Foto: Kris Krug / Creative Commons License

Cambiar la sociedad para frenar el cambio climático

18/11/2015, Juan Pedro Flores y Ricardo
Montesinos, SR Badalona

Català

En
numerosas ocasiones la burguesía capitalista se ha demostrado incapaz de dar
solución a los problemas reales del mundo. El tema del cambio climático es uno
de los grandes ejemplos de esto, en el que la clase dirigente capitalista impone
su escala de valores a la sociedad, interponiendo sus propios intereses a la
seguridad general de la especie. El declive del sistema capitalista empieza
justo cuando nos damos cuenta de que nuestro entorno es limitado y está
totalmente sujeto a nuestra acción. La utilización de los recursos naturales
tiene que ser responsable, la escasez de los recursos tradicionales explotados
salvajemente por empresas que manejan la economía a su antojo, junto el
crecimiento demográfico exponencial, que es debido a su vez por esa acumulación
de riqueza nos obligará a tomar decisiones que pueden que lleguen tarde.

Por
eso en la cumbre del cambio climático que se celebrará en París el fin de
semana del 27/28 de noviembre se convierte en una buena oportunidad para poder
trazar un plan de acción conjunto para cambiar de dirección en este asunto. Lo
malo es que entre las personas que se sentarán a hablar en esta cumbre serán
aquéllas que firmaron el tratado de libre comercio (TTIP), por lo que en cierta
medida se puede predecir que los acuerdos no serán suficientes o no serán
llevados a cabo. Solo la fuerza organizada de la clase trabajadora podrá
liberarnos del control económico e ideológico al que estamos sometidos.

El
trabajador se ve en demasiados casos en la obligación de tener que elegir entre
ser moralmente correcto o poner comida encima de la mesa, cualquiera de
nosotros depende ahora mismo de un sistema viciado y psicótico al que no le
importa sacrificar su supervivencia por unos beneficios a corto plazo. Por
supuesto, estos beneficios no está previsto que sean para los trabajadores. La
organización es clave para poder tomar decisiones realmente comprometidas y
éstas pasan por cambiar nuestro modelo económico, principalmente, la
consciencia y la voz de la clase trabajadora tienen que alzarse por encima del
control que actúa como un cáncer tanto en la naturaleza como en el individuo,
figurada y literalmente. La solución solo pueden pasar por ser socialista y
debe tener una clara directriz: romper con el capitalismo. La ecología es una burbuja
que estallará y que el capitalismo no puede solucionar.

La
lógica neoliberal lleva a que los propios gobiernos mantengan relaciones
demasiado cercanas con las empresas, la alianza entre ambos son suficientes
para ejercer el control sobre la población. Las 30 empresas más grandes son
responsables de dos tercios de las emisiones, por otro lado, tan solo las
emisiones de carbón de los países pertenecientes al G7 igualan a las producidas
en toda África. Nos hacen creer en soluciones que al final tienen un efecto
negativo. Por ejemplo, subir los impuestos del carbón lo único que conseguiría
es un descenso en la demanda, el precio baja y la consecuencia es que acaba
utilizándose mucho más. Mientras que un privilegiado 10% de la población consume
el 60% de esta energía, el otro 90% ve como los impuestos acaban por afectarles
mucho más. Hoy podemos decir claramente que los líderes políticos no confían y
no quieren ganar la batalla del cambio climático. El IPCC apunta que para el
2050 se debe llegar a ‘0’ emisiones, aunque no están aquí valoradas las
emisiones de carbón. Aún consiguiendo este objetivo nos enfrentamos a cierta
incertidumbre, existe un 33% de posibilidades de que ya no se pueda frenar el
daño causado. Somos la primera generación que es consciente de este problema y
puede resultar que seamos la única que haya podido hacer alguna cosa. La gente
al final reacciona ante este problema mucho más cuando le afecta directamente,
hemos de tomar conciencia de lo complejo que resulta la situación. Es importante
saber que las medidas tienen que ser globales pero no podemos despreciar
tampoco la lucha local, ya que es en ese terreno donde se llevan a la práctica
los delitos medioambientales que nos afectan a todos y muchas pueden cambiarse
‘in situ’ si los trabajadores y sus familias se organizan.

Evitar
el desastre medioambiental es una tarea que las élites capitalistas, en su
incansable búsqueda de beneficios, nunca llevará cabo. La clase trabajadora de
todo el mundo debe movilizarse para detener esta destrucción del medio que amenaza
la supervivencia del planeta y de la propia especie humana. Solo en el marco de
una economía socialista planificada, bajo el control de gobiernos democráticos
de los trabajadores puede llevarse a cabo una política medioambiental
sostenible que cubra las necesidades de la población mundial de manera
razonable sin amenazar el futuro de todos.

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