El sangriento golpe de estado de 1973 contra el gobierno de Unidad Popular y lecciones para el presente

20/09/2011, Tony Saunois, CIT

Los medios de comunicación y comentaristas del capitalismo han dado gran énfasis a la discusión de las consecuencias y las lecciones de los ataques del 11 de septiembre en las Torres Gemelas en Nueva York hace una década. Sin embargo, este no fue el primer 11 de septiembre’. Tras el primer 11 de septiembre, miles fueron asesinados y otros miles fueron torturados y sufrieron las terribles consecuencias que siguieron al golpe de estado. Esta masacre tuvo lugar no en los EE.UU., si no en Chile el 11 de septiembre de 1973. Fue planeado y ejecutado, no desde los territorios tribales de Afganistán o Pakistán, si no en el cuartel general de la CIA y la Casa Blanca, en complicidad con la élite gobernante en Chile y sus fuerzas armadas. Ese 11 de septiembre debe ser conmemorado, y sus lecciones estudiadas por los socialistas y los trabajadores en todas partes.

Nunca se pidieron disculpas presidenciales de EE.UU., incluido Obama, por lo que se desató sobre los trabajadores, estudiantes y gente común de Chile. Las consecuencias de lo que siguió moldeó la forma de la vida de la masa del pueblo chileno. Las secuelas de los ataques a las Torres Gemelas son sentidas por los pobres y los trabajadores en Irak, Afganistán y Pakistán y en todo el mundo. Lo que siguió al golpearo en Chile también tuvo consecuencias para la clase obrera internacional y todos los explotados por el capitalismo.

Bajo el talón de hierro de la dictadura militar en Chile, se llevó a cabo un experimento de laboratorio Económico. Las políticas neoliberales de privatización, libre mercado, la desregulación, y los planes de pensiones privados se probaron todos en Chile después del golpe de estado. Y luego se aplicaron por las clases dominantes internacionalmente, en los años 1980/90 y se continúa en este nuevo siglo. Los Chicago Boys, estudiantes de Economía de Milton Friedman, se hicieron fuertes en Chile tras Pinochet. El régimen militar les dio las manos libres para probar sus teorías. Fueron las políticas que más tarde serían proseguidas por Thatcher, Reagan y otros líderes capitalistas.

El golpe del 11 de septiembre 1973 siguió a la elección de Salvador Allende a la presidencia de Chile el 4 de septiembre de 1970, como jefe de la coalición Unidad Popular (UP). Esta fue dirigida por el Partido Socialista (PSCH) y el Partido Comunista (PCCH), junto con algunos otros partidos de izquierda y algunos partidos capitalistas liberales radicales. La victoria electoral sacudió a la elite gobernante. Se abrió un proceso revolucionario que inspiró a la clase obrera internacional.

Los acontecimientos revolucionarios en Chile durante este periodo probablemente fueron más allá que en la mayoría de los países de América Latina en el momento – con la excepción de Cuba. Por otra parte, la clase obrera desempeñó el papel central en la lucha, que aterrorizó a las clases dominantes en toda América Latina, EE.UU. y Europa. Después de la elección de Allende, el embajador de EE.UU. cablegrafió a Washington: «Chile votó en calma para tener un Estado marxista-leninista, el primer país del mundo en tomar esta decisión libremente y con conocimiento.»

Los partidos socialistas y comunistas

El PSCh en ese período era una criatura completamente diferente a la que existe hoy en día. Formado a principios de los años 1930, nació en oposición al Partido Comunista estalinizado, y fue un partido más grande. Estuvo muy a la izquierda del PCCh. Lo incluía en sus estatutos la constitución a Marx y Lenin, y llamaba al establecimiento de una Federación Socialista de América Latina. Allende, aunque en muchos discursos apoyaba el marxismo, no era el candidato de la izquierda para el PSCh, pero era el candidato de «compromiso» del partido para las elecciones presidenciales. La victoria de la UP, ocurrió tras una serie de convulsiones sociales que sacudieron Chile durante la década de 1960. La clase media se dividió, con una parte cada vez más radicalizada. Esto afectó al partido capitalistas de centro-derecha, la Democracia Cristiana (DC).Un sector eventualmente se escindió y formaron la Izquierda Cristiana (IU) y el MAPU, que terminaron en la UP e incluso en su izquierda. Incluso Tomic, el candidato de la DC en contra de Allende, reflejó este proceso al apoyar la «relevancia del marxismo».

La UP implementa reformas

Pocas semanas después de la formación del gobierno, la Unidad Popular (UP) introdujo importantes reformas. Inmediatamente se decidieron comidas gratis en las escuelas, los salarios se elevaron y la reforma agraria comenzó a ser acelerada. Bajo el impacto de la revolución, las grandes minas de cobre, en gran parte en manos de multinacionales de EE.UU., fueron nacionalizadas con el tiempo, junto con importantes sectores de los bancos. Se anunciaron los planes para la nacionalización de cerca de 100 empresas. En el momento del golpe de 1973, más del 40% de la economía estaba en manos del Estado.

Desde el principio, la derecha chilena y los militares, junto con el imperialismo de EE.UU., comenzó a planear el derrocamiento del gobierno de la UP. Inicialmente, se esperaba que una política de desestabilización y sabotaje económico sería suficiente para socavar al nuevo gobierno y provocar su caída. Las ordenes del presidente Nixon de Estados Unidos eran «hacer gritar a la economía». Un embargo comercial en contra de Chile fue creado. Las fuerzas de la reacción financiaron los ataques terroristas del fascista «Patria y Libertad, y un cierre patronal fue encabezado por los propietarios de camiones. Allende ganó las elecciones con el 36,3% del voto popular. Los partidos capitalistas en el Congreso le permitieron tomar la presidencia, con esta votación de minoría, porque fatalmente acordó un pacto constitucional que significaba que no iba a tocar o interferir con las fuerzas armadas. Esto resultó ser desastroso, como se desarrollaron los acontecimientos.

La clase dominante esperaba que podría socavar el apoyo de Allende y entusiasmar a sus partidarios y a los que estaban vacilando. Al principio, trataron de hacer esto «constitucionalmente». Usaron el Congreso y el Senado para bloquear e interrumpir el gobierno. Eventualmente, tuvieron la esperanza de llevar a Allende a juicio político, para lo cual necesitaban una mayoría de dos tercios, pero que no pudieron obtenerla. La naturaleza no democrática del sistema parlamentario significó que la UP no tenía una mayoría en el Congreso o el Senado. Sin embargo, esta política comenzó a desmoronarse rápidamente, el apoyo electoral de la UP no sólo se consolidó, incluso aumentó. Todo intento de socavar al gobierno radicalizó a la clase obrera, empujó adelante el proceso revolucionario y dio un mayor apoyo electoral al gobierno.

Durante las elecciones municipales de 1971, los candidatos UP obtuvieron más del 51% de los votos. Incluso en las elecciones al Congreso, en marzo de 1973, cuando los partidos pro-capitalistas tenían la esperanza de ganar el 66% de los votos y dos tercios de los escaños, lo que habría sido suficiente para destituir a Allende. Fracasaron y la UP obtuvo más del 44% de los votos – más que cuando Allende fue elegido por primera vez!

El papel de la clase obrera

A diferencia de la Venezuela de hoy, la clase obrera consciente se vio como la fuerza principal en la revolución en Chile. Aún cuando Allende disfrutaba de una popularidad enorme, el culto a la personalidad y los métodos administrativos de arriba hacia abajo, presente hoy en Venezuela, no predominaban en la Unidad Popular (UP). En Chile, la clase obrera se había construido una serie de poderosas organizaciones políticas y sociales con una larga historia y la tradición. Hubo un intenso debate entre las distintas organizaciones y partidos, y también dentro de ellos, sobre el programa y la estrategia. Los líderes fueron impugnados y, en ocasiones, encontraron la oposición de los trabajadores. Donde las antiguas organizaciones resultaron insuficientes, los obreros construyeron otras nuevas que fueron más sensibles a sus demandas y necesidades en los lugares de trabajo y las comunidades locales para dirigir y defender la revolución.

El carácter del proceso revolucionario bajo la UP tuvo un efecto enorme a nivel internacional. Esto fue mucho mayor que la simpatía mostrada por capas de los jóvenes hacia Chávez en Venezuela. La elección de un «marxista» como presidente del gobierno en Chile, y el papel protagónico en el proceso de la clase trabajadora, entusiasmo a la clase trabajadora a nivel mundial. También se abrió un debate sobre cómo alcanzar el socialismo y el papel del Estado. En Gran Bretaña, las reuniones de los sindicatos y el Partido Laborista debatieron la experiencia chilena y sus lecciones para el movimiento obrero internacional. Los partidarios de ‘Militant’ (el precursor del Partido Socialista de Inglaterra y Gales) propusieron resoluciones en el congreso del Partido Laborista, sacaron lecciones de Chile y, entre otras cosas, exigieron los derechos sindicales en las fuerzas armadas chilenas.

Todo intento de contrarrevolución en Chile provocó una mayor radicalización y movilización de masas de la clase obrera y sus aliados. La huelga patronal de 1972 llevó al rápido crecimiento de las organizaciones en los distritos industriales y la formación de la «cordones industriales». Estos comités fueron elegidos en los lugares de trabajo, que comenzaron a vincularse en un barrio e incluso en base a toda la ciudad. Los delegados fueron elegidos y revocables. En la ciudad industrial de Concepción, en el sur de Chile, formaron una asamblea popular en toda la ciudad. El control de los trabajadores se estableció en muchos lugares de trabajo en todo el país. La escasez de alimentos y la especulación causada por el bloqueo y el sabotaje de los patronos dio como resultado la formación de las JAP – Juntas de Abastecimiento y Precios «- que organizaban la distribución de alimentos y trataron de impedir la especulación. Los cordones asumieron cada vez más un papel político para avanzar y defender la revolución. Esto se debió en parte a la frustración de los trabajadores en el sistema de elección democrático parlamentario, lo que significa que la UP no tenía la mayoría en el Congreso y el Senado, a pesar de que formaba el gobierno. Uno de los más radicales de los cordones se encontraba en el distrito industrial de Cerrillos. Este adoptó un programa político que, entre otras cosas, declaró que «el apoyo al gobierno del Presidente Allende, en la medida, que interpreta las luchas y reivindicaciones de los trabajadores, la expropiación de todas las empresas de monopolio con más de 14 millones de escudos en la capital o de importancia estratégica para la economía, el control de todas las industrias, granjas, minas, a través de consejos de delegados, delegados revocables por la base, un salario mínimo y el máximo, el control por los campesinos y trabajadores del campo de la agricultura y el crédito y la creación de una Asamblea Popular para reemplazar el parlamento burgués «.

La clase obrera, estaba mucho más a la izquierda del gobierno y sus líderes, los cuales fueron arrastrados a tomar medidas más avanzadas por los trabajadores y la juventud radicalizada. En respuesta a los ataques armados que desató la organización fascista Patria y Libertad, ante la inoperancia de la policía y el ejército, se formaron escuadrones de defensa obrera. Estos desarrollos aterrorizaron a la clase dominante y el imperialismo.

La revolución se extendió a las zonas rurales, donde los trabajadores agrícolas y los campesinos ocuparon la tierra y se llevó a cabo un programa de reforma agraria. Más de 10 millones de acres de tierra fueron redistribuidos.

Los planes para un golpe militar

La clase dominante, junto con el imperialismo de EE.UU., comenzó a desarrollar rápidamente los planes para un golpe militar, cuando la posibilidad de derrocar al gobierno de Allende en el parlamento disminuyó y el proceso revolucionario continuó avanzando. Sin embargo, en cada etapa, los líderes del PCCh (Partido Comunista) y las fracciones del PSCh (Partido Socialista) actuaron como un freno y trataron de detener el proceso revolucionario, con el argumento de que la burguesía «democrática» no debía ser enajenada y defendieron la «constitucionalidad» de las fuerzas armadas. La izquierda del PSCh, incluyendo figuras como Carlos Altamirano, secretario general del partido, abogó por la creación de «poder popular» y el fortalecimiento de la revolución. Sin embargo, a pesar de utilizar una retórica muy de izquierda revolucionaria y marxista, la izquierda del Partido Socialista no propuso demandas concretas o iniciativas para llevar la revolución hacia adelante y para derrocar el capitalismo, mientras se estaban implementando los planes para un golpe militar reaccionario.

Estos hechos llevaron a una polarización dentro de la coalición de la Unidad Popular (UP) y divisiones dentro de las partidos que la componían, entre la izquierda y la derecha.

Sin embargo, las fuerzas de la reacción contaban con unos planes muy detallados y precisos. Henry Kissinger, Secretario de Estado de EE.UU. en la administración Nixon, envió un telegrama al jefe de la CIA en Santiago: «Es la política firme y continua que Allende sea derrocado por un golpe.» Los preparativos fueron establecidos. La reacción calculó su tiempo, esperando el momento oportuno para atacar. Fue notorio en Chile que un golpe no sólo se discute, si no que puede ser previsto. En ese momento, se dijo en broma que Allende pasó 23 horas de las 24 horas preocupandose por el ejército. En junio, sectores de las fuerzas armadas, de los regimientos de tanques, se movieron antes de tiempo y organizaron una rebelión contra el gobierno – el llamado «tancazo. Que era demasiado pronto y fue sofocada por el ejército, bajo las órdenes de Allende. El general Prats, un partidario de Allende, que sofocó el levantamiento, más tarde fue asesinado después del golpe de Estado exitoso de septiembre de 1973.

El ’tancazo, en junio, actuó como el látigo de la contrarrevolución, e impulsó a la clase obrera a tomar medidas más revolucionarias. Tuvo el mismo efecto que el fracasado golpe de Spinola, unos años más tarde, en marzo de 1975 durante la revolución portuguesa.

En Chile, el fallido golpe de junio fue seguido por el anuncio de un plan de nacionalizaciones masivas y por una creciente demanda por la clase obrera por armas para luchar contra la amenaza de la reacción.

Sin embargo, a pesar de la ’tancazo «, ni Allende ni los otros líderes tomaron medidas para atacar a las fuerzas armadas o movilizar y armar a los trabajadores. No se otorgaron derechos sindicales a las filas del ejército, no se trató de organizar o construir apoyo en las filas de las fuerzas armadas, muchos de los cuales apoyaron el proceso revolucionario. Existían las condiciones para dividir a las fuerzas armadas, pero era necesaria la acción decisiva. Sin embargo, los dirigentes de la UP estaban encarcelados por la idea, defendida sobre todo por el Partido Comunista, que un «ala progresista» existía entre un sector de la clase gobernante. Allende proclamó su determinación de evitar una guerra civil. Ellos tenían una política de respeto «de la constitucionalidad de las fuerzas armadas» y de un programa gradual paso a paso de reformas que, eventualmente, podría establecer el socialismo. En la práctica, esta «teoría de etapas» permitió dar tiempo a la clase dominante para preparar sus fuerzas al choque, cuando el momento fuera más oportuno. No dio lugar a la evitación de una guerra civil, si no al hundimiento del movimiento revolucionario en sangre.

Pacto constitucional

Desde el principio, Allende sentó las bases para su propia derrota, cuando acordó no tocar el ejército en el fatal «pacto constitucional». La máquina del estado se dejó en manos de los generales y la reacción, sin ningún tipo de reto. Allende adoptó una política de apaciguamiento – incluso de nombrar a tres generales – incluyendo a Augusto Pinochet al Consejo de Ministros, en un intento fallido para tranquilizar a los militares y a la clase gobernante. Allende contó con el apoyo de cuatro de los veintidós generales pero su política lo dejó impotente, y sus seguidores fueron retirados de manera sistemática y finalmente ejecutados. Los republicanos en España, en la década de 1930, jugando «sillas musicales», por lo menos trasladaron a Franco en todo el país, para tratar de evitar la organización de la sublevación militar fascista. Sin embargo, Allende hizo un ministro del gabinete a Pinochet e incluso el Jefe de Estado Mayor, tras la renuncia forzada del general Prats por los conspiradores golpistas.

Por otra parte, cuando sectores de la tropa intentaron acudir en ayuda de la revolución y oponerse a un golpe de Estado, la política de «constitucionalidad» significaba el apoyo escandaloso de Allende de la jerarquía reaccionaria golpista. En agosto, en el puerto naval de Valparaíso, 100 marineros fueron detenidos por «incumplimiento de deberes militares». De hecho, habían descubierto planes para el golpe de Estado y declararon que se oponían a ellos. En lo que se conoce como su hora más oscura, Allende, apoyó a la jerarquía de la marina, que arrestó y torturó a este grupo de la flota de guerra!

Hasta un millón de personas se manifestaron frente del balcón del Palacio Presidencial, donde Allende estaba de pié, dos días antes del golpe de Pinochet. Estos trabajadores, jóvenes y estudiantes, a sabiendas de la inminencia del golpe, exigieron armas para defender la revolución. También exigieron el cierre del parlamento burgués.

Los líderes de la izquierda del PSCh y otros prometieron que las armas estaban escondidas y se distribuirían cuando fuera necesario. En realidad, nada se hizo para armar a la clase obrera contra la sangrienta contrarrevolución.

El golpe de Estado

Dos días después, los conspiradores golpearon, aprovechando que las armadas navales de Chile y de EE.UU. realizaron ejercicios conjuntos en la costa chilena. En el día del golpe de Estado, la central sindical, la CUT, llamó a los trabajadores para que fueran a las fábricas y esperar instrucciones. Esta política equivocada era justificada citando erróneamente una referencia de Lenin a las fábricas como las fortalezas de la revolución. En marcado contraste con los heroicos obreros de Barcelona, en España en 1936, que al escuchar de la rebelión fascista de inmediato pasaron a la ofensiva y tomaron por asalto el cuartel militar y derrotaron a los fascistas. En Chile en septiembre de 1973, una protesta armada de las masas y un claro llamado a los soldados a unirse a la revolución era la única posibilidad en esta etapa final para salvar la revolución y conseguir la derrota del golpe de Estado.

En cambio, como el golpe de Estado se desarrolló, los trabajadores quedaron aislados en sus fábricas, en espera de ser interceptados por los destacamentos armados del ejército.

Una vez en el poder, el ejército desató una sangrienta época de represión y masacre.

Más discriminatoria en su ejecución que el golpe de Estado en Argentina y otros países

de América Latina, fue una operación clínica despiadada dirigido a los trabajadores más políticamente conscientes y activos y la juventud. Mientras que más personas perdieron la vida en la «guerra sucia» en Argentina, la conciencia de escoger activistas políticos y líderes de los trabajadores locales decapitó al movimiento obrero. Entre los asesinados durante los primeros días del golpe de Estado estuvo el cantante de folk revolucionario chileno, Víctor Jara, que fue detenido con otros de miles de personas y llevado a un Estadio de Santiago.

Los Chicago Boys en la ciudad

El golpe de Estado estuvo acompañado por la llegada de los «Chicago boys» – un equipo de economistas de derecha – y la liberación de las políticas neoliberales que han tenido un efecto devastador de la clase obrera chilena. El régimen militar duró hasta 1990.

Desgraciadamente, los dirigentes del Partido Socialista y el Partido Comunista no aprendieron de las lecciones de esta sangrienta derrota. Con el colapso de los regímenes estalinistas y las economías planificadas, abandonaron cualquier defensa de las ideas socialistas y formaron aún más las alianzas con lo que ellos consideran sectores «progresistas» de la clase dirigente chilena. Durante veinte años, desde el fin del régimen militar y la «transición», el PSCh ha estado en una alianza con la Democracia Cristiana y en la que fue coalición gobernante, la Concertación. En el gobierno, el PSCh continuó con las políticas de privatización y el neoliberalismo. El Partido Comunista ha tratado de actuar como una «izquierda» asesora de la Concertación, colgándose de las colas de su chaqueta, desesperado por tratar de asegurar algunos escaños en el Parlamento, como una recompensa. En las últimas elecciones, el Partido Comunista consiguió finalmente que se le concediesen un par de plazas!

Modelo chileno

La economía chilena ha sido presentada como un modelo en toda América Latina y a nivel global. El crecimiento económico, que tiene un promedio de más de 5,5% anual, se ha utilizado para justificar la política neoliberal extrema que comenzó bajo el régimen militar y ha continuado desde entonces. Se ha basado en un elevado y creciente precio del cobre, que representa el 15% del PIB, y la exportación de productos de madera, el vino y la agricultura. Sin embargo, a pesar del crecimiento, Chile se ha convertido en una de las sociedades más desiguales en América Latina – una de las tres con mayor desigualdad en todo el continente. Esto ha resultado en una situación social cada vez más explosiva, que se refleja en la tremenda lucha de los cientos de miles de jóvenes en los últimos meses. Al mismo tiempo, la victoria de los sucesivos gobiernos de la Concertación durante los últimos veinte años, que sólo han actuado para defender los intereses de los ricos, se ha traducido en el crecimiento de la alienación política de todas las instituciones políticas heredadas de la dictadura. Todos los principales partidos políticos han defendido las políticas iguales o similares. El sistema electoral, puesto en marcha por Pinochet, está diseñado para mantener los dos grandes bloques políticos, en un sistema parlamentario casi en punto muerto. El llamado sistema “binomial”- diseñado por Jarulselski en Polonia, hace imposible que cualquiera de los partidos fuera de los dos grandes bloques sea elegido, si es fuera del «centro-izquierda» de la Concertación o la derecha.

La enajenación de los partidos políticos que han defendido el sistema económico y político se refleja en un bajo nivel de inscripción electoral de los jóvenes. Alrededor del 75% de los votantes jóvenes ni siquiera se registra para votar. La ausencia de una alternativa, y el descontento con la Concertación, dio como resultado la victoria de la coalición de derecha encabezada por Sebastian Piñera. Como la mayoría de la casta de líderes políticos en Chile, que proviene de una dinastía familiar, su hermano mayor fue ministro de Pinochet y su padre era el embajador de Chile ante la ONU entre 1964-1970.

La victoria electoral de Piñera actuó como un látigo de la contrarrevolución y desató toda la frustración y la alienación que se ha ido acumulando durante los últimos veinte años. Una nueva generación ha estallado en la lucha, que marca el final de la llamada «estabilidad», de la que se jactó la clase dirigente chilena desde el fin de la dictadura militar.

Jóvenes en rebelión

Durante meses, la universidad y los estudiantes de secundaria han ocupado las universidades y escuelas, han realizado manifestaciones masivas de cientos de miles, «besatones» y otras formas de protesta para exigir un sistema de educación gratuita y digna. Se han enfrentado a la represión estatal brutal como no se veía desde los días de la dictadura, lo que resultó en el asesinato de un joven de 16 años. Este movimiento juvenil cuenta con el apoyo masivo entre la población – de acuerdo a un sondeo de opinión, 85% apoyaron a los estudiantes.

Durante el movimiento, los trabajadores del cobre convocaron a una huelga de un día con el apoyo de los estudiantes. Es significativo que esta huelga fue convocada el 11 de Julio – el mismo día que Allende nacionalizó la industria del cobre. Los estibadores y otros sectores de los trabajadores manifestaron su apoyo. Los estudiantes también tomaron las demandas de los trabajadores del cobre y el llamado para la nacionalización de este sector de la economía. Había similitudes con Francia en 1968, cuando los estudiantes en revuelta se unieron a la clase obrera. Sin embargo, también hubo importantes obstáculos y dificultades a superar en Chile, algunos derivados de la herencia de la dictadura, otros que reflejan las dificultades que enfrenta la clase trabajadora de hoy y los efectos de un liderazgo sindical en quiebra, así como la aplicación de las políticas neo liberales.

Los estudiantes miraron hacia los trabajadores y organizaron concentraciones y protestas en apoyo de los trabajadores del cobre. Sin embargo, los dirigentes del sindicato de trabajadores disuadieron a los trabajadores de asistir a tales manifestaciones. Como reflejo de esta enorme presión, la CUT, la central sindical se vio obligado a llamar a dos días de huelga general el 24 y 25 de agosto. Sin embargo, se desaprovechó esa oportunidad por los dirigentes de la CUT. Durante veinte años, la dirección de la CUT ha actuado como un apéndice de la Concertación. Los jóvenes perciben la CUT como una institución más del sistema. Simplemente llamar a una huelga desde arriba no es suficiente. Con ninguna campaña en los lugares de trabajo o de las comunidades locales para preparar a los trabajadores y aumentar su confianza y sin un plan claro para defender a los trabajadores víctimas, muchos trabajadores se sintieron intimidados para tomar acciones.

Las consecuencias de las políticas neoliberales significan que la preparación de una huelga es aún más importante. En el sector privado, muchos trabajadores ni siquiera tienen un contrato y trabajan sobre una base diaria o por hora, con temor a que fácilmente podían perder sus trabajos. Incluso en el sector público, se estima que el 50% de los trabajadores no tienen contrato. Esto hace que la tarea de construir sindicatos efectivos aún más difícil. Hay profesores, por ejemplo, que se denominan «profesores taxis». Ellos enseñan durante unas horas en una escuela y luego deben salir corriendo a otra por un par de horas y no tienen contrato. Como resultado de estas debilidades, y una dirigencia sindical que no está preparada para luchar, la huelga tuvo un impacto limitado a pesar de disfrutar de la simpatía masiva del grueso de la población.

La construcción de comités de lucha en los lugares de trabajo y asambleas en las comunidades locales es una tarea crucial y parte de la reconstrucción del movimiento obrero, que ahora se plantea con urgencia en Chile, como en otros países.

El papel de los partidos políticos, incluido el Partido Comunista, fue otra de las características de este movimiento. La alienación de los jóvenes hacia el sistema y las instituciones se reflejó en una reacción muy pronunciada en contra de la idea de los partidos políticos. El Partido Comunista, que ha actuado como un apéndice de la Concertación, y que incluso cuenta con su propia universidad privada, se ve con una luz similar! El papel del Partido Comunista reforzó el estado de ánimo anti-partido, que también estuvo presente en los movimientos juveniles recientes que estallaron en España y Grecia.

Esto no ha significado que el movimiento sea «apolítico». Los jóvenes de Chile exigen la nacionalización de la industria del cobre, la educación gratuita y digna, en contraposición a la idea de la educación como una «mercancía». Sin embargo, reaccionan en contra de la idea de un partido político porque no han tenido la experiencia de un partido que sea diferente y que consideren como la representación de sus propios intereses.

Si bien esta fue una complicación en el movimiento, que representa la primera reacción de una nueva generación que acaba de lanzarse a la lucha por la primera vez. Se trata de una reacción temporal a los partidos políticos del sistema que ya existen.

Una fuerza organizada, un nuevo partido político, que pueda canalizar la determinación de las nuevas generaciones a luchar por un cambio y que haya aprendido las lecciones de las luchas anteriores, se plantea objetivamente en la lucha y en la crisis que se está desarrollando. A través de la experiencia de mas luchas y batallas, capas significativas de aquellos que acceden por primera vez a la lucha, pueden empezar a sacar la conclusión de que necesitan construir una nueva fuerza y un partido que represente sus intereses. Los marxistas deben contribuir a este proceso basado en la experiencia de las luchas anteriores y explicar por lo que un verdadero partido de los trabajadores y los jóvenes y cómo va a ser diferente a los partidos existentes que defienden el sistema.

Nuevas batallas de clase están surgiendo en Chile. Recordar el primer 11 de septiembre y extraer las lecciones de esta derrota sangrienta, puede ayudar a las nuevas generaciones a prepararse para los combates de las luchas de clases y también preparar el camino para derrocar el sistema capitalista y comenzar una verdadera alternativa socialista democrática.

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