10/02/2011

Hay que seguir la lucha decididamente para bloquear la reacción y completar la revolución

Robert Bechert, CIT

A pesar de los frenazos que se han dado, la batalla en Egipto está intensificándose y podría estar llegando a su punto culminante. Estamos en vísperas de lo que podría ser un nuevo punto de inflexión, las manifestaciones convocadas para el 11 de febrero. El debilitado régimen de Mubarak ha intentado desesperadamente desgastar la revolución a través de una combinación de concesiones menores y continuos intentos de represión.

Suleiman, la primera opción tanto de Mubarak como del imperialismo para hacer descarrilar la revolución, está ofreciendo unos pocos cambios simbólicos al sistema, que dejarían todas sus características principales intanctas, mientras lanza amenazas. La dimisión de Mubarak, una figura ahora muy desacritada, y su sustitución por Suleiman o algún otro miembro del viejo régimen, no va a cambiar fundamentalmente nada o satisifacer el movimiento.

La arrogancia de Suleiman parece no conocer límites, ya que parece estar intentando justificar el rechazo del régimen de permitir unas verdaderas elecciones libres con el argumento de que los egipcios “no están preparados” para la democracia. Más inquietamente es el hecho de que amenazó con un golpe de estado y represión cuando piadosamente dijo: “No queremos tratar a la sociedad egipcia con métodos policiales”. ¡Qué amable! El antiguo director de inteligencia del estado policial de Mubarak dice a la población que no “quiere” represión, pero que podría sentirse forzado a usarla si no se callan y paran las protestas.

Sin embargo, en lugar de intimidar a la oposición, la aparente determinación del régimen por continuar ha profundizado la movilización revolucionaria.

Un gran número los egipcios, especialmente los trabajadores y jóvenes, están aprendiendo y sacando conclusiones revolucionarias de sus experiencias. Los eventos de los últimos días – la negación de Mubarak a dimitir, el ataque a la Plaza Tahrir, las batallas en diferentes ciudades y pueblos fuera de Cairo, los continuos arrestos de activistas por parte de las fuerzas de seguridad y, por último, pero no menos importante, las amenazas de Suleiman – han llevado a un número creciente a concluir que se necesitan acciones más decididas para librarse no solamente de Mubarak sino de todo su podrido régimen. Y esto cuando el pasado martes (8 de febrero) el número de manifestantes fue el mayor hasta ese momento y estuvo acompañado por el comienzo de una ola de huelgas a través de Egipto.

Cada vez que el movimiento ha hecho una pausa para tomar aire, o cuando los dirigentes ven la más mínima oportunidad, el régimen intenta contraatacar o amenaza a la oposición. El fracaso del ataque del 3 febrero por parte de secuaces de Mubarak a los protestantes de la Plaza Tahrir no ha sido el fin de la represión. Los opositores están siendo arrestados y desaparecen, mientras que los ataques a los periodistas, especialmente a los extranjeros, se han convertido en la norma.

Pero contrariamente a lo que el régimen esperaba, esto no ha conseguido reprimir o detener el movimiento. Al contrario, estas acciones del régimen solamente están ayudando a radicalizar el movimiento de masas y extender una revolución en desarrollo a través del país. En estos días, mientras más trata el viejo régimen de seguir en pie, más se radicalizará el movimiento. La determinación de acabar con el régimen está creciendo de tal manera que, hasta ahora, los llamamientos del gobierno de volver a la “normalidad” están siendo ignorados y han sido vistos como intentos de permanecer en el poder. La cuestión sobre cuánto pude durar este estado de ánimo está abierta, pero en este momento se está abriendo una importante nueva etapa con la entrada de la clase trabajadora en la lucha colectiva, no simplemente participando como individuos en las protestas, sino actuando como clase con un impacto poderoso y una velocidad colosal mientras las huelgas se desarrollan a lo largo del país.

Estas huelgas no se han producido solo por demandas económicas y sociales, sino también para extirpar a los elementos pro-régimen de los sindicatos oficiales y de compañías como Telecom Egipto. En algunos lugares de trabajo – como en Schweppes, Textiles del Nilo y el Canal de Suez entre otros – los trabajadores están ocupando sus  lugares de trabajo u organizando sentadas fuera de las oficinas centrales. En otras zonas, se bloquean carreteras y vías férreas y en algunas ciudades, como en Aswan y Puerto Said, los manifestantes han atacado edificios gubernamentales.

Más significativamente, una gran reunión de trabajadores del metal de Helwan han publicado un llamamiento que ha circulado ampliamente para que los trabajadores se manifiesten en la Plaza Tahrir este viernes (11 de febrero) y demandando lo siguiente:

1. La inmediata dimisión del presidente y de todos los hombres y símbolos del régimen.

2. La confiscación de los fondos y propiedades de todos los símbolos del antiguo régimen y de todo probado corrupto.

3. Los trabajadores del hierro y el acero,  entre los que hay mártires y militantes, hacen un llamamiento a todos los trabajadores para que se rebelen contra el régimen y la federación oficial de partido de los trabajadores, desmantelarlos y anunciar un sindicato independiente inmediatamente, y planear una asamblea general para establecer libremente su propio sindicato independiente sin ningún permiso previo o consentimiento del régimen, que ha caído y perdido su legitimidad.

4. La confiscación de las compañías del sector público que han sido vendidas o cerradas o privatizadas, al igual que el sector público que pertenece al pueblo, y su nacionalización en nombre de la gente y la formación de una nueva dirección de los trabajadores y técnicos.

5. La formación de comités de control de los trabajadores en todos los centros de trabajo, que controlen la producción, precios, distribución y salarios.

6. Una asamblea general de todos los sectores y tendencias políticas para desarrollar una nueva constitución y elegir un genuino comité popular sin tener que esperar por el consentimiento o la negociación del régimen.

Una enorme manifestación de trabajadores se unirá a la Plaza Tahrir el viernes 11 de febrero de 2011, para unirse a la revolución y anunciar las demandas de los trabajadores de Egipto.

¡Viva la revolución!

¡Vivan los trabajadores egipcios!

¡Viva la intifada de los jóvenes egipcios! ¡Por una revolución del pueblo y para el pueblo!

Esta declaración indica que tanto la clase dirigente egipcia como el imperialismo cada vez están más desesperadores por contener el movimiento. Hillary Clinton habló del peligro de que la revolución fuera “secuestrada”, pero esto es precisamente lo que EEUU y otros gobiernos están haciendo cuando tratan de contener la revolución y evitar que desafíe sus intereses estratégicos en Oriente Medio y el propio capitalismo.

Ahora, más que nunca, la cuestión es: ¿Cómo acabar con el régimen?

Se necesita una estrategia clara para mantener el “momentum”. Como escribimos el 8 de febrero: “Para que tenga éxito, una revolución – incluso un levantamiento espontáneo o la insurrección que hemos visto en Túnez y en Egipto – necesitan mantener su impulso yendo de una victoria a otra” (artículo en inglés en: http://www.socialistworld.net/doc/4834). El movimiento ya ha creado elementos de un “poder dual”, pero lo importante ahora es ganar el poder real. Hoy, se está poniendo sobre la mesa la cuestión del derrocamiento del gobierno, incluyendo la toma de edificios clave – como el palacio presidencial, los ministerios de interior y defensa y las televisiones – junto con el llamamiento a los miembros rasos de las fuerzas armadas para que apoyen la revolución. Sobre esta base, se pueden ganar genuinos derechos democráticos, incluyendo el establecimiento de un control democrático de los medios de comunicación y su apertura a todas las fuerzas políticas y sociales que apoyan la revolución.

Para seguir adelante, se deben generalizar los pasos ya tomados para formar y vincular comités locales y verdaderas organizaciones independientes de los trabajadores. Un llamamiento claro para la formación de comités en todos los centros de trabajo, comunidades y de soldados rasos tendría una respuesta muy amplia. Estos cuerpos podrían coordinar la resistencia al régimen, mantener el orden y el abastecimiento y, más importante, ser la base de un gobierno de representantes de los trabajadores y los pobres que aplasten los restos de la dictadura, defiendan los derechos democráticos, y comiencen a responder a las necesidades económicas y sociales de las masas egipcias.

Las demandas de los trabajadores del hierro y acero en Helwan y otros trabajadores son unas bases para la acción. Plantean un desafío decisivo al viejo orden y al capitalismo, pero no pueden ser completadas sin romper con el imperialismo y derrocar al capitalismo. El llamamiento de los trabajadores de Helwan por una “revolución del pueblo y para el pueblo” solo puede realizar a través de un movimiento de masas que lleve al poder a un gobierno de representantes de los trabajadores y pobres.

Sin embargo, desafortunadamente muchas secciones de la izquierda actual egipcia, aunque plantean muchas importantes demandas democráticas, económicas y sociales, no plantean claramente la idea de un gobierno que rompa con el capitalismo. Mientras la gran mayoría de la izquierda rechaza la negociación con el régimen de Suleiman y Mubarak, no se oponen claramente a colaborar, o apoyar desde fuera, algún otro tipo de gobierno de “transición” que incluya a elementos pro-capitalistas. Este sería un error muy peligroso porque cualquier gobierno que incluya a capitalistas naturalmente intentará salvaguardar el futuro del capitalismo en Egipto. Y esto pasaría con cualquier gobierno cuyo principal rol declarado sea simplemente organizar elecciones porque tendría que gobernar el país hasta que se celebren estas elecciones. Esta es la lección de muchas otras revoluciones – como Rusia después de febrero de 1917 o la España de 1936 – que gobiernos como estos no pueden responder a las demandas de la clase trabajadora y son usados por las clases dirigentes como un medio para tratar de romper la revolución y asegurar la continuación de su poder. La izquierda debe ser clara: las demandas de los trabajadores, los pobres y los jóvenes no pueden conseguidas a no ser que el antiguo régimen sea completamente eliminado; el capitalismo no puede ofrecer un futuro a la sociedad egipcia; rechazo a cualquier coalición de gobierno con pro-capitalistas; por un gobierno de los trabajadores, los campesinos y los pobres.

La revolución está creciendo enormemente, ahora es el momento de concentrar sus fuerzas para derrocar al régimen, dar fin a décadas de represión y abrir el camino a un Egipto democrático socialista.

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