fueron firmemente condenadas por los manifestantes que venían en ellos frecuentemente una provocación de la policía y del ejército para dar la vuelta a la opinión pública a través de los medios de información dominantes.

Asimismo, se organizaron barricadas y bloqueos, especialmente en las ciudades regionales. EL viernes 18 de octubre, el sindicato principal de estibadores chilenos, la Unión Portuaria de Chile, entró en huelga y llamó a construir la huelga general. El gobierno de Sebastián Piñera, oliéndose que perdía el control de la situación, anunció el mismo día a media noche la congelación de la subida del billete de metro pero también el estado de urgencia constitucional en la capital. Esto permitió restringir los derechos democráticos fundamentales como la libertad de reunión, algo que no había pasado desde la vuelta de la «democracia». Por otra parte, instauró un toque de queda de 19h a 6h y sacó al ejército a la calle con la autorización de proceder a arrestar o incluso a usar las armas para reprimir la revuelta. 

Según las cifras oficiales 18 personas murieron ese día. Se cuentan varias centenas de personas heridas y 2500 arrestos. Se habla igualmente de casos de tortura y violaciones. La utilización de militares y del toque de queda contra los manifestantes ha supuesto un enorme shock. Enseguida se ha relacionado con el periodo de la dictadura y eso ha sido un catalizador para la movilización, que ha ganado en potencia mientras que el gobierno se ha debilitado y ha sido tomado por la incertidumbre.



La fuerza del movimiento sacude al gobierno

El sindicato de enseñanza se puso en huelga, la mina privada más grande del mundo también, las organizaciones indígenas mapuches se unieron al movimiento y ha habido un llamamiento a una huelga general de 48h de la parte de una treintena de organizaciones sociales y sindicales chilenas para los días 23 y 24 de octubre, entre otras por la organización de lucha contra las pensiones privadas y por la coordinación feminista del 8 de marzo.

El conjunto de los sectores que han entrado en lucha estos últimos años está coordinándose y las manifestaciones fueron las más grandes que el país hubiera conocido. La cólera ruge hasta en los barrios más acomodados mientras los cantos del revolucionario Víctor Jara, asesinado por la dictadura, resuenan durante las noches de toque de queda. De hecho, su canción «El derecho de vivir en paz» se ha convertido en uno de los himnos del movimiento en respuesta al presidente, que declara estar en guerra.

Frente a tal fuerza, el gobierno se ha visto forzado a retroceder y pedir perdón. Ha prometido aumentar en un 20% la pensión de base, otorgar una renta básica mensual mínima de 350.000 pesos, reducir el precio de los medicamentos, congelar el aumento del precio de la electricidad e incluso bajar el salario a los parlamentarios. Paralelamente, intenta construir una «unidad nacional» con los otros partidos de la oposición. Pero para los chilenos, es demasiado poco, y llega demasiado tarde.

Piñera está ahora completamente desacreditado y las primeras reivindicaciones del movimiento son su dimisión al igual que la retirada de los militares de las calles. Una reivindicación primordial del movimiento es también la creación de una asamblea constituyente para acabar con la constitución neoliberal de Pinochet. Pensamos que la convocatoria de una asamblea constituyente libre y soberana es una reivindicación clave. Por otro lado, la huelga general debe continuar, ampliarse y organizarse. Las primeras asambleas y coordinaciones están formándose. Esto debe ser la prioridad actual en todas las escuelas, centros de trabajo y barrios en lucha para que el movimiento pueda estructurarse democráticamente desde la base, sin burocracias sindicales o arribistas políticos.

Tal movimiento podrá hacer caer el gobierno, barrer las políticas neoliberales e instaurar una Asamblea Constituyente de los trabajadores y del pueblo. ¡Esto asentaría las primeras bases de una reconstrucción de Chile con un gobierno anticapitalista y socialista! Eso sería visto como un ejemplo en América Latina para la construcción de una federación latino-americana socialista y democrática.

Chile: ¡Que salgan Piñera y lo que queda de la dictadura!

 

Actualización después de la Huelga General del 23-24 de octubre

La juventud, los trabajadores y el pueblo chileno están mostrando el camino a todos los pueblos latinoamericanos. No hay salida para los que sufren el desempleo, la precariedad, la privación de derechos y la destrucción de los servicios públicos más allá de la lucha. El neoliberalismo es derrotado en las calles, con huelgas, en la movilización que desafía el poder establecido.

 

Tras el levantamiento popular, reforzado por la huelga general convocada ayer y hoy (23 y 24 de octubre), el cínico presidente Piñera salió a disculparse, agitando la cancelación del reajuste de las tarifas eléctricas, el aumento de las pensiones y otras medidas para tratar de contener la ira popular. El aumento de las tarifas de transporte, el principal detonante de las luchas, ya había sido cancelado por el gobierno.

 

Pero junto con eso, Piñera no sólo mantuvo el estado de emergencia, sino que incluso extendió el toque de queda. La salvaje y cobarde represión de los carabineros y del ejército contra la población representa un grave revés desde el punto de vista democrático. Estos son los métodos de la dictadura pinochetista que están tomando forma. El número de muertos, heridos, encarcelados y desaparecidos aumenta cada día.

 

Aun así, nada de esto contenía la lucha popular. Ni las tímidas concesiones ni la represión impidieron las grandes manifestaciones y huelgas en sectores importantes como los puertos, los mineros, la educación, la salud y muchos otros. Los mapuches y las comunidades indígenas también se están movilizando. Las mujeres vuelven a estar a la vanguardia de la resistencia a pesar de toda la represión. Los jóvenes siguen desempeñando un papel central en el movimiento.

 

Es necesario repudiar las maniobras para detener el movimiento y vaciarlo mediante negociaciones inútiles con este gobierno asesino. «Fuera Piñera, sus políticas neoliberales y su sistema político podrido» – esto es lo menos que se debe exigir.

 

Para avanzar, el movimiento necesita organizarse a nivel de base, a través de comités de lucha en los barrios, los lugares de trabajo y el estudio. De esta manera, sin el freno de la burocracia sindical, será posible construir las condiciones para una huelga general activa hasta la caída de este gobierno.

 

Junto con Piñera, las políticas neoliberales y el régimen político que mantiene la misma Constitución de la época de la dictadura deben caer. La defensa de una Asamblea Constituyente libre, soberana, verdaderamente democrática, popular y organizada por las bases es la forma de reconstruir completamente el país. De esta manera, será posible construir un gobierno de los trabajadores y del pueblo que pueda adoptar un programa anticapitalista y socialista!

 

Puerto Rico, Ecuador, Haití, Chile,…. La rebelión popular y la lucha de los trabajadores se extienden por toda América Latina. En Brasil no será diferente. Es necesario unir estas luchas y señalar una alternativa conjunta a la crisis del sistema capitalista – para una Federación Socialista de América Latina.

Leave comment

Your email address will not be published. Required fields are marked with *.