Paremos
los recortes, unamos las luchas

Abajo el
gobierno en crisis del PP,  avancemos hacia una alternativa real
de los trabajadores



15/09/2012, Ángel
Morano, SR Barcelona

La
evolución de las políticas de austeridad

Mayo
de 2010 supuso el inicio de las políticas de austeridad que día
tras día ahogan cada vez más a la economía y estrangulan las
condiciones de vida de la clase trabajadora española.

Aquel
primer recorte de Zapatero, considerado en ese momento como el mayor
ataque contra la clase trabajadora en décadas, parece poca cosa
comparado con lo que ha venido después. 

Primero
el gobierno del PSOE y posteriormente el del PP han ido apretando la
tuerca cada vez más y más rápido, acatando sumisamente las
“recomendaciones” de la Troika y doblegándose ante los intereses
de los “mercados”.  Poca gente tiene ya dudas de que esta
estrategia es la escogida por los grandes poderes económicos para
hacer pagar a la clase trabajadora la factura de los excesos
cometidos por el capitalismo financiero con el objetivo de seguir
aumentando a toda costa sus cuentas de resultados.

Estos
ataques contra los derechos y niveles de vida de los trabajadores,
apoyados en la gran maquinaria mediática de la que disponen, han ido
creciendo en número e intensidad desde el primer momento. Su
crecimiento ha sido claramente exponencial y no hay ningún indicio
de que se vayan a detener por la voluntad de los que los llevan a
cabo y mucho menos de que vayan a servir para solucionar la actual
situación.

La
evolución de la lucha de clases

Sin
embargo, si analizamos la evolución de la resistencia mostrada por
parte de la clase trabajadora desde ese momento, podemos ver que ni
mucho menos ha seguido esa tendencia exponencial. La huelga general
del 29-S de 2010, el estallido de los indignados el 15-M de 2011, la
huelga general del 29-M de 2012 han sido los puntos más altos de esa
resistencia. Todos ellos tuvieron un impacto en el nivel de
conciencia de los trabajadores, pero todos ellos fueron seguidos de
largos periodos de desencanto y desmovilización. La falta de
verdadera intención de continuar con las movilizaciones por parte de
las cúpulas de los principales sindicatos en unos casos, y la falta
de contenidos políticos y de verdaderas alternativas de salida a la
crisis en otros, sumados a la no obtención de victorias
significativas son las principales razones de esta tendencia cíclica
en el nivel de intensidad de la lucha de clases.

Paralelamente
a estos puntos álgidos se ha ido gestando poco a poco una gran
cantidad de luchas sectoriales, que aunque también han tenido
altibajos han ido progresivamente aumentando el nivel de lucha y
conciencia de grandes sectores de población. La defensa de servicios
públicos como la sanidad, la educación y el transporte y la actitud
combativa de muchos trabajadores  que ven amenazados sus puestos
de trabajo en numerosas empresas son ejemplos significativos. La
principal carencia de estos movimientos es su excesiva atomización,
su falta de coordinación y de una dirección sindical que canalice
correctamente todas estas luchas.

De
la misma manera, numerosas luchas llevadas a cabo por los movimientos
sociales que trabajan en sectores como la inmigración, el
medioambiente, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres o las
personas en situación de dependencia, padecen de las mismas
carencias: atomización y falta de coordinación y de contenido
político.

La nueva
fase

Al
gobierno de Rajoy se le multiplican los problemas y su ahondamiento
en las políticas de austeridad no va a conseguir revertir la
situación.

Ni
el primer ni el más que probable segundo rescate “suave” van a
evitar la desconfianza de los mercados ya que ésta, desde la óptica
capitalista, está basada en la incapacidad del gobierno para seguir
implantando las reformas “necesarias”  y seguir con la hoja
de ruta que impone la Troika. Los objetivos de déficit son
actualmente inasumibles, la caída del PIB es inevitable, el
desempleo sigue desbocado, la fuga de capitales aumenta día tras
día, las dudas sobre la solvencia de las comunidades autónomas son
enormes y las consecuencias de los rescates autonómicos traen
asociadas dificultades en el difícil equilibrio con las
nacionalidades históricas.

Al
mismo tiempo, el gobierno de Rajoy empieza a mostrar claros signos de
desgaste tan solo unos meses después de su elección por mayoría
absoluta. Su estimación de voto en unas hipotéticas elecciones
generales ha caído estrepitosamente (hasta un 15% según algunos
sondeos), sus perspectivas ante las próximas elecciones vascas y
gallegas son nefastas e incluso se empiezan a evidenciar tensiones
internas entre diferentes miembros del gobierno.

Esta
situación da una oportunidad a los trabajadores para aumentar su
presión y algunos sectores así parecen haberlo entendido. Las
masivas y unitarias manifestaciones del 19 de julio, la heroica
huelga de los mineros, las expropiaciones y la marcha llevada a cabo
por el SAT, parecen introducirnos en una nueva etapa.

Para
que estas luchas empiecen a dar resultados es imprescindible que los
trabajadores se den cuenta de que la lucha no es individual sino
global, que solamente combatiendo organizada y conjuntamente se pude
vencer a una clase capitalista que cuenta con un arsenal de recursos
e instituciones. En esta situación los sindicatos, las bases
sindicales más concretamente, han de cumplir un rol esencial que
hasta ahora han dejado en manos de sus direcciones burocratizadas y
presionar por la unificación y la intensificación de las
movilizaciones haciendo que su evolución sea también exponencial y
no cíclica.

Esto
nos metería de lleno en una nueva fase que haría aumentar el nivel
de conciencia de los trabajadores y que llevaría a buscar una salida
a la crisis distinta de las que los gobiernos burgueses (da igual que
sea del PP, del PSOE o de tecnócratas) puede ofrecer.

Esa
salida solo es viable si se lleva a cabo por parte de una
organización política dotada de un programa claramente socialista
que ponga bajo control democrático de los trabajadores los sectores
estratégicos de la economía del país. La nacionalización de la
banca y la no aceptación de una deuda ilegítima sería el primer
paso importante para romper con la lógica capitalista. Solamente un
gobierno de los trabajadores estaría dispuesto a llevar a cabo
medidas de este tipo.

Al
mismo tiempo, el impacto que algo así tendría sobre los
trabajadores de otros estados de la Unión Europea sería enorme,
principalmente sobre aquellos que están sufriendo políticas de
austeridad tan o más fuertes que el Estado Español. Una mayor
coordinación de las luchas a nivel europeo también se antoja
necesaria para plantar cara a las políticas impuestas desde la
Troika.

Desde
Socialismo Revolucionario demandamos:

  • Una
    huelga general de 48 horas, controlada democráticamente por los
    trabajadores, como siguiente paso dentro de una estrategia de
    intensificación de la lucha.

  • Una
    mayor coordinación de las luchas llevadas a cabo por los
    trabajadores con el objetivo de que formen parte de una única lucha
    global contra los ataques de la clase capitalista. Esta coordinación
    debe ser no solamente estatal sino internacional, para lo cual una
    huelga general de 24 horas en todos los “PIGS” sería un primer
    paso importante.

  • Una
    mayor presión por parte de las bases sindicales para acabar con la
    política pactista y de movilización moderada llevada a cabo por
    los dirigentes sindicales.

  • Un
    proceso de convergencia desde la izquierda y los movimientos
    sociales para construir desde abajo una organización que apueste
    por un gobierno de los trabajadores dotado de un verdadero programa
    socialista como alternativa de salida de la crisis.

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