Elecciones 26-J: Punto y aparte en el régimen del 78
Foto: Luis Hergón / Flickr |
Por el fin de la austeridad, luchemos por un gobierno de
ruptura
A pesar de la victoria
del PP y de la mayoría obtenida por los partidos del capital, el 20D supuso una
fuerte sacudida a los cimientos del régimen del 78. Tras años de luchas en la
calle y en las urnas, por primera vez en mucho tiempo, los partidos del establishment
se han visto incapacitados para formar el próximo gobierno de austeridad.
Es un claro signo de
crisis y descomposición del sistema: el poder, la clase dominante, no sólo no
es capaz de garantizar la gobernabilidad del estado, sino que incluso tiene
problemas para mantener bajo control a sus propios partidos. A día de hoy, un
PP intrínsicamente corrupto está lleno de batallas internas, imputaciones,
acusaciones… A pesar de haber aguantado significativamente bien la cita
electoral, su liderazgo como principal partido de las clases dominantes
españolas parece mostrar claros signos de debilidad, hasta el punto que sólo su
permanencia en el poder le mantiene unido. Al mismo tiempo, el que pareciera su
relevo natural, Ciudadanos, no parece en disposición de dar el sorpasso en la
derecha española.
Por su parte, dentro del
PSOE también se libra una batalla inmensa por su dirección. Las limitaciones
que ha mostrado la antigua socialdemocracia europea a la hora de afrontar la
crisis le condenan a la inestabilidad y le auguran un futuro negro. La próxima
cita electoral va a ser clave para su futuro, sobretodo si pensamos que muy
posiblemente van a tener un papel clave en cualquiera de las diferentes
posibilidades de gobierno.
Todas estas contradicciones van a tener aun un peso más
significativo después del 26J. Sea cual sea el resultado electoral, lo que es
evidente es que cualquier posible nuevo gobierno proausteridad va a ser mucho
más débil que la actual mayoría absoluta del PP, por lo que va a tener muchas
más dificultades para implantar recortes y por lo tanto va a ser mucho más
permeable a la presión de la calle.
Por parte de la izquierda,
el acuerdo entre Garzón e Iglesias para la formación de la candidatura Unidos
Podemos supone un hito muy importante. Tras un periodo postelectoral de
negociaciones llenas de postureo que han llevado a la mayoría de votantes al
hartazgo sobre la situación, la formación de la candidatura única ha llenado nuevamente
ilusión y esperanza a un movimiento que lleva años de lucha tanto en la calle
como en las urnas, sin victorias significativas.
Según todas las
encuestas, Unidos Podemos está en disposición de lograr el segundo puesto en
las nuevas elecciones e incluso no es descartable que luche por el primero.
Desde SR apoyamos activamente esta candidatura y trabajamos para convertirla en
una verdadera herramienta de transformación social. Se han acabado los tiempos
en los cuales los resultados electorales de la izquierda eran marginales y se
ha abierto un periodo donde hemos visto y vamos a seguir viendo a estas
formaciones en posiciones de gobernabilidad.
Aún a pesar de esta buena
noticia, no hay que dejar de señalar que queda mucho camino por recorrer y que
las experiencias de Syriza en Grecia o de los ayuntamientos del cambio en el
estado español muestran que no es suficiente con conquistar el poder
institucional para dar respuesta a las necesidades más urgentes de la clase
trabajadora. La clase dominante, organizada más allá de los partidos políticos
que la representan, tiene muy claro que sólo pueden mantener sus privilegios
atacando y rebajando los derechos y los niveles de vida de los trabajadores.
Esto es lo que se acaba traduciendo en las políticas de austeridad que hemos
visto durante los últimos años y eso no va a cambiar por mucho que los partidos
que representan a los trabajadores ganen elecciones. Como hemos repetido en
muchas ocasiones, los cambios profundos no se dan a través de las
instituciones, sino a través de las luchas en la calle, en los centros de
estudio y en las empresas. Y esos cambios no son posibles siguiendo las normas
que marca el marco capitalista. Dicho de otra manera, sólo mediante un programa
rupturista es posible acabar con la actual crisis sistémica que nos lleva a una
vida de miseria y falta de derechos. Desgraciadamente, el programa de Unidos
Podemos aun está lejos de recoger esas medidas rupturistas (nacionalización de
la banca y otros sectores estratégicos, impago de la deuda, inversión pública
masiva, derecho efectivo de autodeterminación) y luchar por que dichas medidas
sean la base del programa es una de las principales tareas que los marxistas
revolucionarios tienen ahora mismo encima de la mesa.
Al mismo tiempo,
valorando muy positivamente el acuerdo, es evidente que éste ha tenido lugar de
forma cupular, es decir, por acuerdo entre las direcciones y el resultado aún
está lejos de ser un verdadero frente único desde la base. Dicho frente debería
tener espacios de debate y trabajo conjunto en las bases. Esos espacios han de
servir para poner en contacto a los mejores activistas venidos de las
diferentes organizaciones, tradiciones y movimientos y ha de ser desde ese
contacto y trabajo conjunto que se alcancen conjuntamente las conclusiones
correctas. Sin una verdadera movilización democrática desde la base se corre el
riesgo de que Unidos Podemos se convierta en una herramienta burocrática que sólo
se mueva en el plano institucional y que acabe siendo un peso muerto para el
movimiento.
Un posible pacto de gobierno con el PSOE, posibilidad que
no dejan de repetir desde la dirección de Podemos, imposibilitaría llevar a
cabo las dos tareas que señalamos como más importantes para el movimiento en la
coyuntura actual: lucha por un programa de clara ruptura con el capitalismo y
el régimen del 78 y lucha por una organización verdaderamente democrática desde
la base que se movilice activamente por sus derechos. Cualquier pacto de
gobierno con un partido proausteridad implica el seguir haciendo recortes o lo
que es lo mismo, gobernar contra los intereses del pueblo trabajador.
Más allá de las medidas
rupturistas anunciadas más arriba, la primera de las actuaciones tiene que ir encaminada
a dar respuesta inmediata a las situaciones de urgencia que viven millones de
personas mediante un plan de emergencia social que sólo es viable aplicar
rompiendo con los actuales techos de déficit y otras imposiciones venidas desde
que ser consciente de que cualquier acción de este tipo nunca va a ser llevada
a cabo con el beneplácito de la verdadera clase dominante y que por lo tanto no
tiene sentido buscar el acuerdo con dicha clase. Esto significa que ante un
inevitable enfrentamiento desde el gobierno contra la clase dominante, sino
estas armado con un programa rupturista y una movilización sostenida acabas
capitulando ante el sistema (como en el caso de Syriza en Grecia) y
convirtiéndote en un gestor más de las migajas del capitalismo.
Ese proceso de
movilización y presión desde la calle debe de empezar ya, desde la misma
campaña electoral que ha de servir como punto de partida de un plan de acción
continuado que luche por una verdadera transformación social.