Resolución del Comité Ejecutivo Internacional del CIT, agosto 2019 

Nos estamos acercando rápidamente a un punto de inflexión decisivo en las relaciones mundiales, con una desaceleración de la economía mundial que apunta cada vez más hacia una recesión más profunda, incluida la posibilidad de un colapso financiero del tipo de 2008-9. Tal desarrollo encontraría al capitalismo mucho menos preparado para responder que hace una década. Podría frenar temporalmente la lucha de la clase obrera en algunos países y conducir a crisis agudas e incluso a situaciones prerrevolucionarias en otros.

En la mayoría de los países, la crisis de 2008 encontró a la clase obrera poco preparada. Esto es menos cierto esta vez a pesar de que la organización de la clase obrera sigue siendo débil en general y los efectos persistentes en la conciencia del colapso del estalinismo. Esta breve declaración describirá cómo se está desarrollando la crisis económica y los probables efectos que tendrá en la conciencia de la clase obrera.

Es probable que la principal causa inmediata de la actual recesión sea el efecto del creciente conflicto comercial en una economía mundial ya de por sí frágil, en la que se ha producido una acumulación masiva de deuda. El comercio mundial se está desacelerando rápidamente. El crecimiento anual del comercio mundial ha bajado del 5,5% en 2017 al 2,1% este año, según la OCDE. Esto puede compararse con un crecimiento medio del comercio mundial del 7% entre 1987 y 2007. Un factor importante en esta desaceleración es la incertidumbre creada por Trump al usar la amenaza de los aranceles como una herramienta clave de su política exterior nacionalista. El conflicto de Trump con China ya está teniendo serios efectos con los últimos datos que muestran que las exportaciones de EEUU a China cayeron un 31,4% desde el año anterior, mientras que las exportaciones chinas a EEUU bajaron un 7,8%.

También es sorprendente que la Inversión Extranjera Directa (IED) a nivel mundial cayera un 3% el año pasado, hasta el nivel más bajo desde la crisis financiera. La disminución de un rasgo distintivo de la globalización como es la IED es en sí misma una indicación de la reversión parcial de la globalización que hemos descrito, y que The Economist ha denominado “slowbalization” (globalización lenta). 

En material anterior, hemos enumerado algunos de los indicadores que apuntan a una desaceleración de la economía mundial y también cómo los conflictos comerciales en desarrollo, especialmente entre Estados Unidos y China, están contribuyendo directamente a acelerar este proceso. En abril, el Fondo Monetario Internacional proyectó una desaceleración del crecimiento para el 70% de la economía mundial en 2019. Muchos comentaristas hablan ahora de una recesión mundial que comenzaría antes de finales de este año. Esta se caracteriza por un crecimiento por debajo del 2,5% anual, la «velocidad de estancamiento» de la economía mundial. En junio, el Banco Mundial revisó a la baja su proyección de crecimiento para 2019, del 2,9% al 2,6%.

Otro indicador clave es el Índice de Gestores de Compras (PMI en sus siglas en inglés), que mide la actividad del sector manufacturero y de servicios. Cualquier medida del PMI por debajo de 50 indica contracción. El PMI de la industria manufacturera mundial ya se acerca a 50, pero el de servicios, que representan dos tercios de la actividad económica mundial, también están retrocediendo hacia los niveles observados por última vez durante la minirrecesión de 2015-6.

Cómo se está desarrollando la crisis

Para tener una idea más clara, vale la pena analizar cómo se está desarrollando este proceso en regiones y países clave.

La economía china se desaceleró rápidamente en 2018, su crecimiento más débil registrado en 28 años. La producción industrial está disminuyendo y hay un aumento del desempleo, incluso en el sector tecnológico. Según el Banco Mundial, se prevé que el crecimiento del PIB para 2019 sea del 6,2%, frente al 6,6% de 2018, pero el nivel real es probablemente del 3-4% o incluso inferior. Las empresas internacionales están retirando sus inversiones en China debido a la incertidumbre debida a la guerra comercial con los EEUU. Pero las empresas manufactureras también han estado trasladando sus operaciones al sudeste asiático en el último período debido al aumento de los costos de la mano de obra en China.

La recuperación económica de EEUU será pronto la más larga jamás registrada, aunque los beneficios de la recuperación han ido abrumadoramente a los ricos. Por lo tanto, la recesión en EEUU está ciertamente «atrasada» y, de hecho, hay señales crecientes de desaceleración. El PMI manufacturero estadounidense cayó a 50.6 en mayo, la lectura más baja desde agosto de 2009. Después de un crecimiento general del 3,1% en el primer trimestre de 2019 debido a factores temporales, un estudio (el PIB de la Reserva Federal de Atlanta) estima que el crecimiento del segundo trimestre será del 1,3%. En realidad, existen debilidades en muchas áreas clave de la economía, como la industria manufacturera, el mercado de la vivienda y la demanda interna.

La capacidad de Trump de utilizar el comercio como arma – amenazando las cadenas globales de suministro – en cierto sentido muestra la influencia que todavía tiene el imperialismo estadounidense. La guerra comercial con China ha creado claramente serias dificultades para el régimen de Xi Jingping, junto con la desaceleración general de la economía y los acontecimientos en Hong Kong. EEUU también ha utilizado la continua fortaleza relativa del dólar como «moneda de reserva» mundial para amenazar a empresas y bancos -por ejemplo, los que hacen negocios con Irán- con la exclusión del sistema de pago en dólares. Se trata de una potente amenaza, ya que, como señala The Economist, «alrededor del 88% de las operaciones de compraventa de divisas utilizan el dólar». También vemos intentos de contrarrestar este dominio del dólar con, por ejemplo, Rusia que comercia cada vez más con euros o incluso rublos y -en una escala mucho menor y también con un fuerte elemento especulativo- el aumento de monedas criptográficas y proyectos como la moneda de Facebook Libra, que puede funcionar evitando las restricciones de los estados.

Pero aunque Estados Unidos es capaz de causar daños, también está encontrando mayor resistencia que antes por parte de sus competidores. Por ejemplo, en respuesta a la amenaza de que los bancos europeos hicieran negocios con Irán, la UE ideó un sistema de intercambio para el comercio con Teherán. Y es evidente que las guerras comerciales tendrán un impacto económico en EEUU, con menores beneficios para muchas empresas que dependen de las importaciones chinas, mayores costos para el consumidor y, posiblemente, importantes pérdidas de puestos de trabajo.

Reflejando el deterioro de la situación en los EEUU, la Reserva Federal está indicando que es probable que baje las tasas de interés este año después de subirlas lentamente durante varios años y de resistirse inicialmente a las demandas de Trump de reducirlas. Trump había echado gasolina sobre una economía que se recalentaba con sus recortes de impuestos en 2017, pero sus efectos en el impulso del crecimiento casi han desaparecido. Se alegó que los recortes de impuestos darían a las empresas más dinero para invertir en operaciones de expansión, pero no es de extrañar que la mayor parte se utilizara para la recompra de acciones.

Mientras tanto, la Eurozona ha evitado por poco entrar en recesión por tercera vez en una década, pero está claro que tanto los choques externos como los internos podrían hacerla zozobrar. El Banco Mundial ha reducido su proyección de crecimiento en la Eurozona para 2019 del 1,4% al 1,2%. El reciente informe de mediados de año del Banco declaró: «Las condiciones económicas de la zona del euro se han deteriorado rápidamente desde mediados de 2018, especialmente en el sector manufacturero». El sector manufacturero de la Eurozona en su conjunto se contrajo por cuarto mes consecutivo en mayo de este año. El PMI manufacturero en mayo se situó en 47,7. Las inversiones son bajas y los comentaristas burgueses señalan el hecho de que el «viejo continente» se está quedando atrás en innovaciones y nuevas tecnologías. La crisis que se avecina amenaza tanto al euro como a la UE en su forma actual, ya que los intereses nacionales entran cada vez más en conflicto y los políticos nacionalistas señalan a la UE como una de las causas de la crisis.

Alemania, la mayor economía industrial de la zona euro y el mayor exportador, experimentó una contracción de la producción industrial del 1,9% en abril. Las perspectivas de crecimiento se han reducido a menos del 1% para 2019. Los pedidos de productos manufacturados cayeron un 2,2% mensual en mayo y un 8,6% anual. Esta caída fue mucho mayor que la del 0,3% que los economistas que participaron en una encuesta del Wall Street Journal anticipaban. El crucial sector del automóvil se ha visto especialmente afectado. Las ventas de Volkswagen en China bajaron un 7% de enero a mayo. Un informe del Centro de Investigación Automotriz de Alemania proyecta una caída de cuatro millones en las ventas mundiales de automóviles en 2019. El informe del autor, Ferdinand Dudenhoffer, señala que «a nivel mundial, esta disminución es el doble de grande que en medio de la crisis financiera mundial». (Forbes, 12/06/19) Su análisis no incluye los efectos de Brexit ni los posibles aranceles estadounidenses en la industria automovilística europea.

Draghi, presidente saliente del BCE, ya está debatiendo la adopción de medidas serias en los próximos meses. Por ejemplo, el banco podría aumentar la llamada tasa de interés negativa sobre los depósitos de los bancos comerciales en el banco central. Esto es efectivamente «una penalización sobre los depósitos y una forma de empujar a los bancos para que pongan el dinero a trabajar en la economía». (New York Times, 19/06/19) El BCE también se está preparando para utilizar de nuevo la expansión cuantitativa, imprimiendo dinero a gran escala para estimular la economía. Es muy probable que esta política de dinero barato sea continuada por la próxima jefa del BCE, Christine Lagarde, y que aumente aún más la ya de por sí importante masa de la deuda en Europa.

Aunque menos comentado, Japón sigue siendo la tercera economía nacional más grande del mundo. A pesar de las agresivas medidas de estímulo, entre las que se incluyen los déficits públicos masivos (la relación entre la deuda y el PIB es la más alta del mundo), la economía está «empeorando» según el gobierno por primera vez en seis años. De hecho, con un crecimiento previsto del 0,8% por el Banco Mundial, la posición es incluso más débil que en la UE.

Incluso Australia, con una expansión económica récord de 28 años, se enfrenta ahora a la posibilidad real de una recesión.

La situación en las economías «en desarrollo» es aún más grave. Las últimas cifras indican que Rusia ha estado en recesión durante dos trimestres. Los ingresos reales han estado disminuyendo durante seis años. Turquía, Argentina y Pakistán ya están en recesión, mientras que Brasil y Sudáfrica están al borde del colapso. En el caso de Brasil, esto se produce tras una recuperación efímera tras la recesión más devastadora de la historia del país. La India es la excepción, ya que el Banco Mundial prevé una aceleración del crecimiento hasta el 7,5% en 2019/20.

La situación en Turquía es un ejemplo de cómo puede desarrollarse rápidamente una crisis muy aguda. El crecimiento impulsado por la deuda ha chocado con un muro a medida que los inversores internacionales comenzaron a retirarse. Esto condujo a la rápida devaluación de la lira, que ha caído más de un 40% frente al dólar desde principios de 2018. La inflación se sitúa ahora en el 19% y los salarios reales disminuyen rápidamente, mientras que el desempleo se sitúa en el 14%. El gobierno turco y las empresas privadas han acumulado 328.000 millones de dólares en deuda a medio y largo plazo, la mayor parte en dólares. Con la rápida depreciación de la lira, la situación podría volverse muy inestable e incluso explosiva. Moody’s ya ha rebajado la calificación de varios de los principales bancos turcos. Los efectos políticos de la crisis, demostrados por la enorme derrota de Erdogan y el AKP en las elecciones locales de Estambul, continuarán.

Estos datos tanto de los países capitalistas avanzados como de las economías en desarrollo ofrecen un panorama claro de una desaceleración simultánea en gran parte de la economía mundial, con algunos países que ya están entrando en una crisis aguda.

Las causas de la recesión

Tenemos que distinguir entre los desencadenantes inmediatos de la próxima recesión y las causas a largo plazo de la crisis estructural del capitalismo. La causa inmediata de la Gran Recesión de 2008-9 fue el estallido de la burbuja en el mercado de derivados debido a los préstamos «subprime» impulsados por los grandes bancos en el mercado de la vivienda estadounidense. Esto llevó al colapso de otras burbujas de activos.

La principal causa inmediata de la actual recesión, como ya hemos dicho, es muy probable que sea el efecto de la desaceleración del comercio mundial y del creciente conflicto comercial que no comenzó con Trump, sino que se ha acelerado con él.

Los problemas estructurales más profundos que enfrenta la economía capitalista se remontan al final del auge de la posguerra en los años 70. La contradicción clave de la economía capitalista en esta era puede caracterizarse como una sobreacumulación de capital, una tendencia creciente a producir más plusvalía de la que se puede invertir de manera rentable. Esta crisis de rentabilidad condujo a la búsqueda de nuevos campos de inversión, especialmente a través de la privatización de grandes sectores del sector público en muchos países, incluidos los sistemas de pensiones, la sanidad y la educación. La crisis de rentabilidad también llevó a una creciente «financiarización» del sistema a partir de los años 80, incluyendo un papel cada vez mayor de los bancos y una expansión masiva del crédito. Esto, a su vez, condujo al fenómeno del crecimiento impulsado por la deuda, con una deuda mundial que triplica ahora el nivel del PIB mundial.

Y, por supuesto, la financiarización también ha significado un casino global en constante crecimiento. Hace 10 años se comentaba mucho sobre el papel de las «burbujas» llenas de capital ficticio en los mercados financieros, cuya implosión tuvo un efecto devastador en la economía real. Pero el capitalismo no ha mostrado capacidad para cambiar su comportamiento. Literalmente la solución a la crisis financiera de’08-’09 fue «empezar a inflar nuevas burbujas». El casino financiero global es ahora aún más grande que en 2009. Se invierten 1.200 billones de dólares en los mercados de derivados, mientras que la especulación de divisas representa 5,3 billones de dólares cada día.

El capital siempre está buscando nuevos campos para invertir. Actualmente uno de ellos es el sector tecnológico, que parece ser una excepción al fracaso general de los capitalistas en el último período para desarrollar las fuerzas de producción. Pero el flujo de capital hacia la tecnología no es sólo un intento de ganar la carrera internacional de la competencia, sino que, en un entorno en el que tanto capital busca salidas rentables, también tiene un carácter especulativo. Esto puede conducir a la formación de burbujas. El sector tecnológico también se verá afectado negativamente por el conflicto comercial con China. Otras burbujas se están desarrollando en muchos países con capital financiero que invierte en vivienda (además de causar desastrosos efectos sociales). Pero en un período de rentabilidad decreciente, varios campos pueden convertirse en nuevos campos de inversión e incluso en burbujas como las monedas criptográficas y también la «economía verde».

Perspectivas

No podemos decir de antemano cuán profunda será la recesión que se avecina y si será comparable en escala a la crisis de los años 2008-09. Si se llegara a un acuerdo parcial sobre el comercio entre Trump y Xi Jinping, esto podría dar un impulso muy temporal a la economía mundial, pero no cambiaría la dirección general. Sin embargo, The Economist advierte explícita y correctamente que «el riesgo de un error torpe [en el conflicto comercial] que desencadena una crisis financiera es alto». Esta es una referencia a la represión de los EEUU contra las empresas chinas por valor de 1 billón de dólares que comercian en los mercados financieros de los EEUU u otras medidas de represalia amenazadas por ambas partes.

Varios factores apuntan al peligro de una crisis aún más grave que hace una década. Como hemos señalado, la «caja de herramientas» del capitalismo está agotada, lo que no quiere decir que esté vacía. Las medidas drásticas utilizadas para responder a la crisis de 2008-9 incluyeron la expansión cuantitativa y las tasas de interés negativas que ayudaron a salvar al sistema de una crisis aún más profunda, pero crearon nuevas contradicciones. Sin embargo, parece haber poca o ninguna perspectiva del tipo de respuesta coordinada que Obama organizó con la UE y China para evitar una recesión mundial aún más profunda. Una parte clave de esta respuesta fue el programa de estímulo masivo en China que llevó a una enorme demanda de materias primas de todo el mundo. El programa de estímulo a su vez creó una bomba de deuda en China que ahora impide un nuevo programa de estímulo a esta escala.

Esto también apunta a un punto más amplio: después de la crisis de 2008-09, las economías BRIC (Brasil, Rusia, India y China), en particular China, actuaron como un motor que sacó a la economía capitalista del agujero. Esto ciertamente no sucederá esta vez.

Una vez más hay que subrayar que no es posible decir de forma concluyente cuán profunda será la próxima recesión, pero la situación general apunta a una crisis muy profunda y no a una «minirrecesión» como en 2015-16.

Efectos sobre la conciencia

El enorme impacto en la conciencia de la crisis de los años 2008-09, por supuesto, continúa hasta el día de hoy, con políticas de recortes salvajes todavía en vigor en muchos países capitalistas avanzados. En la mayoría de los países, la «recuperación» de los últimos años no ha conducido a un aumento de los niveles de vida y los nuevos puestos de trabajo son a menudo precarios. Los trabajadores y los jóvenes que han perdido la fe en el sistema y sus instituciones no se sorprenderán de la nueva fase de la crisis del capitalismo.

Es cierto que en muchos países puede haber un efecto parcial de «aturdimiento» en la lucha de clases. Por ejemplo, si la economía de Estados Unidos entra en recesión el próximo año, es probable que corte la ola de huelgas en Estados Unidos que se ha centrado en la revuelta de los maestros. Pero en Estados Unidos también vemos el apoyo masivo a las reformas radicales propuestas por los «socialistas democráticos» como Ocasio Cortez y Bernie Sanders. Este fue un factor que no existía en 2008-9 y es el resultado de la radicalización de millones de trabajadores y jóvenes desde el movimiento “Occupy”. Este factor indica claramente que el efecto de paralización será de menor duración y más limitado que durante la Gran Recesión y que la cólera de las masas contra el sistema se convertirá más rápidamente en una lucha de masas, incluyendo nuevos pasos hacia la reconstrucción de un movimiento obrero combativo. Mientras que un aumento general de la lucha industrial podría estancarse durante un período, la lucha podría canalizarse en el plano político en términos de elecciones, organización política y lucha de masas sobre cuestiones políticas y sociales. Tarde o temprano se reanudarían los pasos hacia la reconstrucción de un movimiento obrero combativo y un crecimiento de las huelgas.

En esta situación, las demandas mucho más audaces, incluyendo la apropiación pública de sectores clave de la economía, pueden empezar a tener un eco mucho más amplio. Esto ya se evidencia en la discusión en torno al “Green New Deal” en los EEUU. A pesar de las limitaciones de la propuesta, fuimos capaces de destacar el objetivo audaz de realizar la transición de la economía a energías renovables para popularizar la demanda de hacer que todo el sector energético sea de propiedad pública. A medida que la crisis climática se agrava, las demandas socialistas más audaces podrían ganar apoyo masivo en muchos países. Un ejemplo diferente es Berlín, donde la desesperada crisis de la vivienda ha provocado un movimiento a favor de un referéndum para expropiar a los propietarios corporativos que ahora son dueños de una gran parte de las viviendas de la ciudad. Esta lucha podría tener implicaciones internacionales.

También es muy llamativo que la crisis económica en Turquía y en Brasil ya esté desempeñando un papel importante para socavar la posición de las figuras populistas autoritarias y de derecha que se encuentran en el poder cuando llega la tormenta. En Turquía, el rápido empeoramiento de las condiciones económicas descrito anteriormente jugó un papel directo en la entrega a Erdogan y al partido AKP de su mayor derrota política en 16 años en el poder. En la repetición de las elecciones a la alcaldía de Estambul, a finales de junio, Erdogan sufrió una pérdida mucho más grave que en la primera vuelta a finales de marzo.

En Brasil, las cifras de apoyo a Bolsonaro se han desplomado drásticamente y la reciente huelga general contra su reforma neoliberal de las pensiones lo ha puesto firmemente a la defensiva. No debemos olvidar cómo la profunda crisis económica en Argentina a principios de este siglo llevó a ese país rápidamente a una situación pre-revolucionaria. Esto podría ocurrir en varios países en el próximo período debido a crisis económicas catastróficas.

Si la recesión golpea en los EEUU en el próximo año, podría tener un efecto significativo en las elecciones presidenciales. Si los sectores de la clase obrera que apoyaron a Trump comienzan a concluir que no ha cumplido su promesa de devolver buenos empleos a las zonas industriales más afectadas, esto podría condenar las posibilidades de reelección de Trump. Hay indicios de este comienzo en algunos estados clave del Medio Oeste.

Pero estas tendencias no deben hacernos perder de vista los peligros de la situación. Todas las debilidades de la «nueva izquierda» se pondrán de manifiesto en la próxima crisis. Si la izquierda y el movimiento obrero fallan una vez más en dar un liderazgo real a los trabajadores que quieren luchar contra la patronal y la clase política corrupta, el camino se abrirá aún más a los populistas de derecha y a la extrema derecha. Como es evidente con la guerra comercial, las políticas cada vez más nacionalistas y proteccionistas profundizarán la recesión. Una característica importante de esta crisis, que es diferente de la de 2008-9, es la forma en que el populismo de derechas y la recesión pueden alimentarse mutuamente. El peligroso crecimiento del sentimiento anti-inmigrante en muchos países, alentado y avivado por los gobiernos y los partidos del establishment en el período pasado, es una advertencia de lo que puede desarrollarse en el período siguiente, si la izquierda y la clase obrera no dirigen una lucha por una alternativa socialista.

Un ejemplo diferente del efecto de la crisis que se avecina puede ser el de reavivar la de la Eurozona si la izquierda y la clase obrera no ofrecen respuestas y soluciones a las cuestiones relacionadas con las crisis económicas y la migración. La situación en Italia ya es muy grave, ya que el Gobierno está considerando la posibilidad de adoptar medidas para lograr una moneda paralela al euro. La parte de la clase dominante italiana que aboga o quiere preparar una ruptura con el euro teme el coste extremo de las deudas denominadas en euros, similar a la crisis de los países «emergentes» con grandes deudas en moneda extranjera. Mientras tanto, la crisis de Brexit continúa. Las clases dominantes alemana y francesa apenas pudieron mantener la eurozona después de 2008. Tuvieron que recurrir a todo tipo de medidas extremas. Este acto de equilibrio puede no ser sostenible con otra crisis brusca. La desintegración de la zona euro, con la salida de varios países y la reducción del euro a un conjunto básico de países, es una posibilidad que debemos tener en cuenta en la próxima fase. Este desarrollo iría acompañado casi inevitablemente de una lucha política y social explosiva, en la que grandes sectores de la población, en particular los jóvenes, sacarían conclusiones radicales de izquierda, pero también se reforzarían las fuerzas de extrema derecha y nacionalistas.

Mientras que los economistas keynesianos argumentan que los gobiernos pueden expandir su endeudamiento siempre y cuando esté denominado en su propia moneda, la situación en la Eurozona apunta al límite de ese argumento. Ya se está abriendo una crisis de la deuda diferente, ya que los países que participan en el programa de Nueva Ruta de la Seda de China se enfrentan a onerosos reembolsos de deuda a China para inversiones en infraestructura. Esto podría ser un factor importante en el próximo período.

Una nueva crisis económica mundial combinada con la escalada de la catástrofe climática abre la perspectiva de un período aún más explosivo que el anterior. En el período posterior a la Gran Recesión de 2008-9, la clase obrera no fue capaz de dejar su impronta decisiva en los acontecimientos haciendo retroceder el asalto de la clase dominante y pasando a la contraofensiva. La razón central de esto es el papel desempeñado por la dirección de los sindicatos y los partidos y formaciones de izquierda, antiguos y nuevos. A pesar de esto, sin embargo, la conciencia de grandes capas avanzó. Este clima de lucha y desafío se reflejó también en el auge de los poderosos movimientos sociales contra la opresión, especialmente el movimiento feminista en muchos países y de los jóvenes en defensa del medio ambiente en los últimos años. También se dirigió a los movimientos de defensa de la educación o de las pensiones contra los ataques neoliberales o contra la opresión nacional, como en Cataluña. Podemos esperar que procesos similares continúen y se profundicen.

Independientemente de la forma y la intensidad de las luchas sociales y de clase, algo que no se puede predecir de antemano, la conciencia de millones de personas se desarrollará indudablemente en una dirección anticapitalista y socialista. Esto proporcionará el terreno fértil sobre el cual las fuerzas de la revolución socialista deben intervenir y construir. El principal obstáculo en esta dirección será de nuevo la dirección de los sindicatos y los partidos de la «izquierda», y en particular de las Nuevas Formaciones de Izquierda. Su fracaso en la dirección crea el espacio para el populismo de derecha y la extrema derecha que será un factor que complicará el proceso de radicalización de izquierda en grandes sectores de la clase obrera, particularmente entre los jóvenes. Esta radicalización puede conducir a nuevas iniciativas políticas y a desafíos para los dirigentes sindicales existentes, incluyendo en algunos casos la formación de nuevos sindicatos y nuevas organizaciones y partidos de izquierda, socialistas y de la clase obrera… Por lo tanto, es de vital importancia que se aprovechen todas las oportunidades para intervenir en el proceso de radicalización y ganar a los mejores activistas para convertirlos en cuadros y asegurar que se plantee una alternativa revolucionaria clara a medida que se desarrolla el proceso.

Por supuesto que no hay una «crisis final» del capitalismo. Incluso un colapso económico completo crearía eventualmente las condiciones para que se reanudara la acumulación de capital. Los capitalistas pueden verse obligados a tomar medidas más drásticas debido a la magnitud de la crisis y a la amenaza de agitación social. Esto puede incluir la adopción de medidas para aumentar la intervención estatal con una «política industrial» nacional o regional más agresiva de inversión estatal en sectores clave. Esto representaría una ruptura más decisiva con el neoliberalismo globalizado y podría fortalecer las ilusiones reformistas en sectores de la clase obrera durante un período. Pero esto no pondrá fin a la anarquía del capitalismo mundial y a su incapacidad para ofrecer una salida a la crisis a la que se enfrenta la humanidad.

El CIT, sus partidos, miembros y simpatizantes formarán parte de las próximas luchas, las iniciarán cuando sea posible y lucharán dentro de los movimientos, sindicatos y partidos por un programa socialista que vincule el camino necesario para ganar las respectivas luchas con la estrategia necesaria para abolir las raíces de los problemas: el capitalismo. Esto tiene como única salida un proceso revolucionario mundial, y la clase obrera mundial, objetivamente más fuerte que nunca, es la única fuerza que puede llevarlo a conseguir un mundo libre de explotación y opresión, que responda a las necesidades e iniciando la verdadera historia de la humanidad.

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