Tan pronto como el pueblo griego votó decididamente
por el fin de la austeridad, el «establishment» europeo actuó para anular los
resultados de esa elección. Las demandas claves sobre las cuales Syriza fue
escogida (la expulsión de la troika, una conferencia europea para reducir la
carga de la deuda y el fin de la austeridad) han sido descartadas.


Escrito originalmente por Paul Murphy, parlamentario irlandés, el 03/03/2015 para socialistparty.ie, website del CIT en Irlanda

El capitalismo europeo muestra sus dientes

Las esperanzas del
gobierno griego de conseguir como aliados a los gobiernos francés e italiano
han resultado ser una ilusión. Los ricos han sacado el dinero de los bancos
griegos a un ritmo cada vez mayor. El perro de presa del capitalismo europeo,
el BCE, ha mostrado sus dientes. Su amenaza ha sido llevar al sistema bancario
griego a la bancarrota, a través de la retirada del fondo de liquidez del BCE.
En las dramáticas reuniones del Eurogrupo, Merkel y sus aliados exigieron la
capitulación total del gobierno de Grecia.

El gobierno griego fue
forzado a firmar una prórroga del programa de rescate, con un simple cambio de
nombre de
la Troika,
ahora llamada “las instituciones”. Sobre la deuda, el gobierno griego tuvo que
“reiterar su inequívoco compromiso de honrar sus obligaciones financieras con
todos sus acreedores, plena y oportunamente”. Ningún cambio unilateral en las
políticas de austeridad será permitido al gobierno griego. La única concesión
significativa fue un aumento del margen de maniobra sobre los objetivos de superávit
marcados al gobierno.

Esto supone una clara
derrota, por lo que las esperanzas de los trabajadores griegos se vieron
frustradas por el conjunto de fuerzas del capitalismo europeo. No tiene porqué
ser una derrota fatal, sino una batalla perdida en el curso de una guerra de
clases a nivel europeo, pero un prerrequisito esencial para ello es el
reconocer abiertamente que esto ha sido una derrota, analizar el porqué de ella
y prepararse para una nueva batalla.

La derrota en esta
primera batalla entre un gobierno de izquierdas y el capitalismo europeo nos
trae valiosas lecciones a todos los socialistas y comunistas genuinos de
Europa. En realidad, tiene su origen en la particular línea estratégica
reformista del liderazgo de Syriza. Estrategia compartida por muchos otros
partidos de izquierdas europeos que subestiman la escala de la lucha.

El liderazgo de Syriza
consideró que las instituciones europeas y el gobierno alemán otorgarían más
concesiones. Pensaron que el BCE, ante el miedo a un contagio bancario a otros países
europeos, dudaría sobre si cerrar o no el grifo para destruir el sistema
bancario griego. También pensaron que las autoridades europeas no correrían el
riesgo de una salida de Grecia del euro por el temor al daño que esto
provocaría al proyecto de la eurozona en su conjunto.

Estas consideraciones previas por parte del gobierno
griego han resultado ser erróneas. El temor a un contagio político que
reprodujera el éxito de gobiernos de izquierda desafiando la deuda y la
austeridad ha mostrado pesar más para la clase capitalista europea que el miedo
a cualquier contagio económico. No ha quedado duda de que están dispuestos a
destrozar el sistema bancario nacional y forzar la salida del euro de un estado
con el fin de enviar un mensaje escalofriante al resto de los países que están pensando
votar a un gobierno de izquierdas.

El fracaso de la estrategia del “euro bueno”

Básicamente, la experiencia en los últimos meses debe
responder de forma definitiva a la pregunta de si una estrategia «euro
bueno» es posible – si es posible implementar medidas anti austeridad,
mientras que se permanece en el euro a toda costa y sin desafiar el
capitalismo. La respuesta es no, no es posible.

Las normas de una unión
económica y monetaria capitalista y de la propia UE son una camisa de fuerza
neoliberal, diseñada para el cumplimiento de las políticas económicas de
derechas, a través del poder otorgado a instituciones no electas como el BCE y
de restricciones impuestas como los “objetivos de estabilidad y crecimiento” y los
tratados europeos que obligan la austeridad presupuestaria.
Por lo tanto, cualquier gobierno genuinamente de
izquierdas debe de estar preparado para perseguir sus demandas de rechazo de la
deuda y del fin de la austeridad hasta las últimas consecuencias, incluso si
eso significa ser expulsado del euro. Debe de preparar a la gente en general
sobre la necesidad de una confrontación con los intereses del capital en
Europa, con el fin de establecer la reestructuración de la economía y la
sociedad sobre una base socialista democrática – organizada por los intereses
de la gente, en lugar de para la maximización de beneficios.

El rechazo al pago de
la deuda continúa siendo una tarea clave. Sin una rebaja significativa, sino un
rechazo a su totalidad, cualquier gobierno de izquierdas estará invalidado por
el pago masivo de intereses. En lugar de apelar mansamente a un acuerdo por los
intereses de toda Europa, es necesario luchar por un “acuerdo” en beneficio de
los intereses de la clase trabajadora europea, por una estrategia de rechazo de
la deuda, a costa de los banqueros y accionistas multimillonarios.


Son necesarias medidas socialistas anticapitalistas

Como respuesta a estas
medidas, sabemos por los acontecimientos de las últimas semanas, que
probablemente habría un intento de forzar el colapso del sistema bancario a
través del BCE así como una expulsión del euro. Ante esto, un gobierno de
izquierdas tendría que actuar rápidamente para asegurar el control democrático
sobre el banco central estatal y prepararse para la salida del euro. Dicha salida
del euro, con la inevitable depreciación de moneda tendría asociada trastornos
económicos, pero no tienen que ser peores a los de la continuidad de las
políticas de austeridad.

El control democrático
del banco central estatal debería ir acompañado con la propiedad pública y
también control democrático del sistema bancario en general. Lo que significa
que la banca debería ser transformada en un instrumento público, que sirva a
los intereses de la economía y de la sociedad. El crédito podría fluir rápido y
barato hacia la pequeña empresa y los trabajadores y agricultores.

La inevitable fuga de
capitales, con enormes cantidades de dinero saliendo del país, puede ser
contrarrestarse de forma efectiva a través de controles de capital con el fin
de evitar la imposición de una huelga de efectivo impuesta por los capitalistas
que destruya la economía. Un gobierno de izquierdas debería decir que el
derecho de la gente a un trabajo y a una vida digna va por delante al “derecho”
del capital a moverse libremente. El dinero ahorrado a través de una moratoria
del pago de intereses debería invertirse en grandes programas de inversión
pública que crearían puestos de trabajo, en 
proyectos como el desarrollo de las energías renovables,
infraestructuras o viviendas.

Un gobierno de
izquierdas actuaría poniendo bajo propiedad pública y control democrático los
sectores clave de la economía. Por ejemplo, los recursos naturales como el
petróleo y el gas, el sector energético, las comunicaciones y las principales compañías
de distribución al por menor.
De esta
manera, los sectores claves de la economía, bajo el control democrático y la
gestión de los trabajadores, podrían ser el elemento central de un plan para
reconstruir la economía bajo los intereses del 99%.


La
movilización activa de la clase trabajadora es crucial

Lo sucedido en Grecia en los últimos
meses ha mostrado que se puede ganar el apoyo popular a estas políticas con la
movilización desde abajo que presione pidiendo estas demandas. Cien mil
personas se manifestaron en apoyo del gobierno griego, exigiendo que se adopte
una postura firme frente al Eurogrupo. El proceso de ruptura con el capitalismo
y una transformación socialista exitosa no puede llevarse a cabo desde arriba,
incluso con el gobierno de izquierdas mejor intencionado.

Un verdadero gobierno de
izquierdas defendería conscientemente que esto se hiciera desde abajo y para
ello se dotaría de una base organizada, a través de la creación de asambleas
populares en los centros de trabajo y en los barrios que escogieran a sus
delegados. De esta manera, los instrumentos para tomar y reemplazar la vieja
maquinaria estatal por un estado socialista democrático podrían ser forjados mediante
esta lucha.

Reconociendo la imposibilidad de lograr esta fundamental transformación
solamente en un país, sería vital hacer un llamamiento a todos los trabajadores
de Europa para que lleven a cabo la misma ruptura y se establezcan profundas
conexiones y asociaciones con otros gobiernos de izquierda europeos, como un
paso hacia una Europa socialista.

Aunque los recientes acontecimientos en Grecia son un revés, no cambian el
escenario fundamental. La elección de un gobierno de izquierda en Europa es
histórica y abre la puerta a nuevas desafíos tanto en Grecia, como en otros
lugares de la periferia de Europa, como incluso en su núcleo. Los socialistas
deben estudiar cuidadosamente los acontecimientos en Grecia y en otros lugares
de Europa y prepararse para un enfrentamiento fundamental con el capitalismo europeo.

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