¡Hay que luchar contra la derecha y el imperialismo en toda América Latina!

11/11/2019, Liberdade, Socialismo e Revolução – LSR (CIT en Brasil)

El domingo por la tarde (10/11) el presidente boliviano Evo Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera anunciaron la renuncia a sus cargos en un proceso que sólo puede ser caracterizado como un golpe de Estado de ultraderecha sostenido por los terratenientes, los militares y el imperialismo.

Morales anunció su renuncia momentos después de que el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas bolivianas, el general Williams Kaliman, hubiera exigido públicamente que el presidente tomara esta actitud. Esta fue la culminación de un intento de golpe de Estado que comenzó en el proceso de recuento de las elecciones celebradas el 20 de octubre.

El resultado electoral que obtuvo Evo Morales en la primera vuelta (47% de los votos) fue impugnado por la oposición de derecha, que comenzó a promover una serie de acciones reaccionarias y racistas contra el gobierno y preparó las condiciones para el golpe.

El candidato de derecha derrotado el 20 de octubre, Carlos Mesa, exigió una segunda vuelta electoral. Evo Morales aceptó retirarse y dio legitimidad a una auditoría de irregularidades en la investigación por parte de la OEA (Organización de Estados Americanos), una organización claramente vinculada a los intereses del imperialismo norteamericano.

Pero el sector más reaccionario y ultraderechista de la burguesía boliviana, vinculado a la industria agraria de la región de la «Media Luna» (Oriente boliviano) y liderado por Luis Fernando Camacho del Comité Cívico de Santa Cruz, exigió la caída de Evo Morales y el veto a su candidatura en nuevas elecciones. Esta posición más extrema de la derecha se convirtió en la posición dominante en el escenario boliviano.

La situación empeoró cualitativamente a partir del 8 de noviembre, cuando la policía de Cochabamba inició un motín que se extendió por casi todo el país. Además de los bloqueos promovidos por los Comités Cívicos de ultraderecha, los disturbios de la policía allanaron el camino para el golpe. Ministros, miembros del gobierno y autoridades locales vinculadas al MAS (partido de Evo Morales) fueron agredidos físicamente y amenazados.

En lugar de hacer un llamado abierto a los trabajadores, campesinos e indígenas para que se movilicen para detener el golpe, Evo Morales reaccionó a los intentos golpistas de una manera tímida y vacilante. El hecho de que reconociera a la OEA como un organismo mediador lo llevó, en un intento desesperado de contener el golpe, a acordar la celebración de nuevas elecciones generales y cambiar la composición del Tribunal Supremo Electoral. Pero era demasiado tarde. La pérdida de apoyo en el mando de las Fuerzas Armadas llevó finalmente a su dimisión.

La resistencia obrera, campesina y popular contra el golpe mostró su fuerza, pero se debilitó desde el principio por dos factores. En primer lugar, el gobierno promovió durante años la burocratización y cooptación de los dirigentes sindicales y populares, limitando su capacidad de acción autónoma y contundente a pesar de la historia de combatividad de la clase obrera y del pueblo boliviano. Hubo innumerables ejemplos de conflicto entre el gobierno de Evo Morales y la base social que lo llevó al poder, incluidos los trabajadores y los pueblos indígenas. En segundo lugar, Evo Morales temía una acción radicalizada de resistencia, prefiriendo apostar, como ha hecho en general, por una solución negociada con la derecha. Además, espera contar con el apoyo de las Fuerzas Armadas, lo que resulta ilusorio.

En un intento por mantener la lealtad de las Fuerzas Armadas, Morales ha apostado en los últimos años por otorgar concesiones al sector, como salarios y pensiones especiales y un papel privilegiado en la administración de empresas estatales. Esto contrastaba con la situación mucho más precaria de la policía, cuyo motín agravó la crisis. La falta de una voluntad clara de resistencia por parte del gobierno y de su base social, terminó permitiendo que los militares se negaran a ponerse del lado del gobierno.

Los avances sociales se lograron en el último período como resultado de la fuerza de la lucha obrera y popular desde la guerra del agua en Cochabamba (2001) y la guerra del gas (2003). Los intentos de golpe reaccionario originados entre los terratenientes del Oriente boliviano fueron prohibidos por el movimiento de masas en 2008. Todo esto a pesar de la actitud conciliadora y moderada de Evo Morales y García Linera en el gobierno.

Hoy estas conquistas están directamente amenazadas por el golpe, pero antes ya estaban sufriendo retrocesos que generaron insatisfacción en muchos sectores populares. El fin del auge de las materias primas afectó económicamente a Bolivia y socavó las bases de la política de reconciliación de clases de Evo Morales. Este parecía creer demasiado en su propia retórica que apuntaba a la estabilidad y solidez de la situación económica, social y política de Bolivia. Las contradicciones sociales eran mucho mayores de lo que podían admitir.

El resultado de todo esto hasta ahora ha sido una derrota popular en forma de un golpe de estado reaccionario. A pesar de las medidas represivas que ya empieza a tomar la derecha reaccionaria, la resistencia debe continuar y necesita todo el apoyo posible. Si este golpe se consolida, podría representar un muy mal ejemplo para los demás países latinoamericanos, en particular Venezuela, y polarizará aún más la situación política de toda la región.

América Latina atraviesa actualmente una época de profunda crisis política, económica y social. La marca del período en la región es la crisis de los gobiernos de derecha y sus políticas neoliberales. En países como Chile y Ecuador, la lucha de masas ha adquirido contornos revolucionarios. En otros países estas luchas llevaron a derrotas electorales de la derecha neoliberal, como en el caso de Argentina y Colombia.

El golpe actual en Bolivia sigue siendo una respuesta del imperialismo y de las clases dominantes de la región al avance de la resistencia al neoliberalismo. También deja claro que las políticas que apuestan por el intento permanente de reconciliar intereses de clase opuestos, como en el caso del modelo de ‘capitalismo andino-amazónico’ defendido por Morales, no pueden ser definitivamente victoriosas, particularmente en el capitalismo dependiente y periférico de América Latina. El ejemplo de Bolivia deja claro que sólo una alternativa anticapitalista y socialista puede defender los intereses de los trabajadores, campesinos, pueblos indígenas y pueblos latinoamericanos.

¡El golpe de Estado en Bolivia debe ser repudiado con todas sus fuerzas y todas las formas de resistencia contra el golpista de derecha, neoliberal y lacayo del imperialismo deben ser apoyadas! Esta es la tarea central de las organizaciones de trabajadores en todo el mundo. Junto con esto, es necesario construir la consecuente y revolucionaria alternativa socialista en toda América Latina y el mundo.

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