La responsabilidad de la trágica autoinmolación de Aaron Bushnell recae en la horrible guerra del Estado israelí en Gaza, y en el imperialismo estadounidense y occidental que financia el desastre en la región. Es un agudo recordatorio de la urgencia de que las protestas mundiales contra la guerra se intensifiquen con una mayor resistencia social y huelgas laborales para cerrar el sistema para conseguir un alto al fuego permanente.

Por Kailyn Nicholson y Kshama Sawant, Socialist Alternative (ASI en EEUU)

La muerte por autoinmolación de Aaron Bushnell es una expresión extrema de la desesperación que sienten millones de trabajadores y jóvenes de Estados Unidos y a lo largo de todo el mundo al acercarse el quinto mes del brutal asalto del gobierno israelí en Gaza. A pesar de un movimiento de protesta mundial de millones de personas y de la demanda de un alto al fuego permanente que crece en popularidad cada día, el régimen de Netanyahu ha podido continuar su asalto contra los palestinos en Gaza. Al mismo tiempo que defiende de palabra la idea de una desescalada, el gobierno de Biden ha seguido proporcionando cobertura política, armas y financiación a la guerra.

Más de un millón de estadounidenses han protestado contra la guerra del Estado israelí en Gaza desde octubre, y el 67% pide un alto al fuego permanente y una desescalada de la violencia en la región. Sindicatos importantes como el UAW, cuyos miembros obtuvieron importantes logros el año pasado mediante una huelga histórica, han aprobado resoluciones pidiendo un alto al fuego. En total, los sindicatos estadounidenses que piden un alto al fuego representan a más de 9 millones de afiliados, más de la mitad de la clase trabajadora sindicalizada del país. Algunos trabajadores y sindicatos también se han negado valientemente a cargar armas en barcos con destino a Israel. Sin embargo, nada de esto ha sido suficiente para forzar la mano del régimen de Biden, los partidos Demócrata y Republicano, y el imperialismo estadounidense.

En muchos casos, las protestas y manifestaciones masivas a favor de un alto al fuego también han sido reprimidas activamente por la policía, enfrentado a acusaciones generales de antisemitismo y a ataques descarados de la derecha, como en la Universidad de Harvard. Una represión similar han sufrido las protestas contra la guerra en otros países como Francia y Alemania.

La responsabilidad de la muerte de Aaron Bushnell recae sobre el Estado israelí, la administración Biden y el imperialismo estadounidense. Su trágica autoinmolación es sintomática de una búsqueda urgente por parte de millones de personas que se sienten completamente bloqueadas debido a la incapacidad de las protestas para obligar a Netanyahu, al Estado israelí, a Biden y al imperialismo estadounidense y occidental para detener la guerra y la brutal matanza del pueblo palestino. También refleja fundados temores de que las cosas se muevan en la dirección opuesta, hacia una guerra más amplia que envuelva Oriente Medio a medida que los bloques liderados por Estados Unidos y China en la Nueva Guerra Fría intervengan cada vez más para defender sus intereses en la región.

Es comprensible que la acción de Bushnell sea vista como heroica por algunos trabajadores y jóvenes que quieren que termine la matanza de palestinos. Y a pesar de la absurda búsqueda por parte de los principales medios de comunicación de una respuesta sobre por qué lo hizo, de las últimas palabras de Bushnell no queda duda de que su profunda angustia por la guerra en Gaza y su empatía por el pueblo palestino motivaron sus acciones. Muchos al interior del movimiento antibelicista lamentan la pérdida colectiva que supone que alguien tan profundamente afectado por el sufrimiento humano no sintiera otra alternativa que quitarse la vida. Pero la historia demuestra claramente que los actos individuales de destrucción y autodestrucción nunca son una amenaza viable para las masivas instituciones del imperialismo y capitalismo a las que nos enfrentamos. Nuestro poder está en la acción organizada como clase trabajadora y juventud, y en nuestra capacidad de actuar en coordinación para cortar el flujo de dinero y armas a los gobiernos que facilitan esta guerra.

Aunque los sucesos impactantes y perturbadores pueden servir de detonante para una revuelta masiva, siempre se da el caso de que las condiciones para esa revuelta ya existían bajo la superficie. La autoinmolación del vendedor ambulante tunecino Mohamed Bouazizi en 2010 se atribuye a menudo como el acontecimiento clave que dio el pistolazo de salida a los eventos revolucionarios de la Primavera Árabe. Sin embargo, su trágica muerte –producto de unas condiciones sociales y económicas intolerables que más tarde desembocaron en una revolución tunecina llevada a cabo mediante huelgas laborales y protestas juveniles masivas – no fue por sí sola un factor decisivo, ni tenía por qué ocurrir.

Es importante que estos trágicos actos de desesperación no se presenten como precursores necesarios de revueltas masivas. En particular, en Estados Unidos, donde no hay servicios públicos gratuitos de salud mental a disposición de la clase trabajadora y los jóvenes, y donde el suicidio ha aumentado de forma alarmante año tras año; es crucial no ensalzar el suicidio ni confundirlo con una estrategia eficaz de construcción de movimientos.

Mientras lloramos la trágica muerte de Aaron Bushnell, tenemos que considerar cómo podemos fortalecer y construir el movimiento de solidaridad con Gaza en Estados Unidos. El movimiento necesita inmediatamente de una estrategia clara para la escalada, con el fin de ejercer una presión decisiva sobre Biden y los dos partidos que ven la guerra y el derramamiento de sangre como algo necesario para defender sus intereses en la época actual. Y necesitamos una estrategia viable similar para el movimiento de protesta a nivel mundial para golpear a las fuerzas del imperialismo.

Dicha estrategia debe implicar a las organizaciones obreras de masas de todo el mundo, incluidos los sindicatos y las organizaciones de lucha social, que emprendan una acción unida, incluyendo días de acción coordinados a nivel nacional e internacional con protestas masivas y huelgas para cerrar instituciones corporativas y estatales.

En Estados Unidos, una estrategia seria para poner fin a la guerra plantea inmediatamente la necesidad de que el movimiento obrero rompa con Biden y el Partido Demócrata. La dirección de muchos de los mismos sindicatos que han pedido públicamente un alto al fuego permanente, incluidos algunos destacados como el UAW, se han dado la vuelta rápidamente y han apoyado a Biden, el belicista en jefe, tirando por la borda la influencia de enorme potencial que podrían ejercer en él en el contexto de unas elecciones muy reñidas. Este tipo de debilitamiento por parte de la dirección de las organizaciones obreras de masas obstaculiza el movimiento contra la guerra. Al no presentar una amenaza seria a los políticos belicistas, el movimiento se queda flotando en el agua. A falta de un camino claro, las acciones individuales o a pequeña escala pueden parecer los únicos métodos viables de escalada, pero están trágicamente destinadas al fracaso.

La única manera de prevenir futuras tragedias como la muerte de Aaron Bushnell es construir un movimiento de masas contra la guerra que ofrezca un camino viable a los millones de jóvenes y trabajadores que quieren el fin de la guerra en Gaza, empezando por no apoyar ni hacer donaciones a candidatos que no apoyen un alto al fuego inmediato y el fin de toda la ayuda militar a Israel.

El potencial de este enfoque para ganar fuerza es evidente en el creciente apoyo al #AbandonBiden y a las campañas “no comprometidas”, donde millones de potenciales votantes demócratas enojados se niegan a votar por Biden en las primarias presidenciales demócratas, motivados en gran parte por la oposición a su apoyo a la guerra de Israel en Gaza. A última hora de la noche del martes, los “no comprometidos” habían sumado más de 100,000 votos, o alrededor del 14% de todos los votos emitidos en las primarias demócratas de Michigan.

Sin embargo, a falta de un contrincante serio de la clase trabajadora contrario a la guerra, Biden ganó ampliamente. Esto demuestra que no basta simplemente con oponerse a Biden: el movimiento antibelicista necesita su propio partido que plantee una alternativa real a los belicistas demócratas y republicanos. Un partido basado en el poder organizado de los trabajadores, sindicatos y movimientos sociales que no estén en deuda con los intereses corporativos y puedan luchar por nuestras demandas en lugar de bloquearlas a cada paso. La independencia política de los partidos que están llevando a cabo esta guerra es esencial para que el movimiento contra la guerra sea capaz de ofrecer un verdadero camino a seguir para los trabajadores y los jóvenes como Aaron Bushnell, y no puede esperar.