Entrevista con Victor Egío, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Murcia. Analista político. Murciano y antifascista      

España fue durante muchos años una de las pocas excepciones a la tendencia de partidos populistas y de extrema derecha en toda Europa, quizás porque tenían un lugar dentro del PP. Pero el ascenso de Vox en los últimos dos años ha acabado con ese «excepcionalismo», demostrando que bajo el capitalismo ningún país es inmune a esta lacra. En tu región, Murcia, incluso quedaron primeros en las últimas elecciones generales. ¿Qué explica su ascenso, especialmente en regiones como Murcia? 

En los últimos 25 años en la Región de Murcia ha habido siempre amplias mayorías de la derecha, que concentra al 60% del electorado. Es algo que tiene que ver con la estructura productiva de este territorio.

Por una parte, tenemos una economía agraria, en la que una serie de propietarios se han enriquecido rápidamente gracias a una mano de obra de jornaleros inmigrante en condiciones de casi esclavitud y sin derechos políticos. Gran parte de la clase trabajadora, los jornaleros, ni votan ni tienen ninguna representación política. Los sindicatos mayoritarios convocaron una primera huelga del sector el pasado 4 de diciembre, pero aún hay mucho trabajo por delante. Durante más de dos décadas han tenido olvidado a este importante sector, que sufre la explotación capitalista en su forma más cruda.

Por otra parte, en la primera década del siglo XXI se creó toda una clase de autónomos en el sector de la construcción que también se enriqueció muy rápidamente con el boom del sector y al que el Estado no dio ninguna respuesta en la crisis de 2008-2012, cuando estalló la burbuja inmobiliaria. Esto tiene mucho que ver con la imposición de una mentalidad, la del autónomo neoliberal que solo aspira a ganar dinero rápido y a pagar cuantos menos impuestos mejor.

Si a eso unimos que la Región de Murcia es una de las comunidades autónomas con mayor tasa de abandono escolar y peores índices educativos, lo que hace a la población especialmente vulnerable a los bulos en redes sociales, tenemos el cóctel perfecto. Agroindustria, neoliberalismo e incultura, es el cóctel del trumpismo y del fascismo de Vox.

¿Cómo definirías exactamente a Vox: es un partido populista, de extrema derecha o neofascista, o más bien un híbrido de todos ellos? ¿Cómo encaja en la extrema derecha europea actual?

No se puede entender a Vox sin comprender lo que ha sido la historia de España en el siglo XX. Vox es ante todo una fuerza franquista, que reivindica lo peor de nuestro pasado: el autoritarismo, el nacionalismo, el machismo, el catolicismo más intransigente y el elitismo económico de las últimas décadas del franquismo.

En este sentido es una ultraderecha menos “obrerista” que el Frente Nacional en Francia, ya que no apela tanto a una clase obrera nacional sino a un proyecto de reconstrucción nacional desde arriba, con la complicidad de las mismas élites que han apoyado siempre al Partido Popular. Al mismo tiempo se distancia del neo-fascismo y la derecha skinhead, para no dar miedo a esas élites, pero es una cuestión más de estética y de estrategia que de ideario. El racismo y la xenofobia de Vox es la misma que la de los neo-fascistas, vista corbata o ropa de camuflaje militar.

¿Cuál es la composición de clase de su núcleo de apoyo? El llamado sindicato que lanzaron el pasado septiembre, «Solidaridad», indica claramente su intento de apelar a la clase trabajadora. ¿Lo están consiguiendo? ¿Puede este falso sindicato beneficiarse de la aparente falta de militancia y visión de los dirigentes de los principales sindicatos?

La ultraderecha ya tenía cierta presencia en sindicatos policiales como Jusapol. También ha intentado obtener cierto protagonismo en las protestas de pequeños autónomos y trabajadores de la hostelería, enarbolando la bandera del negacionismo. El sindicato Solidaridad es un intento de ir más allá y llegar a nuevos sectores, pero por el momento no ha conseguido grandes avances. El proyecto de Vox es más elitista que obrerista y su idea es la de funcionar como el sindicato vertical del franquismo allí donde Vox tenga algo de poder institucional, sustituyendo las demandas del movimiento obrero por el programa de la patronal.

¿Ha habido hasta ahora alguna oposición organizada de la izquierda y del movimiento obrero contra Vox, en Murcia o en otras regiones? ¿Existe un enfoque de frente común o cada organización está haciendo lo suyo?

Lamentablemente no hay una respuesta unitaria. Hay resistencias múltiples desde diferentes sectores de la izquierda, los colectivos que trabajan con inmigrantes, el feminismo… pero los medios de comunicación han conseguido implantar en la opinión pública la idea de que Vox es una opción política más.

Dado que «la izquierda» se identifica ahora, a los ojos de muchos, con el gobierno actual, ¿podría haber espacio para que Vox se fortalezca aún más si el gobierno implementa, tarde o temprano, ataques a los derechos y al nivel de vida de la gente? ¿Pueden engañar a más gente con que son una especie de «alternativa antisistema»?

Cada ataque a los derechos sociales por parte de un gobierno de izquierdas es una puerta abierta para Vox. Lo hemos visto en las protestas de la hostelería, un sector que da empleo a muchos jóvenes y en las que Vox ha tenido una importante presencia. Retrasar la aprobación de ayudas al sector hasta el mes de marzo de 2021, cuando ya ha pasado un año desde el principio de la pandemia, es un regalo a la ultraderecha. También la lentitud con la que se está tramitando el Ingreso Mínimo Vital.

Sin embargo, hay que reconocer que la respuesta del gobierno a la crisis es muy distinta y mucho más social que la que el PP dio a la crisis de 2008, cuando cientos de miles de personas perdieron sus empleos y se quedaron en pocos meses sin ingresos, disparándose los desahucios.  Los ERTE han salvado hasta ahora a cientos de miles de trabajadores de lo peor. Pero hay que tenerlo claro: incluso estas reformas bastante limitadas no se defenderán si el gobierno no está dispuesto a ir más allá y enfrentarse al “establishment” capitalista. Realmente no podemos esperar eso del PSOE, pero podemos presionar desde abajo a Unidos Podemos para que lo haga.

Para terminar, ¿cómo ves de forma más general las tareas de los socialistas como nosotros para oponerse a fuerzas reaccionarias como Vox?

Es necesario seguir presionando al sector más a la izquierda del gobierno para no retroceder ni un paso e incluso para seguir avanzando en la conquista de nuevos derechos sociales. PSOE y Unidas Podemos se comprometieron a tumbar la ley mordaza y la reforma laboral, recuperando el valor de los convenios colectivos. También a subir hasta los 1.200€ el salario mínimo y regular los precios de los alquileres, entre otras medidas.

El gobierno va a sufrir muchas presiones para no cumplir con estos compromisos y la pandemia es la excusa perfecta. Por eso urge construir un fuerte movimiento social que reivindique que se cumpla al menos el acuerdo de gobierno e ir más allá donde es insuficiente. El movimiento de pensionistas es un ejemplo de esta construcción.

También urge unificar a todos los colectivos organizados de la izquierda, el feminismo o el colectivo LGTBI para plantar cara a Vox. El avance de la ultraderecha es una amenaza para todos los que no piensan como ellos y ese es un frente que hay que construir en común. A largo plazo, no podemos eliminar el peligro de la extrema derecha si no eliminamos el sistema capitalista que la engendra.

 

 

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