Madrid y Barcelona anuncian el final del bipartidismo y abren una nueva fase en la lucha de clases

13/06/2015, Declaración de Socialismo Revolucionario 

Las elecciones para
escoger representantes en las instituciones no son para los marxistas
revolucionarios el principal campo de batalla en la lucha de clases. Es la
organización en la calle, en los  centros
de trabajo y en todos los ámbitos de la sociedad donde se ha de llevar a cabo
esta lucha de forma principal y es la correlación de fuerzas entre ellos la que
hace posible o no un verdadero cambio social.

No por ello hay que
ignorar la importancia de unas elecciones y más en la época actual donde todo
es tan volátil e incierto. Pero en todo caso, las elecciones no pueden verse
como una foto fija e inamovible de la correlación de fuerzas de los diferentes
partidos, sino más bien como una imagen concreta y puntual de en un proceso
vivo que tiene lugar de forma dialéctica, con sus tendencias, contradicciones y
tensiones. Además hay que tener en cuenta que muchos de estos procesos no son
públicos o claramente visibles y que los resultados electorales sirven para
sacarlos a la superficie.

Las elecciones del pasado
24 de mayo son muy significativas por haber sido las primeras en las que
realmente ha habido un reflejo electoral de toda la acumulación de fuerzas y el
aumento de conciencia llevado a cabo durante el ciclo de movilizaciones que
empezó el 15 de mayo de 2011. Hasta ahora los cambios habidos a nivel electoral
fueron escasos, básicamente el desgaste del PP y PSOE, y la aparición de
Podemos, hace aproximadamente un año.

Ahora, varias son las
tendencias importantes que parecen aparecer claramente en la actual situación.

Por un lado, sigue
adelante la tendencia iniciada en el último año de clara caída del bipartidismo
reinante de las últimas décadas. Cierto es que a fecha de hoy el desgaste es
menor de lo esperado y que PP-PSOE siguen siendo todavía los partidos más
votados, pero es evidente que esta situación no puede durar mucho.

Al mismo tiempo hemos
visto un claro estancamiento de los dos partidos que estaban llamados a ser los
nuevos actores relevantes: Podemos y Ciudadanos. Aunque no se puede considerar
que hayan fracasado, sí parece claro que su trayectoria ascendente ha quedado
frenada, del mismo modo que resulta poco probable que vayan a ser capaces de
convertirse en los protagonistas del nuevo bipartidismo. Por supuesto, su papel
en la formación de gobiernos va a ser muy importante, pero por si solos no van
a poder gobernar en ningún sitio.

Si a esto le sumamos las
grandes victorias de las candidaturas de confluencia en ciudades tan
importantes como Madrid y Barcelona, podemos concluir que claramente hemos
entrado en una nueva fase que se va a caracterizar por la inestabilidad de los
gobiernos a corto plazo y en la cual los poderes económicos van a tener muchos
problemas para seguir con su agenda de reformas, o sea, austeridad y retrocesos
sociales.

Estas victorias tienen el
potencial de cambiar totalmente el campo de batalla y de colocar a los
movimientos de lucha obrera y social en una posición infinitamente más
favorable para un desarrollo exitoso. Los gobiernos municipales, utilizados
correctamente, pueden ser de gran importancia. De hecho, ya han tenido un
impacto importantísimo levantando el ánimo de todos los que llevan años
luchando. El sentimiento de que “los que siempre perdimos por fin hemos
ganado”, se extiende. Ese mayor nivel de confianza puede ser clave para la
lucha de clases.

La izquierda, la confluencia y la gobernabilidad

Los resultados
electorales han dejado muy claro que ningún partido de izquierdas tiene
actualmente posibilidad de gobernar por si solo, pero que los procesos amplios
en los que han participado más de un partido así como numerosos movimientos
sociales y activistas a título individual han tenido un grandísimo impacto allí
donde han tenido lugar. Todo ello, a pesar de que la gran mayoría de procesos
de confluencia no han sido precisamente modélicos y han estado llenos de
dificultades en cuanto a las relaciones entre los diferentes actores y
sobretodo han carecido de claridad programática, lo cual es básico para poder
acometer las tareas que desde los gobiernos se presentan.

Al estar en posiciones de
gobernabilidad el movimiento entra de lleno en una nueva fase de la lucha de
clases. Es muy importante ser consciente de ello y no caer en la ilusión de
pensar que al conquistar el poder institucional gran parte de la lucha ya está
realizada. Los ejemplos históricos de movimientos de izquierda que conquistaron
el poder en las instituciones para luego no conseguir transformar la sociedad e
incluso ser la antesala de la reacción son cuantiosos. Hay una serie de
cuestiones que tienen que ser planteadas y debatidas ampliamente.

Pactos de coalición o gobiernos en minoría

Un debate clave que se da
en muchas ciudades es el siguiente: ante la posibilidad de gobernar, ¿cómo debe
actuar la izquierda?  ¿Entrando en
coaliciones de gobierno con otros partidos como el PSOE, ERC, etc? ¿O
gobernando en minoría? Son muchos los que defienden la primera opción, apelando
al “realismo” y la necesidad de gobernar “establemente”. Sin embargo, desde SR
defendemos que, en general, la mejor opción para responder a las necesidades de
la gente y favorecer a las luchas obreras y sociales es gobernar en minoría,
basándose en la movilización y presión social para implementar una política
100% anti-austeridad.

Para nosotros, el debate
debe arrancar de la cuestión del programa. En muchos aspectos, las elecciones
han sido un referéndum sobre la austeridad. Y “nuestras” candidaturas han
representado la expresión más consciente del voto anti-austeridad. El punto de
partida en que nos tenemos que fijar es no gobernar para ser nosotras las que
la implementemos. La cuestión es si un pacto de gobierno con el PSOE (por
ejemplo) puede facilitar eso. Sostenemos que, dado el carácter del PSOE y su
compromiso más que evidente con la política de austeridad (aunque sea “light”),
en la inmensa mayoría de casos pactar un gobierno 100% anti-austeridad con
ellos es imposible.

Hay que entender que, en
la realidad, el cambio social y político no se consigue a través de mayorías
parlamentarias o institucionales sino con mayorías sociales claras, organizadas
y movilizadas activa y conscientemente. Un gobierno de izquierdas 100%
anti-austeridad, aunque sea en minoría, debe anunciar las medidas y políticas
necesarias para acabar con la austeridad. Evidentemente, estas medidas, muchas
de las cuales no tienen encaje en el Estado de derecho actual (por ello son
rupturistas), con total seguridad no las aceptarían los partidos
pro-austeridad. Pero organizando al pueblo en apoyo a estas políticas podría crearse una presión social y un ambiente que obligaría a
muchos de los partidos pro-austeridad – o a un sector de ellos, por lo menos –
a votar por medidas rupturistas en las instituciones. La repetición de ese
ejemplo en muchas ciudades y pueblos podría conformar una red estatal de
ayuntamientos rebeldes que construir, un movimiento que, además, serviría como
preparación imprescindible de la lucha para derribar al PP y conseguir un
gobierno completamente anti-austeridad en las próximas elecciones generales.

Pero la utilización de
estos métodos requieren de un gran liderazgo y al mismo tiempo de una gran
confianza en la capacidad de movilizarse de los trabajadores, parados, pobres,
estudiantes,… Sólo confiando en dicha capacidad se pueden conseguir victorias e
iniciar el camino de la verdadera transformación social. Un gobierno de
coalición con partidos que no condenan el sistema, la austeridad y que nunca
van a romper con las leyes capitalistas es incompatible con dichos métodos.

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