08/09/2014, Víctor Egío, SR Murcia

Català

Desde que a finales del pasado mes de Junio Guanyem
Barcelona hiciera su puesta de largo como frente aglutinador de la izquierda y
los movimientos sociales de cara a las próximas elecciones municipales,
numerosas ciudades han seguido el ejemplo de Barcelona llamando a constituir
plataformas de unidad similares. De Madrid a Zaragoza, pasando por Sevilla o
Valencia, el fenómeno ‘Ganemos’ se extiende transmitiendo una imagen de unidad
que, sin embargo, no es del todo fiel a la realidad.

Pongamos por ejemplo el caso de Murcia. Por un lado
confluyen las urgencias de la izquierda tradicional por encontrar el rumbo tras
las elecciones europeas, conectando la retórica del Bloque Social y Político
(al que IU consiguió atraer a parte de la izquierda nacionalista y de su
entorno sindical) con los nuevos procesos municipalistas de unidad. Esta
generosidad llega al mismo tiempo tarde y pronto. Tarde para remediar los
graves errores cometidos por la dirección de Izquierda Unida en los meses
previos al 25M, una dirección que no supo leer el momento histórico de fin de
régimen y se olvidó de los millones de indignados latentes que esperaban un
discurso menos institucional, así como prácticas más horizontales y
democráticas en el funcionamiento interno de la organización y más
transparentes y fraternales con el resto de organizaciones y activistas. Pronto
para abordar conversaciones de naturaleza electoral con una formación como
Podemos, que todavía se encuentra en el camino a su primera Asamblea Ciudadana,
que habrá de sentar las bases de la organización y, entre otras cosas,
determinar sus propios procedimientos para la elaboración de listas electorales
y su estrategia de alianzas.

De esta forma los miembros de Podemos, tanto en Murcia como
en Madrid o Sevilla, han renunciado a participar por ahora en las asambleas convocadas
por los distintos Ganemos, en las que han tenido si acaso un rol de observador,
lo que limita mucho su alcance y podría comprometer su futuro en los próximos
meses. Como es natural en este contexto han surgido pronto las primeras discrepancias
y reproches pues, aunque se quiere conceder el protagonismo a la ciudadanía y
los movimientos sociales, está claro que un acuerdo tácito entre los
principales partidos de la izquierda es condición necesario para que estas
plataformas se hagan realidad.

Por otra parte es patente también un excesivo electoralismo
que puede acabar por hacer confundir la unidad de la izquierda con un mero
procedimiento para formar listas electorales. Con el foco puesto sobre las
elecciones municipales de Mayo, otras cuestiones no menos importantes han
pasado a segundo plano, tales como la urgente necesidad de una completa
refundación interna de Izquierda Unida o la necesidad de poner sobre la mesa un
calendario sostenible de luchas que no dé respiro al gobierno en el curso que
acaba de comenzar. Repetir el éxito de las Marchas de la Dignidad es el paso
más certero para seguir construyendo hegemonía en nuestros barrios y centros de
trabajo, mientras preparamos el asedio institucional. Ese debería ser el primer
pacto hacia una unidad desde abajo, construida lucha a lucha, despacio pero sin
descanso.

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