16/02/2015, Dani Casanovas, SR Barcelona

Català


Mucho se ha hablado de Podemos en los últimos tiempos. Desde las páginas de La Brecha hemos analizado los orígenes de su nacimiento y su explosivo ascenso en las encuestas, enraizado en la profundidad de la crisis del régimen capitalista de 78 y en la política fallida de la izquierda y el movimiento obrero tradicional. Sin embargo, en este artículo nos centramos más en un análisis crítico de la nueva formación y sus perspectivas. En todo caso, es un análisis motivado no por una voluntad hostil hacia el movimiento por el cambio – como son aquéllos de los portavoces del sistema – sino por un deseo de contribuir a su desarrollo exitoso, desde un punto de vista marxista revolucionario.

Se trata de profundizar el debate sobre qué estrategia política es necesaria para sacar partido – como clase y movimiento – de las oportunidades históricas que el momento actual nos presenta y para cambiar las cosas de verdad. Podemos ha mostrado – al igual que Syriza – que es posible ganar. Esto es importantísimo, sobretodo teniendo en cuenta la visión derrotista en la que la burocracia de IU y los sindicatos se han basado en los últimos años. No es suficiente con conseguir un 10% de votos para pactar con el PSOE o con quien sea. Pero, hay que decir que no sólo es cuestión de ganar, sino de cómo, para qué y con qué política y estrategia. Son estas las cuestiones que ahora deben ser discutidas sobre Podemos.

¿Es Podemos el pueblo?


Empecemos por la estrategia básica de la formación. ¿A quién representa Podemos? Podemos es el pueblo, según dicen Pablo Iglesias y otros dirigentes. Según el ideario de Pablo y Cía., Podemos es el pueblo porque refleja su voluntad, y porque “el pueblo” es su órgano básico y fundamental que se pronuncia (en primarias online) sobre las decisiones importantes internas de la organización. Sin duda, se acierta en lo primero: el crecimiento de Podemos refleja la voluntad mayoritaria del pueblo de castigar y echar a la camarilla de políticos vendidos del régimen de 78.

También refleja su voluntad de acabar con la austeridad y la miseria impuesta por el capitalismo en crisis en los últimos anos. Es en esta cuestión donde llegamos a los límites de la idea de expresar la voluntad de todo “el pueblo”. ¿No hay “pueblo” que apoya la austeridad? Pues es evidente que hay pueblo que se ha lucrado mucho de ella – los banqueros y grandes accionistas a los que se paga la “deuda” nefasta en nombre de la cual sufrimos, por ejemplo. Así aclaramos que el concepto de pueblo con el que los activistas de los movimientos sociales se identifican tiene que ver únicamente con el pueblo trabajador, el pueblo mayoritario que sufre el impacto de la austeridad y la crisis, enfrentado – hoy como siempre – al pueblo minoritario que se beneficia de ellas.

En este sentido el fenómeno de Podemos refleja y expresa – al contrario de lo que dicen algunos de sus portavoces – la lucha de clases, factor fundamental en la sociedad capitalista. En este sentido son muy preocupantes los discursos de determinados dirigentes de Podemos, que pretenden fomentar la idea de la defensa de un pueblo unitario “nacional”, incluyendo a los “buenos” grandes empresarios, etc. El secretario general de Podemos en Madrid llegó a situar a la familia Botín dentro de ese saco de ¡capitalistas “buenos”! La claridad en torno a quienes (o a que clase) representamos políticamente es fundamental para una organización política, y puede suponer la diferencia final entre un enfoque político capaz de llevar a cabo la ruptura democrática revolucionaria con el régimen de 78 o un enfoque centrado en reeditar dicho régimen con una cara un poco más amable. Una fuerza política sólo puede representar o a los Botín (para quienes el sistema fue diseñado) o al pueblo trabajador, no a ambos.

¿Cómo dar protagonismo al pueblo trabajador? La estructura de Podemos

Por otra parte, tenemos que analizar los mecanismos por los cuales el pueblo trabajador puede ejercer su voluntad a través de Podemos. El discurso de los dirigentes de Podemos sostiene que el pueblo es su principal protagonista, a través de la “asamblea ciudadana” (online). Esta asamblea elige al Secretario General de Podemos y a sus órganos de dirección, además de previsiblemente pronunciarse sobre otros elementos importantes a través de consultas electrónicas. Sin embargo, los marxistas revolucionarios sostenemos que el protagonismo genuino del pueblo pasa por más que eso.

El protagonismo de los trabajadores pasa por su implicación y control directo sobre una formación. Esto significa implicarse activamente en todos los niveles, no sólo votar al partido o en sus consultas electrónicas. Los círculos de Podemos en un principio ofrecían una oportunidad valiosísima para ir construyendo ese protagonismo popular. A través de los círculos (o sea, asambleas democráticas) en sus barrios y lugares de trabajo, decenas de miles de trabajadores podrían entrar activamente en la vida política, discutiendo y decidiendo la estrategia política de su propio movimiento. Círculos locales, vinculados democráticamente a nivel regional y estatal podrían haber servido como los pilares fundamentales de Podemos, enraizando la formación en los barrios y núcleos de trabajo. No sólo Podemos, sino toda la izquierda, y todo el movimiento obrero debería estructurarse y organizarse así para fomentar la entrada en masa del pueblo trabajador en la actividad política. La estructura actual de Podemos, que limita el protagonismo de los trabajadores a la posibilidad de votar candidatos a una dirección que después es la que tiene el protagonismo real en el actuar del partido, no se ajusta a lo anterior y cae en el peligro de reproducir y perpetuar la cultura política vigente, en la que representantes sabios (que por cierto, suelen proceder más veces del mundo académico que del mundo de trabajo) hacen política en nombre del pueblo trabajador.

Lecciones de la marcha del cambio

En la reciente marcha del cambio decenas de miles de personas respondían al llamado de Pablo y Cía. para salir a las calles. El hecho de que un partido político movilice a la gente de esta manera es muy bienvenido. Sin embargo, como ha mostrado el fracaso de la policía sindical mayoritaria de los últimos años, es imprescindible que la movilización sea organizada, sostenida y activa. Una movilización como la del 31-E tiene que ser punto de partida de un plan sostenido de movilización de la que posibles victorias electorales pueden ser una expresión pero no el todo. Movilizar decenas de miles de personas para después mandarlas a casa hasta las elecciones no basta.

Además, al fin y al cabo, un gobierno de izquierdas sólo puede llevar a cabo las medidas que puede también defender en la calle. En Grecia, las reformas importantes que ha anunciado el nuevo gobierno de Syriza – como el aumento del salario mínimo o la readmisión de funcionarios despedidos,… – no han caído del cielo, sino son resultado de una resistencia heroica por parte de la clase trabajadora. La antesala del cambio político en Grecia ha sido más de 30 huelgas generales en menos de 5 años. Y es más, el grado hasta en que el gobierno actual – que intenta moverse entre las demandas del pueblo y las reivindicaciones de los mercados – cumpla con sus promesas dependerá de hasta que punto esta lucha y movilización continúen y se intensifiquen.

La cuestión de la movilización y autoorganización del pueblo, mas allá de movilizar su voto, tampoco es una cuestión abstracta o académica, sino una cuestión vital para las perspectivas. Cualquier gobierno que sea realmente del cambio, o sea, que pretenda desafiar a la austeridad y al sistema en su totalidad, necesita hacer mucho más que ganar unas elecciones. Sólo con esto se entraría en un “choque de trenes” con los poderes actuales, cuyo dinero y propiedad de los sectores estratégicos de la economía valen mucho más que su mayoría en el parlamento. La fuerza capaz de disputarles ese poder se encuentra, no en el parlamento, sino en las calles y las empresas. La organización y movilización masiva del pueblo trabajador es una preparación vital para esa eventualidad, y por eso tiene que asumir un papel central en el desarrollo de una fuerza política por un cambio real. Además, es el campo de preparación de la clase trabajadora organizada de cara a jugar un papel fundamental en el gobierno y la gestión de la sociedad.

¿Adaptarse al contexto o cambiar el contexto?

El hecho de que el verbo “ganar” haya entrado en el vocabulario de la izquierda y movimientos sociales es claramente un enorme paso adelante. Pero cuando hablamos de ganar, ¿de que estamos realmente hablando? ¿De que gane las elecciones un partido que nos gusta? ¿O de ganar más derechos, mejores salarios, una vida digna o el control sobre nuestras vidas? Si Podemos gana las elecciones, será porque la población vera en Podemos una herramienta útil para conseguir estas cosas. Si Podemos es capaz de ser un éxito – de “ganar” – en este sentido, depende del programa que defiende y como lo piensa implementar.

Las grandes líneas del programa necesario son bastante sencillas y conocidas por todos. La anulación de los recortes de Rajoy y Zapatero, garantizar el derecho a la vivienda mediante una política de alquiler social del parqué de viviendas vacías, la inversión masiva en puestos de trabajo dignos, … Y por cierto, hay que recordar que Podemos surge sobre de la base de un programa más o menos así, en las elecciones europeas.

Pero, como todos sabemos, los programas son más complicados que eso. Pablo y Cía. tienen razón cuando dicen que su programa también tiene que depender del contexto, del margen de maniobra y de los recursos con los que se cuenta. El contexto actual es la crisis capitalista en la que el capitalismo exige austeridad, lo que no da margen para las políticas necesarias mencionadas. Entonces la cuestión es: o cambias el contexto para posibilitar las
políticas necesarias, o cambias tus políticas adaptándolas al contexto. 
Hemos visto como principalmente la respuesta de Pablo ha ido por la segunda vía. La renta básica, jubilación a los 60, y otras medidas consideradas muy básicas han sido abandonadas en nombre de tener que adaptarse al “contexto” actual.

Pero, ¿qué significa el contexto? En realidad significa que los pilares del régimen de 78 y del capitalismo siguen intactos. El contexto del saqueo de las arcas públicas del estado para pagar la deuda y el contexto de los dictados de la Troika que dificultan la implementación de medidas progresistas. Todo eso es cierto, pero ese “contexto” hay que cambiarlo. ¿Alguien pensaba cuando se elaboraba el programa de reivindicaciones de los movimientos sociales que dicho programa iba a ser aceptado o facilitado por el gran capital? Es necesario decir la verdad al pueblo, prepararlo para lo que realmente será necesario para satisfacer sus reivindicaciones. En este caso, es evidente que las reivindicaciones no son viables en el “contexto” actual, o sea bajo el sistema actual. Pero eso no significa abandonar el programa sino suplementarlo con una perspectiva para cambiar el contexto y el sistema.

El contexto se cambiará repudiando la deuda ilegítima para gastar el dinero en lo que es necesario para la sociedad; con una reforma fiscal contundente para sacar la riqueza de los ricos y sus propiedades y ahorros; y con un programa amplio de nacionalización bajo control democrático de la banca y sectores estratégicos de la economía para tener herramientas para planificar la economía. Eso supone no sólo ganar las elecciones al PP sino también ganar la lucha de clases al capitalismo. Algunos dirán que es utópico, pero lo realmente utópico es pretender que los intereses de la sociedad actual pueden ser servidos por el sistema actual.

Se refiere muchas veces a una “correlación de fuerzas” desfavorable que imposibilita una perspectiva así. Es verdad que la correlación de fuerzas no nos es favorable en el consejo de gestión del BCE, ni del Banco Santander, ni en la Troika, pero es que nunca lo va a ser. La correlación de fuerza entre el 99% de trabajadores y el 1% de súperricos es bastante favorable, sólo tiene que ser expresada mediante la organización y la acción de esa inmensa mayoría con una hoja de ruta clara. En el mismo estilo, la amenaza de quedarse aislados internacionalmente puede ser cierta si pensamos en clave de gobiernos o de la comisión europea. Pero imaginemos cuan rápida y entusiasta sería la respuesta del pueblo trabajador en lucha en Grecia, Irlanda, Portugal y otros países ante la realidad de un gobierno de los trabajadores en el estado español. Sólo hay que ver la inmensa solidaridad popular que ha provocado la victoria de Syriza en Grecia.

Pablo Iglesias, en un discurso que se ha hecho muy conocido, publicado bajo el título “La izquierda puede ganar”, habló del callejón sin salida del dogmatismo, con toda la razón del mundo. Habló de como los líderes de la revolución rusa – que acabó con el capitalismo en 1917 – “no hablaron a las masas del materialismo dialéctico, sino del pan y de la paz”, lo que también es cierto. Pero lo que no aclara es que al mismo tiempo, los mismos líderes subrayaron constantemente que el pan, la tierra y la paz sólo se podrían conseguir entregando el poder político a los soviets – asambleas democráticas de los trabajadores y el pueblo, órganos básicos del gobierno soviético ruso.

Sembrar ilusiones en la posibilidad de conseguir pan, trabajo y techo hoy día en el estado español sin desafiar de fondo al régimen y al sistema es profundamente equivocado, no por “reformista” per se, sino porque desorienta a las masas y a los movimientos sobre las tareas que tienen delante y el carácter de la lucha que habrá que librar para conseguir las reivindicaciones.

La coyuntura actual y el crecimiento del propio Podemos significa que grandes capas de la población han llegado a la conclusión de que para avanzar hay que romper con el régimen de 78 y el sistema. Es el comienzo de un proceso en la consciencia que avanza en una dirección que puede llegar a conclusiones revolucionarias. El abandono del contenido rupturista del programa y discurso de la dirección de Podemos – y el nuevo discurso de “lo que el contexto nos permite” – corre el peligro de distorsionar ese proceso, y desviar los movimientos rupturistas hacia la no ruptura, sino a la reedición del régimen capitalista de 78.

Sostenemos que un amplio debate sobre estas cuestiones es necesario tanto dentro como fuera de Podemos, así como en el resto del movimiento y en todas las organizaciones que pretenden luchar contra el régimen de 78 hoy en día. No son cuestiones que afecten sólo a Podemos ni mucho menos. La formación de un polo revolucionario fuerte que luche por colocar políticas rupturistas en la primera línea del movimiento obrero y los movimientos sociales es una tarea importantísima del momento actual.

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