Podemos irrumpe con fuerza y
aspira a capitalizar políticamente la indignación ante la
estrategia derrotista de la dirección burocrática de Izquierda
Unida

04/06/2014, Socialismo Revolucionario

Tremenda
resaca la de la izquierda española tras las elecciones europeas del
25 de Mayo. Los comicios han venido a demostrar la política errónea
de la burocracia de Izquierda Unida y la forma en la que ha encarado
no sólo estas elecciones, sino la respuesta a una crisis tan
excepcional y dramática como la actual. En la noche del domingo Willy Meyer mostraba orgulloso un gráfico que atestiguaba el
crecimiento de IU, que ha ganado un millón de votos y ha pasado de 2
a 6 diputados. Sin embargo, la irrupción de Podemos, que en poco
menos de 4 meses ha conseguido hacerse con más de un millón de
votos, no sólo ha minimizado el crecimiento exponencial que IU
aspiraba a monopolizar, sino que pone en seria duda el protagonismo
de esta formación como referente de la izquierda política en el
futuro. Y es más: Podemos tiene, por su carácter novedoso, todas
las papeletas para ir a más y seguir creciendo a un ritmo mucho
mayor que el de IU.

Estas elecciones han mostrado
lo dañina que es la política burocrática y derechista de la
mayoría de dirigentes de IU para la propia formación (política
también compartida por las direcciones de los sindicatos
mayoritarios) que, en vez de basarse en la movilización y
radicalización de este nuevo periodo, buscan contenerlas, con la
mirada puesta en gobernar junto al PSOE después de las próximas
elecciones generales. Se puede hablar de un punto de inflexión tras
estas elecciones, con un nuevo panorama ante el cual los socialistas
revolucionarios hemos de responder.

Podemos sacude el tablero de
la izquierda

Estos días
abundan los análisis que ponen de relieve la excelente campaña de
Podemos, que habría sabido «vender» un producto fresco
exprimiendo al máximo las oportunidades ofrecidas por los nuevos
medios de comunicación y haciendo valer el mayor peso mediático de
su líder. Pero las cosas no son tan simples. Son muchos los líderes
mediáticos que han concurrido a estas elecciones y la mayoría se ha
quedado en el camino. Iglesias y Podemos han podido sacudir la
situación al destacarse por un enfoque que parece radicalmente
distinto, y un discurso que se centra en el protagonismo popular en
vez del parlamentarismo institucional de siempre. En este sentido la
aparición de Podemos es muy bienvenida, da un impulso a la izquierda
alternativa, y debilita a la burocracia que ha frenado la lucha a lo
largo del último periodo.

Para generar
confianza entre la gente que sufre a diario los efectos de la crisis
no basta con aparecer en TV y en las redes sociales. Hace falta
también un mensaje claro y libre de contradicciones sobre la
dimensión de la crisis actual, sus causas y las posibles salidas a
esta situación excepcional.

La dirección
de Izquierda Unida ha fallado precisamente en este aspecto, que es el
fundamental: no se puede atacar retóricamente al bipartidismo y
ponerse a su servicio a las primeras de cambio en nombre de la
gobernabilidad, tal y como ha sucedido en Andalucía (donde PSOE e IU
gobiernan juntos) o Extremadura (donde IU permite gobernar al PP con
apoyos puntuales). Por si fuera poco los mismos que avalan el pacto
andaluz no han descartado nunca un escenario similar para el Estado
español, lo que demuestra la corta visión política de una élite
más interesada en las carteras ministeriales que en poner en marcha
una verdadera alternativa al régimen del 78. De esta forma, IU ha
quedado contaminada por la «casta».

A esa falta de credibilidad se
le suma otro factor crucial: el veto durante años a cualquier
propuesta de refundación de la organización por parte de las
«familias» que lideran la ejecutiva actual. Cualquier
comparación con el pasado resulta odiosa. A principios de los 90
Julio Anguita lideró un proceso de convergencia que tuvo como
resultado a la actual Izquierda Unida, que tras las movilizaciones
anti OTAN aspiraba a cubrir un espectro más amplio que el ocupado
hasta entonces por el Partido Comunista. Después del 15M y la ola
de politización que despertó, IU tenía en su mano liderar un
proceso similar y abrir la organización en busca de vías de
confluencia con esa gran mayoría social que pide a gritos un cambio
radical, con esos millones de personas que están hartas de
manifestarse sin que nadie les escuche y ya ven como necesaria la
conquista del poder y la apertura de un nuevo proceso constituyente.
En la dirección actual de Izquierda Unida ha pesado más, sin
embargo, el miedo a perder el control de la situación y los
intereses personales de aquellos que aspiran a perpetuarse en sus
posiciones de poder. De esta forma las tremendas movilizaciones de
los últimos años no se han traducido en un crecimiento del número
de militantes ni en un mayor protagonismo de Izquierda Unida en el
seno de estas movilizaciones, a excepción de la gran Marcha de la
Dignidad del 22M, donde las bases de IU si tuvieron un gran
protagonismo que da esperanza para el futuro.  

Incapaz de
tomar las riendas cuando la situación lo exigía, IU ha acabado por
verse desbordada. Aunque ahora todos claman por un gran proceso de
convergencia de la izquierda, sería ingenuo pensar que los mismos
que hasta ahora se han cerrado en banda a cualquier apertura hayan
visto la luz de repente. La izquierda solo puede confluir en espacios
abiertos y democráticos en los que los militantes de las distintas
organizaciones políticas y los movimientos sociales se encuentren en
igualdad y puedan decidir sin cortapisas y desde abajo los próximos
pasos a seguir, articulando una verdadera estrategia para la
conquista del poder. Las esperanzas deben centrarse ahora en una
nueva generación de cuadros procedentes de las últimas grandes
movilizaciones y acostumbrados a debatir y trabajar codo con codo y
de igual a igual con activistas de la más variada procedencia.

Pero no debemos pensar que
todos los riesgos para este proceso provienen de la burocracia de IU.
Si algo ha demostrado esta campaña es que Podemos también cuenta
con un hermético equipo de asesores dispuestos a tomar decisiones
por encima y muchas veces al margen de la voluntad de sus bases.
Aunque los ideólogos de Podemos apelan continuamente al poder de la
gente y de los «círculos», está por ver que esto no forme
parte solamente de una estrategia retórica. Los próximos meses
serán cruciales para ver de qué forma se organizan las bases de
Podemos y de qué forma pueden suponer un contrapeso horizontal a la
estrategia personalista priorizada por Pablo Iglesias y sus asesores.
Como el CIT ha subrayado muchas veces en sus análisis sobre el
proceso bolivariano, el populismo personalista puede ayudar
inicialmente a sumar apoyos con rapidez y ser útil en un proceso
electoral, pero, a la larga, resulta perjudicial en la construcción
de un movimiento que debe ser radicalmente democrático y contar con
los suficientes mecanismos internos de autocorrección y decisión.

A esto hay
que sumar también las carencias programáticas de Podemos, que al
mismo tiempo que ataca retóricamente a la “dictadura de la Troika
y los mercados”, defiende un programa que busca retocarla en vez de
acabar con ella. Aunque el programa de Podemos recoge acertadamente
todas las demandas de los movimientos sociales (renta básica,
reparto del trabajo, servicios públicos de calidad, derogación de
la ley del aborto, de las pensiones, de la reforma laboral, …) en
la parte estrictamente económica, sus propuestas son claramente
insuficientes y no van mas allá de democratizar al BCE, limitar las
privatizaciones, adquirir una parte de las grandes empresas de los
sectores estratégicos o fomentar la participación pública en las
empresas privadas. No encontramos en todo el programa de Podemos una
sola medida que vaya en el sentido de romper con el capitalismo.
Tanto en IU como en Podemos, ha de haber un debate sobre el programa
objetivamente necesario para salir de la crisis y acabar con el
capitalismo. Esto sólo es posible a través de políticas claramente
socialistas partiendo del impago de la deuda y de la nacionalización
bajo control democrático de los trabajadores de los sectores
estratégicos de la economía.

Próximos pasos: Frente
único e intensificación de la lucha

Desde SR
hacemos un llamamiento a todos aquellos que han votado por la
izquierda anticapitalista a que impulsen y participen en asambleas
unitarias en sus barrios y centros de trabajo, convocadas de forma
unitaria por las organizaciones de izquierda presentes en cada
territorio. No se puede basar la confluencia en un mero acuerdo entre
cúpulas, entre la dirección de IU y el entorno de Iglesias. Estas
asambleas deben formar la base del frente único que la situación
exige, para unir fuerzas en la lucha contra del bipartidismo y por
una alternativa política del 99%.

El pulso, no
obstante, debe continuar ante todo y sobre todo también en las
calles, la mejor escuela posible de convergencia política y social.
El 22M dos millones de personas se manifestaron en Madrid
para exigir dignidad, una cifra sólo algo inferior a la que suman
los votantes de Podemos y la Izquierda Plural. ¿Pura coincidencia?
En absoluto. De la indignación anti-política del 15M al voto
exigente del 25M hay una larga escuela de lucha que tiene en ese día
un hito para la historia. Las Marchas de la Dignidad, a pesar de toda
la propaganda criminalizadora del régimen, llegaron incólumes a la
cita electoral para asediar el régimen bipartidista. Esa y no otra
es la verdadera clave de este éxito electoral y será también la
clave de los procesos de convergencia a corto plazo. La izquierda
anticapitalista sale reforzada de estas elecciones y legitimada para
emprender un nuevo ciclo de luchas. Desde Socialismo Revolucionario,
llamamos a todas las organizaciones de izquierda a dejar atrás los
personalismos y situarse detrás de la bandera de la movilización
unitaria. De esas luchas y no de oscuros cónclaves deben surgir las
alianzas y liderazgos del gran cambio que ansían los trabajadores y
trabajadoras del Estado español, cambio que sólo se puede realizar
por una ruptura con el régimen de 78, y a través de un gobierno de
los trabajadores que implemente políticas socialistas.

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