Juan
Armada, SR Valencia, 26/07/2013

Tras la experiencia griega de Syriza, se ha
puesto de manifiesto la necesidad de organizar un frente amplio de izquierdas
en torno al que estructurar un programa político con el que lograr desbancar a
los partidos capitalistas que, ayudados por una ley electoral injusta, han
logrado mantenerse en el poder político a pesar de la creciente impopularidad
de sus dirigentes y de las medidas adoptadas por ellos.

Si bien Syriza supone un buen ejemplo de como
una coalición de izquierdas puede lograr ascender hasta casi conseguir la toma
de poder, no debemos de perder de vista los procesos tanto revolucionarios como
contrarrevolucionarios que tienen lugar en este tipo de fenómenos. Pero es
igualmente importante destacar que el frente único, o incluso un gobierno de izquierdas
no es un fin en si, sino un paso fundamental en un proceso cuyo éxito depende
de varios factores, tanto tácticos como programáticos.

Desde el muy bienvenido auge de Syriza en las
elecciones/encuestas, hemos también asistido a la paulatina socialdemocratización
de algunos sectores de este partido, y al cambio oscilante  de la dirección en la toma de decisiones en lo
que respecta, por poner sólo un ejemplo, a la renegociación del pago de la
deuda (pasando del planteamiento de “anular el memorando”, al nuevo “renegociar
el memorando”). En esa línea la Iniciativa de los 1000 que está emergiendo en
Grecia es un ejemplo de la necesidad de estructurar un movimiento que afronte
con claridad los problemas que atañen a la clase trabajadora, y se desmarque de
cualquier pacto con la troika o las instituciones capitalistas. Así pues, todas
estas experiencias, brevemente mencionadas, deben guiarnos en la constitución
de un movimiento de similar naturaleza aunque adaptados a la realidad política
y social del estado español, y que partan de unas bases ideológicas y
programáticas claras en torno a las que estructurar este frente único que se
muestra como la alternativa no sólo necesaria sino pragmática para luchar
contra el  capitalismo.

Experiencias
en España

En el estado español, a nivel autonómico, ya
se han empezado a estructurar coaliciones que han logrado exitosos resultados
en los recientes comicios. Tal es el caso de AGE, coalición que Anova –la
organización nacionalista de izquierdas formada por los exBNG Encontro
Irmandiño y otras fuerzas como la independentista y comunista FPG o Movemento
pola Base– venía de sellar con las franquicias gallegas de Izquierda Unida o
Equo, así como con el pequeño grupo Espazo Ecosocialista. AGE ha logrado
empezar a disputarle al PSOE el puesto de partido de oposición, y las recientes
encuestas la sitúan muy cerca o por encima de éstos. Cabe recalcar que la
intención de voto para AGE en menores de 35 años es más que el conjunto de PSOE
y PP, con lo que podemos apreciar que la tendencia es que la sociedad avanzará
aún más en esta dirección. Otras excitantes experiencias han tenido lugar en
Cataluña y Pais Vasco, con las CUP y Bildu. Ambos partidos están llamados a
tener un rol especialmente importante en torno a la articulación de lo que
podría ser un Frente Unitario de Izquierdas. La convivencia del derecho a  la autodeterminación y las luchas comunes en
contra de una crisis capitalista de carácter global nos avocarán a tener que
luchar unidos. Se deberían organizar estructuras que convivan dentro de un
marco político de mínimos en torno al tipo de gobierno, estado, que queremos,
situando el derecho a la autodeterminación al mismo nivel que la lucha frontal y
unida contra el capitalismo. La cuestión nacional se puede abordar desde una perspectiva
confederalista de libre adhesión (con el derecho a separarse). 

La fuerza unida
de los pueblos ha demostrado ser históricamente una de las claves más
importantes para el derrocamiento del sistema burgués – bien unificado con la
pecunia por bandera.

Así pues parece obvio que la articulación
debería partir del partido de izquierdas mayoritario en el estado, IU. Si bien
su auge en las encuestas parece estar paralizado y sirviendo de excusa a los
dirigentes de este partido para no continuar con la mayor democratización
interna y la apertura hacia un frente amplio. El camino a seguir ya ha sido
marcado desde las bases más combativas de IU, con los altercados en Andalucía y
Extremadura, o con la escala de luchas desde la base llevada a cabo por Sánchez
Gordillo. Muchos de los militantes más activos apuestan por un modelo de
partido-movimiento, con una mayor participación de las bases, menos rigidez
jerárquica, liderazgos compartidos, voluntad de experimentación política y relevo
generacional. Aunque los máximos dirigentes de este partido lo quisieran negar
algo se está moviendo tanto dentro como fuera de IU, y no podemos hacer oídos
sordos al momento histórico pre-revolucionario al que estamos asistiendo. La
escalada de luchas en la calle está llevando a la auto-organización obrera,
muchas veces alejada de los sindicatos mayoritarios, que han perdido su
legitimidad ante muchos ciudadanos debido a la actuación de sus dirigentes
pactistas. Las mareas ciudadanas son un ejemplo de como la falta de voluntad y
liderazgo que poseen estas organizaciones y de la perdida de conexión con sus bases
y el trabajador en general, dan lugar a experiencias ya de por sí exitosas en
la lucha pero que podrían mantener aún más su intensidad y lograr objetivos a
corto plazo. Dentro de  estas luchas no
debemos olvidar el potencial del movimiento estudiantil, la PAH, 15M, y otros movimientos
sociales. Todo esto pone de manifiesto, una vez más, la necesidad de articular un
movimiento heterogéneo pero sincrónicamente organizado que intensifique las
diferentes luchas.

En esta línea uno de los intentos más
recientes que se han venido produciendo ha sido el del CLI (Construyendo la
Izquierda) cuyo acto de presentación tuvo lugar en Madrid el pasado mes  de Marzo. El CLI actualmente se encuentra en
proceso de gestación lo que lleva a interesantes preguntas en torno a qué tipo
de frente de izquierdas, partido o coalición ha de formarse para plantear una
alternativa creíble y efectiva a la dramática situación que estamos
atravesando. Por una parte es importante definir qué queremos constituir con un
frente único de izquierdas, o con este tipo de iniciativas que están surgiendo.
Como se planteó desde Socialismo Revolucionario en el número anterior, un
frente amplio debería tener como objetivo unir a todos los simpatizantes y
militantes de izquierdas organizados tanto en partidos como en distintos
movimientos sociales y combativos para lograr un cambio efectivo en la
estructura de poder y encaminándose hacia nuevas políticas económicas y sociales.
Claramente la salida a la crisis capitalista pasa por un cambio radical de
sistema, por lo que pactar con partidos que han demostrado plegarse a los
designios de la troika y el capitalismo, como el PSOE, frenaría las
aspiraciones de la clase trabajadora. Intentar concentrar las fuerzas en
conquistar el espacio político que podría crearse a la izquierda del PSOE y
derecha de IU solo puede repetir el error de no plantear medidas radicales que
logren un cambio verdadero y rupturista con las políticas neoliberales.

Si bien un frente amplio de izquierdas tiene
que estar abierto a múltiples agentes que creen una sinergia tal, que
amplifique la lucha desde las bases, las calles, los movimientos sociales y los
sindicatos hasta el parlamento, con el consiguiente cambio institucional, es
cierto que los mínimos de tal frente deben de ser claros. Esta claridad no
puede más que jugar en favor de nuestras organizaciones ganando un espacio
político específico que dadas las condiciones objetivas de la crisis capitalista
no puede ser sino el de la izquierda transformadora y revolucionaria. El
movimiento hacia posiciones de izquierda en la conciencia de clase y política se
está acelerando exponencialmente desde el comienzo de la crisis capitalista en
la sociedad española. Así pues lo que tanto ética como objetivamente reclama el
pueblo son medidas radicales que puedan acabar con las políticas capitalistas
que se “deslizan hacia el desastre con los ojos cerrados”. Para ello un Frente
Único tiene que tener la valentía de afrontar la cuestión de qué tipo de
gobierno queremos construir y qué tipo de medidas de urgencia se han de tomar. Hay
que negarse a las políticas de austeridad y al pago de la deuda del estado al
capital; realizar una reforma fiscal que grave fuertemente las rentas de
capital y la nacionalización de la banca, evitando fugas de capitales, lo que
permitiría recuperar el poder de decisión democrática sobre los capitales;
implementar una verdadera democracia, con la institucionalización del
desarrollo social y el control y la gestión por los trabajadores, a través de
todo el espectro de la actividad económica; y luchar por el derecho de
autodeterminación de las naciones bajo base socialista.

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