05/10/2015, SR Barcelona

Català

Las elecciones del pasado 27 de septiembre nos han mostrado una situación muy
polarizada, con un electorado dividido prácticamente por la mitad sobre la
cuestión de la independencia de Cataluña. Fruto de esa polarización, las
organizaciones que han salido más fortalecidas no han sido las tradicionales,
sino las nuevas representantes de los dos extremos. Por un lado, el crecimiento
de la CUP,  que pasa de tener 3 a 10 diputados,
representa una cierta radicalización y giro a la izquierda de un sector
importante del independentismo. Por otra parte, el auge de Ciutadans, el otro
gran triunfador de estas elecciones, representa una agudización de la crisis
del PP en Cataluña.

Resulta especialmente llamativo, y una muestra de que la gente han
entendido las elecciones en clave plebiscitaria, la gran diferencia de apoyo a
las diferentes candidatura con respecto a las elecciones municipales de hace
sólo cuatro meses.

Desde SR hemos denunciado que, sin restar importancia al tema nacional, la
reducción a SI o NO a la independencia del debate político favorece
terriblemente a las clases dominantes de ambos polos (v
éase el último editorial de La Brecha). Al fin y al cabo, el
resultado final de las elecciones es: continuidad y austeridad 114, izquierda de
base trabajadora 21.

Esa gran diferencia (114 a 21) tiene mucha más importancia que buscar un
ganador al plebiscito (¿se puede hablar de ganador cuando los porcentajes están
tan cerca del 50-50?) y nos obliga a detenernos en analizar tendencias que
parecen consolidadas y posibles consecuencias de cara al futuro. Dos son los
temas que más nos preocupan:

La
izquierda, oportunidades y amenazas

Por un lado, el tema nacional ha supuesto, una vez más, la principal
dificultad para la formación de una candidatura unitaria que represente las
luchas de la clase trabajadora. No es la primera vez y no parece que vaya a ser
la última. Entre la izquierda independentista y la estatal hay un gran abismo
que no tiene atisbo de resolverse y del cual sacan un terrible provecho los
partidos del régimen. Mientras no se consigan superar esas diferencias el establishment se sentirá cómodo. Siempre
hemos defendido que la mejor manera de forjar una verdadera unidad de la
izquierda es trabajando codo con codo en la calle, en los movimientos sociales
y obreros y el actual reflujo de movilizaciones no ha ayudado a forjar esa
unidad, por lo que es más que necesario volver a poner sobre la mesa un plan de
movilizaciones sostenidas que mantengan la presión en la calle y que obliguen
al movimiento a trabajar conjuntamente al tiempo que se intenta generar una
mayoría social que apueste por la ruptura con el actual sistema más allá de
centrar toda la atención en los parlamentos y las citas electorales.

Evidentemente, todo lo que pase en el plano electoral es en estos momentos
de suma importancia, pero ello no debe hacernos olvidar que es en la calle, en
los centros de trabajo y académicos donde se gestan los verdaderos cambios
sociales.

En este plano parlamentario hay que destacar la gran (y compleja) oportunidad
a la que se enfrenta la CUP, ya que sus 10 parlamentarios les dan una posición
central a la hora de formar gobierno. En gran medida está en su mano la
formación de un gobierno o la convocatoria de unas nuevas elecciones. Ninguna
de las alternativas que se le presentan (investir un gobierno de Junts pel Si,
sea con Mas o no como presidente o forzar una nueva convocatoria electoral)
parecen ser opciones satisfactorias. Conviene no olvidar que toda estrategia
electoral ha de estar subordinada a fortalecer las posiciones globales en la
lucha de clases y no está claro cómo podría afectar a ésta la convocatoria de
unas nuevas elecciones llenas de incógnitas. En todo caso, lo que sí que
consideramos imprescindible es no dejarse seducir con la idea de formar parte
un gobierno que, a pesar de que pudiera dar pasos en la dirección de la
creación de un Estado propio, estaría obligado a aplicar recortes y austeridad
desde el primer día. Cualquier pacto con los partidos de la burguesía esconde
tras de si una subordinación a los intereses de ésta y más con una correlación
de fuerzas como la actual.

Además, en lo que tiene que ver estrictamente con el proceso soberanista,
Junts Pel Si ha mostrado cada vez más claro que no tienen ni la capacidad ni la
verdadera voluntad de enfrentarse de forma rupturista a la intransigencia
represiva del capitalismo español y a su legalidad. Una unión interclasista del
SI acabaría siendo una traición, tanto a la clase trabajadora como al movimiento
independentista.

La posición que desde SR defendemos como más adecuada es mantenerse en la
oposición defendiendo medidas claramente rupturistas: verdadero referéndum de
autodeterminación, fin de los techos de déficit, impago de la deuda y
nacionalizaciones de servicios esenciales. Por supuesto, estas medidas sólo son
viables mediante la desobediencia civil masiva acompañada de un plan de
movilizaciones sostenido (incluyendo huelgas generales), elaborado desde abajo
y contando con el resto de la izquierda no sólo en Catalunya sino en el resto
del estado.

Esta situación pondría en jaque al sistema y desnudaría la verdadera
naturaleza de un gobierno del Junts pel Si, permitiéndole a la izquierda
arrebatarle el liderazgo de la situación.


El
establishment, camino del acuerdo entre las élites

El otro gran tema que debe fijar nuestra atención es la cada vez mayor
preocupación de las élites económicas con respecto al tema nacional. Sólo hay
que ver la terrible campaña del miedo desatada durante la campaña electoral y
la enorme presencia del asunto en los editoriales de los principales diarios capitalistas
de todo el mundo.

Las posiciones terriblemente enrocadas de los principales representantes
políticos de las burguesías catalanas y españolas cada vez preocupan más a los
grandes poderes capitalistas, dentro y fuera del Estado, ya que ven este conflicto
como una futura fuente de inestabilidad que hace peligrar el equilibrio
necesario para garantizar el buen funcionamiento de sus negocios. En este
sentido, las presiones para una salida negociada van a ser cada vez más y más
fuertes. Conviene no olvidar que en última instancia dichas burguesías son
compañeras de viaje y que si actualmente sus posiciones se encuentran
aparentemente tan alejadas es sobre todo por una táctica de negociación dura
dentro de un contexto de fuerte competencia por los mercados y los recursos
necesarios para explotarlos.

El establishment capitalista, profundamente asustado ante la fuerte crisis
económica, social, nacional y política que sufre el Estado español tendrá tarde
o temprano que encarar una reforma constitucional con la que intente recuperar
la legitimidad del estado frente al pueblo trabajador. Ello pasa
inevitablemente por un acuerdo por arriba entre las élites (las diferentes
burguesías nacionales e internacionales) y el tema nacional es una de las
claves de dicho acuerdo.

El peligro de un intento de encauzar la actual crisis del régimen del 78
dentro de los límites del marco capitalista es cada vez más evidente y no
conviene perder esto de vista. Tocar la superestructura de dicho régimen no va
a solucionar a los problemas fundamentales de los pueblos trabajadores del
estado– incluido el problema nacional, o sea, la negación del derecho democrático
a la autodeterminación. Para resolver dicha cuestión hay que ir a la verdadera
raíz del sistema y combatir la dictadura de los mercados, del gran capital
internacional. En nuestras luchas diarias, en cada reivindicación y en cada
elección no conviene olvidar esto sino queremos desperdiciar toda la fuerza
acumulada durante años de lucha militante, manifestaciones y huelgas.

Un frente único de las organizaciones de la clase trabajadora y las masas
populares, tanto a nivel catalán como 
estatal e internacional, requiere una perspectiva revolucionaria: la de
remplazar la dictadura de capital con una democracia obrera socialista. Solo
una Cataluña socialista, confederada libre y voluntariamente con el  resto de los pueblos ibéricos puede garantizar
tanto la autodeterminación del pueblo catalán como un futuro compartido sobre
la base de la igualdad y el socialismo. 

SR (CIT) busca construirse sobre esta base y seguirá luchando por tal
programa y perspectiva.

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