Por la unidad de los pueblos
«periféricos» para hacer frente a la dictadura de la Troika

Ni una gota de sangre más
para permanecer en el Euro


17/04/2013, Dani Byrne, CIT


Hace sólo unas semanas el
discurso dominante del capital europeo (con el español en primera línea) era
que ya se había «superado» la crisis del euro, gracias a los
«esfuerzos» de los gobiernos que recortaron brutalmente para calmar a
los mercados y a la «apuesta solida» del BCE para prevenir un colapso
financiero. El alivio relativo de los mercados sobre las economías periféricas
parecía dar cierta credibilidad a esta visión. Sin embargo, como suele suceder
en los últimos tiempos, los acontecimientos tardaron muy poco en demoler este
discurso. Con el estallido del «corralito» chipriota, la imagen de
gran estabilidad cedió a una realidad de inestabilidad extrema. El desarrollo
de la crisis del euro es más parecida a una sucesión continua de crisis, donde
los esfuerzos ciegos del sistema por solucionarla dan lugar a nuevas crisis,
cada vez más profundas.

Hasta ahora el miedo de los
mercados solía centrarse en la economía griega, que a pesar de solo representar
el 2% de la economía europea, podría poner en riesgo la integridad de los
países «fuertes» de la periferia (el llamado “contagio”), sobre todo de
Italia y del estado español, tercera y cuarta economías de la zona euro. Pero
esta vez el empujón no ha venido de Grecia, ni de ninguno otro de los
«PIIGS». Esta vez ha venido de Chipre, un país que representa solo un
0.2% del PIB europeo, con alrededor de un millón de habitantes. Esta vez,
además de suponer la apertura de un nuevo frente en la crisis de deuda, y el
comienzo de un proceso acelerado de destrucción económica y social impuesto por
la Troika, se ha convertido en nueva muestra de la fragilidad del equilibrio del
sistema financiero europeo, y del proprio proyecto del euro y la UE.

Pánico, división,
desesperación y chapuzas del capital

Este episodio de la crisis
del euro, igual que todas las anteriores, ha puesto en evidencia la actuación
ciega y desesperada de la clase capitalista a la hora de gestionar el
desarrollo de la crisis. Hace meses nos dijeron que la solución a la crisis
bancaria de Europa pasaba por garantizar los depósitos. Pero justo después, a
la hora de afrontar la siguiente crisis, descubrimos que la
«solución» pasaba justo por lo contrario, por un acuerdo de los
líderes de gobierno proponiendo una quita enorme a los depósitos, incluso los
inferiores a 20.000 euros. Cuando se evidenció que esta solución resultaba
imposible, todos se echaron la culpa mutuamente por haberlo propuesto, cuando
en realidad todos lo acordaron y lo firmaron. Luego, tras haber modificado el
acuerdo (que finalmente sólo gravará depósitos mayores de 100.000 euros, hasta en
un 60%), y chantajeado a Chipre para que lo acepte, destacados dirigentes europeos
(entre ellos Dissejnbloem, presidente del Eurogrupo) dijeron que éste es
el modelo a seguir. Dos horas después, muchos de sus homólogos declaran que esto
no es cierto, que repetir esta actuación en el caso (muy posible) de una futura
quiebra del sector financiero en España, Italia o Francia, sería desastroso. Y
así continúa la cuestión…

¿Qué está pasando? ¿Quién
sabe lo que hay que  hacer? ¿Quién lo decide?
La realidad es que la clase capitalista y sus políticos no saben muy bien qué
hacer, y muchas veces no están de acuerdo sobre ello, debido a las propias
contradicciones de la UE
capitalista, y el antagonismo entre los intereses de las diferentes economías
nacionales. Y ha sido así desde el principio de la crisis. El capital no tiene
un plan claro ni elaborado para salir de ella, más allá de querer proteger sus
intereses a costa de los nuestros, y así va respondiendo a cada episodio de
crisis según va surgiendo, de una manera siempre caracterizada por el pánico, la
división, la desesperación y la chapuza. Actuando así no consiguen resolver
los problemas fundamentales sino agravarlos. Así ha sido en la primera fase de
la crisis mundial, cuando «salvando» a los bancos se ha provocado una
crisis de deuda pública que sigue machacando al continente, y así es ahora.

La crisis está mostrando
como el proyecto capitalista de «unificar» a Europa con la UE y la moneda común, en vez de
haber dado lugar a una «integración» económica, ha aumentado y
profundizado la enorme brecha entre la fuerza y capacidad de las diferentes
economías europeas, con una periferia saqueada y un «núcleo» de
economías fuertes dirigido por una Alemania que manda en el continente de forma cada
vez más clara. Y con los famosos «rescates», y memorandos de la troika
se hunden aún más las economías periféricas y se está acentuando esta
tendencia.

Al fin y al cabo se trata de
un proyecto inviable e insostenible dentro del contexto del sistema
capitalista, que se ha mostrado incapaz de integrar el continente o superar las
rivalidades nacionales. Esto corresponde sobre todo a la moneda común, cuyo
mantenimiento por un lado supone un coste excesivo para los bancos y
super-ricos en los países fuertes, que se niegan a sufrir las pérdidas de la
periferia, y por otro lado, atrapa a las economías del sur en una trayectoria
de depresión económica por las imposiciones de la troika. Al mismo tiempo que
provoca luchas de las masas para frenar este proceso, esta realidad también ha
provocado voces «desde dentro» del sistema, que han empezado a
cuestionar el proyecto y a demandar la salida de países del euro y la UE. En el
caso chipriota, el destacado economista «keynesiano» Paul Kruggman, escribió
de forma muy clara: «Chipre debería abandonar inmediatamente el euro.»
Y en Chipre, una nueva característica de las movilizaciones y de la consciencia
popular en los momentos iniciales de la crisis ha sido una apuesta mayoritaria
(de hasta el 67%) por la salida del euro.

Al fin y al cabo, el euro está
destinado a fracasar bajo la presión de estas contradicciones. La cuestión es
cuándo, cómo y de qué manera va a suceder: provocado por un fracaso capitalista
(que causaría una nueva oleada de devaluaciones y una correspondiente bajada
brutal de los niveles de vida) o por una lucha obrera por una alternativa,
coordinada internacionalmente. Sin sembrar ninguna ilusión en la posibilidad de
una salida “nacional” capitalista de la crisis fuera de la UE, los revolucionarios tenemos
que explicar que entre las tareas políticas del movimiento para acabar con la
austeridad y miseria en la periferia de Europa, está la de construir una
alternativa, socialista y democrática, a las instituciones de la Europa del
capital. Así lo explica la
Nueva Izquierda
Internacionalista (CIT en Chipre).

¿Los ricos están pagando la
crisis en Chipre?

Se esta hablando mucho de cómo
en Chipre los ricos están, por fin, pagando por la crisis con la
«quita» a los grandes depósitos. Y es cierto que ningún trabajador,
joven o parado de la periferia, que sufre la caída libre del nivel de vida y la
expansión dramática de la pobreza va a derramar muchas lágrimas por una quita
de dinero de los que tienen fortunas de cientos de miles de euros. Por sí
mismo, la idea de secuestrar fondos de los ahorros de los mas ricos sería un
paso positivo, si estos fondos luego estuvieran puestos al servicio de la
sociedad y de la economía, para generar empleo, invertir en la economía etc.
Pero en el caso de Chipre las quitas no son para mejorar la situación de la clase
trabajadora o para invertir en la economía real, sino para pagar unas deudas
odiosas a la banca europea, que no tienen nada que ver con las clases populares
del país o del continente. Por eso, no se debería confundir lo que ha tenido
lugar aquí con una reforma fiscal progresista, una medida muy necesaria para
liberar miles de millones de euros atrapados en las cuentas de los superricos a
nivel europeo, y ponerlos al servicio de la sociedad.

Para hacer esto, la
cuestión clave es la de propiedad y el control. La crisis actual no es una
crisis mágica, o simplemente una crisis inexplicable de la humanidad. Es una
crisis de la gestión privada de la riqueza, con la prioridad de maximizar los
beneficios de unos pocos. Para salir de ella con nuestras vidas intactas, hay
que darle la vuelta, y basar la solución en políticas para conseguir la propiedad
pública y el control democrático de la riqueza. Es decir, la nacionalización,
bajo control democrático, de la banca, el sector financiero y los sectores
fundamentales de la economía, para poder realizar un plan para regenerar la
economía y recuperar los niveles de vida. Lamentablemente, en Chipre, el
partido principal de la izquierda tradicional, AKEL (partido “comunista”) hace
mucho tiempo que dejó de defender políticas así. De hecho, fue un gobierno de
AKEL el que acordó el “rescate” inicial de la troika al año pasado. Ahora, toca
repopularizar estas políticas y reconstruir un movimiento de masas capaz de
cumplir las tareas históricas y revolucionarias necesarias en la actualidad. Un
frente único de lucha de los países periféricos actualmente bajo los dictado de
la troika (Chipre, Grecia, España, Portugal, Irlanda, Italia, etc.) para romper
con la espiral de muerte que provoca la austeridad y construir una confederación
alternativa, libre y voluntaria de países socialistas, sobre la base de una
economía planificada democráticamente para los intereses de todos y todas, es
una necesidad primordial del momento actual. 

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