02/03/20120, Viki Lara, Socialismo Revolucionario Sevilla

Los dos últimos 8 de marzo en el estado español hemos vivido
enormes movilizaciones con más de 5 millones de trabajadoras y trabajadores en
huelga en 2018 y más de 6 millones en 2019, luchando juntos contra el machismo
y la desigualdad. Además, hemos vivido enormes manifestaciones que han llenado
las calles en localidades de todo el estado.

Por desgracia, los motivos para movilizarnos no se han
resuelto. Siguen asesinándonos solamente por el hecho de ser mujeres. Al
escribir estas líneas ya eran 13 (oficialmente) las mujeres asesinadas por sus
parejas o exparejas en lo que va de año, más de 1040 desde 2003, una de las
últimas en la provincia de Sevilla. Antes del asesinato viene el maltrato, con
más de 80.000 denuncias por violencia de género en 2019, una gran mayoría
presentadas a través de atestados policiales. También siguen violándolos y
abusando sexualmente de nosotras, de hecho este tipo de delitos es el que más
ha aumentado de 2017 a 2018.

Hemos avanzado mucho en la visibilización de la violencia de
género y la violencia sexual y tenemos que seguir luchando. Pero en los últimos
años también hemos visto el ascenso de la extrema derecha de la mano de Vox. Su
discurso racista, machista y homófobo no solamente ha entrado en las
instituciones, poniendo en duda los derechos de inmigrantes, mujeres y personas
LGTBI y atacando a sus organizaciones. Además, sus políticas se están abriendo
paso en los gobiernos autonómicos de Madrid, Andalucía y Murcia a través de los
gobiernos de coalición de PP y Cs que se han apoyado en este partido de extrema
derecha para llegar al poder.

Así están empezando por intentar imponer el “pin parental”,
una censura reaccionaria a la educación sexual y en igualdad que se dan en los
centros educativos, a partir de exageraciones o directamente de mentiras. Pero
al fin y al cabo lo que quiere es eliminar de la educación pública contenidos
tan importantes como la diversidad sexual o las relaciones en igualdad. Y hoy es
el pin parental pero vemos como también han conseguido imponer otras medidas
como la puesta en marcha de un teléfono contra la violencia “intrafamiliar”, y
los cambios en el sistema educativo para favorecer a la educación privada
concertada (aunque esta es también una política típica del PP).

Pero además de estos ataques ideológicos, también hemos
vivido innumerables ataques a nuestras condiciones de vida y de trabajo, sobre
todo a partir de la crisis económica de 2008 pero también antes. Así la gran
reducción de los derechos laborales y el abaratamiento del despido se traduce
en altas cifras de paro (más de 3 millones en todo el estado), contratos
temporales (más del 25% de los trabajadores) que en el caso de los contratos de
menos de 7 días se han duplicado desde que estalló la crisis, o trabajo a
tiempo parcial cuando se busca a tiempo completo (en más de la mitad de los
casos).

Somos además las mujeres las que más sufrimos esta
precariedad, ya que el patriarcado asume que somos las mujeres las que realizamos
la mayoría de los trabajos de cuidados, y se sigue viendo el salario de la
mujer como el complementario de un hombre.

Somos también las mujeres, o más concretamente las mujeres
trabajadoras, las que sufrimos mayoritariamente los efectos de los recortes en
los servicios públicos, especialmente en educación, sanidad y dependencia.
Porque los servicios que no se realizan de manera pública los acaban realizando
mayoritariamente las mujeres. Pero también porque los recortes y
privatizaciones sufridos en los servicios públicos afectan sobre todo a
trabajadoras que ven reducidas sus condiciones de trabajo y salarios.

Pero somos también las mujeres las que estamos en primera
línea en la lucha. Frente al inmovilismo de los últimos años de los sindicatos
mayoritarios, CCOO y UGT, la presión del movimiento feminista consiguió que
convocaran dos huelgas generales, aunque fueran parciales, y el apoyo de otros
sindicatos consiguió que estas se convirtieran en huelgas generales de 24
horas. Las enormes movilizaciones del 8 de marzo de 2018 y 2019, junto con las
movilizaciones en Catalunya, son las más importantes que se han dado en el
estado español en los últimos años. Y el movimiento feminista también ha
mostrado su fuerza los últimos 25 de noviembre, y también el resto del año,
respondiendo por ejemplo ante la primera sentencia vergonzosa a la “manada” y
consiguiendo que aumentaran sus penas y que los culpables entraran en prisión.
Sin estas movilizaciones sin duda también habrían sido imposibles avances como
las últimas subidas del salario mínimo.

El movimiento feminista no solamente ha estado al frente de la lucha en el Estado español sino también internacionalmente.

Argentina ha sido uno de los epicentros de esta lucha con manifestaciones de miles de mujeres contra los feminicidios y por el derecho al aborto. El feminismo también ha estado en primera línea de batalla contra Bolsonaro en Brasil y en este país, donde más asesinatos de personas trans se dan, ha vinculado su lucha con la del colectivo LGTBI por su derecho a su seguridad y a su vida. En muchos otros países como India, Polonia e Irlanda hemos visto movimientos feministas masivos luchando contra la violencia machista o por el derecho al aborto.

¡Hay que luchar por un cambio revolucionario!

Sin embargo, para garantizar una verdadera igualdad, tenemos
que hacer un cambio más fundamental, un cambio de sistema. Necesitamos revertir
todas las privatizaciones que se han dado en educación, sanidad, dependencia y
otros servicios públicos, para asegurarnos la calidad de estos servicios, y
unas condiciones y salarios dignos para sus trabajadores. La educación tiene
que reforzarse para incluir la educación afectivo-sexual en igualdad y que
incluya la diversidad sexual. Además, tomando en manos públicas los sectores
clave de la economía como energía, transporte, distribución de alimentos,
podremos garantizar las condiciones y servicios también dignos en estos
aspectos. Necesitamos tomar de nuevo en manos públicas las viviendas que se
regalaron durante la crisis a los fondos buitres, y nacionalizar la banca que
ha recibido miles de millones de euros, para poner sus recursos, incluyendo su
parque de viviendas vacías, al servicio de toda la sociedad, para poder
resolver el problema de la vivienda y realizar las inversiones necesarias en
servicios públicos. Pero esto no significa una simple nacionalización o
remunicipalización, sino la planificación, control y gestión de todos estos
recursos de forma democrática a través de asambleas de trabajadores, usuarios y
del resto de la sociedad.

Bajo el capitalismo, la lógica de los beneficios seguirá
empujando las privatizaciones, poniendo más presión a las mujeres para hacerse
cargo de los cuidados, la especulación que dispara los precios de los
alquileres, las políticas laborales que provocan la precariedad y la pobreza de
muchos trabajadores, y las divisiones por razones de sexo, orientación sexual,
origen, etc que justifican que se discrimine a algunos grupos que sufren
violencia de todo tipo, más paro, peores condiciones de trabajo o peor acceso a
servicios públicos.

Por eso, la lucha de las mujeres por la igualdad es la lucha
de las mujeres de la clase trabajadora, y el feminismo debe ser un feminismo
anticapitalista y revolucionario. El feminismo liberal, defendido por las
mujeres burguesas y sus partidos, no responderá a nuestras verdaderas
necesidades, y pondrá límites presupuestarios, institucionales, etc. a nuestras
aspiraciones.

Nuestros aliados en esta lucha, en cambio, son los hombres
trabajadores, las personas inmigrantes y LGTBI y todos los grupos oprimidos. Y
la movilización es el camino para alcanzar una sociedad de verdad igualitaria y
libre de toda discriminación.

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