La clase dirigente se encuentra profundamente dividida
mientras explota la resistencia de masas


Bryan Koulouris, Alternativa Socialista (CIT en EEUU)

Una de las administraciones norteamericanas más
reaccionaria, intolerante y depredadora de la historia moderna ha tomado
oficialmente el poder. La presidencia entrante de Trump, con sus tuits
incendiarios y conferencias de prensa estrafalarias, y con nombramientos de su
gabinete y órdenes ejecutivas reaccionarias, comprensiblemente hacen sentir a
millones de personas que se encuentran dentro de una pesadilla. Trump ha horrorizado a muchos al
proponer un aumento de las deportaciones y ataques a los derechos reproductivos
de las mujeres y a los sindicatos, mientras el nuevo congreso con mayoría
republicana está ocupado desmantelando el Obamacare. La gente teme a un hombre que ha glorificado el asalto sexual, incitado
a la violencia racista y que ha obtenido miles de millones de dólares
explotando a gente trabajadora.

Trump
ya ha revertido la decisión de Obama y ha dado el visto bueno a los oleoductos
“Dakota Access” y “Keystone XL”, con lo que ha dejado claro que las
regulaciones medioambientales serán generalmente ignoradas para animar a los
industriales a construir fábricas en los EEUU.  También ha dado la orden de dar luz verde a la
construcción de una “muralla” en la frontera con México y ha preparado el
escenario para un número de deportaciones sin precedentes de trabajadores
indocumentados: ha añadido 5.000 agentes a la Patrulla Fronteriza y triplicado
el número de agentes de ICE (Inmigración y Aduanas) mientras que ha expandido
radicalmente lo que puede considerarse “comportamiento criminal” que puede
llevar a una persona a ser deportada. Ha amenazado con privar de fondos
federales a las “ciudades santuario” (N.T: localidades o estados cuyos
gobiernos no informan al gobierno federal sobre inmigrantes indocumentados y donde
estos tienen acceso a los mismos servicios públicos que el resto de la
población). Y ha prohibido de facto la inmigración de personas musulmanas al
paralizar las visas para seis diferentes países de mayoría musulmana.

Sin
embargo, el miedo no es la única reacción hacia el “Depredador en Jefe”. A su
toma de posesión le siguió el día de mayores protestas en la historia de los
EEUU, con una marcha de mujeres el 21 de enero que movilizó a más de 3 millones
de personas. Este movimiento debe continuar, profundizarse y escalar para
detener la agenda reaccionaria de Trump. Podemos detener sus políticas, pero
esto requerirá una resistencia decidida, un masivo movimiento de desobediencia
civil y la ruptura con la “normalidad”.

Porque
es la normalidad del sistema actual la que ha dado como resultado que ocho
personas tengan la misma riqueza que la mitad de la población más pobres (3.600
millones de personas). El mantenimiento de la normalidad bajo los Demócratas y
Republicanos ha perpetuado la destrucción del clima, la guerra, la desigualdad
salarial, el racismo y el machismo. Y esta normalidad ayudó a abrir la puerta a
la demagogia populista de Trump. La mayoría de la clase dirigente americana no
ven a Trump como un defensor fiable de sus intereses, pero para la clase
trabajadora, Trump y su gabinete de milmillonarios son sus absolutos enemigos,
y no podemos depender de las mismas élites que no pudieron detener la elección
de Trump para que detengan su agenda.

Una clase dirigente profundamente dividía


Las
clase dirigente milmillonaria en EEUU e
internacionalmente está dividida en cuanto a cómo lidiar con el ascenso de
Trump a la posición de mayor poder en el mundo. Obama y Clinton quieren que
demos “una oportunidad a Trump”, pero no podemos esperar a que dejen sin fondos
a las organizaciones de planificación familiar, o que expulsen a millones de
Medicaid antes de pasar a la acción. Algunos demócratas, como los que
rechazaron presenciar la toma de posesión de Trump, dicen que quieren luchar
contra su agenda. Si se tomaran esto en serio, podrían poner algunos
obstáculos, especialmente teniendo en cuenta la muy estrecha mayoría de los
Republicanos en el Senado. Pero desgraciadamente los demócratas no quisieron
tomar medidas decisivas en el pasado para detener los ataques de la
Administración Bush.

La
retórica nacionalista y proteccionista de Trump está creando una profunda
ansiedad entre los “aliados” internacionales de los milmillonarios
estadounidenses. Trump ha enfadado a la mayoría del “establishment” europeo al
declarar que la Unión Europea desaparecerá y que la alianza militar de la OTAN
está “obsoleta”. Mientras que las élites estadounidenses continúan paralizadas
por su división, los dirigentes rusos, israelíes y turcos han ido completamente
a la ofensiva para incrementar su poder e influencia geopolítica.

Las
tensiones entre EEUU y China se están incrementado rápidamente. Los líderes
chinos han amenazado con “quitarse los guantes” en sus interacciones con Trump.
El pasado lunes Trump formalmente retiró a EEUU del Acuerdo Transpacífico (TTP
en sus siglas en inglés), el tratado comercial que la administración de Obama
construyó para luchar contra el creciente poder económico de China. Desde luego
no vamos a lamentar el final de este pacto anti-trabajadores y
anti-medioambiente, pero la alternativa de Trump parece ser la amenaza de una guerra
comercial contra China. Al contrario de lo que declara el gobierno, unos aranceles
más altos no traerán un gran número de empleos industriales de vuelta a EEUU.
Es más probable que una guerra comercial empuje la economía mundial a la
recesión. Bajo el capitalismo nos enfrentamos a elegir entre estas dos
terribles opciones: una globalización corporativa destructiva o guerras de
comercio proteccionistas. 

Nuestro
movimiento no debe responder al nacionalismo de Trump con los ecos anti-rusos
de la Guerra Fría. La lucha será mucho más efectiva si nos concentramos en
pelear contra el racismo, el sexismo, y las políticas contra la clase
trabajadora que proponga la derecha, y no en los intentos de la CIA de promover
escándalos de tipo nacionalista. Sin embargo, los ataques de las agencias de
inteligencia contra Trump reflejan la ansiedad de la clase dirigente por su
obvia admiración a Putin.  

Cientos
de miles de personas fuera de EEUU se unieron a las protestas contra Trump del
21 de enero, y necesitamos ser solidarios con la gente trabajadora alrededor
del mundo que quiere resistir tanto “la normalidad” del sistema como la
reacción de la derecha. Los eslóganes y la paranoia nacionalistas por que el
gobierno esté controlado por poderes extranjeros como Putin no van a movilizar
de forma efectiva a la gente trabajadora, la juventud y los pobres para que se
unan a una resistencia decidida que pueda impedir la agenda reaccionaria de
Trump.

Para
detener los ataques de la derecha, en lugar de confiar en la asesina CIA o en
los políticos controlados por el poder económico debemos concentrarnos en
movilizar desde abajo una agenda de resistencia de 100 días contra Trump.

Los Demócratas y el movimiento


Necesitamos
basar nuestro movimiento en las necesidades de la gente trabajadora y no
limitar nuestras demandas a lo que sería aceptable por los líderes del Partido
Demócrata. Podemos construir las mayores protestas posibles si demandamos
medidas populares como la defensa y la extensión de los derechos reproductivos,
el final de la deportación de inmigrantes y el establecimiento de un Medicare
mejorado y universal. Necesitamos seguir luchando por un salario mínimo de 15
dólares por hora, formación universitaria gratuita y contra las encarcelaciones
masivas.

Necesitamos
la unidad y solidaridad de todas las personas que se oponen activamente a Trump
para detener sus ataques. Cada persona que esté contra Trump debe apoyar a las
mujeres que se enfrentan a los recortes en Planificación Familiar; y lo mismo
es cierto para los inmigrantes o para cualquier otro grupo que sufra sus
políticas. Los sindicatos, grupos locales, organizaciones feministas,
activistas de “Black Lives Matter” (Las Vidas Negras Importan) y los
socialistas deben movilizarse juntos con demandas claras y acciones decididas.

Al
mismo tiempo, los nuevos movimientos de masas necesitan invitar a la gente que
están participando en sus primeras protestas o reuniones organizativas. Esto
significa que las nuevas coaliciones contra Trump incluirán a personas que
frecuentemente miran al Partido Demócrata en busca de liderazgo. Las
coaliciones de resistencia también necesitarán organizaciones con lazos con el
Partido Demócrata como sindicatos y grupos feministas. Dentro de estas
coaliciones, necesitamos tener debates sobre la mejor estrategia para luchar
por nuestras demandas que puedan mejorar las vidas de la gente trabajadora.

Desde
Alternativa Socialista proponemos la necesidad de un nuevo partido del 99% que
sea una fuerza que luche contra la agenda de Trump sin reservas. La dirección
del Partido Demócrata preparó el camino para la victoria de Trump, y sus
políticas han estado aplastantemente controladas por las élites corporativas. La
tendencia dominante en los Demócratas no detuvo la agenda de Bush, no ha
cumplido las promesas de combatir el racismo o el machismo o de mejorar las
condiciones de vida de la gente trabajadora. Por eso algunos trabajadores
fueron seducidos por la demagogia pro-obrera de Trump, aunque esto se verá
minado con la experiencia de sus políticas. Alternativa Socialista trabajará
con aquellos Demócratas progresivas alrededor de demandas claras que puedan
movilizar a la gente, pero no limitará su programa, estrategia o tácticas a lo
que sea aceptable para los Demócratas pro-corporaciones. Por el contrario, nos
basaremos en las necesidades de la gente trabajadora para resistir un sistema y
un presidente adictos a la destrucción.

Los próximos pasos contra Trump


Necesitamos
100 días de resistencia escalada. Los derechos reproductivos están amenazados.
Sin embargo, en Polonia las mujeres fueron a la huelga y detuvieron las leyes
de restricción del aborto. Las organizaciones feministas y los sindicatos deben
seguir este ejemplo positivo y construir acciones más fuertes y decididas
posibles para el 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres.  

Nuestros
100 días de resistencia deben culminar con marchas masivas, desobediencia civil
y huelgas el 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores. El 1 de mayo de
2006 los trabajadores inmigrantes fueron a la huelga y protestaron en todo el
país contra la racista legislación anti-inmigración. Esta vez no podemos dejar
a los inmigrantes solos en la lucha. Los sindicatos deben movilizar a todos sus
miembros, inmigrantes o no, para oponerse a las deportaciones de Trump con
acciones decisivas, incluyendo paros. No debemos olvidar que el propio
movimiento sindical es un objetivo de los apetitos depredadores de Trump.

El
20 y el 21 de enero inauguraron una resistencia de proporciones monumentales.
Alternativa Socialista cree que necesitamos convertir ésta en un movimiento que
pueda desafiar al sistema que da a ocho hombres blancos más riquezas que 3.600
millones de habitantes de este planeta. Trump es la personificación del
capitalismo depredador y la clase trabajadora, mientras lucha con éxito contra
su agenda, puede sentar las bases para un mundo sin explotación, pobreza o
discriminación. ¡Únete a nosotros en la lucha por el socialismo! ¡Tenemos un
mundo que ganar!

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