Català



05/11/2014, Ángel Morano, SR Badalona


La izquierda en Badalona vive
actualmente una situación tan peculiar como paradigmática. Peculiar porque en
pocos sitios se puede dar el caso de que se presenten a las próximas elecciones
municipales hasta cuatro candidaturas de izquierdas, todas con la pretensión,
por lo menos sobre el papel, de ser unitarias y rupturistas. Paradigmática
porque se puede encontrar en la situación de la izquierda en Badalona todos los
vicios y virtudes que ahora mismo hay sobre la mesa en la izquierda tanto a
nivel local, como nacional y estatal.

Cuatro candidaturas, decíamos: la
típica coalición ICV-EUIA, el X Guanyar Badalona, la Crida per Badalona, y lo que
pueda surgir del entorno de Podemos. ICV, EUiA, PSUCviu, PCC, Revolta Global,
CUP, Procés Constituent, Podemos y una decena de movimientos sociales forman
parte de este cóctel. El posicionamiento nacional, la forma de afrontar la
unidad y el funcionamiento interno son factores que se entrecruzan. Cada una de
las diferentes propuestas que hay ahora mismo encima de la mesa responde a
todas estas contradicciones. Sin duda que el desarrollo de los acontecimientos
irá reduciendo esas candidaturas según se vaya acercando la cita electoral,
pero a día de hoy parecen haber más barreras que puentes entre ellas.

Badalona, a pesar de contar
actualmente con uno de los alcaldes más reaccionarios de todo el estado, tiene
una larga tradición de luchas obreras y vecinales. Barrios enteros fueron
dignificados a golpe de manifestación. El PSUC jugó un papel importantísimo en
todo ello durante la etapa final del franquismo y los primeros años de
“democracia”. Las asociaciones de vecinos fueron instrumentos superpotentes que
hacían temblar a los poderes locales. Ese ADN no se puede borrar de un plumazo,
pero si que es cierto que la coronación del capitalismo como “vencedor de la
historia” a principios de los noventa, la consolidación del estado del
bienestar y el boom económico de principios del XX tuvieron un impacto enorme
en la conciencia de la población y especialmente en todos los instrumentos que
habían sido útiles para las luchas anteriores. Tanto las asociaciones de
vecinos, como los partidos de referencia (ICV-EUIA), arrastrados por sus
direcciones, pasaron a formar parte del sistema y dejaron la tradición heredada
de lucha militante por una estrategia de gestión amable del capitalismo. Así
vimos a ICV-EUIA participando en gobiernos de coalición con partidos del
sistema, siempre las mismas caras, las mismas políticas. Así vimos a las asociaciones
de vecinos vaciarse de contenido y de socios, envejecer hasta el punto de la
casi desaparición.

Estos instrumentos se vieron superados
por la llegada de la crisis y eso se visualiza claramente en la  situación actual. Los movimientos sociales surgidos
en la ciudad tras el 15-M (la PAH,
la Asamblea
de Parados, la Auditoría
de la deuda, el Àgora Ciudadana, entre otros) vinieron a ocupar el hueco que
dejaron las asociaciones de vecinos y aportaron frescura y dinamismo a las
luchas al mismo tiempo que atraían a una capa nueva de activistas.

En el plano político, el hueco que no
han sabido cubrir las direcciones de la vieja coalición ICV-EUIA es el que
ahora se disputan los nuevos actores, apoyándose en los nuevos movimientos
sociales y con la llegada al primer plano de la izquierda independentista de la
ciudad y de Podemos.

Es evidente que toda esta frescura traída
por los últimos años de lucha ha de ser el motor del cambio social que
anhelamos, pero sería un error obviar la importancia que tuvieron y todavía
tienen las principales organizaciones de izquierda del estado como principales
herederas de las luchas del pasado: EUiA a nivel local y nacional y IU a nivel
estatal. Estas organizaciones, aunque son percibidas por la mayoría como un
actor más del sistema, no son monolíticas y por debajo de las políticas
erróneas de sus direcciones hay un nutrido grupo de militantes que lucha
internamente por enderezar el rumbo de la organización, siendo totalmente
conscientes de que eso pasa por un cambio radical en las formas de hacer
política, por estar más pegados a la calle y olvidar la política derrotista de
pactos con la socialdemocracia para gestionar las migajas que la crisis
capitalista nos concede. Del resultado de estas luchas en el seno de las
organizaciones tradicionales de izquierda depende en buena medida el éxito de
los procesos de unidad que se están desarrollando.

Todo este coctel está encima de la
mesa ahora mismo y la superación de esas contradicciones se presume complicada.
Pero ese, no es ni siquiera el peor de los vicios.

Entre disputas internas y externas y
un enfoque demasiado centrado en el plano electoral el debate programático se
pierde, incluso llega un punto en el cual parece que no sea relevante, como si
fuera suficiente con construir la unidad para ganar el ayuntamiento e iniciar
la transformación de la ciudad. Todo proceso de confluencia parte de un acuerdo
programático mínimo, totalmente necesario, pero se convierte en una herramienta
inocua sino se desarrolla dicho programa, y sobre todo, si no se tiene claro
cuál es la forma de llevarlo a cabo. Las limitaciones de las competencias
municipales, así como sus fuentes de financiación hacen imposible ejecutar un
programa realmente transformador siguiendo los estrechos márgenes de la legislación.

Si algo ha quedado claro en el último
periodo es que, bajo el capitalismo, para poder disponer de los derechos más
básicos y fundamentales es necesario hacerlo a través de la desobediencia y la
movilización. Pongamos como ejemplos el derecho a una vivienda digna y los
derechos nacionales. Si no puedes pagar la hipoteca, o utilizas dichas
herramientas o te vas a la calle. Si quieres votar para ejercer tu soberanía,
el estado de derecho no te lo va a permitir.

Tanto para llevar a cabo la unidad de
forma satisfactoria como para superar los problemas programáticos que ésta
tendrá que afrontar es necesario que los elementos más combativos sean
conscientes de estas contradicciones y trabajen conjuntamente para superarlas,
llevando los debates sobre ellas a todos los foros relevantes y abriendo el
plano para no ver la situación simplemente en clave electoral. Desobediencia y
movilización pueden verse impulsadas por la presencia en las instituciones,
pero solo son efectivas si existe paralelamente un proceso de empoderamiento
popular desde la base que las haga masivas. Esto no significa que haya que
abandonar la idea de una candidatura única de la izquierda, sino que esta no
tiene sentido sino se la llena de contenido político y no se la prepara para la
movilización masiva necesaria para llevar a cabo las reivindicaciones de los
movimientos sociales e iniciar la verdadera transformación social.

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